Caribbean Sea
a G. Viana
Gustavo en Nueva York
odia y ama sus recuerdos en inglés
casi un lugar común la soledad
extrema de mi hermano
piensa en mí cada día
aislado el corazón
al despertar por las tardes me recuerda
imagina un pedazo de mi voz
medio ojo en la penumbra
tiene miedo de olvidarme
mira inmensamente una foto
me imagina por las noches
mientras sirve mesas a su diestra
al tiempo que analiza
el nuevo cine alemán
la recreación del expresionismo
exhaustivamente el sinsentido de su vida
el hedonismo melancólico
Focault muerto
Calvino muerto
Los poetas le hablan de ciudades
Lorca en Nueva York
Cavafys en Alejandría
pasean a sus anchas
entre platos
ante sus ojos llevados con torpeza
de la mesa al fregadero
una copa intacta una sola
una copia de aquel cubierto
que se cuece en la memoria más brillante
le promete le jura en la cocina
que lo ama como siempre más que nunca
lo extraña lo quiere en Nueva York
lo adora en Hoboken un pueblo de New Jersey
cercano de Manhattan
si uno toma el subway
si se encuentra con Gustavo alguna noche
triste a solas
que me besa cada tarde que despierta
en dos idiomas
que me besa día a día aquí en Caracas
a la vera del Caribe
añorando por costumbre casi todo
un paisaje diferente
un hombre sin nombre sobre el mapa
por azar o por destino
aquí en Caracas.
Fuerza de gravedad
Tras un golpe certero un pleno pecho
caigo de bruces sobre el mundo
descubro que el horizonte
es una curva violenta
bajo mi cuerpo tendido
murmuro a mi pesar
que me rindo
con la lengua enterrada
digo basta.
Tras un giro loco en el espacio
caigo
de bruces
de espaldas al cielo
por milagro
por no verte
de por vida
definitivamente triste
como un niño solitario que sonríe.
Dime a quien amas
Y aún me atrevo a amar
- Pizarnik
Se mira en el espejo
se afeita
se peina
observa
las manos bajo el agua
piensa
en su mujer
recuerda
la forma de sus uñas
el tono de su voz al despertar
le dice sin pudor
-princesa,
tienes las piernas pequeñas-
le dice
-no tengo aventuras que ofrecer
sin embargo
navego
por el Mar de los Sargazos
a bordo de un velero
plateado
como tus ojos
cuando me odias-
La habitación propia
Algunas noches
durante las cuales nada espero
particular que suceda
esas noches varias noches de calma soberbia
cierro la puerta de mi cuarto
me desnudo frente al espejo a veces
me tiendo en diagonal sobre la cama
a oscuras prendo el primer cigarro y pienso
en mi hija en sus ojos atentos
lo transitorio de su amor
me pregunto hasta cuándo me querrá
¿diez años más? ¿toda una vida? ¿una vida larga? ¿una vida corta?
¿seré bella a los 40? ¿después de los 40?
¿tendré cáncer algún día?
¿seré amada alguna vez, otra vez, desesperadamente?
A veces recito los días de la semana en distintos idiomas
miro el techo
dejo los ojos abiertos hasta ver nublado
me aburro cuento hasta cien y me retiro
pienso en casi todos mis amigos
recuerdo a la gente que quiero y ya no veo
las ciudades que fueron mías
los aviones que no tomé
releo cartas afectuosas (mi abuela joven en Polonia sonríe
deslumbrante sentada en un trineo)
también pienso en ti
cuando te miras gravemente las manos
y callas y no me gustas porque estás como ausente
y miento que no te quiero
porque no me quieres como quisiera.
Y a por dormir sueño un beso
(¿qué clase de furia sería aplacada por un único beso?)
un hermoso beso de pez
desmesuradamente largo
brillante frío sedoso
un beso sin color sin sabor
un gesto perfecto en la noche de una mujer.
Última visión de Buenos Aires
Aérea y nocturna
a los ojos del viajero ofrece
un fragmento
de alguna de sus partes
a través del marco
estrecho de una ventanilla
de avión
¿qué es eso inmenso que brilla?
una ciudad
una llanura eléctrica
un mar iluminado
el cielo de verano pesa
sobre ese plano titilante
más y más lejana
la gran extensión
los hombres que la habitan
hablan
con voces melancólicas
suspiran
un aire enrarecido
como niños miran
hacia abajo adelante
por ver si acaso encuentran
algo
una pluma suspendida
por instantes en el aire
faraónica joya aplastada
junto al borde del río
Santa María de los Buenos Aires
revela su visión
el hombre
es el suspiro compasivo de Dios
II
tal como el hombre en el lago
así la soledad de este cuarto
hasta aquí alcanzan
los sonidos de la calle
las voces exranjeras
hacen espumas y desaparecen
en la orilla del aire que respiro
las palabras desconocidas
llegan desde un país lejano
dichas al pasar
bajo el calor del sol
soy entonces la quieta
de párpados cerrados
junto al agua espesa
VI
el centro del volcán no es fuego
no es lava no es ceniza
es un lago de agua helada
un ojo azul
desierto líquido sin vida
VIII
el centro del mar no es agua
es una roca oscura
una isla de piedra negra
única desierta sin orillas
la luz cae sobre ella
reverbera en los bordes desnudos
las olas rompen inútiles restos
espumas
IX
hay playas donde se va a morir de miedo
kilómetros de piedras negras
formaciones ondulantes bajo los pies
que ha dejado la marea
los pies desnudos
avanzan lentamente
el agua oscura quieta
la larga playa ancha sucia
espumas