Rubén Ackerman
Hay que volver a la página
Hay que volver la página
recuperar el gesto perdido de los ausentes
ser los redactores de epitafios
Hay que sentir más allá de nuestra precariedad
(el pan nuestro de cada día)
alzar las manos aun sin fe, resucitar a nuestros muertos
Hay que aprender a alucinar en pleno día
para poder ver lo que nadie ve
Hay que recuperar nuestra ración de fe
nuestro plato de sopa para indigentes
tenemos que convertirnos en lápida
(Está escrito en el Talmud)
para que se pueda ver en nuestras pupilas
los rostros ausentes de nuestros muertos
Hay que regresar al desierto
enmudecer en la arena
restituir el antiguo pacto entre los vivos y los muertos
Hay que volver la página.
Una pequeña oración colgada en la pared
Dame ahora la palabra
pronúnciala en silencio
casi inaudible
con tus inmensos ojos de niña
Dame la palabra que me tenga en pie
hay tanto abismo
Dame las palabras ancestrales
escribe en la pared de esta casa
enciende el mundo
Descubre el velo
Regrésame al centro.
El mensaje
Busca el mensaje que mamá dejó envuelto
en una pequeña
piedra antes de partir
búscalo en la mesa de noche, en el armario, en el piso,
detrás de las cortinas
búscalo en la basura (no vaya a ser que lo boten)
búscalo en los escombros que dejó la guerra,
entre los muertos y los sobrevivientes
búscalo en tu insomnio, en el tedio, detrás de los años
perdidos
búscalo en tu infancia, encuéntralo en tu más
antigua nana
búscalo ahora, hijo, que tú y yo somos huérfanos y
no sabemos vivir
búscalo y encuéntralo ahora que mamá partió
ahora que es imposible tanta ausencia, tanto silencio,
tanta noche.
Vendrán
Vendrán los pájaros en fuga
en septiembre
cuando las hojas caen
y la tristeza se cuelga de las ramas
Seremos pasajeros
ligeros,
alados
Partiremos con ellos en el atardecer
Volaremos sin dudas, sin desencanto
Con la melancolía de tus ojos
Con el arrebato rabioso de nuestro sueño intacto
Volaremos ya sin el pesado fardo de la vida.
Palabras del hambriento
El pan
El pan precario
El pan del exilio
El pan ácimo del desierto
El pan sin fermentar
El apresurado pan de los que parten y no llegan
El improbable pan del condenado
Del que nunca sabe
Si está
o se va
si vive
o está muerto
El pan de mis ancestros
el pan sin dios y sin mesa
amozi lehjem min a aretz
te dieron un pan inexistente para tu hambre real
te hundieron en el lodo sin pan ni dignidad
come tu pan sin esperanza, te dijeron
tienes que darlo todo hasta no ser nada
tienes que fingir, bailar con tu máscara
seguir el compás del escarnio
inventa tu rostro, marioneta,
decir buenos días
gracias
por supuesto
vivir la incertidumbre
no saber si mañana van a hornear el pan o
te van a hornear a ti
partir con tu pan sudado bajo el brazo
comer el improbable pan de los muertos de hambre
mi pequeño niño hambriento
este mundo es un error
Tu vida está en otra parte.
Transnistria
A la memoria de la abuela Raquel Vaisman
«El hombre no soporta tanta realidad»
T. S. Eliot
I
Conchas de papa para el desayuno
dos tíos muertos para el almuerzo
y oscuridad, mucha oscuridad para la cena
II
Sin casa
ni vida
el abuelo cavó un enorme hueco en el suelo para protegernos de la intemperie y dijo
vamos a dormir hasta que termine la guerra
mientras un tío muerto cavó una enorme tumba en las nubes por si el destino era aciago y dijo
vamos a dormir hasta que termine la guerra.
Papá solía levitar entre Europa y América con su ajedrez lleno de presagios y su gambito indescifrable y nos decía,
vamos a dormir hasta que termine la guerra.
Mamá cocinaba una sopa para los vivos y los muertos y guardaba en su mesa de noche los lentes de la abuela Raquel y una fotografía de mi hermana Silvia y nos decía
vamos a dormir hasta que termine la guerra.
Los acreedores llegaban puntualmente (debían mucho)
el acreedor del aire nos dejó asfixiados
el acreedor de luz nos dejó en tinieblas
el acreedor del hospital nos dejó enfermos en la calle
el acreedor de vida nos dijo que teníamos varios giros vencidos que si no creímos en dios que por lo menos nunca dudáramos de nuestras deudas.
El abuelo Isaac todos los días se olvidaba de la muerte y resucitaba a la abuela Brane y se sentaba en un café a esperar a los espectros de sus amigos muertos y nos decía
vamos a dormir hasta que termine la guerra.
La abuela Raquel siempre acunaba a los tíos muertos, mientras preparaba una sopa para indigentes pero los tíos nunca pudieron probar la sopa de la abuela porque los muertos de hambre suelen ausentarse y pierden el apetito y siempre nos dicen
Vamos a dormir hasta que termine la guerra.