literatura venezolana

de hoy y de siempre

Etnógrafo de la palabra cotidiana

Abr 21, 2025

María Auxiliadora Castillo

Arnaldo Jiménez ha vivido siempre junto al mar, en dos puertos: La Guaira y Puerto Cabello. Las ciudades puerto gozan del horizonte abierto de azul infinito y de gente en un constante transitar con la palabra como compañía siempre presta a ser compartida. Una totalidad interconectada humana y natural que se siente en las calles, en la plaza, en el malecón, en el terminal de buses, en el bar… dispuesta a ser notada.

Guillermo Meneses (1979) en su ensayo Notas sobre Literatura (escrito en 1966) nos apunta: “Yo creo que el hecho de ser escritor –la conciencia de tener la vocación de escritor– reside en la creencia, errónea o cierta, de poseer un instrumento especialmente destinado a comprender el mundo y a expresar esa comprensión, de esa conciencia resulta, además, el suponer que la facultad de comprender es suficientemente importante como para transmitirla a los demás. Por eso es imprescindible que la facultad expresiva sea también suficientemente sana y adecuada, de tal manera que sea de forma conveniente a la imagen del mundo del propio escritor”. (p.21)

En Arnaldo, notamos poseer ese instrumento destinado a comprender el mundo, su sensibilidad a su alrededor, la alta significancia que tiene para sus sentidos y su conocer lo que acontece, sensibilidad que no es sensiblería. Sabe que su experiencia de la vida, lo que observa, escucha, habla, mira, es suficientemente importante para darla a conocer a sus lectores; cuenta, además, de posibilidad expresiva, la construcción discursiva que puede presentar con plasticidad, agilidad y dinamismo los diferentes discursos de las voces que le llegan. Es un etnógrafo de lo cotidiano.

Más adelante argumenta Meneses: “Cuando alguien escribe, necesariamente desea comunicar su experiencia, su razonar, su comprender… Claro está que la obra está escrita siempre para alguien; ese “alguien” es el lector; pero el escritor lo desconoce muchas veces. Y muchas veces es distinto de los críticos a quienes toca revisar la obra, así como también es distinto de las personas en cuyas manos cae el libro ocasionalmente”. (p.22)

Arnaldo Jiménez, aunque no conoce a la totalidad de sus lectores, apremia en él una necesidad de comunicación que va más allá del simple esquema de emisor-receptor, es la urgencia de interpelar al lector con “pare la oreja” en Orejada; “¡ya va, ya va! no te enojes por eso, está bien, te lo voy a decir, total mucha gente lo supo…” en Chismarangá; “eh marielys  ven acá chica para contarte…”, en Barrio El Mireteo.

¿Por qué nombro estos tres títulos? Porque para el propio Arnaldo, Chismarangá, Orejada y Barrio El Mireteo conforman una trilogía: “para desmontar la oralidad del pueblo venezolano haciendo énfasis en los tres órganos biológicos que la sintetizan: la boca, la oreja y los ojos; órganos que al mismo tiempo son culturales y permiten la entrada y la salida, la circulación de la vida cotidiana: la voz, la escucha y la mirada”. La comunicación en todo su esplendor.

Oralidad, dialogismo y polifonía

Destaca en la trilogía, el tratamiento de la oralidad como tema fundamental. Es una comunicación oral que trasciende la escritura, el autor con sus lectores o, mejor dicho, el autor-hablante con una propuesta de escritura para sus lectores-oyentes como participantes de sus cuentos; y a lo interno, los personajes dialogan, se escuchan, se miran.

