José Gregorio González Márquez
Cruzo
el territorio de la locura
avanzo
entre los durmientes
de esta vía
que me lleva
a abandonar la nostalgia
mientras
destierro de mi corazón
tu nombre
Me respiras
cuerpo en metamorfosis
inerte país en sueños
velamen sacudido
por el viento del sur
Me retrato
en la máscara cuya caricia
celebra tus senos
tu sexo de impía mansedumbre
Vierte
en el cuenco de mis manos
tu mirada
para que se inmolen las heridas
y desaparezcan las sombras
Rompe las fronteras
desplázame hasta tu piel
usa un torbellino de mariposas
que rodeen las ínfimas ventanas
por donde escapan mis caricias
Reinventa
mi voz cansada
para que se prolongue en la oscuridad
y despeje las noches de ausencia
Salto a otro abismo
donde se conjure la muerte
olvido las circunstancias
que resbalan por mis llagas
ya no medito los gestos
de la derrota
ni acicalo figuras de papel
dejo en testamento mis versos
para que sean leídos
cuando vuelva tu abrazo
Te lego un manuscrito
con la hora de las luciérnagas
con mis huesos cansados
de tantas persecuciones
con las noches de abril
amainando sortilegios
Te lego mis manos de tristeza
ahogadas de vino y revolución
intrusas para la poesía
imperturbables ante la muerte
quebradas en trozos
con un sino sin esperanza
Te dejo mi osario
para que lo ocultes de tu mirada
para que esculpas en sus rumores
los rasgos de la bohemia
Transcribe
en el lado sur de mi corazón
tu mirada para que repose
del miedo al olvido
Inscribe
en la periferia de mis manos
tu nombre
para que abandonen los augurios
y se precipiten por tu cuerpo
Revélame
las marcas donde reposa mi osario
la luz que acompaña mi cansancio
el rastro dejado por mis pisadas de errante
Cruza las páginas
donde sucumbo al misterio
derrama tus pupilas
en mis puertos de infancia
arrástrame al margen del día
No te entretengas
contemplando las penurias
camina sobre mis siglos
y atiza mi respiración
para que me devuelvas
al trasluz de tu memoria
Me reconozco
en la imagen de los escribanos
de la alquimia revelo
la pasión por la inaudible ausencia
me declaro en vigilia
hasta que regrese la hora de las amapolas
y nuestra sangre recorra
los confines de la saciedad
Busco
en la anatomía de los herejes
el lenguaje de los cirios
celebro en silencio
la presencia de tus frases esquivas
no me obligo a reconocer coincidencias
ni a escribir poemas líticos
me expatrian por amar tu cordura
me arrebatan sin piedad
la voz de tus milagros
A esta hora
es inútil hablar con los grillos
Frágil artificio
el de la memoria
bienaventuranza que muere
con el olvido
instante vital cuya diacronía
adolece de perennidad
Ahora vestimos de invierno
y los segundos que nos azotan
claudican ante la vida
No pretendo
vivir mis historias
en el colofón de un libro
ni guardar en los armarios
las hojas disecadas
Después de la renuncia
obvio la desesperación
para recobrar de tus pezones
la miel que me incita
a continuar en un eterno delirio
hasta que se extingan
las hogueras
No poseo
más que la geografía
de tus manos
las líneas secretas
que marcan el destino
Me duele tu prisa
por ocultar el primer beso
el estupor que deja tu piel
cuando roza mis pupilas
Tras los laberintos
escondo el mutismo
que me impide acechar tu morada
Olvidado el rastro de los muertos
invocamos la inmortalidad
para trascender
más allá de la simple
decadencia del amor
Embriagados por la arena
nos acercamos
al origen de la memoria
asumimos con vehemencia
los ritos de la conjura