literatura venezolana

de hoy y de siempre

Tres poemas inéditos

Luis Enrique Belmonte

AQUELLOS POETAS QUE ESCRIBÍAN

Dónde estarán aquellos poetas que escribían

con sus bucles sus mochilas sus risotadas

en los tabernáculos estudiantiles en las peroratas nocturnas

en mítines o removidas por un mundo mejor

y en sus bolsillos semillas y guijarros

servilletas pergeñadas o chapas de botellas

yendo de un lado a otro sin importar en cuál rellano

los fuese a dejar varados la noche.

 

Dónde estarán aquellos poetas que escribían

y gozaban un montón con su librito bajo el brazo

entre las dulces fibras de sus dulzainas

hablando y hablando bajo una farola que parpadea

sin dejar de componer sus famosas diatribas

con dos acordes de guitarra

y banderas sin fronteras que ondeaban hasta el amanecer

y empanadas frías y colillas recicladas

y el recorrido de vuelta a sus covachas

dónde estarán

aquellos poetas que escribían.

 

 

LA MARCHA DE LOS RADICALES LIBRES

Aconsejan

 

ejercicio físico

frutas rojas yerbas verdes

zinc selenio magnesio vitamina C

no carnes rojas no azúcar

no grasas saturadas

no trasnocho no estrés

 

para intentar revertir los estragos que deja

la marcha de los radicales libres.

 

Inestables y reactivos

de vida efímera y caótica

los radicales libres oxidan

lo que encuentran a su paso.

 

Dicen que su volátil presencia obedece

a la incesante búsqueda

de su electrón perdido:

todo radical libre

tiene un alelo extraviado

una parte de sí mismo

que se dio a la fuga

 

y por eso es que son impares y solitarios

y sus breves enlaces son extremadamente débiles

aunque marchen juntos

en una eterna cadena de robos fugaces.

 

Si bien es cierto que el tabaco el chorizo

la radiación solar el hierro la gasolina o el alcohol

aceleran la marcha de los radicales libres

tendríamos que decir también

que su marcha es incesante

desde los tiempos remotos ‒hace 3500 millones de años‒

en los que aparecieron los primeros seres

vegetales sobre la tierra.

 

La marcha de los radicales libres

deja huellas en todo lo que respira y se desgasta:

son la prueba corrosiva de la existencia de Dios

como una llave oxidada en la orilla de la playa

o el leño consumido por el fuego

o la piel arrugada de un tomate.

 

 

EL TIEMPO MUERTO DE LOS TRÁNSITOS

Bancos de plaza, salas de espera, paradas

obligatorias, andenes que se demoran

al compás de los bostezos.

 

No es una cabeza de ciervo colgada

sobre una chimenea, ni un feto conservado

en formol.

 

El tiempo muerto es un recinto blanco y frío

donde nos quedamos íngrimos, pelando una naranja

con las manos.

 

Acá no importan las penas, ni las glorias; somos corzas frágiles

mientras nos quedamos quietos

sobre el crispado espinazo

de una hidra de mil cabezas

que devora sellos, pasaportes,

permisos notariados.

 

El tiempo muerto es la antesala del traspaso.

 

Bostezo de centinela a mediodía, aspas de ventiladores

que rechinan bajo el techo, sopor de los membretes,

crujir de sillas metálicas, cuatro paredes

para un encierro involuntario.

 

El tiempo muerto de los tránsitos.

Sobre el autor

*Crédito de la foto: Jorge Gómez Jiménez

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