María Antonieta Flores
conmoción interior
dulce y bello amigo
sepa que aquí he gozado de una tarde inquieta
como las muchas que me aguardan
de ahora en adelante
y amarguras no se han alejado
de este olor a guerra que cruza la ciudad que habito
bebo vino blanco
y doy pasos sin sentido
en el pequeño espacio que ya no me pertenece
los caídos no llevan bandera
un golpe una bala una pedrada
si algo quisiera desterrar de mi mirada
son las bandera
que ondean sus mentiras
y llenan de dolor
las palabras que antes solo hurgaban los deseos
las inocentes palabras que podían construir
de lo imposible
el amor
con saliva y arena
y no llega el olvido
que prometen las canciones de taberna
vivas y muertes son gritos que aborrezco
y los deformes rostros del odio
temo por usted
¿lo sabe lo puede disculpar?
que no se me pierda en ese país que no es el suyo
ni lo alcance la violencia de la muerte
que aquí yo aguardo el día cierto
cuando la sangre corra por la puerta
ya una plza ha sido quebrantada en dos
allí donde mi ciudad comenzó a serlo
pero no espero que tema por mis futuras desdichas
ni por hambre que certera aguarda
que mis manos no manchen de rojo los papeles
temblores que no me encuentran
dulce y bello amigo
causa mía
¿bajo cuál aroma será un paso más del tiempo?
si solo fuera cierta
y el seguro calor de una mujer
recogería ramitas carmesí del prado de los sueños
pero aquí solo gritan las rutas de los buses
ofrecen mercancías
y ráfagas de muerte
me custodian dos burdeles
de largos pasillos
y el cansancio
entre mis manos las cuerdas del poema
estremecida yo
en el escarnecido cauce del silencio
un cielo de catástrofe
arañado por el desconsuelo
nadie puede detener esto
estamos ante la muerte
decretada
por el mal
no hay indiferencia en dejar morir
a niños a ancianos a todos
sacrificios vendidos a las armas
al poder
en esa mesa no tienes nombre
queda tu cuello degollado
ni siquiera hay hambre de sangre
la crueldad guía los pasos
los gozos del sueño
han llegado como espinas encendidas
para el fulgor de las noches
sólo aguardan el día que brota de los acantilados
porque todo es caminar entre la vigilia y el sueño
transcribir las señales
escuchar cada paso que se adentra en la incógnita de las alas
el vuelo suspendido en los límites del alba
allí empieza todo
somos la alborada
el canto que despliega un ave perdida en medio de la luz
así nacen los sueños
como las llamaradas
y sus brasas caen sobre mi cabeza
una y otra vez cada día
a veces cenizas otras veces candelas
con una palabra
para hacernos abrazos
es la dicha cavada en las líneas de mis manos
a veces candelas otras veces cenizas
con el silencio
porque tú y yo estamos en los gozos
para secreta alegría
vigilia de la rapiña
ahí se quedarán los libros
para los saqueadores
las prendas que amaste
aquello que no usaste porque
era muy bello
las cajitas los aretes los anillos
para los saqueadores
la silla, la mesa y tus pañoletas
tus fotos y tus secretos
tus datos los archivos tus claves
todo será arrasado
no por el tiempo sino por la violencia
entonces volverás a morir otra vez
en el comienzo
un día mi padre decidió morir
no recuerdo el día exacto
ni las palabras que dijo
pero lo supe en ese momento
había cerrado las puertas
para consumirse
alejado de cualquier visita
que es decir abrazo
que es decir palabra
o amor
escucho sus excusas
en silencio absoluto
extiendo mi mano como un deseo
que nada atrapa
a veces me detengo
por algo sutil que pasa
la muerte es un roce
golpes
son sólo buenos tratos dice la humillación
cada día suma una o más palabras
cada día
eficazmente socava tu raíz
con dudas y vergüenzas
y alguna caricia
en tus confusiones
alzas la cabeza
agradecida recibes la palmada
el perro callejero ladra allá adentro
recordar es morir un poco
Pasará por allí
lacerado y hambriento,
Isaías 8: 21
su cuerpo muere un poco más que su mirada
en las horas de la tarde
llueve sin salpicaduras y enrojece el cielo
enterada de su desconcierto busca
y ha encontrado el cuerpo reposado
en ese arte de extrañar
arreboles en la memoria lacerada
la belleza regresa oscura
el andante ahora es otro nombre
según el mandato
la sal
el vino
aceite de la oliva
el pan en la mesa
como gesto de piedad
así en mi voz
cosas duras
abandonos
los cinco dedos de la mano poderosa
señales que me trazan
bajo el cuerpo de este hombre
levantarme en armas
con paso venerable
con la luz de los vitrales
no el odio
en esta tierra de exilio
avísole a los hierros que sostienen la balanza
y limpio los platos
coloco los sucesos con mesura
lo que de ellos queda
siempre traen sangre
la violencia que aborrezco
de naturaleza acuosa
sobrevivo
regreso a los lugares donde fui amada
tiempo extraordinario ya segado
las grandes aflicciones
las palmeras
cuanto más peso llevan
más alto ascienden
tú del orden de los tréboles
te extiendes sobre una tierra roja
al borde del camino
seco y flaco el rastro de un arbusto
la higuera
tu mano extendida bajo su sombra
en la otra tierra
los eucaliptos se mecen bajo el viento rojo
hoy te despiertas con certezas
la luz del amanecer te contradice
diez lirios abrirán hoy
regresas de días de lluvia
las palmas se han secado en tus jardines
ellos te expulsaron
un niño canta
el zumo dulce de la naranja se seca en tus labios
y apenas comienza el día