Armando José Sequera
UNA CACATÚA EN NOCHEBUENA
1
La nochebuena de 2001, el señor Kevin Butler se disponía a salir de su casa para ir a una cena de Navidad
con varios amigos, cuando sonó el timbre de entrada.
Al abrir la puerta, Butler se topó con un ex-empleado suyo, Daniel Torres, y con un amigo de éste llamado
Johnny Serna.
Butler había despedido a Torres tiempo atrás por recomendarle a Serna para que hiciera una reparación en su piscina. Cuando recibió el cheque del pago por su trabajo, Serna lo adulteró para cobrar diez veces más el precio acordado.
Luego de la denuncia de Butler ante las autoridades de Dallas, Texas –donde residían todos los protagonistas de este episodio–, ambos amigos se dieron a la fuga.
Después de algunas pesquisas infructuosas, la policía estatal los incluyó en su lista de solicitados y esa noche aún estaban en ella.
2
Tan pronto advirtieron que la puerta estaba abierta y Butler se hallaba solo, Torres y Serna se abalanzaron
sobre él y, con una soga y un trozo de tela que llevaban, lo ataron y amordazaron.
No habían entrado a robar sino a propinarle una paliza a Butler.
Mientras en las casas vecinas de la urbanización Pleasant Grove (Arboleda Agradable) las familias se disponían a celebrar la Nochebuena, Serna y Torres pateaban y golpeaban a Butler sin la menor muestra de misericordia.
Torres se enardeció muchísimo al recordar que por la denuncia de Butler llevaba un tiempo sin trabajo y huyendo de la policía. Olvidaba que habían sido él y su amigo quienes cometieron el delito que desestabilizó sus vidas.
En cierto momento, Serna y Torres se cansaron de lanzar puñetazos y patadas y tomaron un descanso. Durante éste, Torres fue a la cocina y se armó con el cuchillo más filoso que encontró.
A continuación, volvió a la sala y sin decirle nada a su compañero atacó a Butler.
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En el momento en que hundió el cuchillo por primera vez en el cuerpo de su víctima, Bird, una cacatúa de cresta blanca que era la mascota de Butler desde hacía dos años, se lanzó sobre Torres.
Antes de que éste pudiera hacer algo, Bird lo picoteó repetidamente en la cabeza y le arañó las manos y los antebrazos, obligándolo a soltar su afilada arma.
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Serna intervino, entregándole a su amigo un cuchillo de trinchar carne, que Torres blandió contra la cacatúa.
Los dos primeros golpes los falló, pero acertó el tercero.
Bird cayó y el criminal aprovechó para rematarla, no solo pinchándola sino golpeándola con sus puños dos veces en la cabeza.
No conforme con verla muerta, era tanta su furia que Torres le arrancó una pata. Seguidamente, retomó el cuchillo y cargó de nuevo contra Butler quien yacía en el suelo, inmóvil, en un cada vez mayor charco de sangre.
Serna le dijo que ya bastaba, pero él no le hizo caso. No llegó a oírlo, según confesó más adelante.
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Torres acuchilló decenas veces a Butler y, como parecía no cansarse, Serna le hizo ver que hacía rato que
el antiguo empleador de ambos estaba muerto.
Al ver el rostro de Serna, el asesino pareció salir de un trance y comprendió la enormidad de lo que había hecho.
Sin embargo, su cólera había alcanzado tal magnitud que todavía asestó dos puñaladas más al cuerpo exánime.
Antes de escapar, los dos criminales revisaron la casa y encontraron 1.200 dólares en efectivo y las llaves de un camión propiedad de Butler.
Huyeron en el camión y, cuando al mismo se le terminó la gasolina, lo abandonaron en otro condado de mismo estado de Texas.
6
Desde el inicio de las investigaciones, la policía centró sus sospechas en Torres y Serna, en primer lugar porque eran las únicas personas que recientemente habían tenido problemas con Butler.
En segundo, porque habían desaparecido de sus domicilios desde la misma noche del crimen.
Pero existía un problema: no había nada que conectara ambos hechos, debido a que los dos criminales habían realizado su acción con las manos enguantadas.
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En la Medicatura Forense de Dallas no sólo habían practicado experticias sobre el cadáver de Butler, sino también sobre el cuerpo de Bird, ya que el ave mostraba restos de sangre humana en el pico y en las patas.
Gracias al ADN contenido en esta sangre se pudo determinar –cuando Torres y Serna fueron detenidos y se les tomaron muestras–, que tanto el asesino de Butler como el de Bird era el primero de los nombrados.
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El 20 de febrero de 2003, catorce meses después del crimen, Torres compareció con gran altivez ante un
jurado, alegando su inocencia en voz alta.
Pero cuando el fiscal expuso las pruebas con que contaba –especialmente, la de su ADN en el cuerpo de
Bird–, el asesino se derrumbó y confesó.
Una vez reunido el jurado, apenas demoró 25 minutos en ponerse de acuerdo y condenar a Daniel Torres a muerte y a Serna a cadena perpetua.
