Tarjeta de presentación
Los poetas acuden al frío con frecuencia.
Los poetas –se dice– son
tristes,
llorones,
melancólicos,
demasiado enrollados.
Los poetas ven un cielo azul y
escriben un cielo gris.
Eso asegura cierta gente.
O también: los poetas
tienen una irremediable debilidad en el ánimo.
Les gusta sufrir.
¡Cómo les gusta! Es un
vicio. No escriben himnos. Se lamentan.
Tienen prohibido el optimismo –eso piensan muchos.
Yo no digo lo contrario. No defiendo nada.
Los poetas son un desorden en el clima, pienso.
Los poetas nunca están contentos. Los
poetas son
un tropiezo incómodo
en el lenguaje, un
accidente.
Nadie sabe qué quieren.
Nadie sabe a dónde van.
¿Por qué escriben lo que sienten?
¿Para qué?
Eterno poema de amor
Esa noche que comenzó en
dos vasos de vodka y
una conversación sobre vampiros,
pudo llevarnos muy lejos.
Hasta aquel hotel de la calle 43, quizás.
Pero a ti te gustaban
las historias de amor.
Y querías terminar el viaje un poco más allá,
en una casita en las costas de Maine,
con dos niños, una licuadora y
una colcha de flores amarillas.
Mientras el taxi se alejaba,
como un lento insecto de neón,
aún te oí decir que soñabas tu vida
como un eterno poema de amor.
Años más tarde, cuando ya solo
existes como un chiste débil
empañado en algún lugar de mis recuerdos,
estas líneas son mi único homenaje
Poema
Hay mujeres que se llevan las manos a la cabeza.
Sus manos parecen tijeras. O pájaros
Cuyo único sur es la angustia.
Conocí a una que perdió a un hijo en una alberca.
Un niño de seis años que flotaba
Como la colilla de un cigarro en vaso de vodka.
Hay mujeres que se llevan las manos a la cabeza.
Sus manos no son nubes.
A veces las veo pasar como si nada les pasara.
Un precipicio debajo de la sangre.
Un rencor de cebollas y de ortografía.
(El amor es una inocencia inútil.)
Hay mujeres que se llevan las manos a la cabeza.
Sus manos son tijeras. Nunca nubes.
Sé también de una Alejandra que fue violada siete veces.
Un mordisco de metal.
Un reptil que se entierra en tu vientre.
Un cuchillo que te orina.
Siete veces.
Hay mujeres que se llevan las manos a la cabeza.
Tal vez solo esperan atajar un grito sobre el aire.
Tal vez solo cavan un túnel en su almohada.
Poética
Ha de ser limpia y brillante,
como una hoja de afeitar
hundida en una copa de vino.
Como un tallo de albahaca
sobre el hielo.
Ha de ser mortal,
siempre.
Como el deseo
Vida en común
Nada quedó en pie.
Qué gloria,
qué majestad,
qué torpe reino.
El corazón descansa
en el cesto de la basura
junto a unas cáscaras de piña
y el cartón de leche
que venció antes de ayer.