Gabriel Jiménez Emán
A mi amigo Ricardo Romero
Pocas personalidades literarias han contado con una carrera tan fascinante y múltiple como Aldous Huxley. Al revisar bien su trayectoria, advertimos que se trata de una figura prominente de la cultura occidental en el siglo XX, quien realizó una crítica enriquecedora a la llamada civilización occidental, abordando asuntos relevantes en el orden moral y científico, de instituciones y costumbres que han venido marcando los siglos XX y XXI tanto en sus ensayos y novelas, como en las posiciones públicas que adoptó para abordar tal cantidad de temas y preocupaciones.
Aldous Huxley proviene de familias de trayectoria intelectual; su abuelo Thomas Henry Huxley fue un biólogo famoso, así como su padre Leonard Huxley; mientras su madre Julia Arnold fue una de las primeras mujeres en estudiar en Oxford y a su vez era sobrina del reconocido poeta Mathew Arnold. Aldous tuvo tres hermanos, Julian, Trevenan y Margaret, siendo Julian, su hermano mayor, un célebre biólogo y divulgador científico. Aldous se formó en el Colegio Ethon y acarició por mucho tiempo la idea de estudiar medicina, pero desistió a causa de una lesión sufrida en su vista, una queratitis le dejó ciego por más de un año; al superar la enfermedad, escribió un libro titulado El arte de ver. Opta entonces por estudiar literatura en Oxford; mientras lo hace, su hermano Trevenan sufre una depresión severa, huye de la clínica donde se encuentra y luego se suicida. Aldous entonces decide tomar la escritura como profesión, funge como profesor en Ethon y escribe y publica dos libros de poemas.
Una obra profusa
En 1919 contrae matrimonio con Marie Nys, quien le da su único hijo, Mathew. Huxley continúa su carrera colaborando en revistas importantes de su país practicando la crítica de arte, teatro, música y libros; trabajos que serían recogidos luego en un volumen titulado Al margen (1925). Justo en estos años comienza a tomar contacto con escritores como Middleton Murry, Katherine Mansfield y David Herbert Lawrence; con éste último, Huxley traba una intensa amistad. Luego incursiona en el género del cuento con su libro Limbo (1920), al cual seguirán otros volúmenes de narraciones cortas como La envoltura humana (1922), Mi tío Spencer (1924) y Fogonazos (1930).
Decidido ya a tener la literatura como norte, se muda con su hijo y esposa a Italia, vive en Pisa y Florencia y allí escribe su primera novela: Los escándalos de Chrome (1921), obra protagonizada por un grupo de escritores esnobistas y cínicos, alojados durante una temporada en una casa de campo en Chrome, donde se entregan a interminables discusiones filosóficas y literarias. Muchos críticos han visto en esta obra una crítica de Huxley al esnobismo intelectual de su tiempo y entorno, practicado por la gran burguesía británica. La obra fue muy bien recibida por los lectores y la crítica. Después, Huxley se dispone recorrer en auto, al lado de su familia, algunas ciudades europeas, cuya experiencia quedaría luego reflejada en un volumen de crónicas y ensayos.
Nuevos libros, nuevos viajes
Sigue una segunda novela, Danza de sátiros (1923) la cual permite reconocer, desde su propio título, la flema inglesa necesaria para remover las bases de lo establecido. Sigue la obsesión por los trayectos junto a su esposa e hijo, emprendiendo un viaje a Túnez, luego a India, Singapur, Birmania, Malasia, China, Japón y Estados Unidos, recogiendo las impresiones de estos lugares en otro volumen, pero ya lleva consigo la idea de escribir una novela que sería otra de sus obras más reconocidas: Contrapunto (1928) donde nuestro escritor se propone renovar las estructuras formales del género novela usando una estructura musical, alternando acciones simultáneas y numerosos personajes que tienen pequeñas aventuras intelectuales o amorosas, donde el único suceso “fuerte” de la trama es un asesinato. Contrapunto ha sido considerada por buena parte de la crítica como la mejor novela de Huxley.
A finales de los años veinte, el matrimonio Huxley se radica en Francia, viajando siempre a Italia y España, donde nuestro escritor asiste a eventos y congresos. En una de sus casas francesas cercanas al mar, se dedica también a pintar y a recibir visitas de sus amigos. Se compromete con algunos diarios a escribir columnas críticas, mientras se prepara a acometer varios retos dentro de la ficción y el ensayo, formas que para él se asemejan en su intención de experimentar. La enorme capacidad de trabajo de Huxley se pone de manifiesto cuando labora en varios proyectos simultáneos y de manera veloz; se cree que en apenas cinco meses culmina la redacción de Un mundo feliz (1932), obra compleja de innovación científico–ficcional que comentaremos más adelante.