***
EL GATO Y LOS CANARIOS
1
A mediados de los años Ochenta del siglo XX, apareció en la prensa una noticia muy curiosa: en Bélgica, un gato había recibido una herencia multimillonaria y debía compartirla nada menos que con dos canarios.
No se trataba del argumento de un cortometraje de Piolín y Silvestre, los célebres personajes de dibujos
animados de la serie Looney Tunes, de la productora estadounidense Warner Bros.
Eran un felino y dos aves de carne y hueso.
2
Tanto el gato como los canarios eran originarios y residentes de Brujas, Bélgica. Habían compartido su vida y su lugar de residencia con una señora recién fallecida llamada Andrée O. Montet.
La casa estaba valorada en 250.000 dólares y, como no tuvo herederos humanos, la señora Montet dejó la
vivienda y una enorme cantidad de dinero a sus mascotas.
El gato se llamaba Tommie, en tanto los canarios tenían por nombres Gigi y Co Co.
3
Al día siguiente de haberse leído el testamento, Gigi amaneció muerto. Como era de esperarse, todo el mundo –incluso la prensa–, acusó a Tommie.
El abogado de la señora Montet solicitó la intervención de la policía belga y ésta, de inmediato y aunque parezca mentira, procedió a detener al gato. La Fiscalía Pública y luego un juez penal se sumaron a la investigación, dado que había muchísimo dinero y una gran propiedad en juego.
La autopsia practicada a Gigi, por solicitud del fiscal, reveló que en efecto el canario había muerto asesinado.
Para este momento, el caso figuraba en todos los periódicos humanos de Bélgica y muchos otros países. En casi todos, se culpaba a Tommie, sin tomar en cuenta que la jaula donde yacía el cuerpo sin vida del canario estaba cerrada y fuera del alcance del presunto asesino.
Sin embargo, el mismo fiscal del caso pidió un examen de las uñas y los dientes de Tommie y, gracias a éste, se pudo establecer su inocencia.
4
Lamentablemente, la investigación no pasó de allí. Al descubrirse que el criminal no era el gato, a los humanos a cargo de la misma no les importó más el caso y no se investigó quién había sido el canaricida.
Sólo el juez que conoció de la causa intervino de nuevo, pero emitiendo una injusta sentencia contra Tommie.
Según este dictamen, el gato quedó sometido a vigilancia humana –en persona y a través de cámaras–,
las 24 horas del día y por el resto de su vida, para evitarle problemas a Co Co.
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Cuatro meses después de la desaparición de Gigi, apareció muerto Co Co, el otro canario.
El juez que había conocido de la causa anterior, solicitó ver el video de vigilancia y horas más tarde se lo llevó el mayordomo que cuidaba del gato y el canario.
En la grabación se veía a Co Co en su jaula, comiendo tranquilamente. De un momento al siguiente, la jaula ya no estaba en su lugar, a más de un metro setenta de altura, sino en el suelo.
A través de la puerta abierta, Tommie trataba de sacar el cuerpo inanimado del canario, con la pata derecha.
Esta vez, según el juez, no había duda de que el gato era el culpable.
6
Pero la policía estaba alerta. El detective a cargo de la investigación se presentó en la casa Montet y le exigió al mayordomo que le entregara el video completo.
El cuidador de los dos animales sostuvo que ya se lo había llevado al juez, pero el detective insistió en su
solicitud. Dijo haberlo visto también y haber detectado varias irregularidades.
A partir de entonces los dos hombres se enfrascaron en una especie de duelo, en el que el investigador solicitaba el video original y el mayordomo esgrimía una excusa tras otra para no entregárselo.
Al fin, cedió.
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Cuando el detective cotejó ambas grabaciones, constató que en efecto la que había visto el juez
presentaba algunas anomalías.
En primer lugar, faltaba un fragmento de cuatro horas. La imagen del canario mientras comía era de las nueve de la mañana. La escena donde Tommie procuraba sacarlo de la jaula correspondía a la una y tres minutos de la tarde.
En segundo, aunque la jaula de Co Co –que habitualmente se mantenía suspendida de un pedestal–, se hallaba en el suelo, el soporte seguía en pie.
La única manera que Tommie tenía de bajarla era derribando el pedestal. Pero como esto no había
sucedido, era evidente que él no lo había hecho.
Tampoco era creíble que hubiera abierto la puerta.
8
Lo que el mayordomo no sabía era que la policía, a instancias del fiscal del Estado, había instalado una
segunda cámara frente a la jaula, que se manejaba desde la Central.
En esta cinta alternativa se veía al mayordomo colocando comida a Co Co –la cual, al ser examinada, se
determinó que contenía veneno–, y luego extrayendo el cartucho del video judicial de vigilancia.
Al cabo de cuatro horas y tres minutos, el hombre regresó cargando a Tommie. Tras dejarlo a sus pies,
introdujo de nuevo el cartucho de video, dejó la jaula en el piso junto al gato y abrió la puerta.
Cuando vio que Tommie se interesó en el regalo que le daba, encendió la grabadora de imágenes.
El detective también descubrió que, según una cláusula del testamento de la señora Montet, cuando murieran tanto el gato como los dos canarios, el mayordomo recibiría lo que quedara de la herencia.