Carlos Rojas Malpica
Introducción
En el proceso de constitución de la identidad venezolana los llaneros tienen una función nuclear. Ya Humboldt habló de los llaneros en su visita de finales del Siglo XVIII y comienzos del XIX:
Hombres desnudos hasta la cintura y armados con
una lanza recorren a caballo las sabanas……estos
hombres pardos, designados con el nombre de peones
llaneros, son unos libres o manumisos, otros esclavos…
(Humboldt, cit por Rago, 1999).
Pero en el mismo Siglo XIX se da comienzo a la gesta libertadora, uno de cuyos principales protagonistas fue el general José Antonio Páez, a quien se le llamó El león de Payara y también El centauro de los llanos. Los llaneros participaron primero, al lado del líder realista asturiano, José Tomás Boves, a quien llamaban el taita (el padre), y luego, más decididamente, al comando del patriota José Antonio Páez. Es aquí donde comienzan a ser promovidos en términos épicos en la constitución y definición del alma nacional, más que ningún otro grupo étnico venezolano, de tal manera que tanto la metáfora zoomorfa del centauro, como la del león de Payara, que remiten a arquetipos universales conocidos, muy pronto pasan a integrarse en el imaginario colectivo y formar parte de una identidad nacional, hasta entonces carente de productos simbólicos propios (Rago, 1999; Mora Queipo et al, 2008). El Siglo XIX latinoamericano fue el de las guerras de independencia y de la conformación de los estados nacionales. Los autores nacidos a finales del XIX y comienzos del XX, buscan en sus propias realidades regionales la fuente para construir ideologías de valor nacional. La independencia de Cuba a finales del XIX, la Revolución Mexicana de comienzos del Siglo XX, autores como José Martí (1853-1895), César Vallejo (1892-1938), José Vasconcelos (1881-1938) y José María Arguedas (1911-1969), traen mensajes urgidos de una lectura renovada de nuestras realidades y una propuesta de nuevas exigencias políticas y sociales. En este contexto ideológico latinoamericano se ubica Rómulo Gallegos Freire (1884-1969), un caraqueño conocido como político y escritor, quien publica la primera versión de su conocida novela Doña Bárbara en España en 1929 y que luego de un prolongado exilio regresa al país en 1935, después de la muerte del Dictador Juan Vicente Gómez. Luegode muchos avatares políticos, es electo Presidente de la República en 1948, aunque el mismo año es depuesto por un golpe militar, lo cual le lleva a un nuevo exilio en México, hasta la caída de la dictadura en 1958.
Doña Bárbara
Cuando Gallegos escribe Doña Bárbara lo hace a contrapelo de su tiempo. Aunque trasciende la tradición nativista o costumbrista de los narradores venezolanos que lo precedieron, tampoco llega a renegar de ellos, a pesar de que en sus momentos ya la novela europea exploraba zonas más íntimas e insondables del espíritu, apuntando hacia el relato existencial. Gallegos deliberadamente escogió sus temas y su estilo narrativo. No se dejó seducir por las corrientes literarias que dominaban en la Europa de su tiempo. Para escribir Doña Bárbara realiza una breve visita al estado Apure en abril de 1927. Allí establece contacto con Antonio Torrealba, un narrador local que tenía recogidas muchas notas en su “Diario de un llanero” con una gran cantidad de datos pintorescos sobre la vida y costumbres de la gente del llano (Torrealba, 1987). De hecho Gallegos designa con el nombre de Antonio Sandoval a uno de los personajes de su novela. Los valores literarios de la novela han recibido diversos comentarios, pero lo que aquí nos interesa destacar es su valor antropológico, para lo cual será necesario recurrir a la enorme fuerza telúrica de su narrativa. El paisaje natural del llanero es recuperado con toda su riqueza simbólica. El río y la sabana traen mensajes que sólo los entendidos descifran:
En la paneta gobierna el patrón, viejo baquiano de los ríos
y caños de la llanura apureña, con la diestra en la horqueta
de la espadilla, atento al riesgo de las chorreras que se forman
por entre los carameros que obstruyen el cauce, vigilante al
aguaje que denunciare la presencia de algún caimán en acecho
(Gallegos, 1991, p 21).
Y los efectos del clima local sobre el pathos del llanero:
Se acentúa el bochorno del mediodía, perturba los sentidos, el olor a fango que exhalan las aguas calientes, cortadas por el bongo. Ya los palanqueros no cantan ni entonan coplas. Gravita sobre el espíritu, la abrumadora impresión del desierto (Ibid).