En su incansable errar, Huxley y su familia se desplazan hacia México, Guatemala y Honduras. A su regreso a Francia Huxley acomete la escritura de otra novela suya, Ciego en Gaza (1936) donde aborda asuntos polémicos: sexo, drogas, misticismo, alienación y manipulación ideológica, temas que se imponen en la sociedad del aquel momento. En ésta se alude simbólicamente al guerrero Sansón, cuando los filisteos se refirieron a él como a un hombre “sin ojos en Gaza”, según unos versos de John Milton. Después de atraparlo, los filisteos lo dejan ciego y lo atan a una piedra de molino, mientras Sansón se arrastra en círculos sin poder escaparse. Tal alusión la traslada Huxley al siglo XX y a su vida personal mediante un lenguaje clarísimo, que desgasta sus efectos narrativos al convertir la obra en un libro conceptual, riguroso, poblado de elucubraciones filosóficas que lo vuelven pesado. Una vez más, las conceptuaciones en la obra de nuestro autor se imponen sobre el arte ficcional, las ideas sobre la frescura del relato.
En otra novela temprana, La sonrisa de la Gioconda (1931) la acción también se reduce a unos pocos personajes en una casa, donde reside un tal Mr. Hutton, acompañando a una esposa enfermiza y caprichosa acostumbrada a tener personas a su lado que la complazcan, con visitas permanentes de médicos, enfermeras y personas del servicio. Hutton disfruta de todas las comodidades, libros, cuadros, música, bebidas, y de súbito se ve seducido por la sonrisa enigmática de una mujer que le recuerda a la Gioconda de Leonardo, y ello va generando un ambiente de pesadez, una atmósfera cargada de efectos insospechados. Un relato de la ofuscación, una narración que a mi modo de ver proyecta un ámbito enrarecido de convivencia, y éste a su vez propicia una reflexión sobre la compleja y ambigua condición humana.
En cambio, en El tiempo debe detenerse (1944) nos encontramos con la que considero la Bildungsroman de Huxley: ahí se narra la historia de un adolescente inspirador de sentimientos nobles; éste conoce al sabio librero Bruno Rontini quien lo inicia en la espiritualidad; mientras su tío Eustace lo logra en la educación profana; así la novela se presenta como una de las más frescas y poéticas de Huxley, quien sin demasiados aspavientos filosóficos o conceptuales logra, a mi entender, entregarnos la que considero una obra maestra en la tradición de las novelas de formación, desde Goethe con Las penas del joven Werher hasta Robert Musil con Las tribulaciones del estudiante Torless.
Una década más tarde, Huxley intentará en El genio y la diosa (1955) un argumento novelesco donde el doctor Henri Martens se ve contrariado por la llegada a su casa del joven científico John Rivers, quien se enamora de su esposa Katy. El viejo profesor enferma y Katy invita a su lecho al joven Rivers, y se ve afectado por el alto grado de fascinación de esta mujer, con los atributos de una diosa. La obra fue llevada al teatro y al cine en años subsiguientes. Es curioso observar cómo Huxley convierte los conflictos científicos en conflictos personales, y luego a éstos los lleva a un grado de problematicidad para ofrecer al lector reflexiones en ambas direcciones.
Caminos de espiritualidad
Al parecer, Huxley no se sentía a gusto en Inglaterra, su país natal, cuya sociedad percibía acaso como autosuficiente o snob; de ahí su búsqueda de vitalidad, paz o espiritualidad en otras culturas y regiones. Por suerte, su esposa e hijo le acompañaron en sus aventuras. Al fin, la familia decidió asentarse en Estados Unidos. El espíritu de Huxley era pacifista, mas no se engañaba con las insinuaciones de las nuevas utopías; pese a su amplitud de visión, no pudo imaginar cuan pronto se cernía una bancarrota moral sobre occidente, ante todo en Europa y Estados Unidos, donde se acrecienta más y más la voluntad belicista.
En Estados Unidos se instaura una industria del entretenimiento a través del cine, a su vez un recurso ideológico, un medio donde confluyen artes y artistas, guionistas, escritores, actores, argumentos, todo parece concentrarse en este fenómeno sin precedentes, que al mismo tiempo expresa una suerte de Babel cultural. Justo al llegar Huxley y su familia a Los Ángeles, traban amistad con actores y directores como George Cukor, Charles Chaplin y Alexander Korda, aceptando incluso la oferta de escribir un guión en co-autoría con Jane Murfin y Helen Jerome, para un filme basado en la conocida novela de Jane Austen Orgullo y prejuicio. También, de sus nexos con el séptimo arte surge su novela Viejo muere el cisne (1939), fábula moral donde con mordacidad nuestro autor pone en escena a un millonario estadounidense, quien contrata a un periodista inglés para que le ordene unos manuscritos, mientras un médico se entrega al insólito proyecto de prolongar artificialmente la existencia humana. Todo ello viene a complementar la visión distópica de la vida que tanto obsesionó a Huxley.
