José Carlos De Nóbrega
¡Qué ironía! Visité durante esta semana las Memorias de un venezolano de la decadencia de Pocaterra para infectar mi ánimo del egotismo viril y vitalista muy nuestro compartido con Rufino Blanco Fombona, Rafael de Nogales Méndez y José María Vargas Vila, en un momento de mi debilidad y desaliento localizado en la insoportable y solitaria encerrona que nos oblidga a guardar el covid-19 aquí en Valencia de San Desiderio. No quiero comparar esta prisión sin carceleros -ni Nereos Pacheco ni Macedonios Guerrero- con la experiencia penitenciaria de Pocaterra y Blanco Fombona. Mucho menos asimilar esta sensación mía de melancólico exilio interior a su Exilio político que nunca cauterizó en este par de grandes venezolanos. Me queda incrustada esta metáfora inigualable de la revolución traicionada, la del Falke, en la cabeza, el corazón, el espíritu y las tripas.
Sin embargo, desconfiando de la subcultura pavosa de las Efemérides en cápsulas para el olvido y la adicción estupidizante y recreativa, amén de los ciclos de eterno retorno histórico mal paridos a fórceps, revisitaré las memorias de Pocaterra, Blanco Fombona y de Nogales Méndez para empaparme de su muy resuelto voluntarismo y rebeldía salvajes que dignifican el gentilicio venezolano. Confieso que necesito una gran ayuda de estos y otros amigos, como el también polígrafo Nelson Guzmán con su novela «Nostalgias de la Calle Larga» poema ejemplar en prosa sobre el Falke, para sacudirme el cerco acuciante que me tienden mis circunstancias y peripecias de ciudadano anónimo que pretende sobrevivir para Vivir, pues mal vivir para sobrevivir no es más que una trampa de muerte en vida que nos tiende la Peste de ser Hombres, como bien lo diagnostica Albert Camus. Es menester empinarse cuando el despropósito de alrededor te aprieta el cuello.
Insisto: no creo en la subcultura de las Efemérides que ocupan o no la sección de entretenimiento y pasatiempos del diarismo nefasto. No importa, pues fragmentan el sentido de la misma Historia, tanto en sus metamorfosis, sus metáforas y sus accidentes. El miércoles se cumplió un año más del fracaso de la expedición libertaria y auténtica del Falke que intentó derrocar a Juan Vicente Gómez (11 de agosto de 1929). Ayer jueves leí el testimonio doloroso de José Rafael Pocaterra quien estuvo a bordo de ese barco, metáfora venezolana de la revolución traicionada. La asonada frustrada por el general Emilio Fernández, el espionaje gomecista en el exterior y los delatores que nunca faltan, me da vueltas hoy en mi cabeza.
Las «Memorias de un venezolano de la decadencia», salvo honrosas excepciones de críticos atentos y lectores muy conmovidos, sigue siendo un clásico venezolano incomprendido, mal interpretado y poco leído. Pocaterra cierra éste su libro más vivo con el episodio del Falke, soportando un silencio estoico de siete años. Luego de soportar las invectivas mezquinas de su tiempo. Por fortuna, su compañero de infortunio político e insurrecto, Don Rufino Blanco Fombona lo defendió como el duelista valeroso que siempre es con la pluma y la espada del samurái. Ese silencio de nuestro polígrafo más insigne, no fue un mero artilugio de la escritura desde el exilio, sino se fraguó en los retortijones de su estómago hambriento, las escoriaciones de su piel y el padecimiento de ver el cortejo de muertos desde la abyecta prisión política.