literatura venezolana

de hoy y de siempre

«Confidencias de Psiquis», Manuel Díaz Rodríguez

Nov 28, 2024

Por: Carlos Sandoval

Uno de los aportes más sobresalientes del movimiento modernista lo constituye la concienciación que esa poética logró fijar respecto del oficio de la escritura. En general, los autores latinoamericanos posteriores a la independencia entendían la actividad literaria como solaz o mero complemento de otras funciones; verbigracia: la redacción de leyes, el planeamiento urbano o el monipodio para un golpe de estado. Asumir la composición de una novela, pongamos por caso, sería desde entonces una tarea que involucraría algunas condiciones básicas: conocimiento profundo de las herramientas expresivas, diseño minucioso de la estructura y disciplina, mucha disciplina para acometer el trabajo.

Por supuesto, la exigencia en el manejo de aquellas destrezas era resultado de factores contextuales que modificaron definitivamente la relación del escritor con sus productos y, sobremanera, con el área de competencia en la cual había decidido ubicarse: la literatura. Factores que, sin más, la historiografía y la crítica literarias han estudiado como parte de un conjunto de problemas inherentes a la expansión del capitalismo, la secularización y la crisis de las letras ocurrida en la segunda mitad del siglo xix.

En este campo de tensiones aparece, en 1896, el primer volumen de cuentos propiamente tal publicado en Venezuela: Confidencias de Psiquis. Su autor: Manuel Díaz Rodríguez (1871-1927), destacaría con ventaja entre los narradores de la escuela liderada por Rubén Darío.

Es obvio que antes de la salida pública de Confidencias… ciertos tomos en prosa, de variada autoría, incluyeron relatos en su contenido. No obstante, siempre se trató de páginas colocadas al desgaire, extraviadas en un disímil archivo de intereses en donde el comentario literario, la nota autobiográfica, el artículo de costumbres o la crónica periodística ocupaban mayor espacio que las ficciones.

Con todo, el mérito de esta obra de Díaz Rodríguez no se circunscribe sólo al hecho de ser una alcabala histórica. Confidencias de Psiquis materializa un proyecto estético que aborda el tema amoroso desde una perspectiva llamémosla clínica, pues los seis cuentos del tomo: «Celos», «Flor de voluptuosidad», «Fetiquismo» (sic), «Mi secreto», «Tic», «Un dilettante» (sic), pueden leerse como estudios individuales sobre padecimientos morbosos. En efecto, varias enfermedades causadas por el amor (culto al objeto amado, palpitante erotismo, obsesiones) son diseccionadas para conocer su etiología y los síntomas que ello produce en los protagonistas. De tal manera, el discurso fluye entre buceos introspectivos —analíticos— cargados de una alta subjetividad, la típica de la narrativa modernista.

En consecuencia, el libro funciona gracias a un ajustado mecanismo que, con base en el examen de diversas aristas de una temática, convierte un asunto común en extrañado inventario de ardores. Así pues, la completud del volumen, su cualidad de orgánico (lo cual se evidencia en el doble sentido del título: Psiquis, la bella amante del dios griego Eros, quien puso en riesgo ese amor por un simple rapto de curiosidad; y, al mismo tiempo, psiquis como indagación del alma), se convertiría en una rotunda enseñanza para los escritores venezolanos posteriores. En adelante, componer un tomo de relatos significaba asumir una postura no solo artística, sino, por igual, forzosamente técnica.

Cuando en 1899 Díaz Rodríguez publique Cuentos de color su magisterio adquiere la tesitura del canon. Desde 1896 otros cuentistas, lectores de Confidencias de psiquis, han comenzado a trabajar el género siguiendo las huellas del maestro: adecuada estructura, énfasis en el mundo interior de los personajes y, sobre todo, tratamiento unívoco de un tema que por esos años cobró la fuerza de una necesidad: lo nacional. Por añadidura, el cuento criollista de fines de siglo xix (vehículo de trasiego de rasgos idiosincrásicos) es una derivación del relato modernista; en rigor, del tipo de texto desarrollado por Díaz Rodríguez. Cosa nada desdeñable si recordamos que, para un importante sector de la crítica literaria del país, ese cuento criollista deviene, tautológicamente, en el auténtico cuento venezolano. De modo pues que, en el proceso de la narrativa corta del país, nuestro primer libro en el género resultó también una ejemplar lección de talento.

Sobre el autor

*Reseña publicada originalmente en: Centro Virtual Cervantes

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