Salvador Prasel
Conocí a Ludovico, recién llegado del exterior, cuando en compañía del pintor Alberto Brandt se dedicaba al ocio creador en El Encuentro, un sitio de grata recordación en Sabana Grande, al que concurrían los inconformes de los años sesenta; se pasaba horas poniendo nombres a los cuadros de Alberto. Se trataba de obras informalistas donde solo la imaginación desbordante de los dos amigos bohemios era capaz de inventar títulos como: Lucha implacable entre los pueblos de Borneo y Chile. De paso, Ludovico escribía versos en las servilletas, y estoy seguro de que un día de estos aparecerá una de ellas en alguna de mis carpetas traspapeladas.
De las reliquias que me quedan tengo varios libros del poeta-filósofo con dedicatorias de su autor. Todas con un toque personal, recordando algo que teníamos en común: colaboraciones en revistas, publicaciones en la misma editorial, reminiscencias de ciertas lecturas compartidas.
Una de sus obras, Ensayos temporales, editada por la Academia Nacional de la Historia, en su colección El Libro Menor, entra en la categoría de mis textos predilectos. Aparecida en 1983, trae unas reflexiones sobre el pensamiento de George Orwell, autor de la famosa novela, llevada también al cine: 1984. Este profeta de la actualidad, como lo llama Ludovico, vislumbra el Estado totalitario, personificado en el Gran Ojo o la Telepantalla, “que vigila a cada hombre en cualquier parte que se encuentre y detecta al instante cualquier desviación subversiva del más recóndito individuo”. Una realidad de nuestros tiempos descrita casi literalmente por el novelista. Una caricatura de la sociedad, tan alejada de un socialismo auténtico, no totalitario, basado en la libertad del individuo e inspirado en el proyecto original de Carlos Marx, hoy tildado de heterodoxo y enfrentado a “la Policía del Pensamiento”.
En ninguna otra parte he leído algo tan diáfano acerca de Orwell. He aquí la conclusión de Ludovico, útil para los que no conocen a fondo al desaparecido escritor y pensador político, nacido en la India, de origen escocés y vinculado al mundo de habla hispana por su participación en la Guerra Civil española:
En definitiva, George Orwell, sin ser propiamente un gran escritor, tiene el inmenso mérito de haber sido uno de los más lúcidos profetas de nuestro tiempo. Sus ensayos críticos superan largamente sus obras de ficción, las cuales, como ya hemos insinuado, son a su manera también ensayos críticos. Orwell supo ver con toda claridad el peligro que se avecinaba sobre la humanidad más allá de la hecatombe, que parecía definitiva, de la Segunda Guerra Mundial. Supo desentrañar con videncia de poeta el elemento irracional y mágico que se escondía dentro de la creciente racionalidad científica que ostentaban y ostentan las sociedades avanzadas. Supo describir, con terrorífica precisión, los efectos del totalitarismo sobre el individuo humano. Expresó la esperanza, que todavía no ha muerto, de un retorno a la concepción humanística, no solo en el viejo sentido de la totalización del saber, sino en el sentido de la liberación y desalienación universal de todos los hombres y países oprimidos por la voracidad imperialista. En fin, denunció con palabras fuertes el nacimiento de una sociedad que constituye un escándalo histórico (p. 54).
En este pasaje, más allá de la reseña de Orwell, se encuentra buena parte del pensamiento de Ludovico. Filósofo social sin ataduras, escéptico en la acepción original de la palabra. “Recuerde el lector”, dice Ludovico en el mismo libro refiriéndose al proceso revolucionario nicaragüense, “que la palabra escepticismo significa en griego mirar con cautela en torno a sí. Seamos escépticos, pero eso sí, no perdamos el entusiasmo, palabra griega que significa estar por dentro lleno de dioses”.
En la contraportada del libro, el editor interpreta que estos ensayos sirven como preparación para la discusión en nuestro país, a raíz de los difíciles tiempos que se avecinan y que exigen la formación de un hombre venezolano cualitativamente nuevo. Es conveniente reiterarlo porque Ludovico servirá en el futuro para señalar el camino de renovación en nuestro país.
Mayo, 1989