literatura venezolana

de hoy y de siempre

Poemas de Luis Alberto Crespo

Dic 14, 2023

RAYAS DE LAGARTIJA
Tiempo que no cargas sombra,
Beto Crespo, que quemas leña,
que comes carbón.
Tiempo que tragas tierra en el sueño,
el polvo de la palabra cascajo,
Siquisique.

Las hojas por las entradas y salidas
de cielo.
Los vuelos de gavilán que te pones a mirar,
a ser
y que te lleva por cosas tumbadas.

Este hombre quién es. El pelo es un plumero
y la boca picuda. No hace sino abrir y cerrar la blusa.
Medio cristofué, medio turpial.

Suyo es como se mece la paja, yendo y viniendo,
De cerca tiene una mancha de murciélago
que no se le va de la cara.
No hace sino mirar para allá, para las ruinas.

La gente pasa en procesión, en cerro
que no se ve. Trapos.
Por las salidas de casas sueltas, piedrosos,
por lo negro, va gente llena de ventarrón.

Te saben ya el nombre, la paja
que se está volviendo donde tú vives.

Te alumbran, ManoLey, desde una cumbre
y te encandilan por la pared,
esa luz de campana que da un doble,
que toca a’ miércoles de ceniza.

Porque uno no es sino eso, laja de lagartija
en la casa arrastrada que llevamos, un patio.

Aquí les dejamos el claro, la subida como pimpinas
y este pintado que tenía, de culantro,
y su pedazo de esquina para que esperen,
para que estén así viendo venir de lejos.

Larguras son
estos distritos que te llevan desde antes,
metido a eso también, rodaja, hace tanto
y te ves desde atrás, desde antes.

Caes más abajo, alambroso, subido y bajado
en tijeretas, en diostedés.

Así eres, otra parte ya, de palo en palo,
de piedra en piedra, pañuelote.

Falta mucho de ventana,
de puertas, para salir de aquí.

No dejes que se te paren las perdices
en los ojos,
las ganas de despedirte. Voltea la cara:
que te oigan que pasas a caballo.

Y te suena la chicharra
sacado por las ramas, por empujones de yabos,
amarillo de rozarte contra maíces, contra cotoperiz,
amarillo de cerro de hacer teja.

Las serranías a topetazos, chivos, chivatos.
Donde tú estás es casa de temblores.

Las matas crecían detris de las puertas
y el campo se fue amontonando en un rincón.

Las montañas sonaban, tinajas.

Los años que pasaron mientras todo desaparecía:
cuartos vacíos de gente que se fue en bestia,
nombres escritos en sillas, en cucharas.

No hay sino pilares, el copete del portón en el solar
y la luz que había en esos días.

Cómo pueden atorarse las llaves
de nomás mirarlas, de nomás querer entrar al balcón
para abrirlo.
Cómo pueden estar trancadas sus cosas,
su sombrero largo de fiesta.
Quién clavó las rendijas, a quién se le ocurrió
si las tablas crujen,
si se siente que hay gente que va,
gente que se despierta allá arriba.

La casa que hay que hacer
para ir a tocar la puerta,
para ir a decir que ya llegué,
que ya vine.
La casa que tengo que inventar
de aquí a que regrese,
todos los días,
tiene las manchas de gavilán de allá,
las maporas que llevan mi nombre
y el cielo seco del techo.

Yo me sacudo del viaje
y abro la ventana tan oscura,
tan trancada de noche.

Que se me vea mi boquete de Iámpara.

Quién soy ahora que no puedo volver para atrás,
para los desprendimientos en que estaba, animal de sol.

La luz tiene un color podrido de encierro.

***

¿Qué es lo que quiere este invierno?
Él no es mi país

Solo sé que es entumecido
Que se arropa dentro de sí y no con lo humano

¿Por qué quiere que yo lo reciba
Que pertenezca a su tiempo helado que no saluda?

Me niego a hablar
Su lengua de navaja

No soy de los suyos
Y me le escondo

Se lo confieso a mi aridez
A esa apasionada del sudor

Que vive conmigo desvistiéndose

***

Bajo el cielorraso cargado de lluvias
están los comerciantes y sus arreos de burro,
los de mercancías que hacen dormir.
Dejan una vejez en mis servicios,
y el polvero en los puentes
llevándole a uno las lejanías.
Trajeron una guitarra. La vi quemándose en el patio.
Y caminar, caminar,
hasta el río terminado en una piedra.
El agua me tiró lejos. Más allá
se borraban colinas y colinas.
Así toda la noche:
el cuerpo envuelto en aceite,
en sábana blanca
un tiempo llevado por las tejas,
a los quince años de vivir
creyendo estar en todas partes,
de querer ropas para volar
y la luna me pasaba silbando por la cara.

***

De cuidar su hundido en la hamaca,
el tizne, el carbón de mi tía

Los ojos picados de culebra
de mi hermano Alcides

Tenso en el patio
cuando suena la iglesia

La llave en el balcón
como un cuchillo

Si hay chirrido de puerta
trago saliva para no decir tu nombre.

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