Se trata, por supuesto, de un llano encantado y lleno de misterios, que exige del llanero valor y audacia para enfrentarlos. El cabrestero María Nieves, tanto en la realidad como en la ficción literaria, cruzaba a nado el río Apure lleno de caimanes carniceros..con un chaparro en la mano y una copla en los labios.. La hombría se mide entonces, en el coraje necesario para afrontar un paisaje al mismo tiempo hostil y seductor. El héroe principal de la novela, Santos Luzardo debe demostrar que es capaz de domar un potro y enlazar un toro cimarrón para recibir la admiración y el respeto de los peones de su hato Altamira. Debe ser un centauro como lo son ellos. En la doma…Mientras el animal se estremecía de coraje, bañado en sudor, dilatados los belfos ardientes….Antonio quiso darle algunas instrucciones….pero Luzardo no atendía sino a sus propios sentimientos, ímpetus avasalladores que le hacían vibrar los nervios, como el caballo salvaje los suyos…¡Denme llano¡ pide el jinete…y al final, la bestia relincha engreída porque si ya no es libre, al menos trae un hombre encima. Santos Luzardo pertenece a un linaje de llaneros genuinos. Tres generaciones atrás tiene a Evaristo Luzardo, el cunavichero. Su madre se marcha con Santos a Caracas con la intención de interrumpir la cadena de rencores y homicidios que veía venir, luego de que su padre, José Luzardo ultimara a su hermano Félix. Ese filicidio, fue precedido de un intento de parricidio durante una discusión por la guerra entre España y los Estados Unidos, en la que ambos toman partido por bandos contrarios:
-Se necesita ser muy estúpido para creer que puedan ganárnosla los salchicheros de Chicago.
Lívido y tartamudo de ira, Félix se encaró:
-Puede que los españoles triunfen; pero lo que no tolero es que usted me insulte sin necesidad. Don José lo miró de arriba a bajo con una mirada despreciativa y soltó una risotada. Acabó de perder la cabeza el hijo y tiró violentamente del revolver que llevaba al cinto. El padre cortó en seco su carcajada y sin que se le alterara la voz, sin moverse en el asiento, pero con una fiera expresión, dijo pausadamente;
-¡Tira! Pero no me peles, porque te clavo en la pared de un lanzazo
Esta escena fue presenciada por Santos a los catorce años de edad. El filicidio ocurre posteriormente, durante una pelea de gallos. A partir de allí, Don José Luzardo decide encerrarse en la habitación del primer altercado, hasta que le llegue la muerte mirando la lanza filicida que ha enterrado en el muro. Aquí te traen a Félix, acabo de matarlo, le dice al llegar Don José a su mujer, para entregarle el cadáver que trae a lomos de un caballo. Días después doña Asunción decide llevarse a Santos a Caracas. Antes de fallecer, le pide al hijo…mientras puedas, no vendas Altamira. La situación ha sido estudiada como expresión de un núcleo edípico primordial por Ramos Calles, pues contiene todos los elementos de la tragedia griega Edipo Rey (1984). Cuando Santos regresa al llano graduado de abogado y se encuentra con el Hato Altamira en franco deterioro, manejado por un Balbino Paiva que le roba el ganado en complicidad con la dueña del Hato El Miedo, ya venía con la intención de venderlo. Resulta muy simbólico que el hato de los Luzardo haya quedado a expensas de las fuerzas naturales del llano y manejado por un hombre inescrupuloso, porque la gran tarea que luego se propondrá Santos Luzardo será la restitución de la racionalidad en esas tierras. Doña Bárbara, “la devoradora de hombres”, movía los linderos de Altamira a su antojo. El Miedo crecía a expensas de Altamira. En su juventud fue víctima elegida del arrebato de un varón:
Algo semejante ha acontecido en la vida de Barbarita. El amor de Asdrúbal fue un vuelo leve, un aletazo apenas a los destellos del primer sentimiento puro que se albergó en su corazón, brutalmente apagado para siempre por la violencia delos hombres, cazadores de placer.
Ya sólo rencores podía abrigar en su pecho y nada la complacía tanto como el espectáculo del varón debatiéndose entre las garras de las fuerzas destructoras.
Maleficios del Camajay-Minare, siniestra divinidad de la selva orinoqueña, el diabólico poder que reside en las pupilas de los dañeros y las terribles virtudes de las hierbas y raíces con que las indias confeccionan la pusana para inflamar la lujuria y aniquilar la voluntad de los hombres renuentes a sus caricias, apasiónanla de tal manera que no vive sino para apoderarse de los secretos que se relacionan con el hechizamiento del varón.
