Jesús Sanoja Hernández
Nadie ha intentado el estudio de la juventud de Gallegos a través de su novela primeriza Reinaldo Solar. Con los datos que el mismo Gallegos aportase y con un análisis de los círculos intelectuales de entonces, esto es, de los años finales del castrismo y la década inicial de Gómez, podría lograrse un perfil del mundo de Reinaldo Solar. Sin embargo, por encima de las circunstancias, hay valores y contravalores en esa novela que se convierten en fenómeno permanente. Las sectas conspirativas, los endemoniados y los subterráneos, el ghetto de Soria, la sociedad redentora de Aracil y Delsol, el dilema de los jóvenes intelectuales entre la acción y la contemplación, entre la guerra civil y el exilio voluntario están replanteados en la novela galleguiana. Eso otorga, a mi manera de ver, una validez mayor como novela-problema a Reinaldo Solar. En este sentido es no sólo la primera novela en orden cronológico de Gallegos, sino la primera en orden conflictivo. ¡Y no vaya a resultar casualidad que con lo que se inicia Gallegos —el drama de la juventud— se cierre su obra novelística, pues en La brizna de paja en el viento, su última creación, el eslabón perdido del Solar “punta de raza” se junta con la pugna entre Justo Rigores y Juan Luis Marino.1
Estudiante sin doctorado, novelista sin novela
Después de titularse bachiller, Gallegos eligió la carrera de Leyes, única que podía escoger quien desease distraer el espíritu en aquellos años de bloqueo. Estaba entonces el fervor universitario en su punto culminante y pocos se daban cuenta de la justeza del pedido de Rufino Blanco Fombona (“escuelas de agronomía, escuelas de minas”, gritaba desde Maracaibo) porque la política lanzaba a los estudiantes hacia veredas de violencia. Cuando estaba por graduarse de bachiller Gallegos, el triunfal Castro, para castigar a los estudiantes, cerró la Universidad; luego la abrió y halagó a muchos de los universitarios y los convirtió en sus servidores. Unos cuantos, entre 1905 y 1909, permanecieron al margen, buscándose a sí mismos. Entre ellos Gallegos, que dejó los estudios para dedicarse, como el Solar de las primera etapa, a proyectos de novelas, a dramas sobre la tierra, a contactos entre intelectuales en ciernes. Creo que en Reinaldo Solar, en las intervenciones de Manuel Alcor, pueden encontrarse varias alusiones a la época castrista. El “director del único periódico que se editaba en Caracas, árbitro del pensamiento nacional” es, sin duda, Gumersindo Rivas2, así como el megalómano “presidente danzarín” es El Cabito3.
Esto parece indicar que la mayor parte de la carga vital de la juventud presentada de Reinaldo Solar está sacada de las experiencias de Gallegos en los días de Castro. La circunstancia de que Solar aparezca al final en una partida guerrillera por los lados del Neverí da pista para sospechar que Gallegos estaba pensando en alguno de los estudiantes ilusos que se fueron tras La Libertadora, revuelta armada cuyo escenario principal fue el oriente de la República. Claro que en los resultados literarios de un creador como Gallegos resulta peligroso fijar, con precisión matemática, los “puntos de partida” de la idea novelesca. Pero si se tiene en cuenta que Gallegos utilizaba métodos realista-naturalistas para la composición de sus obras (“la libreta de apuntes” en Doña Bárbara, Sobre la misma tierra, etc.) no es de tomar como imposible que en él hayan estado presentes sucesos históricos contemporáneos a él, vividos por él.
Aceptado que Reinaldo Solar sea novela vivencial, mucho de Gallegos entonces debe estar allí. ¿Será así?
Las lecturas de Gallegos y las de Reinaldo Solar
Paz Castillo, al citar la opinión más o menos general de que Gallegos leía poco, aclara que esto podría ser cierto comparado con un lector infatigable como Julio Planchart, su compañero, pero que en la etapa de 1912 a 1918 Gallegos frecuentó mucho a Ibsen y luego a los rusos, especialmente a Dostoyevski, así como a los españoles (Pérez Galdós, Baroja, Ganivet).
