literatura venezolana

de hoy y de siempre

Si me hubieran dado a escoger

Francisco Ardiles

 

Euronews

Los que sirven café en el centro

de alguna ciudad de Europa

se mueren de aburrimiento

los que atienden en los bares

y nos regalan la tapa o el bocadillo

los conductores de autobuses

los meseros

los recepcionistas de hoteles y

los hoteles mismos

todos

hasta los árboles fumadores que platican

en esas ventanas que hierven de frío

y miran como se cuela la tibieza latente de las puertas

también se mueren de aburrimiento

Los que estudian y los que dan clases

con lámparas de verde granizado

los que escarban la basura de los automercados

y apilan el calor de sus cuerpos

frente a la autonomía indolente de los autos

los que beben esos vinos de Bierzo tan exquisitos

también

todos ellos

se mueren de paulatino aburrimiento

se diría que en Europa

por lo menos en la que yo vi

tan pobre de azotes y rarezas

tan falta de huelgas y mayos humeantes

anda como insatisfecha

perdida por las calles

ensimismada en la humedad de las alambradas

cansada y menopáusica

cavilando recuerdos en la entrada de los museos

 

Si me hubieran dado a escoger un destino

Si me hubieran dado a escoger un destino

cosa que es completamente absurda por supuesto

y sólo se puede concebir en la ausencia imaginaria

de estos tragos

me hubiese gustado ser Thelonius Monk

y tocar junto a John Coltrane sweet and lovely dos veces por semana

con la gracia concentrada de un sublime vagabundo

que lleva encima la fragancia del humo blando macizo y espeso

que levantan los ceniceros de los bares del centro

 

Si me hubiese topado con este destino de segunda mano

algunos de mis amigos me hubieran visto caminar

con cierto dejo de prepotencia

por los alrededores del Lincon Center

con una señora a punto del suicidio

 

Supongo que en estas condiciones

hubiera perdido la cordura en los días más lluviosos

de tanto tocar con las manos el cuerpo de un trasatlántico

para salvar la innombrable fatiga de las tardes

y atravesar a la hora pico

la gratuita desnudez de las ventanas del metro

supongo que todo eso hubiera significado

lo digo sin duda alguna

hablar menos que un árbol

Si me hubieran permitido escoger ese destino

les aseguro que me habría ido mucho mejor

pero no fue así

lamentablemente

no fue así

 

 

Efecto Placebo

Escribo sobre mí porque no tengo otro tema

más interesante que mi pobre destino

porque sé que los delitos del prójimo sólo se fraguan

bajo la tutela de los jueces

escribo sobre mí porque ya el papel no le hace tanta falta

a los escribas

y a la prensa amarillista que sacude los extintos paisajes

del Amazonas

Ahora se derriten los polos y nadie los llora

y en algunos caseríos todavía hay gente

que se alumbra con el fulgor de las velas

para espantar las almas en pena

 

Como yo vengo de unos de esos pueblos

en los que el baño quedaba al final de las puertas

me toca espantar las mías

con el artilugio de este delirio alfabetizado de los solitarios

yo sé que eso de escribir sobre uno mismo

no es una verdadera forma de literatura

pero me da igual

me sirve para conciliar el sueño

 

así que tendrán que disculparme

si por cuestión de estilo o de psiquiatría

me la pase escribiendo sobre mí

 

Hasta el Infierno

Durante treinta años viví en un manicomio

ese hospital psiquiátrico es la casa donde nací

poco aseada pero de amplios y aireados corredores

en los que gravitaba la vista insomne de una nana trinitaria

misteriosa y de espalda resplandeciente

que cuando se iba la luz

nos aterraba con las historias de unos fantasmas isleños

con las que ella tenía un pacto vudú

 

allí rodaban de cuarto en cuarto

junto a sus ancestros

las páginas amarillentas de algunos libros de Verne,

y las hojas sueltas de la Historia de Venezuela de un tal Guillermo Morón

también colgaba de un rincón de la sala

una solitaria talla en madera de la virgen de la Pastora

a la que mi mamá le prendía una vela nueva todas las semanas

y le adjudicaba sus respectivos arrepentimientos

 

Fue en aquel sanatorio mental que olía a helechos y pecado venial

donde aprendimos a volvernos locos de a poquito

a andar de puntillas por las zonas prohibidas de la noche

guiados por la misteriosa termodinámica del deseo

a decirnos cosas horribles con la complicidad de los vecinos

a tomar café negro, a fumar en el baño,

y a dejarnos guiar por cualquier desconocido

hasta el infierno

 

