Por José Ygnacio Ochoa
Encontrarnos con la experiencia de leer Una extraña habitación en Saturno & otros planetas infames de Maikel Ramírez (El Taller Blanco Ediciones, 2021) es estremecedor por cuanto siento como si yo estuviese visitando a mi madre en ese último viaje. Rememoro: la última esquina de la calle cuando me veo al frente de la fachada de su casa, siempre cometí el desatino de decir mi casa y pues, mentira es de los otros, los que desandan en mi memoria. Empezando por los recuerdos de cuando tenía siete años al llegar por primera vez a ese lugar, previo a la entrada lo que había era solo barro, amarillento, pegostoso y hasta ácido. Eran apenas cuatro hileras de casas. Seis por hilera, me corrijo, las dos últimas con seis. La primera hilera comenzaba con el dispensario y la segunda tenía un terreno que servía de basurero.El asunto me lleva a la absoluta consternación, desesperanza y soledad.
Cuento lo que Ramírez me insinúa. Mundos alternos en un personaje. Sí, es un asunto de sensaciones aparentemente. Es como presionar un botón y encontrarme con una historia semejante o diferente, aun así, la acepto como mía.
Veamos: vuelvo, mejor dicho, comienzo con el primer relato Agotada. Es un relato perturbador. ¿Importa que narre una voz femenina? Sí por cuanto en la narración nos arraiga en una conmutación de experiencias como lo asomé en el primer párrafo. Acá los detalles no contados son tan importantes como los que se evidencian con los vocablos. La identificación del lector con la historia va por las palabras utilizadas son directas y concretas sin rodeos y caemos en el asunto de contar. Contradictorio, muy cierto. Eso lo agradece quien lee. Sin pretender abordar todo el universo narrativo de Ramírez, esto es un acercamiento a lo inédito de sus historias o su manera de detallar y sugerir un mundo ficcional. Nos topamos con ese contexto de lo inverosímil desde la identidad de la palabra. Presumimos un tiempo, un espacio y unos personajes, quizás la sustancia va por las reservas de su caos: la palabra dice y se contiene para que el lector alcance la dimensión léxico-semántica en un itinerario de ejercicio ficcional.
¿Múltiples voces contenidas en una?…
La caracterización de la madre se desliza por los filos cortantes de las sábanas cuidadosamente dobladas. Antes de llegar y entrar a casa la lluvia sobre la espalda condiciona un estado emotivo, es una voz, luego ella se transforma en su propia madre con su indumentaria, ese elemento es una excusa para desdoblarse en la madre con su memoria y sus manías, la otra voz. La que no quiere ser. Sobreviene entonces lo no dicho, pero sí sugerido. Lo que aparenta ser de su agrado, como el olor a talco, pues, tal olor es el detonante de los recuerdos. Se presiona el botón y nos transportamos a los planetas. En el relato Una extraña habitación de Saturno el tiempo de la escritura está dado por la significación que adquiere en esa constante relectura. Mientras se lee se va reproduciendo la experiencia de lo que acontece o se presupone que pasa. La memoria contra la memoria, sin embargo, todo acontece en una habitación: Pude ver que nada había alrededor que pudiera elevarnos hasta la boca de la extraña habitación. Madre apuntó con sus delgados labios una línea de hendiduras en la pared que enseguida reconocí como una oferta casual a nuestra libertad. El apego a la fatalidad como un efecto simultáneo de supervivencia. Lo escrito se convierte en una expresión de lo inacabado o lo ausente: el lector recompone el caos de los personajes. Ahora esta habitación tiene su prolongación: siguen los subterfugios y los asombros.