Tengo la impresión, realmente, de que Gallegos no sólo leyó a los rusos, sino que debió leer a Tolstoi con pasión e intensidad infrecuentes y que estas lecturas fueron algo anteriores a las de Dostoyevski. En Reinaldo Solar hay indicios para concretar esta suposición. Ahora, lo que sí es indudable es no sólo la lectura, sino la influencia de Ibsen. Faltaría mencionar, y no sé por qué Paz Castillo no las añade, evidentes contactos con el pragmatismo y estudios sobre filosofía oriental en los años en que Gallegos fue profesor en el liceo Caracas, llamado inicialmente Colegio Federal de Varones. Por la misma razón, tres pensadores citados con cierta devoción en las páginas de Reinaldo Solar: Renán, Kempis y Nietzsche. Díaz Seijas señala que Tolstoi, Zola, Dostoyevski, D’Annunzio, Pérez Galdós, Renán, Nietzsche, eran efectivamente los temas en las tertulias de La Alborada4. Algo se ha dicho, en cuanto a lecturas comentadas por los peripatéticos (Gallegos, Rosales, Planchart, Soublette), que hace pensar en unos tolstoyanos menores, en recorrida por los valles, cerros y parroquias de Caracas. En una foto que publicó Élite en 1933, con motivo de la muerte de Salustio González Rincones, de La Alborada, aparecen los peripatéticos oyendo la lectura de un drama de Soublette, en la hacienda Valle Abajo. Un paseo por La Vega es recogido por Gallegos en los apuntes “Una aberración curiosa”, en el cuento “La encrucijada” y en un capítulo de Reinaldo Solar cuando Reinaldo sale con Rosaura (La Gioconda) luego del enfrentamiento de ésta con su hermana, en una escena donde Gallegos da un paletazo ibseniano en una mujer que luego resolverá su crisis romántica leyendo a Lamartine.
El Solar tolstoyano, ave de paso
El Solar adolescente es el hombre en apertura, el que no se encuentra, el que en cada libro cree encontrar la llave de la vida. Gallegos, entre las primeras lecturas de Solar, coloca los de Tolstoi. Gallegos presenta a un Solar que evolucionará de las lecturas religiosas y contemplativas a las polémicas y materialistas; luego, de lector, Solar pasará a organizador (es la organización idealista de Aracil y de Soria); después el organizador entrará en contacto con “los subterráneos” (aquí la turbación existencial con influencia de Dostoyevski); más tarde, Solar es el activista (guerrillero o soldado como el Rusiñol de En este país) y finalmente, de aquí la fama de pesimista que en sus primeros tiempos ganó Gallegos, el cosechador del fracaso y la muerte.
Pues bien, la evolución es desde el más puro idealismo contemplativo hacia el activismo grupal, pasando por las formas de asociación civil y por las crisis de duda filosófica. Esto es más importante de lo que se imagina y resulta extraño el poco interés que se le ha prestado a la búsqueda de Solar que, en el fondo y más en los tiempos en que no ha habido organizaciones políticas en el país, es la constante de los grupos intelectuales jóvenes, de la intelligentzia y de los que alguna vez han sentido el llamado, al aletazo mesiánico en la frente. Es más, cuando Gallegos desea emplazar a Solar, recurre al procedimiento casi tradicional de la novela venezolana (la historia familiar) y lo expone casi idénticamente a como lo hace Díaz Rodríguez en Sangre Patricia un elegido que se considera punta de raza, cabo último de una sangre noble. Gallegos, antes de asomar a Reinaldo, asoma a su padre, Danel. ¿Pero cómo? Como un artista con trances místicos, sumergido “en la plenitud del Único” y que en Londres concibió, “bajo la influencia de un círculo de ocultistas”, viajar a la India, donde bebería inspiración en la fuente misma del budismo. Es interesante destacar las varias menciones a la filosofía oriental que Gallegos (profesor de Filosofía, lo señale nuevamente) hace en Reinaldo Solar. Una vez expuesta la vida azarosa del padre de Reinaldo, la novela encuadra a Reinaldo en una serie sucesiva de cambios de espíritu cuyo primer estadio son la Imitación de Cristo, La vida de Jesús y las obras de Tolstoi. Es lo que llamo etapa religiosa y contemplativa de Solar, casi típica en la juventud venezolana.