Luego de atravesar una serie de experiencias vitales e intelectuales, Huxley se acerca al pensamiento místico. Más que “pensamiento” pudiera decirse “experiencia”, en un sentido de liberación de fuertes ataduras de la civilización occidental en lo referente a consumo, lujuria, codicia, guerra, ideología, alienación por sustancias y fármacos. Huxley y otros escritores como Herman Hesse también vislumbraron en el misticismo una salida como una verdadera espiritualidad. De hecho, desde 1941 Huxley participa con Christopher Isherwood en la Sociedad Vedanta de Los Ángeles, donde conoce a Swami Prabbavanda, un gurú que le inicia a una lectura profunda de El Libro de los Muertos, de donde surge su libro de reflexión por antonomasia: La filosofía perenne(1945). Aclaremos aquí que la construcción “filosofía perenne” no es original de Huxley; más bien está relacionada con la filosofía oriental espiritualista, la cual dio origen al término y concepto de perennalismo donde se dan cita una serie de ideas relacionadas a una escuela de pensamiento, basada en una espiritualidad recurrente, de motivos comunes en todas las religiones, e insisten en las tradiciones místicas de cualquier época o cultura, compartiendo verdades similares y desarrollando sus conocimientos, más allá de los bloques históricos de la filosofía occidental. Se han citado las fuentes del neoplatonismo y su idea de Unidad.
También se han citado para el perennalismo antecedentes en Leibniz, cuando este filósofo –que fue talvez la mentalidad más cósmica de la filosofía europea– señala que el pensamiento trascendente se ubica más allá de las categorías argumentativas; más bien muestra un espíritu de unidades o divinidades más allá del mundo material. No se trata aquí de disciplinas, sino de necesidades internas que tienen que ver con una psiquis o una ética, llámesele gnosis, intuición o hermenéutica. Todo ello es invocado por Aldous Huxley en este libro, donde se refiere a múltiples fuentes como las platónicas, aristotélicas o escolásticas, así como a las concepciones hindúes del Sanatana Dharma, norma eterna e inmutable. También es muy conocida la cercanía de Huxley con el filósofo hindú Jiddu Krishnamurti.
Esta breve reseña desea indicar el temperamento inquieto y polifónico del escritor, su incesante espíritu de rebelión frente a un medio que insiste en imponerle normas y reglas. Nuestro escritor va conociendo la mentalidad tecnocrática de occidente; lo que se advierte en varias de sus obras es, entre otras cosas, una crítica al conformismo burgués, a la elementalidad de la clase media y a la manipulación médico-farmacológica de la industria, a fin de mantener a una población adormecida, lista a consumir mensajes fáciles y placeres instantáneos. No olvidemos que nuestro novelista y su familia se hallan en medio de una guerra mundial, se desplazan por varios países precisamente en busca de más libertad y de otras experiencias donde puedan hallar ideas nuevas, otras posibilidades de comprender el mundo, más allá de los estrictos parámetros académicos o sociales de occidente, y éstos bien podrían anidar en la espiritualidad hinduista, donde finalmente se refugió. En su novela—ensayo ya citada Ciego en Gaza(1936) Huxley desarrolla el conflicto entre lo intelectual y lo sensual mediante una mirada escéptica al mundo que le rodea; de hecho, la forma del ensayo es la que más practica hacia el final de su vida, al punto de considerarse a sí mismo un ensayista que novela. Otros volúmenes suyos de ensayo son El árbol de olivo y otros ensayos(1936), Música en la noche (1931), Fines y medios(1937), Las puertas de la percepción (1954), Arte, amor y todo lo demás(1925), Cielo e infierno (1954), Ciencia, libertad y paz (1946). Mientras en la forma de la novela también destacan Mono y esencia(1946), La sonrisa de la Gioconda (1948) y Los demonios de Loudun (1952), ésta última escrita en plena “caza de brujas”, es decir de comunistas, durante el ejercicio político del senador estadounidense Joseph McCarty.
Mono y esencia, por ejemplo, es otra de las novelas donde su autor nos ofrece una aventura de experimentación, al jugar con técnicas cinematográficas para invitar al lector a una suerte de tablero de posibilidades, y así enfrentarnos al origen y al futuro de la especie humana desde un punto de vista evolutivo, suerte de rompecabezas donde se invita al lector a interactuar con la trama movible del libro; de seguro Julio Cortázar debe haberla leído con fruición, pero nunca declaró su influjo.
Drogas alucinantes
Una de las facetas conocidas de Huxley fue la experimentación controlada con drogas alucinantes. a partir de la década de los cincuentas. Para entonces, la mezcalina y el ácido lisérgico eran usados para tratar la esquizofrenia. Huxley traba amistad con el doctor Humprey Osmond. Bajo la supervisión de este médico, Huxley decide probar con las posibilidades perceptivas de la mente; para luego narrarlas en su obra Las puertas de la percepción; allí se adentra en los efectos del LSD, experiencia que completó en otra obra suya, Cielo e infierno donde se esfuerza por hacer síntesis acerca de las nociones de religión, arte y ciencia bajo los efectos de estas drogas, justo para conocer cómo actuaban estas sustancias en el cerebro y la sensibilidad humana, justo cuando el consumo de drogas ilícitas como la heroína, cocaína, marihuana y alcohol son utilizadas por las personas para “salirse” de la realidad normal, a la vez que comercian con éstas para hacer negocios o constituir Estados paralelos o Narcoestados.
