literatura venezolana

de hoy y de siempre

La generación del 28: ¿Una generación literaria?

Nov 5, 2021

Carmen Virginia Carrillo

El problema de las generaciones ha sido tema de estudio   de las diversas disciplinas del saber: la historia, la antropología, la sociología y la filosofía, entre otras, han fundamentado argumentos tan variados sobre el mismo tema que se   hace necesario deslindar ciertos términos con   la   finalidad de vislumbrar   la pertinencia del concepto de generación en la historia literaria.

El filósofo español José Ortega y Gasset escribió sobre   las condiciones que deben darse en un grupo de hombres para ser considerados una generación. Más tarde ideólogos como Jasper y Julius Petersen ampliaron y modificaron la posición de Ortega y Gasset respecto al concepto generacional, sin llegar a modificar la concepción estática de la misma.

La primera condición, según Ortega, es el período de tiempo de quince años, durante los cuales las ideas, las creencias y los conflictos de una sociedad se mantienen estables, gozan de vigencia. Los hombres que han de ser considerados miembros de una generación tienen en común el hecho de que les ha tocado vivir determinadas circunstancias que generan una afinidad.

Otro aspecto a tomar en consideración sería   la   formación homogénea   de sus miembros, debe producirse un hecho histórico alrededor del cual se aglutinen. Este suceso marca la fecha central, que a su vez estaría constituida por una zona de fechas —siete años antes y siete después. Los nacidos entre esta zona de fechas pertenecen, según Ortega y Gasset, a una misma generación: Una generación es una zona de quince años durante la cual una cierta forma de vida fue vigente. La generación sería, pues, la unidad concreta de la auténtica cronología histórica, o, dicho de otra forma, que la historia camina y procede por generaciones. (Marías, 1975: 446)

Cada generación logra producir un discurso generacional homogéneo y una unificación de   criterios que   rompe con la generación anterior, heredera de las normas y valoraciones del pasado, hace brotar   su   propia espontaneidad logrando de esta manera una sensibilidad vital propia que le hará enfrentar su momento histórico desde una   perspectiva    que inevitablemente    choca con los miembros de las generaciones con las que han de coexistir. (Kulichenko, 1979: 63)

Ortega y Gasset considera que las contradicciones de la sociedad se manifiestan en el choque generacional, pero niega la heterogeneidad que pudiera existir entre sus miembros, ya que para él sólo individuos superiores, que sobresalen al vulgo, logran configurar las generaciones promotoras de cambios históricos sustanciales.

En la teoría sobre las generaciones desarrollada por Ortega y Gasset se niega el enfoque dialéctico del desarrollo de la historia, mientras que las teorías marxistas asumen la noción de sucesión de generaciones desde un punto de vista dialéctico. Para los marxistas lo primordial es estudiar las relaciones recíprocas que se desarrollan entre los grupos generacionales; la herencia que   unas generaciones reciben de las otras es fundamental para el   desarrollo   social:   Cada generación actúa como una unidad dialéctica de lo general y lo particular en el proceso histórico (Id: 69).

Julius Petersen, en sus trabajos sobre el romanticismo alemán, aborda los problemas de las generaciones en el campo literario y plantea la posibilidad de combinar la idea de generación con la teoría de los tipos (Petersen, 1983: 159). Petersen considera que sólo un determinado tipo podrá agrupar a la nueva generación:

Este tipo se convierte en el tipo directivo de la generación, y no   sólo logra el desarrollo completo de su peculiaridad, el incremento de sus disposiciones, la transformación de formas viejas y la creación de nuevas, gracias a factores que favorecen su formación, sino que consigue también, por su unidad compacta, atraerse a sí a otra parte de la generación, con disposiciones típicamente diferentes. (Id)

Este otro grupo refuerza la supremacía del primer tipo y cierra la unidad generacional aislando al grupo que no recibió influencia de la época:

Se trata del tipo oprimido, que no puede hacerse valer conservando su propia peculiaridad y se encuentra, por lo tanto, forzado a elegir entre caminar por vías abandonadas… negar su propia peculiaridad… o esperar obstinadamente la resonancia que en el futuro habrá de tener lo que le es peculiar. (159-160)

Entre los tres grupos (el tipo directivo, el dirigido y el oprimido) se establecen relaciones de atracción y antagonismo que desembocan en la aglutinación o la división de la generación.