Cada libro era un nuevo rumbo, según Gallegos. La sonata a Kreutzer lo volvió misógino (este misoginismo lo explica freudianamente Ramos Calles, esto es, no por lectura, sino por complejo) y antes de que se embebiera en Resurrección, Solar anda en la haciendo con los pies descalzos y con una burda blusa, se pone a arar la tierra, lleva a la práctica el “místico socialismo del gran apóstol ruso, en cuya prédica, que hace por las noches en el plan del trapiche, en medio de un círculo de peones que lo escuchan embobados, se siente un flamante Jesús poeta que habla bellamente de las cosas de las cuales empieza a dudar”.
Un alto se impone aquí. ¿Acaso esta primera crisis de Solar no refleja una realidad? ¿El Estado de ánimo de la juventud entre 1909 y 1913? ¿El de Gallegos en una de sus escapadas peripatéticas? Creo que sí. Tolstoi, no obstante que Picón Febres no lo menciona ni una vez en su afamada historia literaria, había sido traducido al español por un venezolano, Domingo B. Castillo, casi al día siguiente de la publicación de La Sonata a Kreutzer. Después fue reproducido en las revistas literarias. En 1904, cuando se edita el ensayo sobre literatura venezolana de Gil Fortoul, ya “Tolstoi y Gorki, sin hablar de los rusos clásicos son muy leídos”, aunque sin influencia en la novela. Semprún, en 1905, más perspicaz que ningún otro, diferencia el misticismo de Tolstoi de la “verdad de la vida” que prevalece en Gorki (y Gorki caerá directamente sobre Pocaterra y algunos del 28). Entre 1905 y 1910, la fama tolstoyana se acrece. No recuerdo quién escribió que, para los días de 1910, aquí se formó una especie de sociedad tolstoyana en la que se militaba Arroyo Lameda (futuro compañero de profesorado, en el Caracas, de Gallegos) y que tenía entre los principios de los iniciados vestir blusa de liquilique, llevar vida austera y consagrarse a un cristianismo como el de los “cuatro evangelios”. Pero lo que sí es cierto es que Arroyo Lameda, en la revista Atenas, 15 de diciembre de 1910, publicó su poema “Al Tolstoi descalzo”, donde lo llama padre mío; que Arvelo Larriva dio a conocer poco más tarde Leyendo a Tolstoi; que Arreaza Calatrava, en su “Fantasía del crepúsculo” lo ve en las estepas sembrando albas de piedad; que Zumeta lo había elogiado hasta la saciedad en 1908 y Arévalo González en 1910.
Tolstoi, pues, estaba vigente y debió ejercer una influencia poderosa en el Gallegos juvenil que en los valles caraqueños, con sencillez campesina, sin amor, más bien con odio, hacia la bohemia, encontraba el terreno preparado por intelectuales como Urbaneja Achelpohl, maestro de aislamiento y soledad, pero de amor al pueblo también.
Después de Tolstoi, las lecturas son Nietzsche y Rousseau: éste lo vuelve escéptico y ateo, y aquél lo apresa con sus manos de energúmeno voluntarista. En la obra, Nietzsche dejará sentir su peso. Y otro, que sólo más tarde es mencionado, pero que fue predilecto de Gallegos y asoma las narices en muchos personajes galleguianos: Ibsen.
Tránsito nietzcheísta y pasión ibseniana
Nietzsche tuvo entrada tardía en Venezuela, lo que no impide que un crítico señalara al Julián de Gil Fortoul, como voluntad nietzcheísta. Semprún estima que, en lo moral, el alemán influyó mucho en Blanco Fombona. Y sospecho tímidamente que Gallegos, a saltos en Reinaldo Solar, enseña el tramojo voluntarista. Reinaldo, cuando se enamora de América Peña, la juzga capaz de concebir superhombres. Ortigales, en una oportunidad, le dice: “Eres el Anticristo”; y en otra, después de una noche en sobresalto, oyó ese Ortigales la voz de Reinaldo, zumbante en sus recuerdos: “¡La vida es del fuerte! ¡El mundo es mío!”. Finalmente, en una tercera oportunidad, no aguanta más y lo califica sencillamente de Superhombre. En verdad, las pruebas de voluntad de Solar eran más teóricas que reales y estaba en lo cierto Menéndez cuando le preguntó una vez que si tenía otra cosa que ofrecer que no fueran palabras. Solar, borracho de idealismo y de un activismo hasta entonces despreciable, sin cuantía, sin solidez, responde: “Hechos. Voluntad de hacer. Propósitos de acción”.
