literatura venezolana

de hoy y de siempre

La crítica social en la obra de Juan Vicente Camacho

Karlin Andrés Camperos García

Introducción

Los orígenes del cuento decimonónico venezolano son puntuales, según investigadores como Carlos Sandoval. Se inicia en 1841 con la aparición de un cuento del español (nacido en Caracas) Antonio Ros de Olano en el escenario literario venezolano (Sandoval, 2004). Este primer cuento venezolano decimonónico fue publicado en la revista El Pensamiento de Madrid y era el resultado de actividades literarias de esparcimiento que realizaba su autor de forma complementaria a sus oficios militares. Carlos Sandoval señala en “Fantasmas: breve introducción”, su prólogo al libro Días de espanto. Cuentos fantásticos venezolanos del siglo XIX (2004), que a mediados del siglo XIX “era muy común que un general dominara la pluma tan bien como la espada, un gesto típico de la escuela que dio a Ros y a otros ‘ciudadanos esclarecidos’ (…), las herramientas para asumirse escritores: el romanticismo.” (2004, p. XI).

De esta forma, los cuentos decimonónicos se rinden a la corriente romántica como motor creativo. Para Sandoval, el cuento romántico decimonónico en Venezuela se manifestó de tres formas específicas: “el modo idílico-sentimental, el cuento que retrata negativamente a la sociedad y, por supuesto, el que desarrolla temas sobrenaturales” (2004, p. XIII). En este contexto de innovación literaria aparecen algunos escritores de importancia en Venezuela como Julio Calcaño, Tulio Febres Cordero, Nicanor Bolet Peraza y el autor que ocupa nuestro interés en este artículo. Juan Vicente Camacho Clemente (1829-1972) fue un escritor venezolano del siglo XIX que ejerció labores diplomáticas en el extranjero, razón por la cual vivió en Lima (Perú) durante varios años. Con claro parentesco directo con Simón Bolívar, Camacho fue nieto de María Antonia Bolívar Palacios, hermana del prócer venezolano. Sus experiencias en el extranjero lo llevaron a plasmar algunos relatos que merecen un lugar dentro de la cuentística decimonónica venezolana.

Camacho fue autor de piezas como “Confesión auténtica de un ahorcado resucitado” (1861). En este cuento se incluyen de forma persistente los motivos tradicionales del cuento romántico (fantástico) decimonónico: “economía verbal, mínimas descripciones, anécdota concentrada en un solo hecho o personajes [que] acciona eficientemente la irrupción de eventos insólitos, raros, increíbles” (2004, p. XIV). Estas características implican evidentemente una necesidad creativa que hurga en lo oculto y lo desconocido. Sandoval ofrece una interpretación sobre este cuento en el prólogo que hemos citado y allí propone que Camacho explora el terreno de lo desconocido a través de su representación del terrible asesino, bandido y pirata Alberto Guillermo Heecks. Para este personaje, condenado a muerte por sus horrendos crímenes, “la ‘rajadura’ del universo produce abulia luego de conocer el dulce paraíso de la muerte. La pieza mantiene su tensión extraterrena incluso después de haber concluido” (p. XV). Sin embargo, si tomamos en cuenta los contenidos expresivos perceptibles en algunas piezas de la cuentística de Juan Vicente Camacho, específicamente en su cuento «¡No era ella!» (1862), se descubre asimismo una estampa que dibuja un subrepticio trasfondo analítico tendiente a la crítica social en lo concerniente a la opresión enfrentada por los indígenas en la sociedad racista del Perú del siglo XIX.

Por esta razón, en este artículo, se plantea como principal objetivo indagar en las características, alcance cultural y social del cuento romántico decimonónico que aborda temáticas sociales, particularmente a través del análisis de la representación del personaje anónimo de una indígena peruana en el cuento “¡No era ella!”. Esta representación se enmarca en un contexto social peruano de opresión racial al indio, al negro y demás grupos minoritarios.

