Leisie Montiel Spluga
Si estoy equivocado y se demuestra
yo nunca nada escribí, y nadie jamás amó.
William Shakespeare
El dilema de la homo sapiens sapiens
¿Sentir,
estar fuera de sí,
apasionarse,
ser emotiva,
romántica,
arrobarse por nada,
no estar en los cabales
o estar, pero loca de amor,
sin sano juicio,
con la razón perdida?
Ni pensarlo.
Y qué
No te nombro; pero estás en mí
como la música en la garganta del ruiseñor
aunque no esté cantando.
Dulce María Loynaz
Si te miro y me miras,
pero tú estás allá
y yo aquí,
si me gustan tus ojos
como de niño viejo,
si me tientas
y resulta un cliché
esto que digo,
aunque tú no lo sabes.
Si me siento a escribir esta mañana,
y frente a mí tu silla
está vacía,
pero hay café humeante,
gente hablando,
quizá tu nombre flota de otros labios
y mi mano lo escribe,
sin remedio.
No te mueras de amor
ni por mí ni por nadie,
vive según tus sueños,
no te cambies de brújula,
sé de libre albedrío,
exacto a la corriente alterna
que amo que seas de mí,
pasión y fuga.
Y si luego de todo
decides esperarme,
te doy mi corazón
que es lo que tengo,
el que nunca gasté,
el que dejaste
hasta ahora que llegas
a ocupar esa silla
que siempre ha sido tuya.
Un café para dos
es lo sublime.
Reto del corazón
Mi amor es un amor de abajo
que el devenir me trajo
para hacerlo empinar.
Silvio Rodríguez
Mi amor yace escondido
en lo más inhóspito de mi corazón
y sabe
que es una pobre fuente de luz,
pero necesaria.
Si lo dejara ir,
si cediera a su espíritu libre,
ya no sería mi amor
ni yo su torpe portadora.
No habría nuevas resurrecciones
en mañanas que prometen
su resquicio de luz,
lo invulnerable,
que es bastante decir
para quien apuesta a jugárselo
todo,
a cambio de tu acción definitiva.
Yo me sostengo en la agonía
y apuesto,
por una señal del cielo aquí en la tierra,
a que sabré salir
invicta
de este agujero negro
que es mi casa.
La flechadora
A la inmortal imagen de Diana Cazadora, Egeria y Virbio, la trinidad indomable.
Puedo vivir con ese abrazo
que flota en mi memoria
y bastará,
al menos para mí,
que intenté huir de tu fuerza amorosa,
la que me atrajo
y convirtió ese instante
en un imán fijo
del que nunca jamás
me liberé.
Soñar que iremos a París
a darnos largos besos
como el Sena,
a repetir los lugares comunes
del amor
y no parar de mirarnos
de tanto asombro
por coincidir
-al fin- en esa cita.
Es el tiempo futuro
ante el cual me levanto,
me sostengo
y doy un paso firme
porque sé con certeza
que siempre estás aquí
aún cuando estés allá,
que al inclinarme
y precisar el ojo con mi arco
haré rendirse al enemigo
de las mil caras verdes
de la envidia,
hasta verlo caer
-como es justicia-
por su herida de muerte
a mis pies.