La acción vendría después. Por ahora, ¿dónde está el ibsenismo de Gallegos? Me aventuro a señalar las páginas de la construcción de la iglesia de una nueva religión (Capítulo IV de la Primera Jornada) como una muestra de ibsenismo. Este proyecto me trae a la memoria el Brand ibseniano. El Brand de Ibsen, como personaje, es otro poseído de la voluntad, un obsedido por el todo o nada. Y Solar, como Brand, se empeña en construir una iglesia. Si Brand la termina y luego se niega a abjurar de sus principios de particularísimo Dios y se ve lapidado y atacado por la multitud, Solar no llega a construirla, pero habla de ella como depósito de una religión monista y que él mismo se siente animado, como Brand, del espíritu de un Dios. Y, claro está, Graciela no lo comprende y él exclama: “Imbécil. Me había olvidado que eres mujer”, frase que algunos juzgaran, freudianamente, como muestra de su misoginismo, pero que es más bien producto del voluntarismo, del orgullo ibseniano.
Superficialmente puede señalarse como presencia de Ibsen en la novela la acusación que María, la pacata hermana de Rosaura, le hace a ésta, casada y sospechosa de relaciones con Solar. María le enrostra que Solar le está suministrando libros perversos, entre ellos Casa de muñecas, y que la intención del hombre es ablandarla en la idea de que algún día abandone a sus hijos. Más adelante, y ya esta cita es menos superficial en cuanto a ibsenismo, Rosaura le replica que ella no está “dispuesta a no seguir siendo burguesa”. Y, por último, ya en un análisis profundo de la personalidad de Rosaura, ésta se revela ibseniana típica cuando se aleja del país para así no anular los proyectos de Solar. El afán de ver en Rosaura una romántica tardía, así como en la Adelaida de La trepadora una romántica impenitente, sólo por el hecho de que ambas toquen piano y se enamoren casi prohibidamente de una “voluntad” como Solar o Hilario Guanipa, me parece franca irreverencia al concepto de romanticismo. Los caracteres femeninos de Gallegos, en general, son ibsenianos y, la mayor parte, mujeres fuertes, de firme propósito, como Doña Bárbara, Ludmilla Weimar, Victoria, la vieja Nicomedes Belisario. Un temperamento dulce y obediente como Adelaida toma la resolución más antirromántica posible cuando se niega a ir con Hilario a Caracas. Rosaura se desprende de Solar y abandona a su marido, no quedándose con ninguno, lo que ya es poco romántico. Y si tocar Chopin como lo hacía Adelaida y tocar La apassionata como lo hizo Rosaura en la despedida es romanticismo, romanticismo sería el de Díaz Rodríguez cuando pone a la señora de Perales a tocar la Traumerel poco antes del suicidio de Arcos y romanticismo el de Díaz Sánchez cuando pone a Federico a tocar la misma Apassionata para que bailase Pascua, desnuda y voluptuosa.
Un examen a fondo de la novelística de Gallegos revela su ibsenismo a través de los personajes femeninos. Ambos fueron grandes creadores de temperamentos, de escondidas y difíciles almas de mujer.
De las lecturas religiosas a las fuertes (Ibsen, Nietzsche, Zola). De aquí —lo recuerdo con intención— la etapa organizativa. Pero hubo entre una y otra cosa la expatriación, el exilio voluntario. Conste que en Venezuela la expatriación es una categoría histórica, no un motivo para literaturizar, y que este planteamiento de Gallegos es ya un acercamiento pleno a la realidad, a la que venía eludiendo a través de las fórmulas de la “realidad interior”, no menos válidas desde luego, pero que no constituyen categoría exterior, concreta, inevitable, como la expatriación, al partido político, la conspiración y la guerra civil. Dejo a un lado este tema, tal vez uno de los más seductores como materia literaria y como hecho documentado, para entrar en la Asociación Civilista, no sin dejar de recordar, para que se vea la potencia real de las categorías como la expatriación, que Gallegos, en 1930, hubo de realizar por largo tiempo lo que Solar realizó apenas por dos meses: emigrar como método de repudio a una situación.
