literatura venezolana

de hoy y de siempre

Prueba de Sonido

Jun 29, 2025

José Manuel López D’ Jesús

El ensayo estaba pautado para las 3 de la tarde. Aldo comía mientras observaba las partituras. De pronto, se fue la luz. Aldo maldijo. No podía ver las partituras. Salió a la calle, junto con su guitarra y el atril. Las personas comenzaron a hacer una fila, corría el rumor de que el gas llegaría.

En eso, unos motorizados robaron su guitarra y el atril. Desesperado, corrió tras ellos gritando que los detuvieran, llamando a la policía con sus gritos, por si había alguno por allí que lo ayudara a recuperar sus intocables instrumentos.

-¡Salí de mi casa y me robaron mi guitarra y las partituras. Yo tengo un concierto esta noche!- les decía cuando hablaba con la policía por teléfono.

-¿Cuántos tipos son?

– Dos.               

Aldo sudaba frío, sus manos no distinguían la textura entre una piedra y una guitarra. Necesitaba su instrumento y las partituras para el concierto que daría a las 9pm en la pausa. Mientras esperaba, recordó la vez que lo detuvieron por llevar ganya. En esa oportunidad, le registraron todo lo que tenía, y le quitaron el bolso más el dinero que cargaba en la billetera. Afortunadamente en aquel entonces le devolvieron todas sus pertenencias.

Pero ahora, uno de los policías al ver la partitura preguntó: 

 -¿Usted solo toca cuando tiene las partituras?

 -Sí, pasé años estudiando en conservatorios, recibiendo clases particulares y a estas alturas tocar sin  ellas es prácticamente imposible. Es como aprender desde cero,  una dinámica que es tu hábito, un ejercicio, tal vez una tendencia obsesiva que conduce a la ansiedad.

La ansiedad lo carcomía. Iba camino a la casilla policial, esa donde estuvo detenido hace tiempo, para asegurarse de que su instrumento le sería devuelto. Le pareció algo irónico volver al mismo sitio donde lo retuvieron y estuvieron a punto de quitarle la misma guitarra que ahora había perdido.

– Por favor señores agentes les dejo la tablet, el smartphone y el morral, pero necesito mis partituras -Aldo suplicó aquella vez -el repertorio tiene treinta canciones, en mi grupo los Amaters  hacemos tres sets de diez canciones cada uno y ni loco me las aprendo todas de memoria, solo me sé de memoria las que me gustan.

Los policías, con tono burlón le dicen:

 -¿Ciudadano usted toca la canción de Maluma con Shakira?

-No.

-¿Y, despacito?. –

-Toque alguna de esas dos y las partituras aparecen  – le dijo otro riéndose.

Aldo sentía impotencia.

-Y  una canción de Pastor López ¿se sabe? A nosotros nos dolió mucho su muerte el pasado mes de mayo. Golpe con golpe yo pago, beso con beso devuelvo. Tóquese esa pues.

-Me sé cuando pase el temblor, pasajera en trance

-¿Y esas son de quienes?

-Eso es rock,                                                                                   

-Ahh ya. ¿Los que usan el pelo como las mujeres, tienen zarcillos y tatuajes? Aquí en la celda, hay un chamo rockero que cayó preso por robarse una batería.  Él dice que un jíbaro le estaba ofreciendo una buena cantidad de dinero para vender y olerse la cocaína.

-Ah sí. Sé de quién hablan. Enki fue un pana que tocó conmigo hace varios años atrás. Algo parecido me sucedió. Un día después del ensayo se robó el paral del hi hat. Entonces, me dijo que el paral se lo habían llevado los de la otra banda a la que yo alquilaba mi estudio. Llamé a otro integrante de la banda, y me dijo que cuando él uso la batería el paral no estaba. Tenía que reclamarle a Enki, pero yo pensé que me iba a caer a coñazos… en fin que él me vendió el mismo paral que me había robado, y al final lo terminamos echando de la banda  Porque ustedes saben señores agentes que una banda es como tener una jeva y si no le tienen confianza, pierden.

En plena conversación con los policías Aldo escuchó que lo llamaba Sergio, su hermano que se enteró de que lo habían encanado. Fue entonces que cayó en cuenta de que había pasado mucho tiempo. El oficial de guardia le dijo que habían recuperado sus instrumentos y las demás cosas. Al mirar a su alrededor, dentro de la oficina policial vio a unos cuantos oficiales con mal aspecto. Pensó con tristeza que para ser policía primero se debía ser malandro; seguían robando, pero ahora de forma legal.

Una voz fuerte lo retrajo de sus pensamientos:

– Ciudadano, acá están sus pertenencias. Llene este formulario para introducir la denuncia.