Plantea Petersen la posibilidad de que entre los grupos generacionales se establezcan mecanismos de comunicación que unan, en determinado momento, a miembros de dos generaciones.

La vinculación de la historia socio-política de un país con las manifestaciones literarias de un momento determinado, aunadas a una común visión del mundo, que ubica a un grupo de hombres, homogéneos en edad, dentro de una unidad ideológica y cultural, nos da cuenta de una generación literaria determinada. Petersen rechaza las limitaciones temporales, tanto de fecha de nacimiento como de medida de acción de los individuos, y propone una unidad de ser debida a la comunidad de destino, que implica la homogeneidad de experiencias y propósitos (188).

El criterio generacional posee una fundamentación teórica sólida y coherente. A partir de dicho criterio las ramas del saber establecen deslindes que permiten organizar los   diversos corpus de las manifestaciones sociales y culturales, no obstante si se asume como un criterio absoluto, olvidando que, independientemente de la sustentación que éste posea, no deja de ser relativo, y por ende susceptible a ser cuestionado, se corre el riesgo de incurrir en arbitrariedades que desvirtúan el fluir de los acontecimientos a lo largo de la historia.

Una de las perspectivas desde la cual ha sido abordado el estudio de la literatura latinoamericana es la ordenación cronológica. A partir de los años cuarenta Julio Leguizamón realiza un intento de periodización cronológica. Luis Alberto Sánchez acoge el sistema ideado por Leguizamón y lo complementa agregando divisiones a las etapas acuñadas por aquél, sin embargo, ambos críticos introducen criterios de análisis en los que aparecen caracterizaciones de géneros y temas.

Pedro Henríquez Ureña es el primero en elaborar un estudio historiográfico estrictamente cronológico de nuestra literatura. En su análisis, Henríquez Ureña distribuye los períodos estableciendo una zona de fechas de treinta años, lo que responde a los procedimientos del método generacional.

Anderson   Imbert   acoge   el    procedimiento    del    método generacional, mas no permanece fiel a la zona de fechas de treinta años que utilizara Henríquez Ureña, alterando los lapsos atendiendo a su interés particular, lo que, según José Juan Arrom desvirtúa su medida historiográfica.

José Antonio Portuondo se dio a la tarea de teorizar sobre el método generacional para luego aplicarlo a la historia de la literatura hispanoamericana.

Por último nos referiremos al trabajo de José Juan Arrom quien, basándose en los trabajos de los críticos antes mencionados, construye un esquema generacional en el cual intenta rectificar las fallas de sus antecesores.

Arrom inicia su periodización con la generación de 1477 (los nacidos entre 1444 y 1474), en ella incluye a los descubridores; esta generación, a pesar de no ser americana, ofrece la primera imagen de América a Europa.

En su trabajo estudia las relaciones que se establecen entre las generaciones y plantea cómo algunas de ellas (por ejemplo la generación de 1864) continúan y reafirman la herencia de su antecesora (Arrom, 1977: 160).

Divide a La Generación de 1894 (nacidos de 1864 a 1893) en dos vertientes: la primera, de 1894 a   1909,   el   apogeo   del modernismo; y la segunda, traspuesto el momento cenital, comienza el proceso de experimentación y cambio que durará hasta que una nueva y poderosa corriente lo desplace con el arribo de la Generación de 1924 (Id: 180). En esta generación se incluye a poetas modernistas, posmodernistas y vanguardistas. Entre los escritores que menciona en la segunda etapa de la generación de 1894 se encuentran Oliveiro Girondo, César Vallejo y Vicente Huidobro, Es aquí donde la fundamentación teórica del método generacional, según nuestro parecer, se ve horadada por el relativismo. Si bien el deslinde generacional permite organizar la historia de la literatura, y da inteligibilidad al acontecer literario, el discurso crítico, debe cuidarse de no caer en absolutismos. No creemos reconocer, entre los escritores modernistas, posmodernistas y vanguardistas, un núcleo que los unifique, por lo   que, en este caso, la teoría generacional se vuelve inconsistente.