La Asociación Civilista, cuyo Manifiesto redactó Solar después de su triunfal conferencia en la Academia de Bellas Artes, representa una frustración de la realidad, por exceso de idealismo. Solar —y en consecuencia Gallegos— pretender ir hacia Venezuela, hacia el “dolor de patria”, discute acaloradamente con esas dos figuras propias Ídolos rotos5 o de Pasiones —Menéndez y Alcor—, se revela —a mi juicio— inferior a estos dos personajes de la mensura de la situación histórica, funda la Asociación Civilista. Aquí se va a tropezar Solar con la misma desilusión con que tropezó Alberto Soria frente a los políticos corrompidos, los periodistas venales, los académicos y los oportunistas. En su ideal, aunque discutiéndolo, lo acompañan Emazábel y Romero, especie de prefiguraciones de Alcor y Menéndez, así como Soria lo es de Soler y Teresa Faría de Rosaura, siempre con una diferencia sustancial: el plano de tratamiento del problema, que en Gallegos se ha hecho más realista puesto que llevará a Solar hasta el campo de guerrillas y no a la abstención esteticista de Alberto Soria.
La Asociación Civilista fracasará porque es un escamoteo de conciencia en Solar. Gallegos, en este momento, introduce definitivamente un elemento que figurará en otras de sus novelas con particular insistencia y que es como una visión simbólica y sublimada del buen caudillo que nunca aparece: el Mesías, el que llegará. Es decir, imanta a Solar (“tú eres el Sol”) con la luz del hombre de la buena nueva. Incluso, son los estudiantes, otra categoría histórica en Venezuela, quienes dicen de Solar que él es un Mesías.
Y cuando la Asociación Civilista se hunde, agarrada en la malla de los oportunismos y las corrupciones, Sierralta, como para dar más noción de la sensación redentora, pero idealista de Solar, le dice: “Convénzase, Solar: nuestro reino no es de este mundo”.
La Asociación, pues, no era más que intento de gregarizar, de compactar idealismos. Es la manifestación colectiva y organizada del espíritu místico, antihistórico, del primer Solar. La misma insistencia de Reinaldo acerca de que la Asociación no es un partido político, demuestra, por un lado, la insuficiencia histórica de Reinaldo y, por el otro, el concepto pesimista e idealista del Gallegos de 1913 que consentía en formas organizativas de lucha, pero echaba atrás la posibilidad de los partidos solo porque éstos se habían mostrado incapaces para la solución de las cuestiones nacionales. Si el camino no era la Asociación, con sus conferencias retóricas y sus manifiestos fuera del marco real, ¿entonces no sería la subversión, la secta de los subterráneos?
Hacia los conspiradores y terroristas: el subterráneo
Una etapa superior a la Asociación Civilista es la del círculo de Los Subterráneos. Aquella era una reproducción de la Sociedad Amigos de la Ciencia (“esta sociedad —dice un personaje de Pasiones— no es un Club Político”) y del ghetto de Ídolos rotos. Pero Los Subterráneos son ya una manifestación revolucionaria contra el orden, no una institución dentro del orden. Aquí voy a hacer una temeraria hipótesis: a diferencia de muchos capítulos de Reinaldo Solar, que fueron publicados como cuentos en revistas nacionales y escritos en 1913 (“El paréntesis”, “La ciudad muerta”, “La encrucijada”, etc.), este capítulo casi seguramente fue renovado, reescrito después de 1918, si es que Gallegos lo tenía elaborado. Sospecho que no sólo lo influyó directamente Dostoyevski sino también, tan permeable como es Gallegos a reflejar la externidad, la realidad histórica, concretamente las reuniones de los estudiantes y militares que terminaron en abortada conspiración en enero de 19196. No como relación detallada ni como espejo del espíritu de aquellos conjurados, sino como mezcla del terribilismo dostoyevskiano y de los primeros brotes, en nuestra realidad, de conspiraciones y reuniones catilinarias con sentido revolucionario. No se olvide que para esta época muchos oyen a Ferdinandov, tan ligado a los círculos intelectuales y juveniles del 19 y sobre todo al de los pintores, tantas veces emergente en la novela Reinaldo Solar. Desde luego, hay que incluir elementos tomados de las discusiones de La Alborada y el Círculo de Bellas Artes.