Justamente en los años sesentas, ya reseñados estos libros de Huxley, entramos en las nuevas expresiones de la cultura popular como el jazz, el rock y el pop, la cultura beat (Ginsberg, Kerouac, Corso, Ferlinghetti, etc.) y camp, la nouvelle vague o nueva ola y la psicodelia; sobre todo la psicodelia como método de evasión benigna, cuya respuesta colectiva en Estados Unidos fue el gran Festival de Woodstock en 1969. Recordemos al cuarteto musical británico The Beatles como protagonista de la cultura psicodélica, así como Pink Floyd, Rolling Stones y tantos otros grupos musicales que impactaron en las generaciones jóvenes de entonces. En efecto, algunos críticos han descrito el desenvolvimiento de la obra de Huxley partiendo de un nihilismo pesimista que pudiera derivar en un teísmo humanista; es decir, desde un escepticismo social en decadencia, hasta un período místico donde se cumpliría un pensamiento cercano a las filosofías orientales.
Acerca del accidente que en su juventud sufrió Huxley al ser despojado de la visión en ambos ojos a causa de una enfermedad, el escritor, se tomó este acontecimiento con un humor tan generador, que le permitió decir:
“La providencia es a veces bondadosa, aun cuando parece ser despiadada. Mi ceguera temporal me impidió convertirme en un gentleman del tipo de escuela católica inglesa, y al mismo tiempo me preservó de convertirme en médico, por lo cual me siento igualmente agradecido, porque considerando que casi desfallecí de exceso de trabajo como periodista, sin duda habría perecido indefectiblemente en el ejercicio de la profesión mucho más extenuante de la medicina. Por otra parte, echo de menos la preparación científica que mi ceguera me hizo perder, ya que resulta ridículo vivir en el siglo XX equipado con una elegante preparación literaria, que hubiera sido muy elegante para el siglo XVII.”
Apenas recupera su visión, Huxley ingresa a Oxford a estudiar literatura, donde además de leer autores ingleses, revisa a franceses, simbolistas y parnasianos, especialmente a Mallarmé, Baudelaire, Laforgue y Anatole France; éste último le influye en su juventud. Como casi todos los escritores de esta época, Huxley sufre los estragos de la guerra; y como ya anotamos, decide marchar con su familia a otros países, y ejercer varios oficios. Justamente, su obra revela una serie de preocupaciones psicológicas y culturales que lo señalan como a una mente lúcida y visionaria, sobre todo cuando pensamos en las críticas pertinentes acerca de la ciencia y el poder tecnocrático, para luego ingresar al terreno de la Ciencia Ficción, que contaría pronto con representantes conspicuos.
Brave new world
“Las manecillas de los cuatro mil relojes eléctricos de las cuatro mil salas del Centro de Bloomsbury señalaban las dos y veintisiete. “Esta colmena” como tanto le gustaba denominarla al Director, se hallaba en pleno zumbido de trabajo. Todos estaban ocupados, todos en ordenado movimiento. Bajo los microscopios, sacudiendo furiosamente su larga cola, los espermatozoides abríanse camino, horadando de cabeza los óvulos, y los óvulos ya fecundados se dilataban, se dividían, o si eran bokanowskyficados, retoñaban y estallaban en poblaciones enteras de distintos embriones. Desde la Sala de Predestinación Social, los montacargas bajaban zumbando a los sótanos, y allí, en la rojiza penumbra, sazonándose al calor de su capa de peritoneo, y atiborrada de sangre artificial y de hormonas, crecían y crecían los fetos o bien, envenenados languidecían en una encanijada epsilonez. Con un leve zumbido, y un ruido ligero, los portabases recorrían de un modo imperceptible durante varias semanas todas las edades del pasado en abreviatura, hasta que en la Sala de Decantación, los recién desenvasados bebés lanzaban su primer vagido de horror y pasmo.”
(Un mundo feliz, inicio del Capítulo 10)
Un mundo feliz se tiene como uno de los clásicos de esta modalidad literaria que pertenece estrictamente al siglo XX, pues dentro de esta centuria cumple una profunda gestación, al converger con una tecnología aplicada que ofrece una diversidad de matices, géneros y subgéneros como nunca antes lo había hecho, asunto que intenté mostrar en mi antología Noticias del futuro.[1]. Muchos estudiosos han considerado que 1984 de George Orwell y Un mundo Feliz de Huxley constituyen dos polos de representatividad en cuanto a modalidades críticas del poder, que han adoptado quienes dirigen las instituciones y mecanismos de funcionamiento de las sociedades en el siglo XX, y lo que éstas pudieran implicar en siglos venideros, en cuanto a dominio de masas mediante tecnología de punta, fármacos y artefactos. He dedicado un ensayo de acercamiento a la obra de Orwell 1984[2], y ahora intentaré hacer algo similar y de un modo sumario con Un mundo feliz.