González Prada (1985) analizó, en algunos de sus ensayos, los problemas sociales y raciales que el Perú afrontó durante la última parte del siglo XIX. Evidentemente, los problemas raciales no eran de reciente data en aquella época. Se habían planteado en América desde los primeros intentos de colonización del nuevo continente durante los siglos XVI, XVII y XVIII. González asume en su ensayo «Nuestros indios» una postura de profundo análisis crítico y sociológico sobre la existencia en la conciencia colectiva de los peruanos de nociones bien delimitadas de aptitud racial discriminatoria dirigidas hacia la selección de los individuos más competentes. Estas nociones de aptitud racial estaban sustentadas en las doctrinas que comenzaban a imperar en esa época: el darwinismo social y su principio basado en el struggle for life.

Los indios y demás grupos raciales minoritarios eran considerados absolutamente inferiores, incompetentes y de aptitudes limitadas que les impedían ser apreciados como idóneos para asumir roles destacados dentro de la vida política y social de cualquier nación latinoamericana. La oposición civilización/barbarie está perennemente vigente en los grupos ideológicos imperantes de la época. En el caso del Perú, se cumplía con lo que señalaba González Prada en su obra: se creía fervientemente que la barbarie estaba representada por los indios y demás minorías raciales.

En la cuentística de Juan Vicente Camacho, concretamente en su cuento “No era ella”, se exponen rasgos de profunda conciencia humanística en cuanto a la reflexión de los problemas del entorno peruano, en donde este autor habría de ver transcurrir la última etapa de su vida. En este artículo, analizaremos con mayor detenimiento los recursos y rasgos característicos enmarcados dentro de la obra literaria de este autor, y de esta manera, abordaremos el punto central en el que convergen la vena de expresión literaria conjuntamente con los matices de protesta social que se despliegan en su obra.

Características del cuento romántico decimonónico

Camacho inicia su labor literaria en una época en la que diversos críticos e historiadores del siglo XX y XXI han insistido en negar la existencia de una cuentística original en Venezuela. A pesar de ser venezolano y su obvio parentesco con Simón Bolívar, su estancia en Perú, larga y prolongada, hace que varios relatos y tradiciones escritas por Camacho traten llanamente temas del contexto histórico del Perú. Vale decir que estos temas incluyeron cierto trasfondo moral-tradicional, como, a modo de ilustración, se esbozaría en “El noveno mandamiento” (1860). Las tendencias historicistas se expresan de igual forma en ciertas tradiciones que refieren el contexto de la guerra de independencia venezolana como ocurre en “Recuerdos de antaño” (1860).

Así, Camacho hace breves exploraciones temáticas en lo relacionado con la tradición religiosa y la denuncia social como parece ser el caso de “¡No era ella!” (1862), siendo éste el único cuento conocido de Camacho que tiene una temática racial propiamente dicha. En “¡No era ella!”, Camacho incorpora recursos literarios tradicionales y, de forma certera, no se aprecia un empleo de formas de lenguaje de mayor complejidad. Esta simplicidad del lenguaje incita a pensar en una meta preconcebida: aquella de denunciar.

“¡No era ella!” cumple con las características apreciadas en los cuentos decimonónicos que pretenden mostrar un contexto cultural determinado: su brevedad es evidente y llanamente relata la trágica situación de una niña indígena de doce años que es infamemente acusada y castigada de un robo que no cometió. En síntesis, se trata de contar una sola historia que viene a representar la cotidianidad dentro de la vida de cualquier cholo o indígena en el Perú; víctimas frecuentes de los prejuicios raciales y morales que determinados grupos poderosos se antojaban a volcar indiscriminadamente sobre ellos sólo por su pertenencia a un grupo racial distinto.

González Prada ofrecía, en el ensayo citado, una versión de la realidad del indígena peruano de finales del siglo XIX:

Bajo la República ¿sufre menos el indio que bajo la dominación española? Si no existen corregimientos ni encomiendas, quedan los trabajos forzados y el reclutamiento. Lo que le hacemos sufrir basta para descargar sobre nosotros la execración de las personas humanas. Le conservamos en la ignorancia y la servidumbre, le envilecemos en el cuartel, le embrutecemos con el alcohol, le lanzamos a destrozarse en las guerras civiles y de tiempo en tiempo organizamos cacerías y matanzas como las de Amantani, Ilave y Huanta. (1985, p. 338)

