literatura venezolana

de hoy y de siempre

Desde el barranco

Mar 6, 2022

Mario Amengual

Jueves Santo 

En los templos

los sucedáneos de los vicios.

Son billetes de treinta

la fe y la misericordia.

Por la plata

no bailan los perros,

pero sí huye toda nobleza.

En la plaza principal

el héroe ecuestre mira hacia el sur,

donde los partidos brindan argumentos

al odio y al resentimiento.

Aquí nadie camina

hacia un destino inigualable.

 

 

Eternidad

Atrás quedan

los paraísos,

los infiernos,

las redenciones,

el pánico de Pascal:

nos quedan

las manos sin nada,

el regalo inexplicable

y el silencio para siempre.

 

 

Desde el barranco

Esto es un baile sin música,

un circo sin payasos

y un tiempo que de tanto presumir

de ser el mejor de los tiempos,

es una Edad Media sin Dios

y con la muerte danzando

sólo por plata y a su antojo.

 

 

La alegría sometida     

La noche comienza más temprano

en las ciudades vencidas:

los ladrones y las ratas

prescinden de la cautela

y de los pasos furtivos.

La alegría

es un enemigo replegado,

la llave

que un borracho solitario

busca en una alcantarilla.

La risa

se adereza en procacidades,

sirve de capote al desconsuelo.

 

No serán bondades

ajustadas en parágrafos

las que brinden a los rostros agostados

el semblante de la celebración

y el cariz exultante del espléndido ahora.

 

 

3 a. m.     

La cornamenta iluminada del toro

apenas alumbra el terreno baldío,

donde sombras arruinadas

se confunden con las sombras

de unos árboles quemados.

A uno y otro lado van las sombras

entre basura hedionda

y escombros amontonados.

Con hambre, dolor guardado y rabia

se mueven las sombras

como hormigas impacientes.

 

De solo mirarla

se impone la noche,

ya son nada

mi desvelo y mis afanes

por esta república expoliada.

En la chispa de un instante

vuelve la gloria de saberse nada,

del saber asombrado

y de la palabra que falta.

Sobre el autor

*Crédito de la fotografía: Geczaín Tovar Andueza

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