La concepción de Huxley en esta novela está signada por una voluntad de describir la sociedad en el año 2500, en un mundo concebido bajo las normas del absolutismo científico, donde los comportamientos de los seres humanos en la sociedad están predeterminados por castas de científicos especialistas en manipular emociones, deseos y de evitarle al ser humano todo tipo de sufrimientos o angustias, mediante unas drogas tranquilizantes llamadas Somas. Todo ello a fin de anular los llamados sentimientos “negativos”: depresión, tristeza, abatimiento, melancolía… y así alcanzar una suerte de alegría estática, suprimiendo, por ejemplo, libros e incluso eliminando los sistemas políticos conocidos, generando más bien estamentos sociales departamentalizados, el uso de clonación, alentando la promiscuidad y la alegría a través de la posesión de objetos como el automóvil (Henry Ford aparecerá aquí como un símbolo de poder) y el uso libre de pastillas y medicamentos gratuitos.
Entre los personajes de esta novela se encuentran Bernard Marx (Alfa), Lenina Crowne (Beta), Linda y John El Salvaje. A lo largo de la obra asistimos a la creación de laboratorios, departamentos, salas, equipadores y registradores; Sala de Envasado, Sala de Equipación Social, donde se llevan a cabo experimentos de trasplantes de óvulos, embriones, incubadoras y una serie de experimentos que generan una jerga particular especialmente inventada por el novelista para su obra, con lo cual se convierte en uno de los primeros en crear un slang propio, seguidos luego por Orwell en la novela ya citada y también por Anthony Burgess en su obra maestra La naranja mecánica, magistralmente llevada al cine por Stanley Kubrick, donde se crea una jerga propia del vulgo o vulgar para ironizar el lenguaje oficial del poder, su refinamiento hipócrita.
Paréntesis sobre cine-ficción
El siglo XX asistió al nacimiento del cine de ciencia ficción, inicialmente basado en obras de Julio Verne y H.G. Wells, para luego tomar argumentos de historietas populares de Estados Unidos y Europa repletas de ovnis, platillos voladores y extraterrestres. Luego fue dando paso a otros géneros y sub-géneros donde la ciencia ficción se mezcló al horror y a lo macabro. Con el apogeo de la tecnología y los efectos especiales, el cine alcanzó un auge impresionante, extrayendo buena parte de sus argumentos de novelas clásicas como Frankenstein –la obra fundadora de Mary Shelley– para avanzar durante todo el siglo hacia innumerables tramas que lo enriquecieran.
Si obras consideradas clásicas del cine de ciencia ficción como 1984 de Orwell (dir. Michael Radford, 1984), La naranja mecánica, de Anthony Burgess (dir. Stanley Kubrick, 1971), Odisea del espacio 2001 de Arthur Clarke (dir. Stanley Kubrick,1968), o Fahrenheit 451 de Ray Bradbury (dir. François Truffaut, 1966) han merecido versiones fílmicas de altura consideradas clásicos, ello no ha ocurrido con Un mundo feliz que ha debido conformarse con versiones más débiles o discretas, que pasaremos a observar brevemente.
Un mundo feliz mereció una primera versión llevada a cabo en 1980 de las manos del realizador inglés Burt Brinkerhoff en formato de televisión, con un buen guión y unos decorados futuristas acartonados, buenas actuaciones, excelentes diálogos y una fotografía plana; obra muy extensa; a medida que se desenvuelve la trama va cobrando fuerza, hasta que advertimos cómo los acontecimientos tienen movilidad narrativa concretamente desde la aparición del personaje John El Salvaje (int. Christopher Tabori) y Fanny Crowne (int. por Julia Cobb) con el respectivo enamoramiento entre ambos; muy complicado debido a culpas morales de naturaleza insólita, donde también se encuentra implicada la madre de John, Linda Lisensky (int. Julie Cobb), quienes forman parte de una historia donde un grupo de científicos operan desde unidades tecnológicas comandadas por Bernard Marx (int. Bud Cord), yThomas Grandbell (int. Keir Dullea). Por cierto, el actor Keir Dullea se hizo célebre en los años sesentas por ser uno de los protagonistas del clásico de Stanley Kubrick 2001 Odisea del espacio, quien cumplió 88 años en 2024.
Bernard Marx y su grupo llevan sus acciones hasta los límites mediante acciones cortas, diálogos extensos y una fotografía plana; sólo al final del film notamos algunas tomas en el lugar donde se le permitió a John El Salvaje ir a vivir de manera natural (habitaba anteriormente en una reserva de salvajes mantenida por el sistema) donde podía valerse por sí mismo y llevar a cabo labores artesanales; sin embargo, el lugar es invadido por hordas de visitantes cada cierto tiempo, donde lo van a contemplar como si fuese una curiosidad turística, la reliquia de una antigua civilización. Su amante Lena va a visitarlo en una ocasión; justo esa vez ella fue obligada a alejarse de él junto a la multitud que le acompañaba, al ser rociados todos por un gas de Somas que los hacen desfallecer. Lena se aleja de la multitud, intoxicada por el gas, y se desmaya; él la ve tendida en la grama y trata de despertarla sin lograrlo, la cree muerta; entonces va a su cabaña y se ahorca de una viga del techo. Antes de hacerlo, ha repetido líneas poéticas de su escritor de cabecera, William Shakespeare. Por cierto, los libros aparecen aquí por casualidad, como rarezas de un borroso pasado.
