literatura venezolana

de hoy y de siempre

Memorias de Tucusiapón

Eziongeber Chino Álvarez

En Venezuela se habla entre modismos neo-carcelarios y también se baila el porro, de una manera muy singular. Hablar como en la cana constituye un obsequio a la (in)congruencia porque en realidad, se sabe, lo que estamos es presos. Subiendo un poco el nivel: presos de bola. Friticos. Ya han pasado las jodederas que daban cuenta de que lo que sucedía es que la nación entera era un psiquiátrico y que los pacientes tomaron todos los pabellones. No, no. Esto es otro nivel mi compa. Los grandes negocios que podemos hacer se alinderan al del presidiario que tiene el control de los cigarros o el «der café y der toddy». Eso es una mina, grode. Las conversaciones de panaderías entre marrones y cachitos que adelantan abogados, escritores, contadores o médicos, todos premiados y con cursos en Israel y peachedés en Tucusiapón, no tienen que ver con sus muy dignos oficios. No qué va. Ahora todos somos agricultores yvaina…

Quitando los cafeses y cachitos porque eso no es posible, usemos nuestra imaginación que es lo que hace un buen preso.

Conversación en la Panadería «Trigo de Oro». Prados del Este, 9:00 a.m:

-Chico, pelannndolabolahereje. En el patio sembré caraotas y maíz y…

-¡ TE LA TENGOOO! (Dice esto con el entusiasmo de Gilberto cuando presentaba un chou en De Fiesta con Venevisión: «y con ustedeeeessss»)

-Verga, me asustaste…Hablapavé…

-Se trata de una aplicación desarrollada por un venezolano inteligentísimo para sacar provecho de todo cuanto se siembre en Caracas, sea en casa, o en apartamento…el tipo sabe su vaina.

-Chamo, tremendo emprendimiento…pásame el lin…

-Ya va, no te me pongas atmosférico. El tipo es mi sobrino y tenemos que ayudarlo vale. El cursonláin cuesta 100 petacas verdes y ya hay cuarenta incrito…

-«incrito» ay…Ok…hablando de siembras, vayamos al grano, porque con 100 dólares hago un mercado de 15 días y me sobra para comprar mortadela de pescao. Por cierto, tengo la ruta para vender un chogüi que llegó de Turquía en todo Alto Prado y en Terrazas del Club Hípico…desembuchad…

-Ok. Vamos p’al carro y te adelanto.

(Ya dentro del vehículo, el médico, premiado en Toronto por descubrir una vaina rara con las enzimas, pone una musiquita bajita que le gusta mucho: «Caramba ñero se oscurecieron mis díiiias, alzó vuelo la alegría cuando menos lo esperabaa»)

Así, con la parsimonia de los agnósticos que adivinaban en el S. XVI la cantidad de ángeles que cabían en la cabeza de un alfiler, el médico, ahora trocado en ínfulas buhoneriles, se resuelve a dar las coordenadas:

-Ajá…¿Cuántas matas de caraotas sembraste?

-100…

-Ya va. Eso da…pa’ve… 60 kilos. El kilo está un millón de bolos…UN MILLON PANA…son sesenta millones, ¿Qué tal? Un tiro al piso…¡Estás hecho pues! Brinda el café polomeno…

(Lo hallaron en el potrerooo…en el potrero con la nuca reventada…)

A estas alturas, los interlocutores dan rienda suelta a todo el lenguaje operativo que hace vida en las aceras:

-Coño sí…y tal…y tú dijiste: se armó un limpio…

-Coño Tato, ¿Y qué quieres tú? ¿Cuánto te pagan en la Católica por dar clases? Una güevonaítahí.

¿Y la gasolina para llegarte hasta Antímano? ¿Ah?

-Bueno. Dile a tu sobrino que me deje el curso en 20 y si no, lo dejamojasí. Ta’cariñoso eso. Y por cierto, toma. La tarjeta de mi esposa.

-Ah, sí, me la saludas. ¿Ella aún es Presidente del Colegio de Abogados, no?

-Marico, lee. Abrimos una tienda de conveniencias en el garage. Tiene punto. Claro que no anda en esas vale. Ahora es la regente propietaria de una taguarita que montamos en la casa. Ella dice que no se le muere el muchacho en la barriga y bueno…

Y así, ambos profesionales se despiden con el afecto filosofal de quienes depusieron sabiamente la Segunda Ley de Termodinámica propuesta por Arquímedes. Una vainabien.

La Venezuela que añoramos se mudó. Ahora vive en el pecho de sus hijos que andan porái por el mundo. Incluyendo Tucusiapón claro.

Ah, pero un día volveremos. Es que todos vuelven al rincón deonde salieron. Como dice la canción. P’alante, vamos p’alante.

Sobre el autor

*Tomado del libro Resistencias, publicado por Editorial Ítaca

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