No habría que ir tan lejos como en la interpretación de los Karamazov que Camus hace en El hombre rebelde. Más cerca, acá, Serrano Poncela ha analizado el tema del subsuelo en Dostoyevski, el del hombre del subterráneo. Se trata, pues, no sólo de la rebelión sino el espíritu demoníaco y el de autodestrucción. Asombra que Gallegos haya llamado precisamente Círculo de Los Subterráneos a estos carbonarios, a esta secta secreta, y que lo haya precisado en términos de Dostoyevski: “formamos parte —dice López— de esa evolución sorda y latente que se agita en el subsuelo de toda sociedad caduca”. Más tarde, otro subterráneo afirma que por ahora viven en el subsuelo pero que están pensandosalir a la luz con un periódico. Allí surge la discusión entre Solar y varios de los subterráneos, sencillamente porque Solar es un idealista institucional y éstos unos subvertidores del sistema, los más sensatos a través de los partidos políticos y los más directos a través de la revolución armada que a Solar le parece barbarie e implantación de hecho del individualismo. Altivas, el guerrillero-poeta se defiende (“él es un hombre de acción: de los que ustedes, Solar, llaman impulsivos”), y Solar se va caviloso, aceptando el insulto de ser un intelectual, pero no desconociendo que en la sociedad secreta pudiese haber “voluntades y condiciones utilizables”.
Ya al final del capítulo surge el tantas veces citado apóstrofe de Solar contra la Universidad, el día del grado de Menéndez: “¡Casa de los segundones! ¡Hermana menor de la revuelta armada! ¡Tú también tienes la culpa!”.
Cuando llega el momento de la acción
De esta increpación de Solar han salido exégesis falsas. No es a la Universidad a quien insulta Solar, sino a los que dentro de ella se han prestado para el ser vicio antipopular: Menéndez y Alcor no entran en el insulto de Solar. ¡Y eran universitarios!
Pero puede concederse que la frase está bien interpretada como insulto lapidario contra la Universidad. ¿Y quién lo dice? ¿Acaso Soria no se espantó por la profanación de las estatuas en Bellas Artes y se amparó en ese repudio para desertar de una causa en que nunca creyó? Soria era el Díaz Rodríguez de la hacienda, el cuidadoso del arte, lo que no impidió que ambos emigraran y abjuraran. Solar era un idealista que todavía andaba en busca de la realidad que no hacía más que ofrecer, manejar la palabra en medio de entregas al amor de Rosaura, vacilante entre ser santo o héroe. Un atormentado que no encontraba el nudo del compromiso.
Éste, que así apostrofó a la Universidad como hermana menor de la revuelta armada, corre a echarse en brazos de su amante y cuando reacciona es para… ¡lanzarse a la revuelta armada! De allí huye horrorizado y es llevado a prisión. Delira. Y agoniza frente a la explanada del cuartel San Carlos, viendo cómo bajaba la bandera nacional el Día del Libertador. Era la Patria que caía.
La acción resulta así un fracaso en Solar. En la realidad, los estudiantes, años después del grito de Solar, invadían el país: unos por occidente, otros por oriente, Zuloaga Blanco mucho más allá del Neverí. Otros en las cárceles, donde no entregó su vida Reinaldo. Y en el mismo año de la publicación de la novela (1920), La Rotunda veía agonizar intelectuales, obreros, sacerdotes. Todos estaban luchando por una Venezuela distinta, más acriba en las sociedades secretas, más organizadas, con partidos políticos que no desaparecieran al soplo de las dictaduras.
Y viene la pregunta. ¿Solar quién? ¿Las acusaciones, los subterráneos, los partidos, el Mesías?
NOTAS
1 Personajes de La brizna de paja en el viento.
2 Director de El Constitucional, periódico que, junto a La Restauración Liberal, sería uno de los pocos medios dedicados a alabar y difundir mensajes del gobierno.
3 Cipriano Castro era llamado de esta manera debido a que era la traducción de le petit caporal, como se le llamaba a Napoleón Bonaparte.
4 Fue una revista diriga por Rómulo Gallegos, la cual contaba con artículos literarios, políticos y educativos. Gallegos utilizó esta revista para difundir algunas de sus ideas reformistas. La revista nació en 1909 gracias a un poema de Leopoldo Lugones (“La voz contra la roca”) y la colaboración de Julio Planchart, Julio Rosales, Enrique Soublette y Salustio González Rincones.
5 Novela de Manuel Díaz Rodríguez.
6 Se refiere posiblemente a la conspiración realizada contra el capitán Luis Rafael Pimentel en la que Gustavo Machado estuvo involucrado.