literatura venezolana

de hoy y de siempre

Poemas de Juan Vicente González

May 8, 2025

AMOR Y PAZ

Ya inmenso se despliega
El estrellado velo;
Ya lenta, melancólica.
Viene la noche al cielo:
Todo animal reposa,
Y en calma pavorosa
Duerme la tierra, el mar.

Sobre el pensil cercano
Su escaso brillo lanza
La pálida luciérnaga,
Fugaz cual la esperanza;

Y por el campo vario,
Fantasma solitario
Se escucha suspirar.

En las civiles guerras
Protervo fué, inhumano:
Manchó, furioso, tálamos,
Y ensangrentó la mano:

Al llanto se abandona,
Y dice a Dios: «Perdona»
Y Dios perdón le da.

Feliz el que olvidado
En su inocencia oscura,
Sueños de sangre, lúgubres,
No tiene en su pavura!

Cual inocente niño.
Sobre el cendal de armiño
La frente inclinará.

Mi Dios, tu sueño santo
Sobre el ïmpio descienda
Sin que una queja insólita
A tu justicia ofenda:
Del fuego de tu infierno,
De tu abandono eterno,
Presérvale, Señor!

Sospecha indefinible
De duelo, de quebranto,
Sueños de muerte, imágenes
De perdición y espanto;
Esto, mi Dios, le inspira,
Y huyendo de tu ira,
Acójase a tu amor.

Del pobre los gemidos
Suspende y la fatiga;
El corazón del tímido
Bañe tu paz amiga:
Libra del mal, fecunda
Los que en feliz coyunda
Un fiel amor juntó.

De la llorosa viuda
Calma el dolor prolijo:
A la infeliz con lágrimas
No la despierte el hijo,
En convulsivo afán,
Pidiendo en vano el pan
Que un tiempo le sobró.

La suerte del proscrito
¿Cuándo, mi Dios, te toca,
Clavado, cual Encelado,
En esa dura roca?
Durmióse, y no despierta
La dulce esposa, yerta
De tanto padecer.

¡Cuántos, como él gimiendo
Van por ajena playa,
Pensando si instantáneo
El sol final los raya;
Y dejan desolados
Los hijos adorados,
La mísera mujer!

Mas tú, que odioso al hombre,
Como en la noche el lobo,
Vas con feroz anhélito
Tras la matanza, el robo,
¡Para tu rabia cruenta,
Tu vuelo de tormenta.
Tu grito de terror.

Venganza inexorable
La áspera crin le aterra:
No espantan, no, patíbulos
Y roja está la tierra

Con esa sangre ufanos,
Grabad: «Eran hermanos
Matando a matador.”

Helado va en el lecho.
Que rojo polvo afea,
Manchado el rostro cárdeno
En sangre que gotea.
Ese adalid valiente.
Herido alevemente
Del plomo y del puñal:

Ninguna cruz indica
Su postrimer morada:
Murió; jurad unánimes
No perseguir airada
Venganza a los crueles:
Reposa en sus laureles,
No en sucio lodazal.

¿La proscripción a qué
Del uso cruel, impío.
Si por la patria mísera
Corre de sangre un río?
Siempre hay quien muere y llora,
Y la señal traidora
Da el odio a la virtud.

Señor, el tiempo trae
De amor y de bonanza;
Sonríanos benéfica
La celestial confianza;
Temple la risa al llanto,
Y de la paz el canto
Eleve mi laúd.

***

UNA TARDE EN CARACAS

Ayer ¡Cuán tempestuosa
La nube vi que amenazó este prado!
Los valles y los montes humillaba.
La erguida frente, adusta, majestuosa,
El iris a su lado
Con indecisa luz iluminaba.
Del rayo armada, de furores llena,
Lánzase al cielo, truena, con sombría
Noche oscurece el reluciente día,

Y tiembla el hombre en angustiosa pena.
Más triste aun eres, pesarosa tarde;

Inmenso el azulado
Espacio brilla: el astro refulgente
Que en débil luz junto al ocaso arde,
A su fin se avecina lentamente,
Y su disco al tocar el horizonte,
El elevado monte

Mil sombras melancólicas envía.
Yo miro el rojo Oriente
Del color de la noche revestido,
Al vagar por los valles dulcemente
El triste adiós del moribundo día.

No la brisa los árboles menea;
La hoja no se mueve
Sino al fugaz ruido
Del céfiro que agita el ala leve
Entre las yerbas que el jazmín platea.

No con brillante lira
Heroicos cantos de valor y gloria,
Este silencio inspira;
Mas a llorar nos llama
De la existencia triste

Loca ilusión que nuestro seno inflama.
Del bien perdido la llorosa historia,
O el dulce afán del mísero que existe
En el recuerdo que infeliz adora.

Luz trémula y misteriosa.
Que de tu sol desprendida.
Por el aura vas mecida
Besando el rocío, la flor:

¿Dónde vuelas a esconderte
Mientras viene la mañana,
Que das esmeralda y grana
Al prado que hace mi amor?

Mas, ay!, cuando el sol la frente
Veló en el monte inflamado,
Nubarrón amoratado,
Yo vi que besó tu faz;

Y tal vez allá en su seno
Duermas la noche intranquila…
Trasnochando tu pupila.
No te sorprenda falaz.

Juzgaba ¡oh luz! qué de ausencia
A mitigar los rigores,
Buscabas entre las flores
Un seno donde llorar;

Y cuando al alba apuraba
El cáliz del blanco lirio,
De tu amoroso martirio
Soñaba el llanto gustar.

Tarde, ¡oh tarde! tu tristeza
Es tumba a toda alegría:
Es tu calma más sombría
Que en la noche el huracán.

A tu marmórea quietud,
Cual tristes apariciones.
Pesarosas ilusiones
Girando en la mente van.

***

A BOLÍVAR

Pueblos son tus pirámides triunfales,
Un bello mundo de tu genio el fruto,
Tu herencia gloria, libertad, anales;
Y la gloria es tu féretro: de luto
Mi patria ante las pompas funerales
Duelo inmenso te rinde por tributo.

Sobre el autor

*Imagen: https://noticias-ahora.com

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