Post mortem

A mi mamá la invitaron una vez a unos quince años

pero no pudo ir poque tenía el vestido sucio

a la fiesta no podía llegar en blue jean y guarda camisa

ella sabía que si osaba presentarse con semejante facha

el muchacho de quinto que le gustaba se iba a morir de la risa

Nunca pudo terminar de graduarse de bachiller

porque no entendía matemáticas

y todos los años la aplazaban

por esa razón tuvo que conformarse con estudiar para secretaría

Mis abuelos sabían que era bonita

así que decidieron que lo mejor

que podía hacer para asegurarse un futuro sin pasar hambre

era casarse

por eso se buscó un marido en el juzgado

y se dejó embarazar en el asiento de atrás de un carro

por ese señor tan raro de traje marrón oscuro

que la invitó a salir en el despacho de abogados

Mi mamá odiaba cocinar

y creía que la vida se había burlado de ella

pero no se quejaba

nunca aprendió a hacer café ni huevos fritos en su punto

ni a planchar camisas y a pegar los botones a tiempo

esa fue la única manera que encontró de rebelarse

a veces fue feliz

creo que sobre todo en las noches

en que su cuerpo se abrazaba al silencio de otro cuerpo

el día que me avisaron que la íbamos a tener que enterrar

frente a una laguna artificial repleta de patos y renacuajos

dejé de guardarle rencor por tanto silencio

nunca tuve el valor de decirle nada

ni siquiera adiós en la clínica donde falleció

 

En silencio

Las grandes decisiones hay que tomarlas en silencio

las grandes

las definitivas decisiones

hay que tomarlas a solas

a cuenta gotas

con la misma mansedumbre de los jabillos

atentos al eco persistente de las horas

y las goteras de los inodoros

puede que rodeado de anónimos comensales y una cerveza de medio litro

pero metafísicamente solos

libres de humo y aliento mentolado

asilados

en uno de esos paréntesis del tiempo

que se dibuja en algunas de las playas de Tucacas

en esas orillas donde todavía nos sorprende

el aroma intangible del viento

 

Cuerpo

El cuerpo tropieza

se desviste

usa trajes

pendientes

zapatos de cuero

botas altas

medias de nylon

a veces

ropa interior de fino encaje

y gomina para el cabello crespo

El cuerpo sufre

se enferma

suda las inesperadas fiebres del trópico

y se reconcilia con el lánguido humo del tabaco

advierte el frío incipiente de las calles

y el olor a sexo

que a veces

se cuela por el claro tamiz de las mañanas

disfruta del sabor de las cremas humectantes

y el yogur de fresa

extraña las manos de otro cuerpo

y sueña entre piernas y barrotes

con la blanda complacencia de las piletas

se aburre tiembla hiere

y se solaza en la suavidad de ciertos cojines

Habla sin verbo

se deprime hasta los límites de las terrazas y los balcones

de los pisos más altos

absorbe el jugoso olor de los tomates frescos

se divorcia corre y se libera de ciertos olores anisados

muerde maldice traiciona se levanta

Rompe a diario las reglas gramaticales de los abecedarios

se encoje con la sal de los años secos

y resiste resiste y resiste

mientras repasa las páginas de la Odisea

que se deshacen en el multiforme aliento

del horizonte.

 

Te hicieron mal

Te hicieron mal y lo sabes

ya no hay remedio

con demasiada menta, vainilla

y cloro de piscina

todo superpuesto

con el aliento indispuesto de los ahogados

a esa hora en la que se pierden los niños ciegos

debajo de los puentes

Te hicieron como a medias lo sabes

con el mal gusto y la rabia del sexo involuntario

una medianoche en que no cantaban los grillos

mientras dos amantes oían extasiados

una de esas canciones horribles de José Luis Perales

acéptalo de una vez por toda

sin miramientos

fue un asunto de mal gusto

 

Las playas

Las playas están siempre llenas

de mujeres solas

mujeres que han dejado atrás

la juventud

y que se sientan meticulosas

a mirar el cielo

a escuchar lo que les dice el mar

Todos los domingos

acomodan sus cosas

y se vienen a sostener el firmamento

con su madurez

a medias aceptada,

piezas de bisutería

toallas floreadas

bronceadores

y una cesta de frutas exóticas

acomodan con recelo sobre la arena

pero nadie las mira

ni con urgencia

ni agitación

desde que fueron envejeciendo

nadie aspira a seducirlas

nadie les toma el pelo

sólo el viento

 

Hasta el eco

                    A Lucia Ardiles.

