Oh mater
deífica presencia
soberbia en tu vastedad categórica
no obstante de misterio orlada
más allá del espíritu y de la experiencia.
Oh mater
Hiciste al hombre
– carne de la noche mineral y de los astros –
para soñarte.
Candil
Esto encendido
En la pequeña historia
De cada quien.
Lucecita, solecito,
Aquí y allá en lo hondo
De esta inmensa confusión.
Dialogando incansable
Sin posibilidad de tregua
En la lid.
Pequeña flor encandencida, virulenta
De gran orden,
Del colosal ritmo, cantiga inalterable
De la oscuridad y el fulgor
Tan remoto a la diminuta altivez,
Fragilísimo sueño, fragilísimo encanto:
Alma
Erradumbre
Palpa (¿o disfruta?) el prodigio de la errancia
El ser en la mirada,
Sus transidos horizontes sensibles cantan
La andariega sorpresa de estar,
Cruzar cual encandecida estrella fugitiva
En el vetusto atlas celeste
La escandalosa orgía del misterio.
Derrotados por lo efímero pasajeros ojos
¿algo o nada restará del testimonio
Del vuelo del pájaro de la presencia
En la ilimitada contradanza muda, ciega?
Augural
Aunque la gran verdad se llama arcilla, greda.
Aunque ligeros guijarros presagian
de la abisal noche el secreto
el azar del molinete de los días
valga tal vez por lo del juego.
Porque toda la sorpresa cabe
en el invento armado por un niño.
Cornucopia vertida desde un sin comienzo
confuso en la lejanía de la sed
lúdica de la esperanza y del apego.
Son sus nombres curiosidad, ansias, anhelos.
Abisal
Abre la muerte la puerta del país del silencio
Un silencio áspero, infinito,
Su agobio, ahora, se presiente
Su congoja oscura, augural.
De este lado
El tronido de la realidad ilumina,
El estridor de todo.
Materia
Oh mater
deífica presencia
soberbia en tu vastedad categórica
no obstante de misterio orlada
más allá del espíritu y de la experiencia.
Oh mater
Hiciste al hombre
– carne de la noche mineral y de los astros –
para soñarte.
Designio
Asalto al sueño y al ruido,
Al ritmo de la tierra deambular,
Atrapar el obsequio del vacío
Y así retornar al desatino
Con el tesoro del alegre desaliento
O la rabiosa risa
A la cobertiza arenilla de la insignificancia
Entonces ver
Mirar como cualquier animalejo silvestre.
Contemplar se puede llamar el existir.
Ver. La mirada.
El azar del magnífico naufragio
En esta pequeña isla ínsita,
Sin rumbo, sin certidumbre,
Con los foscos pedruscos del silencio confundirse.
Mirada
Equivale la mirada a una red
Grande como la ocasión de estar.
Intentar aprehender la fugaz fascinación
Sobre el bajel del ahora.
Codicia de palpar, avaricia de ver,
Ínsito ánimo de expandir el plexo de la mirada,
La ingenua insaciabilidad del romero.
Piedra
En ti confluye todo
al paso de los ríos de la aurora
minúscula carne de Dios.
Más allá del mal de la estulticia
celebras en el sueño del silencio
la permanencia infinita del bien y la belleza.
Sobre planicies y montañas
junto al joven viento o a la niña brisa
concibes en la sabiduría de tu substancia
lo admirable.
Doctrinal
Diezmar la carne y el alma hecha por los otros
a retazos de su propia conformidad y miedo.
Disciplinarse en la soberbia.
Diezmar la carne y el alma para asumir la escogencia.
Doblegar el pánico de los heraldos en las torres acobardadas.
Poner con toda su desnudez el cuerpo y el alma sobre la tierra
e iniciar un juego en espiral contra la muerte.
Codicia
Para el Caballero de la Orden no eran útiles
los protectores de hierro ni los pesados escudos.
Necesitaba un arma más terrible ante el gran reto.
Por ello, en la repartición de los acertijos
había escogido un monosílabo: sed.
Ahora
Está frente a mí el ahora, movible e inmóvil
La necrópolis del ayer subyace, canta o grita
Su ya no ser ahora.
En fin el albur del vientre del futuro,
Por ello, en la repartición de los acertijos
Solo, indefectiblemente, engendrará el ahora.