583104: pizzas pizzas pizzas
Slavko Zupcic Llegué a Barcelona en Marzo del año pasado a punto de cumplir 23 con la intención de asistir a la boda de María Gabriela. Cerca de la Residencia…
El difunto yo
Julio Garmendia Examiné apresuradamente la extraña situación en que me hallaba. Debía, sin perder un segundo, ponerme en persecución de mi alter ego. Ya que circunstancias desconocidas lo habían separado de…
Dos cuentos de Luis Britto García
Helena Un papagayo se hace con papel y verada. Los demás niñitos decían que yo estaba enamorado de Helena. Se toman las veradas se ponen en cruz y se amarran…
Fuga de paisajes
Ramón Díaz Sánchez Ángela Rosa Pérez llegó el año 17. Las primeras cabrias comenzaban a alzarse sobre la tierra caldeada y sobre el lago bruñido, como una inusitada vegetación. Árboles…
La hora menguada
Rómulo Gallegos -¡Qué horror! ¡Qué horror! Clamaba Enriqueta, con las manos sobre las sienes consumidas por el sufrimiento, paseándose de un extremo a otro de la sala, impregnada todavía del…
Un regalo para Julia
Francisco Massiani Palabra que no era fácil. Casi todo el mundo regala discos y los pocos discos de moda son tres, cuatro. Julia iba a terminar con la casa llena…
Dos cuentos de Laura Antillano
Con los ojos abiertos —Ahora levanten los brazos y extiéndalos horizontalmente… ¡Así! ¡descansen! Una sola fila, la línea de pantaloncitos azules se mueve, pierde simetría, manchas de sol sobre el…
Con pies de plomero
José Pulido El silencio no existe Es la primera vez en años que Antonio se queda solo en el apartamento. Su esposa y sus dos hijos se adelantaron y gozan…
Yo soy un tipo
Francisco Massiani ¿Quién duda que yo soy un tipo? Y cuando me pongo mi terrible bluyín, y me forro el pecho con el pulóver que me trajo el primo de…
El ermitaño del reloj
Teresa de la Parra Éste era una vez un capuchino que encerrado en un reloj de mesa esculpido en madera, tenía como oficio tocar las horas. Doce veces en el…
La luna no es pan de horno
Laura Antillano Usted, Señora mía, me dejó como regalo el desgarre, y siempre tuvo la victoria final. Usted, Señora, no tenía derecho a dejarnos la desesperanza como legado eterno, con…
Su Señoría el visitador
José Rafael Pocaterra (Esta historieta no es, ni con mucho, una pretendida reconstrucción de- época, ni aun mera composición de lugar: se han cambiado el nombre de la congregación y…
Simeón Calamaris
Arturo Uslar Pietri Era su primer cadáver. Casi no podía ver otra cosa que aquella estrecha mesa de disección sobre la que la lona que cubría el cuerpo formaba una…
Dos cuentos grotescos de José Rafael Pocaterra
La I latina I ¡No, no era posible!, andando ya en siete años y burrito, burrito, sin conocer la o por lo redondo y dando más que hacer que una…
La balandra Isabel llegó esta tarde
Guillermo Meneses La balandra «Isabel» llegó esta tarde a La Guaira trayendo, desde Boca de Uchire, diez mil kilos de carbón y unos bultos de casabe. Al entrar en el…
La mano junto al muro
Guillermo Meneses La noche porteña se desgarró en relámpagos, en fogonazos. Voces de miedo y de pasión alzaron su llama hacia las estrellas. Un chillido (¡«naciste hoy!») tembló en el…
Dos cuentos de Pedro Emilio Coll
El diente roto A los doce años, combatiendo Juan Peña con unos granujas, recibió un guijarro sobre un diente; la sangre corrió lavándole el sucio de la cara, y el…
La I latina
José Rafael Pocaterra I ¡No, no era posible!, andando ya en siete años y burrito, burrito, sin conocer la o por lo redondo y dando más que hacer que una…