literatura venezolana

de hoy y de siempre

El cristal nervioso (y otros poemas)

Sep 2, 2021

Enriqueta Arvelo Larriva

El cristal nervioso

Es clara e inquieta.

Es clara e inquieta

y ahueco hoy las manos para brindarla.

¡Cuánta contienen mis manos

de esta dulce agua!

La cojo cuando ágil y naciente salta

—plena de fragancia, de frescor,  de iris—

mojando el follaje de mis ansias.

 

Vértice de mi alma, en ti nace el agua.

 

Tomad cada uno prolongado sorbo,

los que váis sedientos de un cristal nervioso.

 

Impaciencia lucen mis manos delgadas,

vaso que palpita sintiéndose colmo.

Bebed, que se apagan las burbujas pronto

y será agua muerta

el agua bullente que en las manos porto.

 

El agua está viva. ¿Tenéis sed de alma?

 

Bebed, que casi oigo

música, si acerco las manos al rostro.

El agua está viva, y es para vosotros,

los que váis sedientos de un cristal nervioso.

 

Respuesta

Te hablo, oh antena temeraria,

con la armonía de mi río profundo

y de mi lago sin copia de palmeras.

 

Quiero saber, hombre lejano que me llevaste

por una ribera muy tuya para mí desconocida,

si en un paso de insomnio

tus pájaros briosos y relucientes

picaron en las moras zumosas de mi soledad.

 

Si me sentiste allí,

en la espesura de tu bosque sumido,

como hoja soterrada,

como liana sin anillo,

como brisa curiosa

castigada en cárcel vaporosa y oscura.

 

Si me aspiraste en el último humo de la tarde

o si pasé despertándote por tu más raro amanecer.

 

Dime si le nací a tu sentir en nube de promesa

o en volcán impaciente y a punto,

o sobre  hierbas ya pardas.

 

Dime si me tomaste como canción de sueño

o como lengua de fuego en extravío dichoso,

o si sólo amaste en mí una arena apagada.

 

Quiero saber si tu pulso de fiebre

imaginó el candente lejos de mi sangre

o si fui la mancha casta de tu medianoche.

 

No sé si me invitaste a ver dolores esforzados,

a beber ráfagas de trastornados vientos,

a vivir contigo una hora noble en que luce morir.

 

¿Probaste mis panales sin destino?

¿Entraste a mi huerto de manzanas incorpóreas?

¿Quebraste la redoma de mi esencia desurcada?

¿O se rompieron en mis muros

tus suspiros magníficos?

 

Di si pensabas que te dejaba cruzar mis abismos

con embriaguez espoleante,

derramando mi ungüento en tus raíces

o que ordenaba sobre tu pecho

que fueses mi inflexible guarda en la noche de ausencia,

o que me hacía a un lado en el desfile de tus llamas.

 

Di si me entregaste con delicia

una dádiva única y tremenda

y si de mí obtuviste una espiga vacía.

Si en tu penumbra fui rosa somnolente

o a tu luz ala austera y sacudida.

 

Si mi voz, rama andante de mi vida,

se te dio como ser,

como suelto corazón cálido,

como humana viajera

que hoy regresa con sus pedazos de camino

y puede darme tu valle y tus breñales.

 

Me pediste mi distante secreto.

Da el tuyo a mi curiosa lejanía.

 

Quiero saber qué funda mi poema

en tu mar, en tu playa, en tus jardines.

 

Destino

Un oscuro impulso incendió mis bosques

¿Quién me dejó sobre las cenizas?

Andaba el viendo sin encuentros.

Emergían ecos mudos no sembrados.

Partieron el cielo pájaros sin nidos.

El último polvo nubló la frontera.

Inquieta y sumisa, me quedé en mi voz.

 

Invitación para crear una música

Vengan los barcos que aguardan la hora de salir

y la flor que pinta logradas etapas en su día.

Las fragancias gustables de los aserraderos

y los aviadores que se sientan inseguros en tierra.

Los obreros que no derrumben su domingo

y los ganados adelgazados que siguen sin descanso un rumbo húmedo.

Ven tú, si aún sigues sorprendiéndote.

Crearé una música unida

en pentagramas astillados.

 

Recepción de las palabras pobladoras

Pueblo mi soledad con tus palabras.

Palabras que no salieron de ti por darme rosado regocijo.

Palabras lanzadas para aligerar tu vuelo subterráneo.

Palabras represadas que se asilaron en mí, acertando.

Soplo de guardado huracán,

admitido en alambres, en ramajes, en banderas.

Hoy bulle mi soledad.

Me rodean y acompañan tus palabras.

Tus palabras,

hachones desnudos,

crines soleadas y a escape,

puros y fogosos fragmentos de lo inesperado que aguardé.

Soledad mía, con sed, con ánimo, indisciplinada.

Soledad que no se puebla con delicias.

Soledad codiciosa que hoy se puebla

con una latiente muchedumbre de angustia.

 

Acto y emoción de hallarte en la muerte

Cinco crecidos ríos, tapizados de sombra,

que dañaban insomnes,

pasó en violenta calma mi decidido esfuerzo.

¡Oh, mi afán de aprender tu máximo reposo!

Ni una hilacha de luto en la sala.

Las flores te colmaban como colman lo alegre;

tu hijo te veía desde su cuadro fijo;

dormías con el modo gustoso de tu siesta.

Sólo al tocar tu frente tropecé con la muerte.

Sé cómo fue mi hermana quien apretó tus párpados,

mas mis dedos sintieron cómo lo hicieron ellos:

en los ojos espléndidos de tu hija pequeña

se entrenaron mis manos para el sumo ejercicio.

 

Explicación

¿Por qué dices espinas?

Al oírlo, oh sorpresa,

vi volar unas aves extraviadas

y seguí las campánulas que se iban a la tierra

a ensamblarse en raíces invisibles.

¿Espinas? No.

Son mis graves espigas.

Espigas de mis plantas

tostadas por los soles.

Son espigas que brotan en el bien

y se baten rigentes

en función de verdad y de armonía,

acaso de ternura.

Son ásperas espigas, nunca espinas.

Y es fácil esquivarlas.

No son mudas ni guárdanse en la selva.

Son espigas que arrollan el silencio

y se dan en los claros.

 

Marcas en el espacio

Un rebaño de manchas

o brochadas sin vínculo.

La mañana les fija.

Su derivo es la noche.

¿Servirá su color

para marcar mi polvo?

¿Será gama durable

o relámpago?

 

El odio

No quiero mirar hacia ese sitio;

ahí está el odio.

Tiene los ojos curtidos

de mal fuego.

Lo esquivo.

No quiero saber siquiera

cómo hace sus incendios.

 

No quiero ver su factoría.

Le rehuyo abiertamente.

Y yo no soy su blanco.

 

Virada

En velero suelto

me di al agua llamante.

Avancé.

 

Ya avisté las aves y el gajo.

 

Ya siento la fuerte cercanía de la tierra en espera.

Soplan vientos mezclados.

Viene a la barcarola un ritmo oscuro.

Cambiaré el rumbo.

 

Cambiaré el rumbo y llevaré en el barco

la costa que no vi.

 

Vive una guerra

Vive una guerra no advenida. Guerra

con santo y seña, con la orden del día,

con partes, con palomas mensajeras.

 

Guerra pujante dentro de las vidas.

No digo en las arterias; más adentro.

Ni un estampido ni un rojor de fuego

ni humo vago dan desnudo indicio.

Mas paz de tiza la refleja entera.

 

*Óleo de Rafael Monasterios (Retrato de la esposa del pintor)
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