El diálogo es una forma clásica de la comunicación discursiva debido a su sencillez y claridad; con un tono familiar, íntimo, confesional. El diálogo de iguales en sus sentimientos, valoraciones, emociones. Como manifiesta Bajtin (1999): “Una obra es un eslabón en la cadena de comunicación discursiva; como la réplica de un diálogo, la obra se relaciona con obras-enunciados: con aquellos a los que contesta y con aquellos que le contestan a ella; al mismo tiempo, igual que el diálogo, una obra está separada de otras por las fronteras absolutas del cambio de los sujetos discursivos”. (p.265)

En palabras de Luis Alfredo Briceño al respecto de Orejada: “La pura representación de la ‘forma de hablar que maneja el autor es “vaciada” en el discurso escrito…” o al decir de Fedosy Santaella: “La voz de la periferia, la voz del otro, también son características de este discurso y están presentes en Chismangará, lectura profunda, sentida y atractiva de un tiempo de abyecciones y muertes”.

Es un discurso polifónico de acuerdo con Bajtin (1999), que expresa el crisol de vidas, escenarios, contextos que pone de relieve muchas voces, pero también múltiples escuchas. En comentarios de Ximena Hurtado a propósito de Orejada: “con aguda mirada, el autor retrata la realidad a través de estos relatos en los que atraviesa el ser y el vivir del venezolano, en múltiples situaciones que van desde la muerte hasta el adulterio, pasando por la zoofilia y las relaciones homosexuales; temas estos que no son presentados dramáticamente, sino, muy por el contrario, son descritos a través de las voces que los comentan…” y así tantos lectores y lectoras, habrá múltiples miradas e interpretaciones.

Entonces, en la trilogía se recoge la oralidad como material, tema o aspecto discursivo tal como el autor lo analiza, “por donde entra y sale la cotidianidad”; esa oralidad no es expresada para caracterizar personajes al estilo de la tradición literaria venezolana antes de Salvador Garmendia o Adriano González León, para saber su variedad de acuerdo con lo que hace la persona, su actividad laboral, su estrato cultural; la oralidad es el tema o aspecto fundamental. Y para ello, no se vale de lo que en la escritura se denomina oraciones, sino que construye la oralidad con enunciados discursivos.

Nos explica Bajtin (1999): “Uno de los recursos expresivos de la actitud emotiva y valorativa del hablante con respecto al objeto de su discurso es la entonación expresiva que aparece con la interpretación oral. La entonación expresiva es un rasgo constitutivo del enunciado. No existe dentro del sistema de la lengua, es decir, fuera del enunciado”. (p.275). Para este crítico ruso, el sistema de la lengua está compuesto de oraciones, del tipo: Hoy hace un bonito día; en cambio, el sistema del discurso contempla enunciados; si expresamos: Hoy hace un bonito día, tiene implicaciones: quién lo dice, a quién lo dice y por qué lo dice; puede ser un enunciado que implica que podemos salir a pasear a caminar porque no va a llover. Este material es el de Arnaldo Jiménez en la trilogía, no escribe oraciones, escribe enunciados discursivos orales, por esta razón no se inicia con mayúscula, no hay signos de puntuación, no hay punto final, no hace gala de los recursos tipográficos de la lengua como los signos de interrogación o los de exclamación, por ejemplo. Las pausas en la cadena hablada, las grafica por medio de espacios en blanco.

Ahora bien, ¿a qué oralidad nos referimos? Continuamos basándonos en Mijail Bajtin cuando sostiene que: “En cada época del desarrollo de la lengua literaria, son determinados géneros los que dan el tono, y estos no son solo géneros secundarios (literarios, periodísticos, científicos), sino también los primarios (ciertos tipos de diálogo oral: diálogos de salón, íntimos, de círculo, cotidianos y familiares, sociopolíticos, filosóficos, etc.). Cualquier extensión literaria por cuenta de diferentes estratos extraliterarios de la lengua nacional está relacionada inevitablemente con la penetración, en todos los géneros, de la lengua literaria (géneros literarios, científicos, periodísticos, de conversación), de los nuevos procedimientos genéricos para estructurar una totalidad discursiva, para concluirla, para tomar en cuenta al oyente o participante, etc. Todo lo cual lleva a una mayor o menor reestructuración y renovación de los géneros discursivos”.

