Juan Sánchez Peláez
EL CÍRCULO SE ABRE
El círculo se abre, ¿ves?, ¿no oyes como si hubiera gran brisa en los árboles, no escuchas las palabras sin sentido de una mandolina? Que regrese a nosotros la dicha que tuvimos y el páramo. A fondo, memoria mía, para que no extravíes en la estación final ni un átomo en las cuentas de la angustiosa cosecha. No te vayas a olisquear recuerdos, proseguía el encantado jardín; no nos abandones, reina madre, murmuraba nuestra familia de huérfanos; dame un punto de apoyo o una saeta exacta, continuaba la niñez mientras comía unas fresas. No te vayas, arduo otoño, exclamo ahora, déjame asirte y baila arriba títere de mi corazón que tan bien sabes dilapidar la leche del gato y el cántaro de semillas, y que con la ayuda del tiempo me rectificas y alzas con el sonido de una pelota bajo la lluvia.
(a Humberto Díaz Casanueva)
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BELLEZA
Interrumpida mi plática, vuelvo a hablar contigo de la partida y el regreso. Todo sucedió a vuelo de pájaro, belleza: a la vez mundo compacto, cerrado y libre. Al abrir los ojos en la llama fría, era un lorito ufano; te busqué de verdad, lamía en la sombra tus huesos, santa perra. Aunque me ausentara de ti, aunque me cubriera el ridículo, aunque estuvieras más allá del resplandor que me envuelve; quizás cercana a la bahía, en pleno mar de verano, en medio de las palmas reales.
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POÉTICA
No íbamos a incursionar en el sitio que ocupa el rayo con brazos de roble: su furia despejaría nuestra pobre cabeza, llena de vino y vanas ilusiones. Usted es quien me dirige la palabra, señor que dispone en fila las luces de bengala (repito su eco, trago su anhelo y su espina); usted es quien mancha el papel sobre la mesa, mientras la cacería verdadera ocurre donde no hay límites, quizás en esta grieta visceral al filo de la hermosa fabla y el lustre lejano.
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UNO SE QUEDA AQUÍ
Uno se queda aquí, huérfano, en la ribera lejana o en la escollera. Luego viene la mueca que es el pensamiento resignado, y una manera de considerar que nos hallamos por cierto tiempo en buena disposición física, y que luego también nos iremos de viaje. Pero no, siempre no, bosque perdido e inasible. Si nos fatiga la cicatriz bella del país y la cáscara de los caminos, si nos divierten algunas arañas en la pieza diminuta que ocupamos, si no podemos desprendernos de los amigos que sollozan con nosotros, si no disponemos para la travesía con fajas de leche y pan, si no podemos escapar, aun en puerto seguro, a los brazos de la alta y la baja marea.
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POEMA
La selva roja murmura, murmura, y de repente es toda la realidad del corazón mi selva roja. Y ella que es un péndulo que oscila en el gemido, mi selva roja, y ella que exclama con saltos leves de dicha, mi selva roja, en la ruta que conduce hacia ese hondo bosque fuera de la tierra anónima nos deja estar en ninguna parte y olvidarnos, nos deja no resbalar en la cosa que se evapora, nos deja la mediúmnica voz de nuestra certidumbre, y en paz, sin magnos errores, mi selva roja.
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EL CABALLO
El caballo que olisquea mi sombra a ras de suelo apoya su pata delantera entre muchas hojas y abismo. Caballo, fábula de muerte en el viento, mientras la muerte se disipa en blancos páramos. Oh mientras gimo por dentro y río por fuera, el rumor de tu noche negra en mi duermevela a través de luciérnagas.
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FORTUITO
Si no estuviera suspendido en el aire, aquel sonido. Si el hombre bajo el firmamento no fuera una rota ausencia. Si no nos volcara en la nada nuestra infinita raíz que espera. Si no estuviéramos a la orilla de vastos ríos solares, con nuestra pupila enigmática a algún lado en la sugestión de la noche.
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NO FUE
No fue la diosa de los bosques más hondos, ni ella cuando bajaba el último peldaño, ni él envuelto con mi fuero íntimo, ni las dos fablas de pie, hombre y mujer, ni esta arcilla o aristas bien duras, oh mañana, evidencia real, y cómo nos seguías a nosotros llenos de amor y evasión en el occidente huraño, y cómo se agitó en el lecho aquel crepúsculo que seguía a nuestro tiempo, la nada, las voces, los ecos, las fuentes, las parcas, o bien una y otra cascada luminosa en la torre del viento.
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YO NO SERÉ
Yo no seré explícito o enigmático o tú no serás la rosa
en fuga o la piedra dura qué locura
del hoy de mi ayer que en mi mañana a menudo hora tras
hora o sea esta noche
se apagan los miembros del diamante en los ojos de mi
amante
topo una gruta impenetrable
abro mi abecedario ovillo para que en mi ademán se
filtre la luz
y cual nos viéramos mi dama y yo yendo de paseo
buzos reclusos qué ebriedad qué risa
y la arena frágil del corazón
la redonda manzana en el agua de nuestros labios.
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PROFUNDAMENTE
Profundamente los muertos tienen sueño, pero ¿qué hacer? Luego se halla con ellos el ídolo del vaho y el humus, el lento y fortuito reptar en medio del follaje trémulo o el miedo que los consume como mariposas blancas o rojas detrás de una lámpara. Si quieren pronunciar nuestros nombres, la noche cerrada les impone muros altísimos de ardorosa ley. A veces agitan sin embargo una máscara que ruega y aúlla en la penumbra sobre nuestro perfil y tallan por el pozo de la roca, brechas en línea recta, con ases de oros, rumbo a atribulados, fríos arcanos.
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ANTES DE DAR FORMA
Alguna vez antes de dar forma a tu visión, crece sin pausa el niño que fuiste y que quiere unirse de nuevo a ti en las montañas altas. Alguna vez avanza nada casual hacia el centro de tu morada hermética, y no hay evasivas para ti, y ya no empujas inmensos bloques de hielo entre las rosas y el miedo, y hay fragancia para tu pecho cuando bajo la hierba o el cielo brilla el carruaje firme de fuego.
