literatura venezolana

de hoy y de siempre

La iluminada escritura de un mago autodidacta

Feb 4, 2025

Carlos Yusti

Elisio Jiménez Sierra nació en la Atarigua Vieja, Parroquia Castañeda del entonces Distrito Torres, el lunes 20 de octubre de 1919. En los días que el agua estaba a punto de sepultar su aldea, la fue a visitar
tras largos años de ausencia en Caraballeda y Caracas.

Otro tanto hizo cuando un movimiento telúrico azotó este sufrido conglomerado humano del semiárido larense, que, paradójicamente, fue ahogada por millones de toneladas de agua de la Represa Cuatricentenaria.

Hizo sus primeras letras en la Escuela Federal Nº 1324, bajo la tutela de Don Gil Arturo Zambrano. Aprendió a tocar la mandolina con Jacobo Pérez y hasta formó parte de un cuarteto de serenateros bajo las estrelladas noches atariguenses, me dice Alcides Tovar, cronista sentimental de este simpático villorio situado, desde su fundación en 1850, en las márgenes de la Quebrada de La Raíz y las orillas del “Nilo de Centroccidente”, el Río Tocuyo.

Se traslada luego a la rancia y añeja ciudad de Carora a estudiar bachillerato en su Colegio Federal cuando contaba 20 años de edad. Fue, pues, en 1940 cuando lo inscribe en tal instituto Don Pompilio Jiménez Lara, quizá un tío suyo. Allí cursa en primer año las asignaturas Aritmética Razonada, Castellano, Francés, Geografía e Historia Universales, Botánica, Latín y Dibujo, según reza el Libro de Matrícula de tal
Colegio en los folios 152-153.

En esos años frecuenta la casa de habitación de Don Cecilio “Chío” Zubillaga, con quien comparte su odio a las injusticias de los jefes civiles, por lo que en cierta ocasión fue reclutado en su aldea y enviado a Carora, pero su padre logra su libertad. Hace amistad con el escritor Antonio Crespo Meléndez. Con la prematura muerte de su papá regresa a Atarigua para hacerse cargo del negocio paterno, pero como comerciante era muy malo y muy pronto quebró.

En 1940 se muda a Barquisimeto y entraba amistad con la motivadora de la cultura Casta J. Riera. Publica en 1942 su ópera prima con prólogo de Hermann Garmendia: Archipiélago doliente. El poemario Sonata de los sueños verá la luz en 1950, en tanto que El peregrino de la nave anclada lo hará en 1958. Psicografía del Padre Borges es de 1971, La venus venezolana (1971), Los puertos de la última bohemia, Exploración de la selva oscura. Ensayos sobre Dante y Petrarca (2000) La aldea sumergida (2007).

El mexicano Octavio Paz, Premio Nobel de literatura, se refirió a Elisio Jiménez Sierra en elogiosos términos: “Hace unos años recibí una traducción de cincuenta y pico de sonetos de Los trofeos hecha por Eliseo (sic) Jiménez Sierra. No lo conozco pero después de leer su traducción lo estimo. Es una traducción excelente, rimada y en rotundos alejandrinos que revelan a un aventajado discípulo de Darío. Un modernista en la mitad del siglo, ¿no es extraño? Nada sé de Jiménez Sierra excepto que el prólogo a su traducción está fechado en 1957. Él me la envió en 1980”.

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El autodidacta cuando escribe busca, no siempre claro, demostrar su dominio sobre aquellos asuntos determinados que enfoca en sus escritos y esto a veces le convierte a los ojos del lector en un letárgico repetidor de enciclopedias, o en el peor de los casos en un advenedizo cultural con pretensiones. En otras ocasiones se le tacha sin escrúpulo como erudito petulante cuya pesadez es proporcional a su sabiduría autoinfligida, por aquello que una vez dijo Groucho Marx: “Nunca fui a la escuela. Mi educación es autoinfligida”. Para otros el autodidacta es un desalmado que quiere demostrar cuán ignorantes pueden ser los legos y aquellos que tienen estudios formales.

A pesar de este pésimo puntaje en contra, el autodidacta debe leer y estudiar el doble. Tiene que leer más de lo normal. Debe emplearse a fondo en el estudio y su esfuerzo para acceder al saber siempre es profuso y cuesta arriba, en este sentido sus puntos a favor están en que sus desvelos no buscan recompensas y sus logros son más bien intangibles ya que se dirigen en apuntalar su espíritu, en proporcionarle humanismo trascendente a su ser interior.

Son contados los autodidactas que a través de sus escritos demuestran tener un alma instruida a cabalidad y quieren más bien ofrecer un enfoque menos trillado sobre aquellos temas que le apasionan y obsesionan. Elisio Jiménez Sierra es un autodidacta con un alma perseverante, y su libro Estudios grecolatinos y otros ensayos literarios es un ejemplo impecable de una escritura que brinda puntos de vista distintos sobre aspectos literarios que han sido la potestad, especie de parcela particular, de eruditos y especialistas.

Estos estudios grecolatinos tienen como primera característica cierta iluminada lozanía y Elisio Jiménez Sierra, sin dejar de ser profundo, no pierde de vista la clara amenidad para transmitir sus ideas y presentar los temas más variados logrando darle carnadura elevada a la anécdota, de traspapelar la información ilustrada con la vida, de canalizar lo universal con lo cotidiano sin caer en la pesadez y permitiendo que el
humor y un estilo desprejuiciado convierta los diferentes ensayos del libro en una verdadera fiesta de sabiduría sobre la tradición cultural latina y mediterránea.