En Venezuela se aglutina por primera vez, bajo la denominación de Generación del 18, un grupo de   jóvenes   poetas (Fernando Paz Castillo, Rodolfo Moleiro, Enrique Planchart, Luís Enrique Mármol, Andrés Eloy Blanco, Luis Barrios Cruz, Jacinto Fombona-Pachano, Pedro Sotillo, Julio Morales Lara, José Antonio Ramos Sucre, Enriqueta Arvelo Larriva, Gonzalo Carnevalli, entre otros), quienes a partir de 1912 reaccionan contra las tendencias poéticas dominantes, modernismo y posmodernismo.

Movidos por el afán de renovación emprenden un nuevo camino; desean liberarse del aislamiento modernista y abrirse hacia   la realidad. José Ramón Medina se refiere a ellos en los siguientes términos:

La cohesión del grupo y el espíritu creador que en él dominaba, su sentido de búsqueda y trascendencia temporal y, sobre todo, la expresión de un mensaje   de    autenticidad venezolana, fueron factores que llevaron a dibujar su perfil y a proyectar su   acción   como pocos grupos en la historia de la literatura nacional. (Medina, 1980: 29)

Los aspectos comunes que caracterizan a este grupo de escritores en el campo literario son su reacción contra el modernismo y el posmodernismo[1], el cambio de actitud frente   al paisaje (se le da un gran valor a la interiorización y   a la subjetivación), los rasgos impresionistas de sus poemas, el idealismo,   la marcada tendencia hacia los temas intimistas y evasivos, y la eliminación del elemento anecdótico.

El año 1928 un grupo de jóvenes estudiantes universitarios, que en   las aulas de clase y en los pasillos discuten sobre   el pensamiento del gran filósofo español José Ortega y Gasset, se identifican con el concepto de generación que dicho autor expone,   se adjudican el rol de minoría selecta con compromisos   dinámicos entre masa e individuo y asumen la denuncia y la labor de transformación como un deber.

Este despertar de las conciencias y la subsiguiente toma de posición se encuentra plasmada en la Memoria y Cuento de la Generación del 28 de Joaquín Gabaldón Márquez:

… una de las primeras observaciones que hubimos de hacernos cuando empezamos a tener conciencia de nosotros mismos y del medio en que habíamos empezado a crecer, fue la de un evidente divorcio —de parte de la elite intelectual—   entre   el pensamiento del individuo y su actuación en la doble vertiente de la gestión pública y de actuación ciudadana. (1978: 26)

El estudio de la llamada Generación del 28 en Venezuela presenta ciertas interrogantes que es necesario tratar de dilucidar: ¿Constituyeron una generación literaria o política? Según   Arturo Sosa   La Generación del 28 inicialmente no tiene una definición hacia adelante, sino retrospectiva, es decir, se da como contraposición al gomecismo (Sosa, 1981: 11). Podría pensarse en la confluencia del quehacer literario con la praxis política dada la notoria actitud de compromiso que los miembros de esta llamada generación del 28 asumieron con el país.

Sin lugar a dudas los jóvenes del veintiocho constituían un grupo aventajado, una elite que encuentra en el alma mater el suelo propicio para sembrar las nuevas ideas:

Ser estudiante en el año 28 era una situación de privilegio que no tiene parangón en la sociedad venezolana de hoy. En esa época en Venezuela existían alrededor de 500 estudiantes universitarios… esa generación representa algo que sólo ha sido posible gracias a lo ocurrido en esa transición que se llama «gomecismo», que no es el estado caudillista ni el simplemente petrolero, sino que es la aparición de ese grupo social que puede dedicarse al   estudio, encarnando   una elite intelectual, que empieza a representar una tensión hacia una modernización tomada mucho más en serio de las posibilidades mismas del mismo régimen gomecista —con profundas limitaciones—…   Los   estudiantes del   28… comienzan   a verse a sí mismos como la «generación predestinada»… Se consideran predestinados para dar el cambio. (Id: 13)