Crecí rodeado de gallos

que cantaban a todas horas

Gallos medio anarquistas

almizcleros

que rayaban la intermitencia la noche

con sus destellos

Gallos irresponsables

que hacían de sus jornadas amorosas

un relajo

y que parecían

viejos adornos de cocina destronados

plumeros lujuriosos

aleluyas desafinados

se jugaban los dados de la tarde

en los rincones de la noche

eran buenos gallos

pero mi abuela se cansó de oírlos

y nos mando a comernos

hasta el eco

 

Después de los cincuenta

Después de los cincuenta

le llegó a mi tía Alecia la premonición del desastre

perdón

del desgaste definitivo

y entonces ella

que fue cuatro veces reina del pueblo

hizo todo lo que estuvo a su alcance

para aplazar el tiempo

y postergar lo irremediable

pero no pudo

como tampoco pudo Greta Garbo

ni Blanca Rosa Gil

ni Madona

¿iba poder ella?

Ahora

qué triste se le ve

Igualada a sus desabridas amigas

de la cuadra

que antes le hacían venias

y las tareas

Qué triste y qué sola se ve

 

León

No puedo dejar de lamentar

esta agonía de árboles sin hojas en León

dejar la sed a un lado del vaso de agua

con frío de calefacción

y rumores de alcoba intraducibles

no puedo apagar la televisión

para dejar atrás la luz de un carro

que sigue al destino

no puedo dejar todo eso atrás

e intercambiarlo por esta venganza de muebles vacíos

tan poco elegante

Te aseguro que no puedo dejarle hablar al viento

así como así

con las enmudecidas campanas de las iglesias del centro

que por estos días están tan solas

tan medievales

soñando con los moribundos feligreses

que se han quedado atrás

muy atrás de los semáforos

de las montañas

y de las aceras del frente

sin un bocado de lamento

 

Biblioteca de la UCV

En la bibliotéca central de la UCV

a pesar del clima de octubre

y la rabia de los pisos mal encerados

el tráfico la lluvia ácida

y la disputa sin fin de las guacamayas

hay balcones donde todavía es posible pasar un buen rato

lugares donde al amparo de los chaguaramos

y la simetría del paisaje

se aprecia el discreto resplandor de las palabras impresas

Ciertamente pareciera que algo del atardecer

que pende de la tenue levedad de estos ventanales

mantiene a flote el desconsolado fajo de minutos

en el que todavía subsisten las secretas formas del consuelo

 

Autorretrato

Yo era el niño que sonreía en esa foto

con ese disfraz del llanero solitario

el que nunca tuvo un caballo

el que perdió el sombrero

el día que hizo mucho viento

ese soy yo

el bobo de la cuadra

el que nadie quiso ver

en la pantalla del autocinema

el hijo de Marisol

la de Valera

la coja, la chismosa

la desatenta

el heredero de los estupefacientes

el anhelante

el bobo de las cervecerías

el niño enfermo

el amante ocasional de la mucama del colegio

el psicópata del ministerio

el enemigo del sosiego

 

Estado de conciencia

ya entendí que las horas están hechas

de puro salitre

y que las entradas de los cines

siempre se agotan los lunes

ya por fin me he dado cuenta

de que la ecología

la queja de los manatíes

el silencio de los caimanes

y las crónicas policiales

caben en la misma página de internet

ya por fin he aceptado

sin batirme a duelo con los vecinos

que a nadie le interesa en realidad

si una cosa pega con la otra

pues la divinidad del orgasmo radica

en dejarse llevar sin chistar

por la tierna

agonía

de los espejos

 

 

A media mañana

Cuando veo a matilda

jugar con sus juguetes a media mañana

me siento bueno

y descanso un rato la vista

Cuando veo a esta niña de tres años y medio

inclinar toda su atención

sobre la inverosímil gravedad de sus muñecas de goma

y el elegante paso de los caballos elásticos que las llevan al cine

vestidas de seda

entiendo que la perfección no sólo le pertenece a las estatuas de las plazas

y al firmamento

por eso cada tanto le agradezco a los dioses griegos

este breve y anónimo momento

 

Puertas adentro

Me he dado cuanto que algunas mañanas de agosto

algunos vecinos se levantan muy temprano

a la misma hora en que solían cantar los gallos

toman sus herramientas del rincón más oscuro del patio

encienden su carro

y se van a visitar sus muertos en el cementerio

saben que nadie les va ofrecer ayuda

ni a dar las gracias

por semejante esfuerzo

pero hacen lo que hacen porque piensan

que todo el mundo merece de vez en cuando una visita

al menos por respeto

Si uno los ve desde la autopista a esa hora

de seguro pensaría que son arbustos

que se mueven sin el menor desconcierto por el jardín

Unos recortan la grama de las tumbas

otros demarcan los bordes de lo que parecen ser

las únicas puertas del cielo que conocemos

otros simplemente le cambian el agua a los floreros

y desempolvan del mármol el firmamento

luego se sientan en una silla plegable a leer

todos trabajan tranquilos y serenos algunas horas

se diría que cuando terminan

oyen que alguien a lo lejos les da las gracias

pero no responden

guardan de nuevo todo lo que trajeron

en absoluto silencio

y se van por donde vinieron

 