Hay una desatada pasión por el saber, y no es casual que, en el prólogo de este incomparable libro, el escritor Gabriel Jiménez Emán, sobre el autor, acote: “Resulta conmovedor cómo la vida de un hombre puede estar tan hilvanada a una pasión por la letra, por el idioma y las lenguas, por la literatura y el pensamiento; mucho más si esa pasión se produce en condiciones culturales precarias, en el entorno agreste de una aldea del estado Lara llamada Atarigua…”. El pueblo de Elisio Jiménez Sierra quedó bajo las aguas a causa de una represa o algo por estilo. Ese recuerdo lo persiguió siempre como una extraña metáfora. Se hizo de una cultura gracias a la biblioteca de amigos y conocidos. Después llega a Caracas y la Biblioteca Nacional es su gran aliada. Posee un instinto innato para encontrar libros raros. Aprende algunos idiomas y lee dichos libros realizando sus propias traducciones. Escribe algunos libros de ensayos (Psicografía, del padre Borges, De la horca a la taberna. Turbia obra y clara vida, de Villón). También escribe libros de poemas (Archipiélago doliente, Sonata de los sueños y Los puertos de la última bohemia). Escribe también para la prensa artículos con los temas más dispares. A su muerte deja una obra inédita que la fundación que se lleva su nombre poco a poco ha ido publicando y al que pertenecen Viajes con Lovecraft a la ciudad del sol poniente, y este de los estudios grecolatinos.

La selección de los textos estuvo a cargo de Ennio Jiménez Emán, con el apoyo de Rafael Garrido. Dividido en cuatro partes (“Estudios grecolatinos”, “Literatura europea, romántica y moderna”, “Estudios d’annunzianos y pascolianos” y “Estudios varios”), Eliseo Jiménez Sierra se ocupa de distintos aspectos relacionados con la literatura, demostrando un dominio conciso y en profundo de los diferentes autores y sus obras. El autor aborda el ensayo con maestría y ningún tema parece complicado.

Los ensayos del libro Estudios grecolatinos y otros ensayos literarios poseen en su conjunto una belleza estilística sin igual. La sabiduría recorre cada frase, la metáfora está presente a cada párrafo. El ensayo es elevado a pieza pensada al ritmo del corazón, es armado desde la sensibilidad y cada ensayo posee una riqueza y variedad deslumbrante. Temas que van desde el cometa de Pascelo, pasando por los poemas antiguos de Leconte y por si esto no fuese suficiente un ensayo espléndido que medita sobre el murciélago: “A pesar de todos sus detractores y mixtificadores, el murciélago está hoy considerado como una de las maravillas de la naturaleza. (…) Ciertos esqueletos de murciélagos hacen pensar en los dibujos
de Holbein y de la Crónica de Nuremberg sobre la Danza de la muerte (…). De sus ténebres guaridas sale al promediar la tarde, a beber luz de estrellas por los horizontes”.

Así sobre el poeta latino Cneo Nevio escribió: “Por su abierta y audaz rebeldía, por su orgullo campano, por su valiente actitud de oposición, Cneo Nevio vivió siempre, como si fuera nuestro contemporáneo, bajo el ojo de los espías, siendo por ello el primero de los poetas latinos que fue víctima de persecuciones por sus ideas revolucionarias”.

El estilo ensayístico de Elisio Jiménez Sierra es sobrio y sus textos no están exentos de una melodía con variaciones. En algunos escritos deja fluir un tono poético de enorme sutileza y sobre la poesía china escribió: “En aquel tiempo, cuando yo gestaba el ensayo que va leerse, mi alma era como un enorme río amarillo, en cuyo fondo vivía un Dragón. Su presencia turbaba mis noches”. Un texto inolvidable es sobre la bohemia: “También esa bohemia dorada y engañosa tuvo sus mártires. Como aprendices de brujo, los poetas desencadenaron en su ansia de aventuras una serie de fuerzas misteriosas cuyo vitando poder desconocían, y fueron víctimas de sus efectos al no poderlas restituir a su núcleo de origen”.

Aparte de su cuidada edición (Ediciones Imaginarias), corona la portada de este placentero libro de Elisio Jiménez Sierra la efigie de una bella mujer, que es un fragmento de fresco del Palacio de Tirinto, Grecia, siglo XII a.c.

En lo personal este libro es para mí una lección del escribir bien, de asumir el ensayo desde la frescura compleja de la sabiduría. Muchos son los ensayistas del patio local, o de la vecindad circundante, por quienes no siento inclinación de ninguna naturaleza. Para hilvanar buena literatura en el ensayo del día hace falta mucha información, algo de sensibilidad por la belleza del mundo y como es lógico grandes dosis de imaginación para hacer malabares con las palabras y sacar del sombrero del lenguaje cotidiano esa metáfora felpuda y que asombra. Elisio Jiménez Sierra es un indiscutible nigromante para utilizar el lenguaje con un toque de hechizada belleza y desde la lectura de este libro lo coloco en mi museo particular de ensayistas predilectos e imprescindibles junto a Santiago Key Ayala y el doctor José Solanes.

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