Estudiosos e historiadores se han dado a la tarea de recopilar los nombres de los integrantes de la generación del 28, sin lograr una unidad de criterios; en el ámbito literario los que se reiteran son: Miguel Otero Silva, Joaquín Gabaldón Márquez y Luis Castro. La mayoría menciona la importancia de la figura de Antonio Arráiz a pesar de la diferencia de edad. Otros agregan a Carlos Augusto León y Pablo Rojas Guardia (quien años más tarde ingresa a Viernes).

Además de los poetas, los nombres de intelectuales y políticos son agregados a la lista debido a su participación en los   acontecimientos   de la semana del estudiante; Arturo Sosa menciona a: Arturo Uslar Pietri, Miguel Otero Silva, Miguel Acosta Saignes, Carlos Eduardo Frías, Felipe Massiani, Joaquín Gabaldón Márquez, Inocente Palacios, Antonio Arráiz. (39)

Miguel Otero Silva considera improcedente la denominación de generación al grupo de poetas que, junto a él, incursionaron en la vanguardia poética el año 1928. Al respecto comenta:

…esa «generación», si se excluye a   Antonio Arráiz, que fue nuestro capitán y maestro, no produjo sino cuatro escritores especializados en el género poesía:

Luis Castro, Joaquín   Gabaldón   Márquez, Pablo   Rojas Guardia y yo. Luis Castro se nos murió a los veinte años, Joaquín Gabaldón ahorcó pronto sus hábitos líricos, Pablo Rojas Guardia se incorporó al Grupo Viernes —vale decir a las vertientes surrealistas—, y quedé yo solo durante algún tiempo escribiendo versos combatientes, existenciales y directos, o   sea: acordes al ánimo vital del   veintiocho. Sinceramente no creo en modo alguno que exista una «generación poética» del 28. (Medina, 1980: 104)

Antonio Arráiz el maestro de los jóvenes del veintiocho, es una figura particularmente significativa, y podría afirmarse que se erigió, para los jóvenes intelectuales que comenzaban   a abrirse paso en el quehacer cultural de la nación, en el ideal de hombre, el guía y preceptor que les mostraba la senda. Muestra de ello es el poema de Joaquín Gabaldón Márquez titulado Canto a Antonio Arráiz:

Antonio,

ahora estamos nosotros, tus camaradas pequeños,

con labios estrechos y lengua profunda,

cantando tu anhelo de ayer (Gabaldón, 1954: 54)

La generación del 28 no pretende cuestionar   las propuestas de los poetas del dieciocho, por el contrario ven en ellos a los maestros   fraternales   hacia quienes mostraban afecto y admiración (Id: 66). José Antonio Ramos Sucre, Fernando Paz Castillo, Pedro Sotillo, entre otros, participaron en el único número de válvula, publicación que marca el inicio de la tan cuestionada generación del veintiocho.

A los escritores de estas generaciones los unía el afán de renovación   que había contagiado a todos los intelectuales del continente   y   la   necesidad   de superar el modernismo y el posmodernismo ya decadentes; sin embargo, los caminos por   los que transitaron, las temáticas y los estilos, así como la orientación que dieron a sus obras, son tan diversos que se podría decir que abarcan un espectro muy amplio dentro de nuestra lírica.

Los primeros pasos de ruptura los dieron los poetas del dieciocho, el grupo del veintiocho avanza en el terreno de las innovaciones vanguardistas que luego asumirán con mayor madurez, los poetas del grupo Viernes. Más las expresiones poéticas de estas décadas no pueden ser consideradas como la materialización de la vanguardia en Venezuela, sino como la semilla, que   sólo dará   verdaderos frutos en la década de los sesenta con Sardio y El Techo de La Ballena.