Con el relato Prometeo en cadenas de ADN…La brevedad contundente será su universo. Lo breve entendido como rigurosidad en la selección de la palabra y no como cualquier cosa. El título se adhiere para convertirse en un componente más que desarrolla la historia. Todo se condensa en dos líneas y medio. Más el carácter versátil o estructura proteica, como lo afirma Violeta Rojo (1997), cuando lo define como las partes de lo que se toma de otras formas de las artes, entre ellas la literatura, el cine y, pues, de la vida misma. En esta minificción Ramírez lo concibe desde la literatura clásica o lo mitológico. Es como el pincel que llega a las rendijas en donde la brocha no logra hacerlo. Es un constante hurgar en el desenlace de sus signos. La cantidad de palabras, descripciones y personajes no es el valor que se aspira a reflejar.
En Una extraña habitación en Saturno & otros planetas el fulgor va en lo figurado.
Cuando leemos A las 6 en punto, comienza con un acontecimiento de la cotidianidad, diríamos que, hasta vano, en este caso la historia toma cuerpo cuando el protagonista en su contemplación con lo que le acontece en sus vísceras y en su memoria, luego aparece un reloj y Don Quijote y sus molinos de viento —¿la referencialidad? —. Las conexiones se dan, no por los resultados, sino por la experiencia continua de la relación: narración-lector. Ahora, estas realidades unidas se convierten en un dispositivo de atención. Se nos muestra la punta del iceberg, la inmensidad va por dentro del protagonista, incluso el peligro radica en descubrir qué existe más allá de lo dicho. Cabe preguntarse: ¿dónde está el engranaje? Porque existe algo más, las palabras me lo dicen (o me lo asoman)…cómo es su manera de percibir las formas con una estructura definida por el narrador. La palabra se materializa porque se dice y porque se escribe. La palabra encanta porque se oye. Existe una resonancia en una extensa cadena de la sonoridad —armonía en este caso—. El autor procura un encantamiento con la precisión del vocablo. Sí, economía en el uso de la palabra, con el detalle que se vislumbra un rasgo distintivo: el acercamiento a la naturaleza ficcional con la presencia de planetas, animales —engendros o bichos «raros»—y el indiscutible componente de la referencialidad proteica. Fácil decirlo. Asunto serio escribirlo y darle forma. Ramírez lo logra en esa relación con la magnitud de la escritura que va en ascensión por lo que provoca en su intención narrativa. Insisto, existirá un algo más, puesto que la palabra me lo proporciona.
La representación está dispuesta.
Ramírez elige un camino, el del instrumento de la palabra, y, lo asume con ponderación y propiedad amparado, claro está, con el ejercicio escritural. Permítanme la expresión, el autor se lo goza a plenitud. Creo que en definitiva es la intención al final de todo. El lector cae en el encanto de la exploración para desentrañar el valor de las pistas suministradas en cada mundo ficcional. La propuesta está sobre el papel, ejemplo de ello, lo tenemos con la presencia de los animales: el mono es diferente al sapo, la extinción de lobo con otra categorización, un zamuro aguardando por mi piel descompuesta o en la Ontología del búho con su comienzo: Para sus amigos del bosque, animales del más diverso origen, simplemente era descorazonador ver el estado de indigencia y borrachera en la que había acabado el pobre compañero búho. Si en la Historia de Gilgamesh—Cuento babilónico del segundo milenio a. C.— de Jorge Luis Borges…Aruru, la diosa, se dedicaba a salvar animales, pues en este caso de Una extraña habitación en Saturno & otros planetas los animales se reinventan. Será el bestiario fantástico de Ramírez con sus sueños y pesadillas trasladadas al mundo ficcional. Es muy posible que nos percatemos de cómo van los relatos, antes bien no sabremos cómo finalizan. La representación está acompañada de desencuentros, dudas, acertijos y hasta premoniciones.
Volvamos a los relatos donde aparecen bestias marinas, una invasión alienígena, el paciente le confiesa al atento doctor que es Napoleón Bonaparte, Maracay, año 2043, hasta Eduardo Liendo, Borges y Robert Louis Stevenson aparecen por allí o Helena y sus queridos troyanos con «Mazinger Z» y el grupo «ABBA», todo es un subterfugio para proporcionar conjeturas de lo que será el libro en cada lectura. Ramírez, como narrador, elige un universo de sueños que los convierte para sí.