José Ygnacio Ochoa
El amor es un estado que connota una manera muy particular de ser. Las sensaciones se descubren ante una realidad. Quien la siente refleja una luz con diferentes tonos. La palabra puede ser el vínculo que se manifieste para demostrarle a ese ser querido o cercano una manera de sentir. Pero cuando se trata de la manifestación hacia lo religioso y más concretamente a la condición espiritual implica otras situaciones. Primero se debe creer en un Dios, segundo se debe estar convencido de la pre-existencia de una divinidad para que luego pueda surgir un estado especial. Ahora bien, la palabra escrita puede acercar al poeta con su voz a que materialice su estado de ánimo. Se entiende que todo lo que esté ligado o relacionado con Dios lo envuelve una atmósfera de lo sagrado y esto lleva al que siente y escribe sobre la fe, lo puro, lo sublime y lo limpio entendido esto como una cercanía a la espiritualidad y la voz del poeta procurará alcanzar el grado prístino o asceta.
Un poema es un mundo insospechado de imágenes, cada nueva lectura de un poema es un encuentro con un universo de situaciones. Cada poeta deslumbrará ese universo de sensaciones. Éstas se descubrirán a cada instante. El poeta desbordará una realidad que puede ser única en un momento para eternizarla con la palabra. Es una reinvención constante de un complejo mundo con infinitas historias como infinita la incertidumbre de un adiós desde los afectos.
Asumir la experiencia como lector con los poemas de María Auxiliadora Álvarez con su poemario El eterno aprendiz/Resplandor (bid & co. editor, 2006) es como andar en una corriente insospechada. Los poemas de Álvarez comprenden un universo que comportan una estructura que la caracteriza. Las imágenes se desnudan desde el inicio hasta su final, es una constante. Cada poema consagra una historia particular. El lector encuentra asidero en la geografía del memorial en la voz de la poeta. La lectura es un constante hallazgo. Los poemas se encarnan en una voz con un recorrido visual cercano a la familia y a un sentido espiritual que traduce los diferentes encuentros con una realidad que se divisa desde su experiencia hasta su culminación por medio de la palabra. Es un mundo que se convierte en un juego de imágenes, experiencias y vicisitudes que se comparten con los lectores. Veamos en el poema «La noche y el día» localizamos un universo de una voz poética. Esta voz permite que el lector se acerque al poema-universo para arroparlo y comprenderlo. Los vocablos utilizados contextualizan la existencia de una voz. La voz desde su otro mundo, verbos contenidos de significados. El tiempo, lugar, el sujeto, acciones para Álvarez son experiencias reunidas en el poemario.
La existencia de una relación entrañable con su padre que se extiende a sus hermanos, hermana e hija está dada en primera instancia. Amor y espiritualidad en los poemas de Álvarez: se habla de una ascensión con la figura de su padre, descubre su fervor hacia un ser. Su entrega es evidente. Su amor es indiscutible. La condición religiosa va tomada de la mano hacia lo esencial de la vida que gira alrededor de su devoción por su padre. Es a través de él que manifiesta su regocijo por un encuentro sideral. Su padre le brinda la paz interior y por quien, también irradia su entrega hacia el resto de los seres queridos. Es el consejero —su padre— que la catapulta para minimizar un dolor. Cada verso redimensiona su fortaleza espiritual, la consagración es genuina e irreductible. En este poema Ascesis:
Noche:
¿Serás la falta de sentido
O serás la falta de imaginación?
¿Serás Noche
La sombra colgante?
¿Serás la prueba del fracaso de la luz?
¿O serás Noche
el largo
gran
expectante
deseo del día
su ascesis
su renuncia
o su inmerecimiento?
Menciona el vocablo noche (subrayado nuestro) en tres oportunidades, lo contrapone con el día/luz, una suerte de negación que se diluye en el transcurso del poemario. Pero en ese instante, la noche se siente cercana a su vida, la noche como final, la noche como un cierre de un algo, lo inmerecido. Las interrogantes están planteadas. La duda debe existir, es lógico, ante tal acontecimiento, la muerte. Es la negación previa al duelo y la aceptación. La presencia de su Dios —su padre— es la certeza de saberlo de ella. Es un estado puro. Su verdad, la cual defenderá por encima de su integridad física, quizás. Luego, palabras como: silencio, memoria, deseo, amplitud, infinito, infancia, amor y vivir, entre otros son términos que aparecen en los poemas de Álvarez que podrían condicionar al lector a un estado de meditación y entrega. Es la identificación de la poeta-asceta con la eternidad, entendida esta con todo lo que está tocado por la religiosidad. El amor hacia Dios manifestado, materializado y evidenciado con la realidad de la voz poética: la muerte de su padre.
Es posible que para el lector sea una motivación y estímulo para sintonizarlo ante lo espiritual. Estado que redimensiona tanto a la poeta como al lector. La dificultad del hombre en el mundo terrenal queda relegado por la visión ante un ser superior. Es una suerte de salvación desde el sentimiento del amor en su máxima condición de espiritualidad. Es el convencimiento pleno hacia lo sagrado y por consiguiente ante Dios. Si en El eterno aprendiz se plantea la aceptación de la muerte, pues en Resplandor los poemas son más líquidos —permítanme el término—. Logramos comprobarlo con la localización de las palabras: luz, resplandor, día y sol por mencionar al menos cuatro que son reiterativas en el transcurso de esta segunda parte del poemario. Cuando afirmamos que es más líquido tiene que ver también con lo cristalino. Leamos Punto de luz:
Tu ojo
señala
el ojo
donde nace el día
punto de luz
sobre luz
Nómbranos le digo finalmente
y un reloj de otro mundo
nos da su palabra
El poemario va como en un espiral. Es un eco que va replicando la voz que aclara y propone el sentir de una vida. El intentarlo tiene sentido. La existencia no sólo se nombra, se reconstruye al nombrar lo representado. Nos percatamos de ello, al leer los poemas Una suave luzy Hemos soñado se evidencia este argumento. Existe una coincidencia entre la palabra y su proceder —su sentir— va fluctuando el dolor hasta llegar a la ascensión. Lo vemos en Alto abismo, Hilo de aire gris, Humo, Agua y La rama partida términos como: vastedad, hoja, flor, fuego, suelo, cielo, pirámide, humo, agua, lluvia, nieve y rama le cantan a la resonancia de la vida. Tenemos entonces que los poemas de María Auxiliadora Álvarez nos acercan a una intensidad, lo doloroso-trágico se convierte en un canto en donde: Nuestra es la puerta del aire.