Maigualida Pérez Paredes
I
Silencio en la sala,
silencio en el alma.
La maravilla se recrea en el espacio
dando testimonio del ser.
Las manos tantean,
los ojos exploran
y la esencia del cosmos
nos da su luz infinita.
Silencio en el alma
mientras las notas supremas
dan el tiempo
y mis pies buscan los pasos
para danzar hacia lo eterno.
Silencio en la sala
y mi pensamiento
dispara un verso
en busca de lo divino y eterno.
Acorde celestial que me conduce
a ese sendero soñado
donde lo divino
esta aquí, dentro.
III
Calima que antecede al vapor
descarnizante… degollante
y en conjunción numérica
anuncias el descalabro venidero
sin piedad ni miramientos
abalanzando agua gélida
sobre nuestras almas
para despertar todos los demonios
que en celada esperan arremeter
contra nuestros esqueletos danzantes
recubiertos de descoloridos pellejos…
Calima construida con armonías develadoras
hermosamente natural
cristalizas techos y ventanas
como estalactitas que penden
sobre nuestros deprimidos cerebros…
VII
En dos vertientes me desplazo entre lo cotidiano y desconocido.
En busca de otra frontera, en total desesperación
como el que da el último suspiro en la mar picada.
El oleaje pasea mi cerebro no dando chance a un auxilio…
No hay oportunidad para desatar nudos.
Nudos que ahogan cerebro y pecho.
En dos vertientes me desplazo.
VIII
Calima, cortina grisácea que arropa mi ciudad
y oculta el cerro que limita la pobreza
y se posa sobre los techos pareciendo hilos canosos
que adjudican data a cada vivienda
y viene la brisa en corrientes encrespadas que se la lleva
dejando mechones suaves que acarician la vista.
Fragancia a polímeros es la huella que nos marca
y cada hálito en nuestro interior desplaza en cascadas
una hoja afilada en la memoria.
X
En la memoria arrastro los pasos de la casa vieja
mientras, esta cruje desde sus cimientos…
El gallo del vecino canta
mientras el reloj dice que otra es la hora.
Persiste en enunciar el tiempo
pero éste ya no es.
El tiempo galopa en todas direcciones
para demostrar que es el dueño
del universo…
XII
Y escapo de mi cuerpo
pretendiendo rescatar lo extraviado
pero huye de mi haciendo crueles tramoyas
a mi cerebro ya cansado
de tanta incertidumbre…
Sobrevivir para luchar o andar…
Luchar para andar y sobrevivir.
Sobrevivir para escapar
en abanico de vertientes,
y confluir en el torrente sanguíneo
de un cuerpo calloso desenfocado
de angustias y soledades.
Escapo de mi cuerpo
Pretendiendo rescatar lo que huye…
XVII
Y las cosas desaparecen –o- se desplazan
en la línea temporal
abriendo el vacío a ninguna parte…
Y las lágrimas no derraman
porque se congelan a puerta de lacrimal
y el nudo de garganta no revienta
porque lo ata el corazón (va atado a corazón)…
Y los días amanecen antes
y la noche cierra temprano
y las palabras enmudecen
secando la armonía de cristal…