Esta apología a las razas oprimidas que, individualmente, plantea González Prada intenta provocar reacciones dirigidas a un cambio profundo de estructuras sociales bien construidas desde antaño para la sociedad peruana decimonónica. De forma particular, esta intención de González podría compaginarse con la actitud humanista y filantrópica que se percibe en los contenidos expresivos que Camacho enuncia en “¡No era ella!”. Al principio de este cuento, Camacho, de igual modo, pinta un retrato de la realidad de vida de los indígenas del Perú:

(…) Llegaba un colector de contribuciones al miserable rancho del cholo a pedir la correspondiente a aquel semestre; el cholo no la tenía; el colector se apoderaba de un borrico, único amigo del infeliz. Seguía una escena de llanto y de súplicas capaz de mover una roca, pero no a un colector. Aquel asno, humilde y sufrido como su señor, era la mitad del pan de la familia, y sobre sus lomos se llevaba la verdura al mercado, también la mujer y los chicos servían de ellos… el indio desesperado veía con aquel borrico alejarse su esperanza; entonces tomaba una resolución atroz, una de esas resoluciones que sólo se explican por el embrutecimiento y la miseria en la que se educan los indios: llamaba al colector y en cambio del asno daba una hija. Estremece pensarlo y sin embargo ¡es la verdad! (1962, p. 118).

La miseria y la falta de educación son persistentemente criticadas. Sin embargo, estas críticas no parecen dirigirse hacia el indígena, quien no tiene culpa de la situación de menosprecio a la que se ve sometido; sino que son críticas encaminadas a trastocar un medio social indolente ante la situación de los oprimidos. El retrato de una sociedad radicalmente indiferente se denuncia continuamente en este cuento.

En “¡No era ella!”, se observa una tendencia a mostrar, a partir de un caso de ficción ejemplar, los crímenes terribles que se cometían en la realidad peruana de la época: la flagelación y el asesinato inmisericorde de los indígenas. Sin embargo, no debemos olvidar que el cuento trata de mostrar una perspectiva de la vida del hombre o de la sociedad que puede existir dentro de un contexto determinado, pero el cuento en sí mismo no nos relata un hecho real. Precisamente, el carácter anónimo y desvalido del personaje indígena, la ironía del desenlace de su trágica historia y lo cruel que resulta conocer la verdad de lo sucedido tiempo después de la irremediable muerte de la adolescente contribuyen a no perder ese sentido de ficcionalidad romántica que está invariablemente presente en el cuento decimonónico. Asimismo, se puede argumentar que, a propósito de los contenidos temáticos observados en “¡No era ella!”, esta ficcionalidad romántica de un contexto social racista, marca la existencia en Camacho de una macro-proposición orientada, como ya hemos esbozado antes, al cambio social radical; a la denuncia de la opresión social del indio a través de la construcción del personaje de la indígena representada en este cuento.

Para proseguir con nuestro análisis sobre el perfil característico del cuento, coincidimos en resaltar el manejo económico del lenguaje. Camacho consigue contar de una manera muy sencilla y precisa los trágicos acontecimientos vividos por esta humilde indígena. Sin embargo, la originalidad del cuento quedaría fácilmente cuestionada en vista de lo predecible que son dichos acontecimientos. Los acontecimientos en “¡No era ella!” son excesivamente predecibles, siendo este otro rasgo característico del cuento romántico decimonónico. Este rasgo característico se contrapone a aquel de la originalidad (Meneses, 1999) que alguna vez se exigía al cuento venezolano. A ciencia cierta, es este rasgo de originalidad el que motiva a Meneses, y a otros críticos y estudiosos de la literatura venezolana, a desconocer la existencia del cuento romántico en nuestro país antes de 1896.

En este cuento, las características más notables del relato romántico convergen, y de esta manera, se representa en la ficción una situación social que se denuncia a través de una apología racial cargada de subjetividad y visceralidad, con cierta tendencia poética no muy bien lograda. Recordemos el comienzo de “¡No era ella!”:

¿Has tenido, oh lector benévolo, o tienes en tu casa una cholita para el servicio? Si la tienes, es muy probable que para enseñarla el manejo doméstico hayas empleado el elemento del azote, y logres con tan eficaz medio hacerle perder la vergüenza para que en su mayor edad sea una víctima más de esa vorágine espantosa que se llama prostitución (p. 117).

