Que traiga el sueño
entre sus alas
la rosa roja
de la alborada.
Que alguien nos traiga una rosa,
un pájaro cantarino
un guijarro, un jazmín,
un polluelo con su nido.
Que alguien nos traiga en su pecho
el paisaje más tranquilo
con la risa de columpios,
con arroyuelos y trinos.
Que alguien nos traiga en sus manos
algún cocuyo encendido
para que el campo desierto
renazca entre miel y trigo.
Que alguien nos traiga a la tierra
el mundo de los abrigos,
que los llantos de pobreza
se alejen de nuestros niños.
***
Génesis
Al principio fue el silencio…
el Hombre,
lo que sería el Hombre,
yacía disperso en el fondo de las cosas.
El fuego,
el agua,
el musgo,
inmóviles estaban.
¡Por eso al principio fue el silencio!
y en el silencio,
en ese vastísimo,
sordo,
gris silencio,
dormían también las voces
y todas las palabras
que habrían de pronunciarse.
¡Por eso al principio fue el silencio!
no había árboles, ni pájaros,
ni peces había…
ni espigas había…
ni escorpiones había…
Sólo estaba el mar, quieto,
sin olas,
y arriba el cielo, cielo, cielo…
solamente el cielo.
El cielo solamente arriba estaba.
Entonces ningún ruido existía.
Ni el agua, ni en las sombras.
Nada se agitaba
Ninguna cosa tenía su sonido…
sólo el silencio abarcaba toda la obscuridad,
y la obscuridad misma era el silencio.
Todo estaba inmóvil,
callado, en suspenso…
pero la obscuridad,
y el cielo,
y la vasta tierra solitaria,
y las aguas plomizas
desearon el amor…
el amor de la luz,
de las tormentas,
del germen…
y todo comenzó a agitarse.
Y el cielo, y la tierra y las aguas
se conmovieron…
¡Y vino la claridad!
Una inmensa claridad vino,
y en el centro de ella,
caminaba lento, sobre la tierra ya,
el Hombre…
y el Hombre dijo su palabra,
y proclamó su grito.
Y nunca más fue el silencio
sobre la vastedad del mundo.
Pero el Hombre recuerda,
a veces,
que al principio fue el silencio.
***
Ahora
Los traficantes de todas las guerras.
Los que han vivido siempre amasando
La sangre, el sudor, las angustias.
Los que han pisoteado violentos e impasibles
El derecho a la vida de todos los de abajo.
¡Los cuervos, el sudor, las angustias!
¡Ah, ya están de nuevo aquí con uñas y colmillos
Con fuegos y aullidos!
Traen todos los llantos en sus morrales de odio.
Traen ser insaciable y ansias de reparto.
Desprecio por las penas y los pechos curvados.
Displicentes miradas a la tragedia inmensa
Y un profundo gozar por lo que habrán ganado!
Y es por eso, es por eso que ahora,
Con el dolor quemando al verso y la palabra.
Con el dolor encajando en la voz
Su ascua violenta, tendremos que decir:
¡Hay que luchar!
¡Luchar si, por el hombre, por lo que es el hombre,
Por lo que será el hombre!
¡Con el dolor naciendo mas allá de la calma
Y la esperanza, con el dolor prendido
Como una flor inmensa al corazón de las angustias!
¡Con el dolor por ver la tierra herida
Y oír gritar la sangre en los más claros ecos!
Con el dolor, en fin, de hombres elementales
Y humanos, tendremos que decir:
¡Hay que luchar!
¡Luchar por nuestra tierra, por nuestro pan,
Por nuestros hijos, luchar para vivir
Con la paz y en la paz de los hombres!
***
Miedo y deseo
¡Enterrad a esos muertos tan hondo
Que no puedan volver ni en los retoños
de yedras y arbustos…!
Enterradlos tan hondo que ni sus huesos sepan
de retorcidas raíces ni subterráneos ríos!
¡Enterradlos muy hondo pues
podrían volver disueltos en sanas
o vueltos negros peces bajo aguas sombrías!
¡Y entonces, ah, entonces…!
¡Qué silencios preñados de preguntas,
qué de acusaciones hiriéndonos,
cortándonos…!
¡Cuánta visión muda por campos y ciudades!
¡Cuánta llorosa ruina bajo quietos relojes!
¡Qué de vivos recuerdos quemando los silencios,
qué rabia suelta y loca por mares y caminos!
¡Enterradlos tan hondo, sí tan hondo
que ni la rosa pueda decimos sus lamentos,
ni podamos gustar sus tierras y sus cales
al masticar tubérculos o beber manantiales!
¡Pero no, dejadlos sobre el mundo
terribles y desnudos!
¡Dejadlos como árboles de cortezas frías!
Sí, dejadlos para que acusen siempre
con huesos y silbidos a los grandes culpables
¡Dejadlos así permanentemente quietos
Acusándonos siempre con sus cuencas vacías!