Una segunda versión fílmica de esta novela estuvo a cargo de los directores Leslie Libmann y Larry Williams Brave New World (1998) con un elenco de actores encarnando a Mustafa Mond (int. Leonard Nimoy), Bernard Marx (int. Peter Gallagher), John Cooper El Salvaje (int. Tim Guinee), Lenina Crowne (int. Sally Kirkland), Henry Foster (int. Patrick J. Dancy). En esta cinta parece ocurrir lo opuesto de la cinta anterior: clara identidad de cada personaje, acción veloz, brevedad temporal para las escenas (sin dar mucho tiempo a los actores a desarrollar sus roles), buena fotografía, actuaciones aceptables y una no muy afortunada dirección artística y epocal (en una de las escenas alguien responde a una llamada usando un teléfono de cables alámbricos, en pleno siglo veintiocho) en la cual no se logra transmitir la atmósfera tecnológica de avanzada, mientras los diálogos son tan volátiles que no dan tiempo al espectador a procesar mentalmente las nociones surgidas de ese Nuevo Mundo Valiente o donde se producen. Aun así, el filme transcurre mediante una narración clara de los hechos, pero carente de suficiente profundidad psicológica o existencial de éstos, habitantes de una sociedad ultra organizada. Por ejemplo, impresiona ver en los minutos finales del filme cómo los directores Libbmann y Williams se apresuran a rematar el film con situaciones inventadas, irrespetando los detalles que llevaron al autor de la novela a reflexionar sobre estos delicados temas; en este caso se aventuraron a inventarle un final a la trama, al hacer coincidir –después de la muerte de John El Salvaje– a Lenina Crowne con Bernard Marx, quienes renuncian al proceso civilizatorio y regresan a vivir una vida natural con un hijo que esperan (recordemos que en esa sociedad los hijos no son productos de una convivencia matrimonial); los vemos a ambos libres en un futuro, abrazando a su bebé frente al mar, felices.
Pero volvamos al libro. Al inicio de éste vemos a un grupo de estudiantes visitando un Centro de Incubación y Condicionamiento en Londres, donde el director de la fábrica les explica cómo se va a conformar la población desde que es creada, a través de la incubación genética, para luego ser adaptada a la sociedad de acuerdo a sus niveles de inteligencia, desde el nivel Alfa hasta el nivel Epsilon. Para entonces, el viejo mundo ya había sido devastado por una gran guerra. El novelista va describiendo de modo detallado cómo se desarrolla el funcionamiento de esa nueva sociedad en el año 2500.
En la segunda parte de la obra, Bernard Marx y Lenina Crowne (cuyos nombres parodian a Karl Marx y Vladimir Lenin de manera curiosa, según algunos críticos) visitan una Reserva Salvaje cuyos habitantes inferiores dan cabida a otro personaje llamado John El Salvaje que antes había sido concebido por ciudadanos del Estado Mundial (World State, similar en su nombre al Estado Global de la actualidad en 2024) y por lo tanto se trata de un ciudadano culto. Entonces deciden llevar a John Cooper, el Salvaje al Estado Mundial, donde empiezan a develarse aspectos débiles de una sociedad que, hasta ese momento, era considerada perfecta, pues aspira a la felicidad completa de sus ciudadanos: no hay guerra, no hay pobreza, las personas son saludables y la tecnología les permite siempre estar en forma.
El Estado Mundial se ha encargado de aplicar medidas para suprimir la noción de familia, y ello permite imaginar o crear nociones extrañas, tales como las desprendidas de las artes, la filosofía o la literatura. El objeto principal del Estado Mundial es crear estabilidad, estandarizando a los seres humanos como productos, generando así un sentimiento profundo de servir al Estado que les protege. ¿Cómo lograr esto? Con un aparato de propaganda ideológica, realizando grandes campañas y encuestas patrocinadas por gobiernos. De este modo, se estandariza lo humano como producto. También de aquí surgirá la noción de servir a ese Estado para evitar la persecución y las fricciones que pudiera haber entre clases sociales. Se crean entonces los llamados “Proyectos Manhattan” mediante encuestas patrocinadas por gobiernos, con la cooperación de políticos y científicos. En este sentido, el Estado Mundial promueve sus modelos para uniformar el hacer humano, y así mantener un Estado Utópico feliz
Tales modelos son: condicionamiento de los niños a través de procedimientos avanzados de sugestión; una técnica llamada Hipnopedia de educación durante el sueño para inculcar a la población ideas y aprendizajes mientras el niño duerme. Después, desarrollar un sistema científico de castas basado en las distintas clases sociales, para ir previendo con tiempo el lugar más indicado de cada individuo dentro de una jerarquía social y económica de cinco tipos:
- Alfa. Los más inteligentes de la élite, son quienes toman las decisiones más importantes.
- Los Betas, fungen de Ejecutivos Administradores.
- Los Gammas, o empleados subalternos habilidosos.