Emir Rodríguez Monegal, respecto a la agrupación de las promociones de escritores en generaciones, plantea lo siguiente:

Las series generacionales son un lecho de Procusto y siempre se corre el peligro, si no son manipuladas con gran sutileza, de establecer la apariencia de un proceso muy ordenado y hasta rígido que separa la literatura en armoniosos períodos y provoca sinópticos cuadros sinópticos. Esas generaciones que se suelen enfrentar en los manuales desde los extremos   de   un   vacío comparten en la mera realidad un mismo espacio y un mismo tiempo, se intercomunican más de lo que se piensa, influyen muchas veces unas sobre otras, remontando la corriente del tiempo. (Rodríguez, 1980: 155)

En concordancia con lo expuesto por Rodríguez Monegal, y tomando en consideración la opinión de Miguel Otero Silva, nos atrevemos a plantear cuán pertinente sería, para la real comprensión de este período, liberar a estos grupos de poetas de las etiquetas que la crítica literaria les ha impuesto y estudiar las interrelaciones que se dieron en el tiempo y el espacio en que produjeron sus obras.

La perspectiva generacional que la crítica ha planteado respecto a las promociones de poetas de las primeras décadas del siglo en Venezuela, ha sido asumida con un absolutismo que es necesario desechar.

Juan Liscano, en Panorama de la Literatura Venezolana Actual, utiliza el término de generación tanto para los poetas del 18, como para los del 28: Está admitido que los poetas de la llamada generación del 18 reaccionaron contra la retórica modernista y posmodernista (Liscano, 1973: 178), En 1928 una nueva generación nacida en la primera década del siglo XX alcanzó su mayoría de edad (Id: 49).

José Ramón Medina, aún cuando transcribe la cita en que Miguel Otero Silva rechaza la denominación de generación, no cuestiona personalmente el término y en referencia a la visita de Tablada a Venezuela comenta: la influencia de Tablada no fue inmediata ni decisiva… Pero dejó sembrada la simiente que más tarde fructificará lozana con la generación del 28 (1980: 102).

Mario Torrealba Lossi, a quien contamos entre los historiadores que descartan la denominación de generación, nos dice que:

… al intentar una visión panorámica sobre el valor que las figuras del 28 tienen en la historia política y cultural del país, insistir en la denominación que usáramos cuando hubimos de examinar la poesía venezolana de 1918. El término «generación» lo sustituimos, entonces, por el de «movimiento», debido a que éste nos pareció, no sólo más apropiado y dinámico en su propia esencia, sino porque posee, a nuestro entender, mayor contenido teorético. (Torrealba, 1979: 14)

La supuesta cohesión de la generación del veintiocho está sustentada, más que por la homogeneidad de experiencias y propósitos de los   que   habla Petersen, por una visión ideologizante que los políticos de   la   democracia naciente pretendieron fundamentar en las, no muy demostrables, acciones contra la dictadura.

Bibliografía

ARROM, Juan (1977): Esquema generacional de las letras hispanoamericanas. Instituto Caro y Cuervo, Bogotá.

GABALDON M., Joaquín (1954): El poeta desaparecido y sus poemas. Ediciones Edime, Caracas.

KULICHENKO, L. (1979): La sociedad y la sucesión de las generaciones. Editorial Progreso, URSS.

LISCANO, Juan (1973): Panorama de la literatura venezolana actual. Publicaciones Españolas, Caracas.

MARIAS, Julián (1975): Historia de la filosofía. Revista de Occidente, Madrid.

MEDINA, José Ramón (1980): Ochenta años de literatura venezolana. Monte Ávila Editores, Caracas.

PETERSEN, Julius (1983): Filosofía de la ciencia literaria. Fondo de Cultura Económica, México.

RODRIGUEZ MONEGAL, Emir (1980): América Latina en su literatura. Siglo XXI Editores, México

TORREALBA LOSSI, Mario (1979): Los años de la Ira. Ateneo de Caracas, Caracas.

[1] Queremos aclarar que el término posmodernismo se refiere, aquí, a las manifestaciones tardías o crepusculares del modernismo iniciado por Darío

Sobre la autora

*Fuente: tomado del Libro «Figuras eel Siglo XX en La Literatura Venezolana» (pp. 18-28)

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