Notoriamente, el inicio del relato: “¿Has tenido, oh lector benévolo, o tienes en tu casa una cholita para el servicio?”, permite percibir cierto matiz poético interpretado en su forma más simple como una ironía. La crítica acérrima dirigida hacia la inescrupulosidad del castigo corporal como medio de moldear la conducta indígena lleva a reflexionar al lector sobre estas conductas inmorales en contra de los semejantes. En este sentido, Camacho critica contundentemente la forma de proceder de ciertos miembros poderosos de la sociedad, y así; este cuento adquiere, de forma evidente, matices de crítica social y refiere el contexto particular de vida de esa época.

La temática del indígena oprimido en el cuento romántico decimonónico

La representación del indígena oprimido en “¡No era ella!” se despliega solapadamente dentro de un plano dialéctico que permite admirar las dos partes, las dos perspectivas (Gadamer, 2001) comprometidas en esta situación de conflicto racial: la mirada del indígena y la mirada del hombre blanco opresor del indígena. Camacho presenta con cierta ironía la mirada del hombre blanco y su percepción de los grupos indígenas:

El carácter nacional, dulce y benévolo como el clima del Perú, se agría y acidula cuando se trata de los cholos, desgraciados idolatras a quienes tratamos como a bestias de carga; cobrizas abejas de la colmena social, a quienes hacemos trabajar y producir la miel que aprovechamos nosotros, zánganos de la raza española, usurpadores de su suelo (p. 117).

De esta forma, la perspectiva del indígena se representa bajo la muestra extrema de su opresión dolorosa: no tiene voz, sólo habla cuando se le exige, y además, no se le cree lo que dice. La representación de la niña indígena recibe sólo la caracterización que el narrador del cuento, con profundo sentido paternal describe: “(…) Vivía además en la familia, en calidad de sirviente, una cholita, niña de doce años, sumisa y humilde como todos los hijos de su raza” (p. 119, énfasis nuestro). La perspectiva del oprimido se traza por su incapacidad de reacción ante el ente opresor. La mujer de la casa pierde el dinero que su marido había dejado y; enseguida, se ve comprometida la honestidad de la indígena sin ningún tipo de pruebas y sin ningún derecho a la defensa. Sólo prevalecen los prejuicios raciales aplicados por el hombre blanco al indígena.

La caracterización del indígena oprimido se expresa en la obra de Camacho como una representación de una acepción del mundo: la de los inexistentes socialmente que luchan incansablemente por la igualdad social. La muerte de la indígena se interpreta como un acto de castigo justificado bajo la mirada del hombre blanco. La vida de la indígena queda superada con creces por el valor de los dos pesos que se suponía que había robado. Su honestidad y sumisión no la ayudaron, sino que se transforman en delitos graves que ha tenido que pagar con la muerte.

Camacho ensaya, a través de este relato construir un imaginario de la conciencia del oprimido. Esto corresponde con uno de los principios hermenéuticos Gadamerianos: “La forma lingüística y el contenido transmitido no pueden separase en la experiencia hermenéutica” (Gadamer, 2001, p. 529). Dentro de este plano de la estética de la recepción, habría que admitir que ciertamente este cuento manifiesta enteramente matices de literatura de denuncia social. Sin embargo, se puede acotar que la complejidad de las leyes sociales que se pretendían criticar ameritaba una elaboración de la estructura del cuento más compleja. El final se precipita y simplemente no se ofrece con claridad una perspectiva global de la situación a pesar de quedar enmarcada una representación dialéctica, desde el plano de las perspectivas, de ambos lados en conflicto: la del oprimido y la del opresor.

