Nací el 28-02-58 en Urachiche, Estado Yaracuy. Para esas fechas era un solitario y pequeño pueblo semi-rural. Hoy es una pequeña, pero pujante ciudad.
Cuando tenía 11 años mi padre nos mudo a San Felipe. Allí saqué primaria y bachillerato. En el 77 me fui a estudiar al Politécnico de Barquisimeto (Hoy UNEXPO). En esos tiempos habían muchos conflictos. Participé el la Huelga de Hambre, en 1980. Me gradué en 1985, en los días que murió Ali Primera.
Un tío abuelo de mi madre me ayudó a conseguir empleo en la Siderurgica del Orinoco (SIDOR, hoy Siderúrgica Alfredo Maneiro). Trabajé allí durante 13 años, viviendo en Puerto Ordaz, donde me casé y nacieron dos de mis tres hijos. (Soledad y Atahualpa). Sidor fue una gran escuela profesional y de vida.
Aprendí sobre tecnología, relaciones humanas y hasta me permitió viajar al exterior y aprender algo de Francés (para un viaje de entrenamiento a Bélgica).
Regresé en 1999 a San Felipe. Empecé a dar clases en Escuelas Técnicas y Universidades. Me gradué de Profesor de Física. Salí jubilado en 2018.
A partir del 2018 empecé a escribir, sobre todo cuentos y algunas novelas cortas. En el 2022-23 cursé el diplomado Escuela Taller de Narradores Venezolanos (ESTANAVE). De ese taller surgió mi primer texto “formal”: Profesión de loco. Este texto fue finalista en el certamen Solar-2023 (Narrativa).
¿Cómo me hice escritor?
Creo que desde niño era escritor, pero no lo sabia. Leia mucho y ya para quinto y sexto grado había conocido Don Quijote, Doña Bárbara, Canaima, Lanzas coloradas, Memorias de Mama Blanca… Leí mucho en la secundaria: La obra de Garcia Márquez, Rómulo Gallegos, Uslar, Guillermo Morón, Marx, Lenin, Erich Fromm…
Mis estudios universitarios y mi carrera técnica me alejaron de la lectura “Literaria” y me concentré en los textos técnicos, como era natural.
De niño, me gustaba “escribir” pequeñas historias, a través de dibujos (viñetas) que hacia en el patio de mi casa, sobre todo cuando la lluvia me dejaba un gran pizarrón de barro. Cuando volvía a llover y una nueva capa de barro cubría mis dibujos, yo me imaginaba que se estaba formando una especie de libro marrón, que guardaba mis historias.
De joven y adulto, siempre me imaginaba historias, que guardaba en mi cabeza. No las compartía con nadie y nunca pensaba en escribirlas o compartirlas. Eran solo para mi.
En el 2018, cuando la crisis económica estaba muy aguda, a mi esposa y a mí nos toco caminar desde San Felipe a Cocorote, para sacar la cédula. Fueron tres intensas jornadas. Salíamos a las 3am, a pie.
Para entretener a mi señora, empecé a contarles las historia que tenia listas en mi cabeza. Se me agotaron y tuve que terminar algunas inconclusas y crear algunas nuevas. Me percaté que se me hacía relativamente fácil crear historias, ambientaciones y personajes, sobre la marcha. A mi señora le gustaron mucho y comenzó con un “taquititaqui” para que las escribiera.
Un día me levanté a las 4am, me senté frente a la PC y empecé a escribir. Se desató una cascada y en poco tiempo tenía escrito tres novelas cortas y unos treinta cuentos. A Soledad y algunos familiares cercanos, le parecieron que tenían una buena calidad y me motivó para que los enviara a algunos concursos. Preparé tres libros de cuentos y los envié a mediados del 2023 a Solar-Mérida, Stefania Mosca y Monte Ávila. Con los resultados ya conocidos.
He sido el primer sorprendido con el premio Las Formas del Fuego. En verdad no me lo esperaba. Creo que la única que sí lo imaginó fue mi esposa. Ella fue (es) mi primera crítica y admiradora. Como dije, creo que de niño era un escritor, pero no lo sabía.