- Los Deltas. serían los empleados de los Gammas.
- Los Epsilons, u obreros dedicados a trabajos duros y pesados.
A ello se agrega el ya mencionado Soma en cápsulas, cuya sustancia se utiliza para aminorar los sentimientos álgidos, evitar la melancolía o la tristeza, pero sin producir efectos secundarios, o permitir las frustraciones o emociones negativas. Se presenta como un avance medicamentoso para evitar que el individuo se enfrente a problemas reales o naturales. Finalmente, tendríamos un método de Eugenesia, centrado en la creación de seres humanos in vitro, a objeto de evitar posibles errores, eliminando genes no deseados. En fin, perfeccionar la especie humana, logrando conformar individuos totalmente satisfechos.
Tales son los elementos esquemáticos de esta novela. A partir de éstos, se desarrollarían las interrogantes derivadas de tales sistemas sociales, ya visibles durante el siglo XXI, cuya lista es extensamente constatable: consumismo, individualismo, belicismo, egoísmo, narcisismo, maquinismo, sustitución de amor por placer y solidaridad por competitividad; trabajo manual y artesanal por maquinismo, burocracia mundial eficaz, autocracia, bancocracia, partidocracia, inoculación de virus letales a nivel mundial y venta masiva de vacunas como negocio global, dictaduras pasivas disfrazadas de democracia, contaminación ambiental globalizada (fenómeno aun no visto antes), genocidios transmitidos por televisión y, recientemente, uso de la Inteligencia Artificial como sustituto de la Inteligencia Humana, con el riesgo implícito de que ésta última termine tomando el control del planeta en un futuro no muy lejano.
Mundo feliz revisitado
Aldous Huxley hizo una enmienda –o acotación, según se lo vea— a su magistral novela bajo el título de Nueva visita a un mundo feliz (1932) que a mi parecer resultó ser un tanto rebuscada o forzada, pues las obras ya están escritas y cotejadas con su tiempo y se defienden por si solas; ya casi ni siquiera pertenecen a sus autores, pues se convierten en patrimonios públicos y son los propios lectores quienes deben realizar las críticas. La autocrítica de Huxley es sobre todo de naturaleza temporal, argumentando creer que sus visiones se podían cumplir en las próximas décadas, pero no ocurrieron ni siquiera al final del siglo XX; aun cuando sí acierta en cuanto al asunto de la libertad individual, y como ésta última “pierde vigencia ante una deshumanización paulatina y sin solución”.
En el nuevo catálogo que Huxley realiza a comienzos de los años cincuenta, se hallan los siguientes elementos: el exceso de población y organización; la propaganda en la democracia y la dictadura; el arte de vender; el lavado de cerebros, la persuasión subconsciente a través de químicos: la educación para la “libertad” y la Hipnopedia que, como dijimos, consiste en el proceso de aprendizaje a través del sueño al que pueden optar los individuos durante la niñez: también, los métodos de manipulación basados en la repetición de opiniones con frases cortas y memorizables, que los científicos pueden grabar en el cerebro de los niños al nacer.
Asimismo, se ha venido hablando desde las primeras décadas del siglo XXI de un “nuevo orden mundial” propiciado por las grandes corporaciones, la bancocracia, el Estado Profundo (Deep State) y los fondos de activos con intereses que asignan el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, elementos que concuerdan con muchos de los aspectos señalados por Huxley en sus obras.
La inevitable cercanía de Orwell
Al mismo tiempo, nuestro escritor realizará una interesante acotación acerca de la espléndida y escalofriante novela de George Orwell 1984 (1949) donde su colega británico realiza una crítica del poder autoritario o totalitario, en cuyo seno se somete a los ciudadanos al lavado de cerebros, a métodos coercitivos de persuasión y a torturas físicas, para hacerles perder el juicio y despojarlos de su libertad individual, mediante la Hipnopedia. En su propuesta final sobre la educación, Huxley nos dice que deberíamos intentar educarnos al margen de la gran empresa o el gran mercado, ejerciendo en lo posible la caridad, la compasión y por supuesto el amor; pero también aclarando que, sin la inteligencia, el amor no es posible. Al mismo tiempo nos propone que sería bueno tratar de organizarnos en cooperativas o comunidades obreras pequeñas, al margen de las grandes corporaciones, para así lograr una sociedad mejor, una sociedad sin Estado.
Cartas entre dos distopistas
En una carta de Huxley a Orwell fechada en 1949, éste expresó su desacuerdo acerca del extremo castigo presente en la novela 1984, donde contrasta la visión de ambas novelas y anota:
“La filosofía de la minoría gobernante en 1984 es un sadismo que ha sido llevado a una conclusión lógica, llegando más allá de lo sexual, y negándolo. Que en la actualidad la política de la bota en la cara, pueda seguir imponiéndose indefinidamente parece dudoso. Lo que yo creo es que la oligarquía privilegiada encontrará maneras menos arduas y derrochadoras de gobernar y satisfacer su codicia de poder, y tales maneras recordarán a las que se describían en “Un mundo feliz” (…) En la siguiente generación los gobernantes del mundo descubrirán que los condicionamientos de la infancia y de la narco-hipnosis son más eficaces como instrumentos de gobierno que las porras y las cárceles, y que el ansia de poder puede ser completamente más satisfecha mediante el acto de convencer a la gente que debe amar su propia servidumbre, que pateándola y flagelándola para que obedezcan.”