Al salir del comando, llamó a sus amigos. Le dijeron que no se preocupara, que de igual forma en el local no había luz.

Aprovechando que no tenía prisa, Aldo pasó por la librería a ver a Juana. Ella estaba allí como todos los martes esperando su turno para comprar  un libro que se iba a leer esa semana. Cuando llegó Aldo, Juana estaba hablando con un escritor.

– ¿Y ese quién es? – preguntó Aldo

– Pues  Blas, el escritor,  ¿no lo sabías?

– No lo sabía, ¿Qué ha escrito?

-¿No has leído su última novela?

-Blas – dice Juana-  Estaba dando una charla sobre la relación entre el periodismo y la literatura, dice que ambas cosas son similares, solo que la literatura es más melancólica y visceral.

-Aldo, recuérdame, ¿qué te trae por la librería? – Preguntó Juana

-Pues… esta noche tengo un concierto en la Pausa

-Ah ,¿en la Pausa?.

-Sí… Juana yo…

Aldo sentía las manos sudadas, se ponía nervioso cada vez que la veía, cada vez que miraba sus ojos, su cabello, su sonrisa y a veces no sabía qué decir, y tartamudeaba un poco.

-Yo… Por cierto, ¿qué te parece el libro Llamadas telefónicas?

-¿Lo conoces? – pregunta Juana.

-Si, ese libro, lo leí hace un tiempo. Recuerdo vagamente que habla sobre un escritor que envía sus  cuentos a los concursos  y, nunca pega una. .. yo me identifico mucho con ese personaje  -repica Aldo- 

 – Sabes  Aldo, a mi me gusta escribir. No he escrito muchas cosas. Quizás tu has compuesto más canciones y has realizado más conciertos que lo que, yo he escrito.

-Hablando del concierto Juana…

 -Muchachos –  ¿qué les pareció la charla? -Preguntó Blas, al grupo de estudiantes de comunicación social que se encontraban en la librería.

 -Me encantó. Tiene razón señor, el periodismo es similar a la literatura – dice uno de los estudiantes-

 -Señor Blas, yo pienso que.. – dice Aldo

-Cállate, Aldo. ¿Qué vas a decir tú si no estuviste en la charla? Además, lo tuyo es la música – replicó Juana -¿Cuándo es la próxima charla?- le preguntó a Blas, regalándole una sonrisa.

-Pues… esta era la única que iba a ofrecer por este mes.

-Señor Blas, me parece que el tema da para ofrecer al menos dos charlas más- Dijo Juana con un gesto vehemente.

-Lo pensaré…

-Juana -Aldo le toca tímidamente el hombro -¿podemos hablar un momento sobre el concierto, recuerdas?

-Dime, Aldo.

-¿Me vas a acompañar? tengo unas entradas vip, mi grupo va a tocar con Lubricantes

-¿En serio?- A Juana se le iluminan los ojos -¡Me encanta esa banda!

-¡Perfecto!, -dice Aldo entusiasmado -, te espero a las 8 pm en el bar. Te aviso cuando ya esté allí para que nos veamos. Va a estar buenísimo, ya verás.

-¡Está bien, estoy pendiente de que me avises! – dice Juana con emoción.

Después de unas 3 horas del incidente, y después de haber estado en la librería. Aldo llegó a la Pausa , saludó a sus compañeros, probó el sonido de su guitarra, pero no dejaba de pensar en Juana. Luego de probar sonido, se relajó, tomó una cerveza y se sentó a esperarla.

-¿Has visto a Juana?- le pregunta al baterista de su banda

-No, Aldo ¿ella viene?- con un gesto grotesco y una sonrisa pícara y medio burlona, añade – La vi hace rato en el boulevard con un señor de unos 60 años barbado con pinta de intelectual

A Aldo no le cayó bien esta noticia. Entonces decidió llamarla.

-Aló, Juana ¿dónde estás, te estoy esperando ? quedamos en eso hace tres horas- No se escuchaba nada. Aldo insistía -Aló, Juana.

El teléfono sigue repicando y la llamada es contestada , pero Juana no dice palabra alguna.  

-Aló… ¿Por qué no me hablas?- Las manos le sudaban

-Aló, ¿Aldo?

Juana decide hablar con sentimiento de culpa por no ser honesta con él. Al escuchar su voz, el corazón le dio un vuelco, sintió un calor dentro, una sensación de felicidad y de melancolía al mismo tiempo. No sabía si soltarlo así, sin más, o esperar a que llegara. Entonces las palabras salieron de su boca:

-Aló, ¿Juana? Tú me gustas

Solo escuchaba el sonido que indicaba que Juana ya no estaba en la línea telefónica.

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