Juan Martins
Cuadro 2
Toda cosa muerta palpita… Todo
[la cosa, el objeto], me mostraba su rostro,
su ser interior y me revelaba su alma…
Kandinsky
[1]
11:15 pm.
Cualquier lugar de la ciudad. Nueva York. Se deja escuchar la pieza de Janis Joplin: «Cry Baby». En escena semidesnudos Batte Davis y Valentino, en actitud amorosa, centrados en una experiencia más bien sensual.
Bette Davis.—Once cuarenta y cinco minutos «pm».
Valentino.—Desahuciado.
Bette Davis.—Desocupado.
Valentino.—Desahuciado
Bette Davis.—Once cuarenta y cinco minutos pm.
Valentino.—Desanimado, desaforado.(Pausa)
Bette Davis.—Quiero vivir.
Valentino.—Para qué.
Bette Davis.—No sé.
Valentino.—Querer vivir, es una vida más.
Bette Davis.—Once cuarenta y cinco minutos.
Valentino.—Quiero tu vida.
Bette Davis.—No quiero tu piel.
Valentino.—Lo he perdido todo.
Bette Davis.—Te tengo.
Valentino.—Fuera de ti.
Bette Davis.—Desalmado.
Valentino.—Fuera de ti.
Bette Davis (Risotada).—¡Perdiste!
Valentino.—Me has hecho trampa.
Bette Davis.—Juego según las reglas.
Valentino.—Tú eres muy tramposa.
Bette Davis.—Lo aprendí de ti.
Valentino.—Quédate conmigo.
Bette Davis.—Tanto cariño me confunde (!)
Valentino.—Qué tiene de malo que te dé algo de cariño.
Bette Davis.—No es eso.
Valentino.—¿Qué entonces? ¿Te quedas?
Bette Davis.—Tengo un compromiso.
Valentino.—Siempre con tus compromisos de última hora.
Bette Davis.—¡No ahora! Tú y yo hemos hablado claro.
Valentino.—No ha sido suficiente para mí.
Bette Davis.—Por favor, Valentino.
Valentino.—Sólo quiero que me digas dónde estarás.
Bette Davis.—No es justo.
Valentino.—Digo igual.
Bette Davis.—Bésame.
(Se acarician, es una rutina sexual. Se besan.)
Valentino.—Se me pierde tu calidez.
Bette Davis.—No te pongas a estas alturas amoroso.
Valentino.—Todas las mujeres piden que las amen,
Bette Davis.—Y los hombres también.
Valentino.—en cambio, tú…
Bette Davis.—Lo hemos conversado antes.
Valentino.—Sólo dime dónde estarás.
Bette Davis.—Galería «Durbay».
Valentino.—Qué hay a esa hora.
Bette Davis.—Una exposición. En las galerías hay exposiciones.
Valentino.—Lo sé, ¿te olvidas que me conociste en la universidad?
Bette Davis.—No me gusta cuando te pones así.
Valentino.—Mejor seguimos con el juego.
Bette Davis.—Me queda poco tiempo.
Valentino.—Me gustas cuando estás cerca de mi cuerpo.
Bette Davis (Se mantiene cerca, lo sensual seguirá, quizás sin el propósito amoroso, caracterizando a la escena).—Me gustas.
Valentino.—Y tú a mí.
Bette Davis.—Comprende, me gustas en esta distancia.
Valentino.—Esto no termino de entenderlo.
Bette Davis.—Quédate tranquilo, déjame desearte.
Valentino.—Once cuarenta y cinco pm., «Durbay». ¿Qué con la pintura en todo esto?
Bette Davis.—Hago mi trabajo.
Valentino.—¿Cuando me besas haces tu trabajo?
Bette Davis.—¡No!
Valentino.—No te molestes.
Bette Davis.—¡Cómo se te ocurre?
Valentino.—Me confundes.
Bette Davis.—¿Valentino?
Valentino.—Sí, dime.
Bette Davis.—¿No te estarás enamorando de mí?
Valentino.—Te deseo.
Bette Davis.—¿Qué hora es?
Valentino.—Qué tiene que ver la hora.
Bette Davis.—Tengo que irme, ¿qué hora es?
Valentino.—Once veinticinco minutos.
Bette Davis.—Debo irme.
Valentino.—También yo.
Bette Davis.—Tú, ¿adónde vas?
Valentino.—A reunirme, como es de costumbre con Gilles Aillaud.
Bette Davis.—¿Gilles Aillaud?
Valentino.—No lo conoces. Es un pintor por cierto.
Bette Davis.—¿Ahora?
Valentino.—Sí, en la parada de la avenida «Hiroshige».
Bette Davis.—¡Qué casualidad!
Valentino.—Qué pasa (!)
Bette Davis.—Cerca de la galería «Durbay».
Valentino.—Sí, lo sé. ¿Qué con eso?