Vengo

Vengo de la tierra del cansancio

donde la gente que conocí pasó sus días más afortunados

esperando un tren que nunca echó a andar

vengo de un pueblo rodeado de montañas

que se consume a fuego lento

vengo de un manto de piedras calinas

y sin promesas

de una sala de esperas interminables

donde los parientes ya olvidaron sus nombres

y se baten a duelo

vengo de una calle donde nadie barre las hojas de los árboles

que se han acumulado durante semanas en las aceras

ni nadie riega los alicaídos y sedientos helechos

vengo sumido en un silencio

de una Semana Santa sin nazareno

de una casa donde las sombras de los cuerpos cautivos

se apilan detrás de los balcones

vengo de un caserío donde ni las ánimas en pena

se mantienen en pie

de ahí vengo

 

El ausente

En mis sueños aun estamos juntos

metidos en un destartalado vagón del metro

que avanza con la lentitud de los minutos más calurosos del mediodía

en esos recortes de videoclip que son y no son más que nada

todavía puedo conversar contigo

Hoy sé que mataríamos juntos la fiebre de los gusanos

frente al áspero dulzor de los ojos del abuelo

pero sé que no naciste

y te fuiste sin llegar

con los ojos abiertos

como diciendo que no valía la pena

que perdiéramos juntos el tiempo

en este menester de calor y corredores

que sólo les reconforta a los jubilados

 

Aquí

Aquí es a donde perteneces

a la sombra de esa puerta

que a veces se abre en las noches ventiladas

a la sospecha que duerme debajo de la escalera

a la dura soledad de los perros que se lamentan

detrás de los portones

al polvo que se acumula sin tedio debajo de las camas

al humo sofocante del dormitorio de la abuela

a ese linaje de fotos que guardas en el gavetero

a ese ropero sudado

que siempre dejas abierto por las mañanas

 

Fin

Cuando te levantas sobresaltado

en la lentitud de la noche

alguien te señala un cuadro de aceras altivas

y casas de caña

dos retratos de una familia seca por los olores dispersos del incienso

una marina craquelada por el polvo de la sala

y el temblor vertiginoso y quebradizo de las lluvias de agosto

que todavía maltratan los tejados donde descansan las enredaderas

Hay también otras cosas que no se logran distinguir

la imagen borrosa de algunas postales viejísimas

el recuerdo de una ciudad europea

que nunca fue tuya

y que a cada tanto regresa

 

En la casa de un poeta

En la casa de un poeta

siempre hay un niño solitario

una alacena repleta de objetos inútiles

un abuelo ya mayor y malhumorado

postrado en su mecedora

rezongando por las penurias del presente

y algún libro viejo sin lectores ni espejos

unas tías preciosas y divorciadas

de senos alicaídos

que esperan en la sala

un apellido arruinado por las tierras secas del andaluz

las voces de un pueblo deshabitado que siempre se recuerda

el polvillo de la vía láctea rondando las aceras

y los recuerdos ausentes de alguien

que nunca tuvo la dicha del ver el mar

 

La casa invita

Todo en esta vida caduca

uno u otro día

lleva impresa su fecha de vencimiento

El atún en lata

El pan artesanal

La salsa vermicelli

Y hasta los deliciosos melocotones en almíbar

Que venden en los supermercados

Todo se decanta en su obsolescencia

Eso es lo triste

La razón de este día a día sin novedades

Ni expectativas

En esta sala de espera

 

Soliloquio del vampiro

Lo único que me retiene aquí es la sangre

la sangre de las bocas y de los intestinos

de las heridas por arma de fuego y de las clínicas

la sangre de los que viven olvidados en los manicomios

la sangre clara que se oscurece en el desorden de la morgue

y salta alegre con las primeras de las afeitadas de los adolescentes

la sangre gratuita de los accidentes del jardín de infantes

que viaja de un cerebro a otro y circula con esfuerzo en los corazones

la sangre caliente del deseo e impaciente de los amores furtivos

que con tanto placer bebemos los vampiros

la sangre que de repente aparece sin dramatismos

renovada viva y líquida en los accidentes de tránsito

la sangre exclamativa de los viejos esgrimistas

de las películas de guerra y los atracos bancarios

la comprometida sangre de los donantes

que gota a gota va llenando las bolsas de las casas de empeño

la sangre saludable y acalorada que se desnuda en las playas

se apaga con la tristeza de la leucemia

y la palidez amarillenta de los celos

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