Fue así como intentó hechizar y hacer suyo a Santos Luzardo:
Con dos te miro, con tres te ato; con el padre,
el hijo y el espíritu santo. ¡Hombre! Que yo te vea
más humilde que Cristo ante Pilatos (pag 323)
Pero si Doña Bárbara no logra seducir a Santos con su misterio, su hija Marisela, aquella que en un momento de debilidad concibió con Lorenzo Barquero, sí lo hace con su inocencia, pero también con su determinación. Aunque no llevaba trato personal con su madre, ese día la sorprende en el sortilegio y decide enfrentarla, le arrebata el cordel de las manos y la llama ¡Bruja! ¡Bruja!. En el momento en que están forcejeando, llega Santos Luzardo y le ordena a Doña Bárbara que la deje, quien luego oye la voz del “socio” que le dice: las cosas vuelven al lugar del que salieron.
A decir de Vázquez Tortolero, en Doña Bárbara se conjugan arquetipos universales:
“Doña Bárbara es recipiente de arquetipos universales, especialmente los referidos a la figura de la mujer, trina en esencia y una en persona: (Hécate-Kore-Ceres). El complejo arquetipal griego toma y modeliza a las figuras femeninas y las resuelve en la tríada previamente mencionada (Ceres es la madre eterna; Hécatees la bruja y el eterno misterio; es decir, la esfinge, y Korees la hija, la doncella eterna). El complejo arquetipal femenino de naturaleza triforme hace acto de presencia en Doña Bárbara. Ella es Ceres, madre dadora de vida, capaz del sacrificio (al Final); pero es también madre mala, expulsadora, dominante, devoradora de hombres y castradora” (Vázquez Tortolero, 2008).
Otras mujeres aparecen en los roles característicos del tiempo y la cultura del llano de entonces. Doña Casilda prepara el café para los hombres antes de salir a la vaquería, pero también baila con Pajarote cuando se prende la fiesta. Genoveva, mantiene una larga conversación con Marisela, sirviéndole de confidente y consejera cuando le ve crecer su pasión por Santos. Todas lucen enérgicas y determinadas, aunque un tanto avergonzadas y ariscas para confiar su interés por el varón. Es claro que tanto en la novela como en la vida real, hay conversaciones de hombres y conversaciones de mujeres. Es así como Genoveva escucha con la cara entre las manos y los codos sobre la mesa, la rutina de Marisela en Altamira:
De mañanita me levanto a bañarme. ¡Sabrosa esa agua friíta! Si oyeras el alboroto que se forma, porque mientras el agua me cae encima, yo estoy canta que canta, y junto conmigo los gallos y las gallinas, y los patos, y las guacharacas que se paran en el samán. Después me voy a la cocina a ver si ya han colado el café, y en cuanto Santos sale de su cuarto, ya le estoy llevando una taza de café del más tinto, cerrero, porque así es como le gusta. Después a arreglar la casa. Si hay que remendar, remiendo, y luego me pongo a estudiar las lecciones. Ya cuando va a ser la hora de que él regrese de la sabana, me meto otra vez a la cocina a prepararle su comida, porque le tiene asco a la cocinera y no come sino lo que yo le preparo. Es maniático con la limpieza. Tengo que estar todo el día detrás de las moscas y espantando las gallinas para que no se metan en la casa. Ya las tengo acostumbradas a poner en sus nidales. Siempre trae flores de la sabana; pero ya los floreros están llenos con las que yo recojo por los alrededores de la casa. Al principio yo quería poner flores hasta en el techo. ¡Y ese abejero dentro de la casa! ¡La carcajada que soltó Santos cuando vio aquello! Yo me puse brava, pero después comprendí que tenía razón.
“Oficios propios de su sexo”, decían los documentos de entonces para referirse a la ocupación de la mujer. Se trata de una organización machista de la sociedad en la que la mujer subordina el ritmo completo de su vida al trabajo de su pareja. Lo hace con gusto, porque lo ama o admira, pero al mismo tiempo ya revela esbozos de liberación y peticiones de reconocimiento, que son exigidos más desde la dignidad que de una reflexión conciente sobre sus derechos. El trabajo del hombre, es la vaquería, la doma y el ordeño, así como la relación con las estructuras de poder, sean éstas arcaicas, como la encarnada en Doña Bárbara, o inscritas en la arbitrariedad del estado, como la del Jefe Civil Ño Pernalete y su secretario Mujiquita.
Así como el trabajo tiene el valor de una categoría gnoseológica, que permite conocer la naturaleza a través de la acción, la fiesta ofrece la opción para la sensualidad y el sentido del humor, como ocurre cuando bailan el son de la chipola:
Chipolita, dame el seno,
que yo me quiero ensená.
