literatura venezolana

de hoy y de siempre

Cuando los cambios no son bienvenidos

Ene 24, 2022

Eziongeber Chino Álvarez

«Si el futuro ha de permanecer abierto y libre, necesitamos personas que puedan tolerar lo desconocido, que no necesiten el apoyo de sistemas completamente elaborados o modelos tradicionales del pasado”. –

Margaret Mead

“Es más fácil cambiar la religión de un hombre que cambiar su dieta”. 

Margaret Mead

Comienzo por la frase final: los Sistemas de Creencia. Nos cuesta cambiar nuestras costumbres. Nos resistimos. Somos excesivamente ritualistas y existen ciertas cosas que consideramos como innegociables. Uno no cambia las frituras a las que lo acostumbraron desde la infancia, así como así. Los plátanos fritos, por ejemplo. Es difícil dejarlos, hasta el día en que el médico te habla de arterias tapadas. O de glicemia. Entonces, uno cambia sus costumbres al comer dada la grave amenaza. Si esto es así, con más razón nos cuesta entrarle a la lectura de un libro, si tenemos casi 25 años pescando información rápida que nos saque del problema. Por decirte, un trabajo escolar de historia o de matemáticas. Si ya existen 150 resúmenes y monografías al respecto ¿para que perder tiempo analizando el asunto? Pensando más allá del mero hecho de valorar en su justa medida a la Literatura, está el asunto comunicacional. Está en la forma monosilábica en que ahora habla la gente porque leer, educarse o instruirse es una completa ladilla. Y tarda. Seis años en la escuela, cinco años en el liceo, y 5 años en la universidad, son cifras espeluznantes para un muchacho, que pide la pizza a través del mismo teléfono en que chatea con la noviecita. Eso de leer implica demasiado tiempo para ellos. La orfandad del pensamiento tiene al «todes» como  el Gran Oráculo Evolutivo que  determina nuestra forma de leer. Y de escribir. Ya ni siquiera importa la buena ortografía, sino que uno pueda dirimir bien qué coño dice el mensaje contenido en un meme.

Ante tan dura realidad, resulta que nosotros nos oponemos fieramente, porque sabemos que esas personas no tienen idea de quién fue Eduardo Blanco y su Venezuela Heroica. O Humboldt y sus «Viajes a las Regiones Equinocciales». Inclusive, hay una página en Youtube que denigra muy a la ligera de Bolívar o de Piar. Pero para entender bien a Bolívar, yo sugeriría leer  «Bolívar de carne y hueso» o  «Piar, caudillo de dos colores», ambos libros de Herrera Luque.  Entonces, ahitalavaina: hay que leer. El no leer, no es respuesta para nosotros, porque lo que buscamos los lectores es al escritor que nos ayude a resolver nuestras dudas y todo lo que vamos sintiendo y esto es solo un ápice. Por eso, la poesía es el pilar fundamental del pensamiento. Del espíritu. Pero eso es para mí, humilde narrador.

En este punto me pregunto ¿a quién le interesa que terminemos con ese fastidio del pensamiento complejo, que para muchos es un pensamiento pendejo? ¿Qué corrientes se mueven en el mundo, que se dan el tupé de organizar ejércitos incontables de personas a las que le piden que por favor, no piensen para que no se enreden? ¿Qué tal el comunismo?  Por otra parte, pocos hacen memoria. No les interesa el pasado porque entienden que la vida es vida después de internet. En general, mucha gente tiene la idea de que la Literatura ha muerto. O es inútil, como la hipotenusa. Como el paralelepípedo ¿Qué fue lo primero que hicieron los Hermanos del Despertar, aquellos conquistadores musulmanes que sitiaron Córdoba por allá hace más de mil años? Quemar los libros. Piras y piras de textos de incalculable valor ¿Qué hizo Torquemada cuando los Reyes Católicos expulsaron a los árabes. La misma vaina ¿Qué hizo Hitler? Pues lo mismo. ¿Que hacen ahora? Es poco el esfuerzo que tienen que hacer para anularnos. No tienen que conducirnos a la hoguera porque con cancelarnos, como quien decide quedarse en casa y no ir a la disco, tienen.

¿En Venezuela? Peor. Las solemnes enclaves literarios se ofenden si una editorial no les baila al son que ellos toquen. Tipos que se creen Los Bombillos de la Cruz del cerro El Ávila… Pero esto no es nuevo. No es nuevo y generalmente se trata de la misma gente de siempre. ¿La literatura? No importa. Importa más el ego del poeta amigo. Del escritor pana. Cofradía estupidizada. Quieren tener el control de todo, y ni una letra puede caer de tu mata, si ellos no lo autorizan. Como dice la canción: la cultura popular tiene amigos por montones, pero en ella se colean los zorros y camaleones, y eso es tal cual lo que pasa. Por eso, concuerdo en que Amazon pueda que no sea una plataforma muy justa, pero es efectiva y en muchos casos, económica. A través de ella, a un tipo como yo le han comprado libros en Australia. En Canadá. En España. En México. Y sin el beneplácito de estos letrados, suerte de coro celestial del dictador. Yo jamás he visto a los orondos círculos intelectuales venezolanos hablar a este respecto, y me refiero al hecho de que Amazon no llega a Venezuela. Y no he podido leer un libro mío en físico, pero no me quejo. Tampoco estos tipos se pronuncian contra la dictadura, y yo me pregunto por qué. En resumidas cuentas, lo menos que quiere una dictadura es que leas -o escribas- y en eso, paradójicamente, mucho intelectual venezolano ayuda, razón por la cual, leer o escribir en Venezuela es un acto osado y bastante ofensivo si no es bendecido por el madurismo o por una particular parranda de creídos monigotes que le hacen la cama.

En los tiempos que corren, igual que en el pasado, leer es insurgir. Es conocimiento. Es resistir. Lo mismo ocurre con la escritura. Hay que agotar los últimos cartuchos defendiendo nuestro derecho a expresarnos por cualquier vía y sin tener que pedirle permiso a nadie. A escribir lo que nos salga. A publicar, si nos da la real gana. De manera que, el trabajo que toca, al menos para la Editorial Ítaca que co-dirijo con Milagros Mata, es muy fuerte. Hay que ganarle a tótems gordotes y grasientos. Hay que ganarle a la dictadura, que no tiene otro interés que el hecho de que se entienda lo que diga la página Patria. Habrá que vencer a media humanidad y habrá que prepararse con todos los aparejos posibles. Pero a la corta o a la larga, la humanidad entenderá que un libro, virtual o no, no es un libro en si, sino que se trata de la posibilidad de expandir al máximo nuestros nuestras mentes para seguir adelante, y entender por qué los poetas escriben poesía, o por qué Margaret Mead escribió esas cosas que te traigo.

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