literatura venezolana

de hoy y de siempre

Poemas de José Ramón Medina

May 29, 2025

LA SOLEDAD

Diríase fulgor o plateada inocencia.
Llama que consumió todo lo que fue pujante signo de la vida.
Derrumbe que arrastró tras de sí el enhiesto verdor.
Y, sin embargo, fulgen en lo alto un instante, y somos todavía
esclavos de su recóndito poder, de su profundo fuego.

Mi voz ausente está del canto, mi palabra del suave giro de las aguas.
Umbral de todas las instancias, mi pecho solitario
alza la tempestad de sus cadenas sórdidas.
Del largo cautiverio, astro sombra y luz que se combaten.
De la heredad vencida, recojo secos frutos de áspera corteza.

¿Hacia dónde huyó la claridad de inhábiles contornos
la perseguida imagen que en agua reflejo tuvo y vivo
movimiento de plata enardecida?

Despierto y toco el vacío que dejó el cuerpo al partir.
Sus ojos busco y una fría deidad alumbra el espejo.

Todos fuimos convictos, reos de colectiva culpa.
Y ahora alzamos, inútiles, un coro de suplicantes himnos
en medio de la inhóspita tierra del desamparo y la desdicha.

***

CALLABA SIEMPRE

Callaba siempre. Había
un dejo de cansancio en su silencio.
(Tenía la costumbre de callar. A veces
usaba su lenguaje y de repente
su olvido se colmaba
de historias grises, pátinas y muertes,
y un gran dolor cerraba nuestra casa.)

No sé decir si su mirada era
un pájaro dormido o una flecha
aguda y penetrante como un látigo.
Sé que tenía
unas manos creadoras y solemnes,
unos violentos signos de belleza
en la frente profunda y misteriosa,
unas delgadas manchas en los ojos
que lo hacían distante, inaccesible,
al esfuerzo afectuoso, a la alegría!

En la tarde: “Los viejos pájaros regresan.”
“El pozo se ha secado… Los colores del agua
huyen, como peces, ante la lengua larga del verano.”

Y su voz trémula creaba
un cielo gris, un árido paisaje,
la hostilidad del viento,
el agrio vacío de la casa, el ronco
jadear de la sombra hacia los cuartos…

***

MUJER ANTIGUA

Allá estás detenida bajo la sombra,
con el rostro bajo una mancha oscura.
Estás en una tierra cruel,
marchita por los duros picotazos del mar,
dejando que un can sombrío, que un salobre
can te muerda, te lama las carnes avariciosamente.

Son feroces los días que te acompañan, viejos
los empanados muros del tiempo en que te miras,
y el dolor sube a tus ojos, baja a tu corazón,
como un caballo negro cabeceando en la noche.

Te sostienes a puro acongojarte, a puro
ausentarte de ti,
como un mugido triste, resonante
al pie de las altas montañas,
como la sombra inútil en los ojos de un muerto,
hecha de pavorosa claridad de estériles adioses.

Ah mujer, allí estás, detenida marea,
en el alma tristísima de los días,
Doliendo con un golpe tenaz, con una
sucia espuma sangrienta
bramando en la desierta orilla de la noche.

***

Decimos: no hay paz,
no hay descanso para estas pobres manos,
para estos pies con prisa,
para este pecho solo.
Y tú callas, solemne, en tu grandeza.
Decimos: estas horas suenan a tiempo muerto,
las hojas del verano recuerdan la tristeza,
y no hay un césped nuevo para echarnos a andar
sin marchitar la carne…

***

Una campana, un ala, un verso me conducen a un pueblo.
En él habita dulcemente una edad de manzanas y riachuelos.
En él hay una senda de naranjos que florecen azahares y recuerdos.

Nada es tan limpio para el alma como la viva estampa de este pueblo.
Sus contornos me son tan familiares que no necesito del día para verlo.
Va conmigo su suave transparencia, alta en el aire azul de un claro cielo.
(Yo diría callada y brevemente:
-La memoria lo guarda entre sus muros como la soledad guarda el silencio.)

***

TODO CLAMOR ES VANO

Todo clamor es vano,
toda ansiedad, inútil.
Reconciliemos la verdad
con esa
huidiza luz
de la mañana.
Seamos, otra vez,
el misterio que anuda
su propia historia
al relámpago
de la brasa que persiste.
(El fuego permanece
en lo más hondo
siempre,
alerta como
un galgo en el umbral,
callado.)
Iremos a otra tierra,
a otro paisaje de abolidas sombras.
Un cielo con nubes verdaderas,
o una playa enardecida,
más vivos estarán
en lo alto del vuelo
de los pájaros.
Y el hombre
reclinará su cabeza
una vez más,
para advertir
la terrestre emoción del vaticinio,
sin claridad ni tregua
frente al tiempo.

***

Algo
invisible
vuela
de pronto
frente
a ti
mientras
tu mano dibuja
en el vacío
una inexistente
mañana
que no pudiste
retener
en tu memoria.

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