literatura venezolana

de hoy y de siempre

«Dominar el silencio», de Gregory Zambrano

Abr 26, 2025

Por: Julio Valderrey

A Federico Zelkowicz

La poesía llama a la memoria, al recuerdo, al homenaje. No existe poesía escrita ni vivida que no traiga en sus rayos el fuego de la vida, una mirada hacia atrás, quizás hacia lo profundo, ya no al horizonte, pues allí puede estar el comienzo de lo real, posiblemente lo que nos golpea cruelmente los sentidos, como decía Ramos Sucre. También los sentidos perciben lo real y ojalá todo forme parte de la realidad: pasado, presente y futuro, tiempo y espacio, lo que conocemos o no conocemos, vemos o no vemos, y esto no sea sólo un invento del hombre para distraer o engañar a la muerte. Esa que nos sigue.

Es posible que todos nuestros actos no sean sino un homenaje a lo perecedero. La búsqueda de la transcendencia, de ser parte de lo infinito. En la vida somos mortales, en la muerte eternos. Todo incluye la memoria y el olvido que es su reverso. Todo accede al rito del iniciado. Entonces la transparencia y lo efímero del verso se llena de vida. Agarra visos luminosos y se hace eterno el poema, se toca la tierra con las imágenes y se comienza, pues «En silencio viven los recuerdos» La memoria nos lleva y vamos al encuentro. Allí no hay olvido si no recordamos a alguien por última vez. El encuentro es el poemario que lleva por título: Dominar el silencio, del poeta merideño Gregory Zambrano, publicado por Ediciones Mucuglifo. Es el cementerio que nos domina, que vemos cuando lanzamos la mirada hacia atrás. Allí quedan quienes fueron elegidos para este homenaje. Poetas que tienen algo que ver con nuestros sueños y pesadillas.

Le dice a Javier Heraud

He de entender también
que no podré reírme de la muerte

En poesía no hacemos sino recoger la palabra de donde otros la han dejado. Se trata de honrarla en la ubicaci6n del texto. Invocarla es provocarla. Hacer que esta nos recobre en su nobleza, se reivindique, que tenga su razón de ser. Es otra de las intenciones del libro-homenaje a los poetas y a la poesía. Por allí desfilan personajes de la mitología griega como Eurídice, Dido y algunos de la mitología contemporánea como Gelindo Casasola y Miyo Vestrini.

Un discurso poético cuyo referente o eje central es lo perdido. Muerte, conjunción de tiempo y espacio. Una sintaxis trabajada al lado de los féretros creando una atmósfera de dimensiones finitas de la vida, pues la muerte no está a un lado, ella nos posee, está en nosotros y quién no ha sentido la muerte del otro en nosotros. Es la hermana muerte el hilo que conduce y unifica este Universo. El leitmotiv que nos recorre y nos da una atmósfera de desarraigo y resignación

La lluvia
fría cae lentamente
sobre el campo

lo que es comunión con la vida también lo es con la muerte. La relación vida-muerte nos lleva entre las sombras; el silencio es la forma absoluta del ser. Allí el hombre va construyendo en sí mismo su desgaste, su deterioro, lo pútrido del alma. Un libro compuesto por tres estaciones, todas en la línea de silencio-muerte: Homenaje, Canción del Suicida y Elegías. Los títulos de los poemas van conformando una órbita de vacío y soledad. La nada y el silencio son elementos de referencia cotidiana, pues en este silencio recobramos parte de lo perdido. «Sólo en el silencio que hay en su propia vida vuelve a escuchar el hombre las palabras de la muerte», decía Max Picard y Gregory nos recuerda

Nada sino el festejo me queda ya
nada sino esta oscuridad
que apenas presiento
olor de eucaliptos y jazmín
un vaho a veces
y las yemas yertas que rasguñan
Lo demás son voces
distantes
sombra

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