literatura venezolana

de hoy y de siempre

Poemas de Wafi Salih

Oct 23, 2021

SECRETO

Adentro

como una llave

perdida

en el mar

me he negado

(De: Los Cantos de la noche)

 

SUICIDIO 

Me abandono

 

Afuera

una hoja

ha caído

(De: Las horas del aire)

 

CENIZAS

a Magaly Acosta Oviedo

¿Hacia

que fondo

se precipita

sin ruido

sobre mí

la niebla?

(Las horas del aire)

 

TORTUGA

Una piedra

tallada

de secretos

 

Lanzada

lentamente

al infinito

 

Frágil

y resguardada

como un pedazo

de Dios

caído

(Pájaro de raíces)

 

ESCARABAJO

Ante la ciega

lluvia

una cascara

de ébano

se esconde

 

Inocente

y diminuta

 

Filtra

su oscuridad

entre las hojas

(Pájaro de raíces)

 

EN EL CAMPO

¿Es el pájaro

o el viento

 

Asomado

en la tenue

mirada

 

En la ortografía

remota

de las piedras

 

En el diálogo

cautivo

de las luciérnagas?

(Pájaro de raíces)

                     

¿Quién puede en el rayo de la niñez distinguir dos cielos? Círculo de lo que fue escribe su ardor a orillas de un latido.  Como si el afuera no fuese también lo fijo.   Atrás, antes, no paran de temblar, llama de una vela frente a una ventana abierta.

Visito en los retratos la aldea atávica de tus ojos nativos de una inmortal desventura.  Procesión de piedras, el pasado en el movimiento habitual de mi hastío pregona el semblante sin tinte de extraviada esperanza.

Peces, arrecifes y ciclones de la casa pequeña, pero jamás extinta, navegan en el desfiladero de mi garganta.  Astro de raíz hundida en la furia quebrada de un naufragio.

Nosotros, nubes calladas que levitan en el vuelo curvo de lo amargo, prodigamos la liturgia de un país desolado.  Trágico sigilo en la marea insaciable de la angustia.  Allí una frase blanca, ángel en los ecos del linaje, interpuso entre mi vida tantas vidas, como en el vuelo de sus alas la secreta murmuración del aire

(El Dios de las Dunas)

 

Noche en dos pedazos, Dios mutilado por la distancia, bajo la lluvia, moja su cuerpo la saliva gris de lo difunto,   lo hace otro en lo vasto.   Siglos y minutos, desde el minarete regalan su vértigo, la castidad del santo sobre la cal del muro.

Eleva al amado el ardor de su inocencia.  Ligera y simple contempla en los relieves del rocío al pájaro no visible, que en el silencio repite: “Los caminos de Dios son infinitos” ¿El pasado me encuentra? “En él había una vez una piedra, un tizón y fue la piedra, piedra. Sobre la alfombra desliza un mundo la eternidad derrotada del insomnio.

¿Cuál óxido hizo carne mi fe? Escarcha la luna un no sé que de cicatriz planetaria, negro grito de los apartados, la sangre, rubí sin matices, dimensiona un retórico esplendor suicida. Inexhausta la noche, cuenta dos menos dos son uno en el sin fondo.  Silabea en los ojos un cementerio judío.

(El Dios de las Dunas)

 

Orilla de manantial

la albahaca fragante

ha hecho su casa

 

Fin del verano

los pétalos marchitos tienen

por dueño el viento

 

Desde la montaña

canto yo

y estoy aquí

 

La tempestad

ha confundido al gorrión

con una rosa

 

En mi taza

la borra de café dibuja

caminos abiertos

 

El sapo

acerca la charca

cuando croa

 

Tarde de haiku

atrapo en mi hoja

el canto del grillo

 

Esta piedra

igual a otra piedra

igual a mi

 

(Huésped del Alba)

 

MADRE

Había algo

sin nombre

en el polvo

de la casa

 

Su silencio

dejaba

una tacita

complicidad

 

Algo suelto

 

Sobre la vieja

alfombra.

 

EL DIOS DE LAS DUNAS

¿Quién me llama con el índice de una lágrima?

 

Fuego

desgranado

deletrea

el Líbano

devuelto

en la sangre

de Dios

 

En las raíces

entre muros

de tierra

dolorida

 

En inaudible

abrazo

 

Masacrado.

 

PRONUNCIAMOS EL LATIDO

¿Dime qué batalla

falta en las entrañas

sin Dios de la demencia?

 

Soles

embriagados

de noche

 

Enfilan

hacia otro infierno

el infierno

 

Vida

llegas de vivir

tan lejos

 

Agrietas

el pecho de la luz

sin nadie.

 

PLEGARIA

¿Cuántas tumbas hay en el pecho de Dios?

 

Beirut

deshoja el lenguaje

de la tarde

en el humo

del café

 

Allí

 

Soles embriagados de más cielo

 

Abona

mi silencio

todo lo que se fue

 

Ancho camino de latidos

donde la hora no muere

 

Permanece algo

paralelo a la noche.

(Con el índice de una lágrima)

 

He negado mi destino. Plegaria en vuelo, la arena, rasga  las vocales de  la fe,  arrodilladas  en la  sangre. Vértice de un infierno blanco, velo de seda, sacude las   cimitarras.

Ramo de estrellas en discordia, poblándome el pecho.

No sé qué maldición sobre la roca astillada de mi vida, calcina transparencias.

Esto que fui, intacto en las paredes aéreas de los siglos brota más allá de la voz, en la noche que jamás termina. Desmorona entre nosotros, espacios sin piel como el insomnio. Soles líquidos sobre las dunas del Golán

Recoge Israel, sobre las líneas de mi mano,  el  cuerpo    del Líbano en tus muertos.

(El Dios de las Dunas)

 

Atemporales los muertos, la brusca ternura de su presencia ida, golpea en el pecho, similar a un Sultán cuando hinca en el lomo blanco de su corcel las espuelas.

Exceso de espesura sobrevive de ellos. Quietud ilimitada, copia el tormento en las ramas de sol. Ritual silencioso de la amargura.

1973 ¿Ha muerto quién dentro de mí? El desierto tenía la tez húmeda de pólvora, comparable a la grandeza ostentosa de un Califato. Deshace esta tarde de esfiges traídas en el paisaje litúrgico del agua, el simple acto de vivir.  Allí dibuja la borra del café, serpientes de triunfo, en el semblante de ángeles sin reino.

Himnos del país inmolado por las arañas del alba, espejo ausente del devenir, pudre la luz, y el ver una rara propiedad de las arterias, proyecta este otro país sustituido por sus sombras.

(El Dios de las Dunas)

Sobre la autora

*Selección de Soledad Vásquez. Fotografía de Geczaín Tovar

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