Antes que otro se acomode
yo me quiero acomodá
El mundo y modo de vida del llano en Gallegos, es presentado con todo detalle antropológico. La vivienda, los utensilios, el vestido y el calzado, las formas de conocer y de aprobación social, el valor de la intuición o la malicia en la construcción de los saberes y en las relaciones sociales, la formación de valores, el lenguaje y algunos detalles de la vida familiar del llanero, así como las jerarquías sociales propias del latifundio son asumidos por el narrador en su espacio y ambiente natural. Una soga, una empalizada, la lanza, el chinchorro, los alimentos mismos y el bongo con que se inicia la novela son productos elaborados a partir de lo que da la naturaleza y que potencian la fuerza muscular de las manos, pero que no alcanzan el nivel tecnológico del revólver y el fusil que llegan importados de otras tierras. Con Enzo del Búfalo coincidimos enque el hombre se construye como ser social diferenciándose de la naturaleza no socializada, pero el territorio permanece orgánicamente unido a él….aunque…anteriormente, los cuerpos pertenecían a un único gran cuerpo volcado sobre sí mismo y recorrido por un orden intensivo primordial: la tierra, orden de filiación germinal que une entre sí las generaciones como un hilo continuo de vida (Del Búfalo, 1991). Esta unión orgánica con una naturaleza encantada parece ser una característica primordial en el imaginario llanero. Así, el toro cotizudo es un familiar que anuncia buenas nuevas, un enorme caimán es el espanto del bramador, los rebullones le traen malos presagios a Juan Primito y el tremedal es un infierno de fango donde Lorenzo Barquero siente ahogarse en el desesperado momento de su delirium final. En medio de esa relación casi adánica con el ambiente, Santos Luzardo se debate entre sus instintos y las regularidades que propone la modernidad:
Mientras tanto, yo tenía también unos pensamientos que eran como ir a lomos de un caballo salvaje, en la vertiginosa carrera de la doma, haciendo girar los espejismos de la llanura. El hijo de los alambrados, la línea recta, dentro de la línea curva de la naturaleza.
A pesar de todo y contra todo lo que se oponga. Al atropello, con el atropello. Esa es la ley de esta tierra.
Rodríguez, siguiendo a Mosonyi, ha propuesto que los llaneros son una neoetnia caracterizada por una cultura de la dicha, la sobriedad y el riesgo. Dicho autor considera que el etnónimo llanero porta una valoración positiva y de afirmación, cuyos dioses son la mujer, el caballo y la guitarra, según frase de Rafael Bolívar Coronado (Rodríguez, 2008). En los Erga de Hesíodo, también conocidos como Trabajos y días, se describe y enaltece la vida de sufridos campesinos en dura lucha contra la adversidad del ambiente, que contrastan con los héroes militares de Homero, paradigma de virtudes, y máximos representantes de la areté griega de entonces. Haciendo uso (¿o abuso?) de las analogías, diríamos que Florentino, el mítico llanero que contrapunteó con el diablo, está más cerca de los segundos, que de los primeros, como puede apreciarse en esta copla que apunta a una afirmación rabiosa y altanera de la vida:
Sobre la tierra la palma
sobre la palma los cielos,
sobre mi caballo yo,
sobre yo mi sombrero
Bibliografía
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Mora Queipo, Ernesto, González Queipo, Jean; De Mora, Dianora Richard. El centauro llanero: Sus Mitos y Símbolos en la Identidad Nacional Venezolana. OP. [online]. ago. 2007, vol.23, no.53 [citado 20 Setembro 2008], p.91-111. Disponível na World Wide Web:<http://www.serbi.luz.edu.ve/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1012-15872007008000006&lng=pt&nrm=iso>. ISSN 1012-1587.
Rago, Víctor. Llano y llanero: contribución al estudio del forjamiento de una imagen. Boletín Antropológico. Universidad de los Andes. Nº43, Ene-Abril 1999 (27-47).
Ramos Calles, Raúl. Los personajes de Gallegos a través del psicoanálisis. Monte Ávila Editores. Caracas. 1984. Rodríguez Adolfo. Definición de la neoetnia llanera colombo-venezolana como utopia realizada. Consulta en línea: http://www.lablaa.org-blaavirtual-historia-cafecaba-cafecaba6.htm. 2/10/2008.
Rojas Malpica, Carlos. Psicología de los primeros mestizos. A propósito de Francisco Fajardo. Psicopatología. 1998, Nº18, 1º (6-12).
Torrealba, Antonio José. Diario de un llanero. Universidad Central de Venezuela. Gobernación del Estado Apure.Vol I-II-III, IV y V .Caracas, 1987.
Vázquez Tortolero, Mireya. «Doña Bárbara» de Rómulo Gallegos. Los problemas de construcción de un personaje.Consulta en línea:http://www.avizora.com/publicaciones/literatura/textos/textos_2/0026_dona_barbara_problemas_construccion_personaje.htm. 20/09/2008.