literatura venezolana

de hoy y de siempre

Conmoción interior (y otros poemas)

María Antonieta Flores

conmoción interior

dulce y bello amigo
sepa que aquí he gozado de una tarde inquieta
como las muchas que me aguardan
de ahora en adelante
y amarguras no se han alejado
de este olor a guerra que cruza la ciudad que habito
bebo vino blanco
y doy pasos sin sentido
en el pequeño espacio que ya no me pertenece
los caídos no llevan bandera
un golpe una bala una pedrada
si algo quisiera desterrar de mi mirada
son las bandera
que ondean sus mentiras
y llenan de dolor
las palabras que antes solo hurgaban los deseos
las inocentes palabras que podían construir
de lo imposible
el amor
con saliva y arena
y no llega el olvido
que prometen las canciones de taberna
vivas y muertes son gritos que aborrezco
y los deformes rostros del odio
temo por usted
¿lo sabe lo puede disculpar?
que no se me pierda en ese país que no es el suyo
ni lo alcance la violencia de la muerte
que aquí yo aguardo el día cierto
cuando la sangre corra por la puerta
ya una plza ha sido quebrantada en dos
allí donde mi ciudad comenzó a serlo
pero no espero que tema por mis futuras desdichas
ni por hambre que certera aguarda
que mis manos no manchen de rojo los papeles
temblores que no me encuentran
dulce y bello amigo
causa mía
¿bajo cuál aroma será un paso más del tiempo?
si solo fuera cierta
y el seguro calor de una mujer
recogería ramitas carmesí del prado de los sueños
pero aquí solo gritan las rutas de los buses
ofrecen mercancías
y ráfagas de muerte
me custodian dos burdeles
de largos pasillos
y el cansancio
entre mis manos las cuerdas del poema
estremecida yo
en el escarnecido cauce del silencio

un cielo de catástrofe
arañado por el desconsuelo
nadie puede detener esto
estamos ante la muerte
decretada

por el mal
no hay indiferencia en dejar morir
a niños a ancianos a todos

sacrificios vendidos a las armas
al poder

en esa mesa no tienes nombre
queda tu cuello degollado

ni siquiera hay hambre de sangre
la crueldad guía los pasos

 

los gozos del sueño

han llegado como espinas encendidas
para el fulgor de las noches

sólo aguardan el día que brota de los acantilados

porque todo es caminar entre la vigilia y el sueño
transcribir las señales
escuchar cada paso que se adentra en la incógnita de las alas

el vuelo suspendido en los límites del alba

allí empieza todo

somos la alborada
el canto que despliega un ave perdida en medio de la luz

así nacen los sueños
como las llamaradas

y sus brasas caen sobre mi cabeza
una y otra vez cada día

a veces cenizas otras veces candelas
con una palabra

para hacernos abrazos
es la dicha cavada en las líneas de mis manos

a veces candelas otras veces cenizas
con el silencio

porque tú y yo estamos en los gozos

para secreta alegría

 

vigilia de la rapiña

ahí se quedarán los libros
para los saqueadores
las prendas que amaste
aquello que no usaste porque
era muy bello
las cajitas los aretes los anillos
para los saqueadores
la silla, la mesa y tus pañoletas
tus fotos y tus secretos
tus datos los archivos tus claves

todo será arrasado
no por el tiempo sino por la violencia

entonces volverás a morir otra vez
en el comienzo

 

un día mi padre decidió morir

no recuerdo el día exacto
ni las palabras que dijo
pero lo supe en ese momento
había cerrado las puertas

para consumirse
alejado de cualquier visita
que es decir abrazo
que es decir palabra
o amor

escucho sus excusas
en silencio absoluto

extiendo mi mano como un deseo
que nada atrapa

a veces me detengo
por algo sutil que pasa

la muerte es un roce

golpes 

son sólo buenos tratos dice la humillación

cada día suma una o más palabras

cada día

eficazmente socava tu raíz

con dudas y vergüenzas

y alguna caricia

 

en tus confusiones

alzas la cabeza

agradecida recibes la palmada

 

el perro callejero ladra allá adentro

 

recordar es morir un poco

Pasará por allí
lacerado y hambriento,
Isaías 8: 21

su cuerpo muere un poco más que su mirada

en las horas de la tarde
llueve sin salpicaduras y enrojece el cielo

enterada de su desconcierto busca
y ha encontrado el cuerpo reposado
en ese arte de extrañar

arreboles en la memoria lacerada
la belleza regresa oscura

el andante ahora es otro nombre

 

según el mandato

la sal
el vino
aceite de la oliva

el pan en la mesa
como gesto de piedad

así en mi voz

cosas duras
abandonos

los cinco dedos de la mano poderosa

señales que me trazan
bajo el cuerpo de este hombre

levantarme en armas
con paso venerable

 

con la luz de los vitrales

no el odio
en esta tierra de exilio

avísole a los hierros que sostienen la balanza
y limpio los platos

coloco los sucesos con mesura
lo que de ellos queda

siempre traen sangre
la violencia que aborrezco

de naturaleza acuosa
sobrevivo

regreso a los lugares donde fui amada
tiempo extraordinario ya segado

 

las grandes aflicciones

las palmeras 
cuanto más peso llevan
más alto ascienden

tú del orden de los tréboles
te extiendes sobre una tierra roja

al borde del camino
seco y flaco el rastro de un arbusto

la higuera

tu mano extendida bajo su sombra

en la otra tierra
los eucaliptos se mecen bajo el viento rojo

hoy te despiertas con certezas

la luz del amanecer te contradice
diez lirios abrirán hoy

regresas de días de lluvia

las palmas se han secado en tus jardines

ellos te expulsaron

un niño canta

el zumo dulce de la naranja se seca en tus labios
y apenas comienza el día

Sobre la autora

*Crédito de las fotografías: Geczaín Tovar Andueza

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