En verdad creo que a la larga la razón la lleva Huxley, si hemos de atenernos a lo que conocemos hoy como guerra cognitiva, propalada por los medios masivos de comunicación llamados ahora “redes sociales”, con efectos más lentos y eficaces sobre la población que las posibles dictaduras de generales déspotas. En cambio, los procesos alienatorios suministrados bajo la repetición obsesiva de un dato falso para hacerlo verídico (fake new), termina siendo más brutalmente cierta que en cualquier otra novela que se haya escrito sobre el tema, pero Un mundo feliz la aventaja en el momento de mirar al futuro en siglos venideros. Por lo demás, me parece improcedente comparar ambas obras en cuanto a su campo de visión, o en el lenguaje utilizado.
Aldous Huxley no sólo logró forjar en esta novela una de las distopías modernas más notables y polémicas, sino también realizar un ejercicio notable de inteligencia sensible, de humanismo y espiritualidad, que le consagran como uno de los escritores notables del siglo donde vivió, y al cual ofreció un legado sensible y visionario que aún sigue vigente.
Apreciemos otro de los momentos de la obra.
“La puerta estaba entreabierta, entraron.
–¡John!
Del cuarto de baño vino un ruido desagradable y característico.
–¿Te pasa algo? –gritó Helmholst.
No hubo respuesta. El ruido desagradable se repitió otras dos veces, nuevo silencio. Luego, con un clic metálico, la puerta del cuarto de baño se abrió, y muy pálido, apareció El Salvaje.
–¡Qué mala cara tienes, John! –exclamó Herlmholst solícitamente.
–¿Te ha sentado mal algo que has comido? –preguntó Bernard.
El Salvaje asintió con la cabeza.
–He comido civilización.
–¿Qué?
–Me ha envenenado, estaba manchado. –Y entonces, agregó en voz más baja, -He comido mi propio pecado.
–Bueno, pero ¿qué exactamente?… Quiero decir, ahora…
–Ahora ya estoy purificado –dijo El Salvaje. He bebido mostaza en agua tibia.
Los otros le miramos pasmados.
–¿Quieres decir que lo has hecho a propósito? –preguntó Bernard.
Así se purifican siempre los indios. Sentóse, y suspirando, se pasó la mano por la frente. –Quiero descansar un momento. —dijo. –Estoy algo cansado.
–Bueno, no me sorprende –dijo Helmboltz. Y tras un silencio:
–Venimos a decirte adiós –prosiguió en otro tono. –Seguimos mañana por la mañana.
(Un mundo feliz, Primer párrafo del último capítulo, 18)
La isla (1962) es la última de las novelas editadas en vida de Huxley. Narra la aventura de Will Farnaby, un periodista soñador que va de visita a una isla llamada Pala a averiguar el origen de ésta, que había sido fundada por un doctor escocés en el siglo diecinueve. Al llegar a la isla, se dispone a compartir con un rajá que profesa la religión budista Mayahana, con la idea de crear allí una sociedad donde puedan prosperar las mejores ideas de oriente y occidente, y así lograr la creación de una sociedad libre de la industrialización, propiciando un espacio favorable a la meditación y la contemplación, frente a una tecnología desbordada; y a la vez sea posible perfeccionar la ciencia moderna y su tecnología.
Huxley regresa al viejo mito de las utopías del Renacimiento inaugurado por Tomás Moro, partiendo de su isla originaria Utopía, de ese “lugar en ninguna parte” que en verdad fue inspirado por la terra incognita del nuevo mundo americano, tan anhelado por quienes buscamos salidas dignas al terrible caos que vive actualmente la civilización. Huxley no obtuvo un real éxito entre los lectores que esperaba para esta obra postrera, quizá debido al estilo analítico que empleó, el cual posiblemente fatigó a los lectores y no consiguió el éxito esperado. Huxley, en el fondo, estaba aferrado a esa esperanza de redimir nuestra sociedad y nuestra historia.
Es sabido que momentos antes de fallecer (un 22 de noviembre del año 1963, el mismo día del asesinato de J F Kennedy), Aldous Huxley llamó a su esposa Laura para pedirle le suministrara una dosis de LSD y ella le complació, pudiendo apreciar Laura, pocos instantes después, cómo su marido, en medio de una expresión de sereno éxtasis, abandonaba este mundo.
NOTAS
[1] Jiménez Emán, Gabriel, Noticias del futuro. Clásicos literarios de la ciencia ficción, Dos tomos, Fundación Editorial El perro y La rana, Caracas, 2019.
[2] Jiménez Emán, Gabriel, “La advertencia antitotalitaria de George Orwell”, Letralia, Revista Digital electrónica, Lunes, 15 de octubre de 2018.