Bette Davis.—No, por nada. Pienso en voz alta.
Valentino.—Piensas mucho en voz alta, cariño.
Bette Davis (Evasiva) .—Bésame.
(Se besan esta vez apasionadamente. Hacen el amor. Hay una distancia entre ellos, sin que cuente la pasión con que lo hacen.)
Valentino.—Se nos hace tarde.
Bette Davis.—Tenemos tiempo para el juego.
Valentino.—No dependamos del juego.
Bette Davis.—Es terapéutico.
Valentino.—¿Acaso te aburre hacerme el amor?
Bette Davis.—Es divertido.
Valentino.—¿Hacerme el amor?
Bette Davis.—El juego.
Valentino.—¿Y hacerme el amor?
Bette Davis.—Todo, mi cariño.
Valentino.—¿Y el amor?
Bette Davis.—El amor es divertido.
Valentino.—No digo «el amor», sino nuestro amor.
Bette Davis.—Tú como que te estás enamorando.
(Ríen a cargadas para luego dejar venir una pausa larga.)
Valentino.—¿Te diviertes?
Bette Davis.—Se me hace tarde.
Valentino.—¿No eras tú quien quería jugar?
Bette Davis.—Todo está en un tiempo.
Valentino.—Gilles debe estar esperando.
Bette Davis.—¿Por qué dejas de abrazarme?
Valentino.—Te tienes que ir.
Bette Davis.—Pero no he dicho que dejes de abrazarme.
Valentino.—Está bien, te deseo.
Bette Davis.—¿Puedo hacerte una pregunta?
Valentino.—Sí, claro.
Bette Davis.—¿Quienes visitan la galería?
Valentino.—No sé, intelectuales, burgueses que no tienen nada qué hacer.
Bette Davis.—¿Hay jóvenes?
Valentino.—¿Vas a trabajar hoy allí o qué?
Bette Davis.—¿Te preocupa?
Valentino.—Es que esta vez me estás preguntando por jóvenes.
Bette Davis.—Tú como que te estás enamorando de mí…
Valentino.—Dime, ¿por qué te interesa esta vez que sea un joven?
Bette Davis.—Es un asunto mío.
Valentino.—También es mío.
Bette Davis (Pausa).—Háblame de la gente que visita la galería.
Valentino.—Deberías saberlo mejor que yo. Tú eres la culta.
Bette Davis.—Que estudie artes no significa que deba conocer a todo el que visita a la galería Durbay.
Valentino.—Gilles esta vez tendrá que esperar.
Bette Davis.—¡Vístete!
Valentino.—Me gustaría irme así.
Bette Davis.—Con ese bastón de extra…, entre tus piernas, te confundirán con cualquier estridente de la galería.
Valentino (Mientras busca vestirse).—¿Ves?
Bette Davis.—¿Qué?
Valentino.—Conoces a la gente que visita a la galería.
Bette Davis.—Bueno, si quieres, vete semidesnudo. Yo me maquillo, me pinto algo en el rostro. Y ya. Montamos la cómica.
Valentino.—Hacemos el ridículo.
Bette Davis.—¡Coño! Tan poco respeto tienes por las artes.
Valentino.—No es eso.
Bette Davis.—No me jodas, ¿quieres?
Valentino.—Ya vamos a empezar otra vez.
Bette Davis.—¡No dirás que he sido yo!
Valentino.—Perdóname.
Bette Davis.—Dejemos algo en claro: comparto tu habitación. Y cuando nos provoque. Lo hacemos, ¿vale?
Valentino.—¿«Provoque»? ¿Así llamas a lo nuestro?
Bette Davis.—No me fastidies.
Valentino.—Perdóname… (!)
Bette Davis.—A las tres y quince.
Valentino.—¿Tres y quince?
Bette Davis.—Sí, de la madrugada.
Valentino.—Está bien, nos vemos allí.
Bette Davis.—Eso me gusta. Sumiso mi amor.
Valentino.—Desahuciado.
Bette Davis.—Desocupado.
Valentino.—Desahuciado.
Bette Davis.—Tres y quince minutos.
Valentino.—«Bar Trus».
Bette Davis.—«Bar Trus».
Valentino.—Sí, «Bar Trus».
Bette Davis (Cambia. Pausa).—¿Irías a la galería?
Valentino.—Si quieres.
Bette Davis.—No, mejor no.
Valentino.—Lo sabía.
(Mientras que se retira como si todo aquello fuera parte de una rutina.)
Valentino.— Recuerda.
Bette Davis.— ¿Qué cosa?
Valentino.— No eres Bette Davis. Sandra, eres mi querida Sandra Luengo.
Bette Davis.— No hablemos de trabajo. Deja eso en la mierda de la comisaría.
Valentino.— Como quieras.
Bette Davis (Igual) .—No faltes.
Valentino.—Te amo.
(Oscuro)