En la obra de Camacho, la crítica social acérrima perennemente parte de un punto de vista moral-ético sobre las temáticas analizadas. La infidelidad, la mentira, la traición y los valores religiosos se critican de forma mordaz en las tradiciones y relatos escritos por este autor. “¡No era ella!” naturalmente no escapa de la norma romántica decimonónica. Una cuentística colmada de subjetivismo y apreciaciones viscerales desvirtúan la mayoría de las veces los intentos del autor por incorporar temáticas sociales y morales complejas. La simplicidad con la que el autor ficcionaliza la problemática en “¡No era ella!” se dilucida, a manera de recapitulación, como una forma de denunciar claramente los crímenes cometidos en el contexto de vida peruano. Sin embargo, la falta de detalles y la insistencia del autor por simplificar los conflictos raciales de la época se perciben como intentos fallidos por revelar y criticar un contexto social determinado. De forma evidente, es innegable el ideal filantrópico de la representación del indígena esclavizado en el relato de Camacho. En las literaturas de denuncia social se sigue frecuentemente la tendencia expuesta por Camacho en su cuento. Sin embargo, en las elaboraciones de otros autores venezolanos y extranjeros se observa un despliegue de recursos expresivos y narrativos de mayor complejidad a medida que se apartan de las representaciones románticas cargadas de acontecimientos predecibles y clichés carentes de toda originalidad.

A manera de ilustración de lo anteriormente expuesto, distinguimos, a nuestro parecer, una cuentística de temática social genialmente lograda en otros autores. Mencionemos, por ejemplo, a Antón Chéjov con “La muerte de un funcionario” (1883), cuento que critica la presión social que abriga el subalterno oprimido; Augusto Roa Bastos en “El trueno entre las hojas” (1953), crónica de una utopía proletaria irrealizable y Rufino Blanco Fombona con su “Democracia criolla” (1900), relato que reprocha la derrota de la conciliación por la barbarie. Ciertamente, algunas de estas obras literarias no pertenecen al contexto literario venezolano del siglo XIX, pero marcan estilos que progresivamente desarrollaron la ficcionalización de temáticas sociales en contextos determinados. En estos cuentos, se exponen palpablemente caracterizaciones más complejas de los imaginarios contextualizados que procuran exhibir el miasma y la problemática social; ya sea esto con el objetivo de criticarlas o denunciarlas.

Consideraciones finales

Indudablemente, el objetivo principal de este artículo no se corresponde con la estricta comparación de la producción cuentística de Juan Vicente Camacho con la de otros autores y estas comparaciones solo se han ofrecido como formas de ilustrar otras narrativas orientadas a las temáticas sociales. La existencia de nociones de conciencia crítica, relacionada con el análisis de los conflictos sociales y raciales del Perú perceptibles en el cuento de Camacho analizado, ha quedado confirmada a partir de nuestra visión crítica. Sin embargo, cabe señalar que esta conciencia crítica se percibe en la cuentística de este autor de manera inacabada, simplificada, prevaleciendo esencialmente la perspectiva filantrópica y humanista del autor lo que, de forma particular, contribuye a la simplificación de la estructura de un relato que podría haber ilustrado cabalmente un imaginario de conciencia crítica compleja dentro de la sociedad racista del Perú a finales del siglo XIX.

Referencias bibliográficas

Blanco Fombona, R. (1997). “Democracia criolla”. En Cuentos americanos. Caracas, Venezuela. Monte Ávila, pp. 107-114.

Camacho, J. V. (2004). “Confesión auténtica de un ahorcado resucitado”. En Días de espanto. Cuentos fantásticos venezolanos del siglo XIX. Caracas, Venezuela: Monte Ávila Editores Latinoamericana, pp. 29- 46.

Camacho, J. V. (1962). “No era ella”. En Tradiciones y relatos. Caracas, Venezuela: Ediciones del Ministerio de Educación, Biblioteca Popular Venezolana, pp. 117- 122.

Chéjov, A. (2002). “La muerte de un funcionario”. En Primeros relatos. Madrid, España: Editorial Planeta, pp. 31-33.

Gadamer, H.G. (2001). Verdad y método. Tomo I y II. Salamanca, España: Sígueme. González Prada, M. (1985). “Nuestros indios”. En Páginas libres. Horas de lucha Caracas, Venezuela: Biblioteca Ayacucho, pp. 332-343.

Meneses, G. (1994). “Prólogo”. Antología del cuento venezolano. Caracas, Venezuela: Monte Ávila, pp. 7-13.

Roa Bastos, A. (2000). “El trueno entre las hojas”. En cuentos completos. Asunción, Paraguay: El Lector, pp. 205-235.

Sandoval, C. (2004). “Fantasmas: breve introducción”. En Días de espanto. Cuentos fantásticos venezolanos del siglo XIX. Caracas, Venezuela: Monte Ávila Editores Latinoamericana, pp. XI- XVII.

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