literatura venezolana

de hoy y de siempre

Tres cuentos breves de Franklin Martínez

Feb 13, 2022

Las vocales locas

En el mundo contemporáneo la característica principal es la innovación: tenemos nuevas tecnologías, costumbres, progresos y también nuevos males.

Pérez amaneció hoy un poco diferente, con una fuerte modorra. Se bañó, desayunó y se dispuso salir a trabajar, como todos los días. Se dirigió a comprar el diario, saludó como siempre y pidió el periódico habitual. Los presentes lo miraron extrañados. El vendedor los atendió como de costumbre.

__ ¡Hey, taxi!

__ ¿Hacía dónde va, señor? __preguntó el chofer.

__…aaaaaeeeeeuuuuu… (A la Sexta Avenida, Sector Central) __le respondió Pérez.

__No entiendo lo que me dice, hable más despacio, por favor__le dijo el sorprendido chofer de taxi.

__…aaaaeeeeuuuiiiiooooo… (A la Sexta Avenida, Sector Central, Torre Empresarial) __dijo Pérez.

__Señor, yo no transporto a personas en estado de ebriedad, disculpe.

“Ese chofer además de sordo, debe estar loco, ¿borracho yo, con este aspecto y a esta hora? Dormí demasiado, es tarde y tengo que llegar a la oficina rápido.

Me gusta la mujer de enfrente ¡Qué cuerpo!  Tengo sueño.”

Señaló y el taxi se detuvo.

__ ¿Adónde lo llevo?

__   … aaaaaeeeiiiuuoiuuuooooo…A la Sexta Avenida, Torre Empresarial ¡Cóño!

__ ¡Bah!, hay cada loco en la calle. Pero lo más sorprendente es su aspecto de persona normal, ahora hasta los locos parecen cuerdos __ dijo el taxista para sí.

Ese día Pérez llegó a su trabajo usando el subterráneo. Saludó, entró en la oficina y encendió el televisor para ver las noticias financieras. Entonces, escuchó el reportaje: “Extraña enfermedad se extiende por el mundo. Los enfermos van perdiendo su capacidad de comunicarse, hasta que sólo alcanzan a balbucear o escribir vocales desordenadas e inconexas. Aaaaee ooouuuu transmitió eeeeeee para ooooo CNN.”

Entonces, Pedro Pérez tomó conciencia de su enfermedad. Enfermedad que en su etapa última provoca un exagerado abultamiento de la cabeza cuando su cerebro va acumulando frases no expresadas, sentimientos no manifestados, letras que se van agrupando desordenadas hasta adquirir proporciones descomunales y finalmente sus sesos saldrán expelidos fuera de su desgraciada humanidad inerte. Pero, la enfermedad no termina aquí, atento lector, en esta etapa infecciosa las palabras, frases y letras abandonan el cuerpo mortal para vagar en búsqueda de una mano escribiente o una boca parlanchina, y no hay nada más peligroso que una palabra no expresada.

 

La vagabunda 

En el andén del metro, numerosas personas se aglomeran esperando el tren que los llevará a sus destinos.

La dama elegantemente vestida, con una severa mirada que esconde su rara belleza, se inclina bajo el abrumador peso de sus penas. Numerosos pasajeros la rodean, rozan e invaden su espacio al abordar el tren. Ella aparatosamente se afana por entrar al vagón, mas no lo consigue. Vuelve a intentarlo  de manera interminable, como las horas perdidas en un torbellino de tiempo, buscando el fin de su travesía.

La gente va y viene en un flujo perenne, a veces adquiere las características de muchedumbre; otras, las de pequeños grupúsculos de gente diseminados en la estación, pero la dama solitaria continúa allí como al principio, sin poder dar término a su viaje.

Ella, con su pensamiento absorto permanece sumergida en sus problemas, sus tristezas, buscando en el fondo alguna esperanza a la cual aferrarse como flotador. Ha perdido la noción del tiempo, abandonando su escultural cuerpo en un mar de preocupaciones. Y en esa situación la sorprende la noche, la soledad y el recuerdo.

En el andén escasos pasajeros esperan la llegada del último tren, la dama, ahora muy visible, sigue allí. Ella, en un momento muy breve que resume su existencia, adquiere conciencia de sí misma: en este instante recuerda sus acciones pasadas, presentes y su inevitable futuro; se acuerda de sus pesares, su estado nervioso, la gente gritando, ella saltando a la vía, sus miembros mutilándose, su dolor físico, el tren frenando sobre su humanidad, el rostro horrorizado del conductor. Y luego el silencio absoluto, todo acabó.

Simultáneamente a este lapso de tiempo, un pasajero grita al ver a una dama que se arroja al metro, algún conductor contempla la imagen de un cuerpo arrollado…

Ellos no han visto un cuerpo vivo, tampoco inerte.

Los pasajeros que aguardan el tren en la estación se dan cuenta que no hubo ningún accidente, en ese paréntesis de tiempo. Sólo han visto una impresión del pasado, con forma de mujer que se hace presente, prisionera en un ciclo de tiempo inacabable, para luego desvanecerse en el umbral del olvido.

 

El Malentendido

Cuando el tren metropolitano se detiene los pasajeros lo abordan. Entre los viajeros un joven solitario, tímido y soñador entra al vagón. Han pasado cinco minutos de viaje, entonces inesperadamente la espalda de una joven dama atrapa su atención… 

¡Qué bella eres! Ese elegante vestido se luce en una figura como la tuya. Tienes un cuerpo voluminoso sin ser obeso, proporcional a la delgadez de tu cintura, con esas caderas anchas, curvas y progresivamente estrechas al acercarse a tus esculturales muslos, las pantorrillas gorditas y tus glúteos. ¡Qué trasero! ¿Cómo serás por delante?

No  aguanto la curiosidad. Te acercas  con ese extraño balanceo y te sientas…frente a mí. Descubro debajo de tu abundante cabello ensortijado, tu rostro ovalado de ojos negros, cejas pobladas, labios sensuales grandes y rojos que contrastan tu blancura.

Te observo y (¡Qué agradable reacción!) me devuelves la mirada. Disimulo sin poder ocultar mi rubor. Pero, continúas escrutándome, una imprevista sensación esperanzadora nace en mi pecho ¿Por qué se me queda mirando tan fijamente? (Me acercaré un poco más.) La miro de frente intensamente, voy suavizando la mirada hasta sonreírle. ¡No puedo creerlo me sonríe! Está diciendo algo, es una canción de amor dirigida a un hombre. ¿Será casualidad o es que indirecta y sutilmente dice que le gusto?

Voy a hablarle. Ha cruzado las piernas  y se ríe de forma pícara, soy el único hombre en este vagón. Continúa cantando: “…amor tómame entre tus brazos  y dime que me amas, desde que te vi…”

El lenguaje corporal y la imagen dicen más que mil palabras. Ahora verás cómo te abrazo. Será un abrazo profundo, intenso, emotivamente romántico. Y te daré un beso largo que resuma la eternidad, en un breve intercambio de amor que llegue hasta lo profundo de nuestras almas.

El joven la abraza y la besa. Recibe una cachetada acompañada de un fuerte empujón que lo deja sorprendido y asustado. La muchacha comienza a gritar: “¡Auxilio, un sádico! ¡Ayúdenme, soy ciega y quieren atacarme! De su portafolio cae un lienzo de Magritte donde una pareja con los rostros vendados se besa.

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