Por: Dixon Rojas
La Última Rocola, un cuento del escritor y editor Libardo Linarez, publicado en el año 2023 en su libro de narrativa titulado “Malabares”, bajo el sello de Rótulo Ediciones, nos plantea toda una resonancia amatoria, jubilosa, venusina y dionisiaca, llena de auténtica vida, que se manifiesta bajo la esfera del tiempo como si fuera un presente eterno, nada ficticio y nos traslada a la barra fiel de algún bar donde estaba la última rocola, en el cual la aventura amorosa, nostálgica y casual nos vincula con el área mágica en la espumante levadura y en la embriaguez de un sueño e invocamos el deseado paraíso en esas esmeraldas diluídas frente a la última rocola que nos hace olvidar la escabrosa existencia y el despecho.
Sin estridencia alguna, aquí la vida pasa conquistando su humilde heroicidad, sobre todo, en la comunicación humana, ya que la vida moderna ha sustituido con su imperio audiovisual a la palabra vital y engendradora por un mutismo sin valor. Pero el escritor Libardo Linarez, logra alcanzar por encima de esa parafernalia una evidente iniciación erótica en la nocturnidad sensual, dándole al cuerpo femenino una relación amorosa donde se abre al hombre una efímera redención como lo establece en el cuento mencionado:
…en un recuadro al fondo del bar, halados destellos del humo de un cigarrillo delataban la presencia de alguien que me observaba. Su vestido de abertura cercana a la cadera, lucía unos muslos gruesos y pálidos que se mecían en un presuntuoso cruce de piernas, su nariz perfilada permitió reconocer su rostro entre las luces opacas. Patria Chica era su última trinchera, todo lo demás había desaparecido.
…ver aquella mujer atrapada en aquel reducto fue más terrible. Hice una selección de canciones en la rocola que le hicieran pensar que la cotejaba y me acerqué a ella cuando empezó a sonar “Nuestro Juramento”…
Así mismo mantiene un estrato de canto, asumiendo nuevas instancias sensoriales y ante la impotencia de la criatura humana que inútilmente golpea a las puertas del secreto. Libardo, este escritor se lanza frenéticamente a vivir el fugaz instante de la existencia, y así de amarga es la reflexión que lo lleva a repudiar la razón que logra su cometido, más allá de ese trillado y circunstancial eufemismo donde a la mujer se le trata con un lenguaje meramente decorativo.
A medida que el poeta Linarez, ganado por el frenesí de su imaginación, su identidad, su vida diaria resaltan ante sus ojos como una manifestación sustancial. Los elementos que a lo largo de este cuento tipifican esa relevancia con revalorización de la vida corporal y el deterioro psíquico que tiene lugar en la ciudad moderna contra los cuales Linarez se revela. Pero sobretodo es la sensualidad ejercida de la vida transitoria. Esta creciente convicción con la que el poeta se entrega la bohemia le reintegra la identidad perdida. Esa identidad es fundamentalmente corpórea. Es con el cuerpo, en el cuerpo donde Linarez quiere sentir la realidad. Así será en la piel donde advertirá la presencia del misterio del universo tal como ese misterio se revela en el bar.
Será contra su pecho que deseará estrechar la voluptuosidad sensual de las mujeres de los bares. Si bien todo el bar, la rocola resulta en este cuento, tema de entusiasta exaltación, nada despierta en el poeta mayor vibración física transmutada con el recuerdo de las vivencias valederas con las mujeres que pululan las tabernas. Se produce entonces, el encuentro del poeta con las mujeres del bar, las enumera y nombra con viril alegría, con todo el calor de quien saluda a seres queridos y admirados:
Aquella barra decía muchas otras cosas, sus mesas y los bordes de los manteles guardaban confesiones mucho más profundas. Un cúmulo de rostros gravitaban en aquel lugar y necesitaba ausentarme sin retirarme de la mesa. Me urgía el viaje, porque ni siquiera yo, sabía que estaba buscando. La barra traía a la memoria al poeta salsero en el extremo izquierdo con el espacio lleno de botellas de cerveza, en la mesa contigua a la columna y cercana a la barra estaba el Hermenejo con su negrita… pero aún este lugar era un ínfimo punto en el universo de una ciudad modesta, que su modo de vida fue desmembrando por la barbarie.
Pero el camino hacia la plena captación del bar pasa también, no menos vehemente y exuberante. El repertorio corporal, musical, es enarbolado como propio por el poeta que logra transmitirnos una agobiante atmosfera de furor. En su imaginación encendida se suma gozoso y lo hace hasta alcanzar, de otro modo, la plenitud sensual que lo embarca en la extasiada bohemia compartida. De uno y otro modo – pasiva y activamente – el propósito constante es reconquistar para su cuerpo la vitalidad perdida en las ciudades teniendo como referencia la plenitud de la aventura en los bares.
La Última Rocola, este cuento redime, cumple un papel catártico que permite al poeta reconquistarse como ser definido, concreto y – a la vez – encontrar en esa concreción un sentido perdurable. La taberna, la rocola, las mujeres, los amigos, es decir el viaje trasmutado se hace esencia, y el poeta convoca al hombre oprimido incitándolo a liberarse de sus cadenas urbanas, la criatura que lo alienta para que salga al encuentro de sí mismo mediante la asunción de su sensualidad.
En la imaginación estremecida del poeta, la sed de sensaciones se manifiesta de dos modos. En un sentido, afán de goce pasivo, deseo de sentirse liberado por la descomunal efervescencia de la vida del bar, los seres que lo integran. En un segundo sentido, es anhelo de participación, afán de posesión activa, voluntad de dominio, placer de abrazar, de trascendencia, todo lo que puede ofrecer el bar a quien se sumerja en su aventura. Pero ya sea en forma activa o pasiva, se trata siempre de lo mismo, sentir intensa, sensual, profundamente.
La taberna es el encuentro con la sensibilidad suprema, el horizonte señalado donde es posible volver a ser alguien concreto, físicamente dinámico, cordialmente abierto a lo real, con todo y cada uno de los poros de la piel. Esta experiencia redentora, esa socialización de los bares como sitios de reencuentro con lo sensible llegan a ser enteramente reales porque jamás lo abandona la conciencia de lo que le está ocurriendo. Bajo la luz del paisaje objetivo renace en el poeta su gran amor por el bar, por el riesgo, la confesión brillante y multiforme, la brevedad de la vida y reconoce que en el bar con su última rocola él se reconquista, gana su libertad que consiste en la asunción de sí mismo, reasume su relegada pluriformidad espiritual. En este cuento Libardo Linarez, nos invita a beber el vino de color topacio del que Alceo de Lesbos, el viejo Alceo, decía que es “Lucerna que permite ver al hombre por dentro”. Y más adelante entre cantos ebrios y ethairos pululando las tabernas, libando el alcohol brillante de aroma celestial nos invita a beber juntos la triple copa sagrada: música, amor y poesía.