En primer lugar, destacamos la primacía del género primario en la trilogía: Chismarangá, Orejada y Barrio El Mireteo, predomina la conversación cotidiana, la que realizan vecinos, compañeros de trabajo, miembros de alguna religión, y la conversación íntima entre amigos muy cercanos. Y dentro de la conversa, se destaca el chisme o el secreto como confesión de sus desgracias, infortunios y, en especial, se trasluce la valoración de los acontecimientos por parte de la gente. En el chisme hay una actitud subjetiva y evaluadora desde el punto de vista emocional, es la multiperspectiva de los acontecimientos.

Veamos algunos ejemplos:

De conversación cotidiana, en Orejada (relato 13):

esas busetas si tardan en pasar    veldad

coño tardan más que la llegada de Jesucristo

por fin   allá viene una    como siempre   hay que irse parao quién sabe hasta dónde

De Conversación íntima (relato 3):

chamo tú no te has dao cuenta que todos los peos graves que le suceden a uno con las mujeres   ocurren de noche      yo te digo     cuando yo estaba muchacho casi me paso por las armas a mi prima…

aquella era la primera fruta de mujer que caía en mi boca y nada chamo   mi prima nada que despertaba   por la mañanita  yo todo asustao…

Consideramos que existe una renovación genérica en la literatura con la presencia de un subgénero primario como lo es el chisme, tomando en cuenta que la conversación es un género primario y la literatura, un género secundario. Para Lourdes Pietrosemoli (2010), docente e investigadora, en su artículo El chisme y su función en la conversación, el chisme es un fragmento narrativo de la actividad conversacional, donde hay interrelación cara a cara, elementos de la narración (caracterización de personajes, complicación y evaluación) y hace referencia a personas ausentes en el momento de la conversación.

El chisme es un núcleo generador de cuentos, según Arnaldo Jiménez. Es una práctica comunicacional, es la puesta en práctica de ciertos procesos de significación, esto es en palabras de Bajtin, la relación entre el lenguaje y la vida y viceversa. Existen posiciones en la escala de valores de los interlocutores: el personaje que inicia el chisme espera una respuesta de su interlocutor, que puede ser también la valoración que hace del acontecimiento. Requiere una objeción, un consentimiento. Una alabanza o una reprobación. Espera una toma de posición por su interlocutor. Una comparación con el yo. “…el hablante mismo cuenta con esa activa comprensión preñada de respuesta: no espera una comprensión pasiva, que tan solo reproduzca su idea en la cabeza ajena, sino que quiere una contestación, consentimiento, participación, objeción, cumplimiento, etc.”

“Todo hablante es de por sí un contestatario, en mayor o menor medida, él no es un primer hablante, quien haya interrumpido por vez primera el eterno silencio del universo, y él únicamente presupone la existencia del sistema de la lengua que utiliza, sino que cuenta con la presencia de ciertos enunciados anteriores, suyos y ajenos, con las cuales su enunciado establece toda suerte de relaciones”. (p.275).

“yo que vengo de la miseria que me he ganado lo que tengo con el sudor de mi trabajo y a nadie le he quitado nunca nada      sé que en todas partes es la misma bajeza la misma inmoralidad   porque esos vecinos míos son unos inmorales… (9)

También en el chisme hay complicidad en la develación del secreto:

“yyyyy es que tú no te has fijao en la risita que pone a veces normedys  yo no sé pero a mí me da como miedo  no  y si te digo las carcajadas que le he escuchado te chorreas   yo nunca he tapareado las cosas de mi familia   menos a ti que eres mi mejor amiga   yo sé   yo sé que no se lo vas a decir a nadie”

El hablante supone que lo que va a contar es de interés de quien escucha; es la construcción de símbolos comunes.

“¿a que tú no sabes lo que me pasó ayer? ven acá paque veas esto ajá ya va   déjame pasar esta vaina aquí está   tú estás viendo eso ah   es que la crueldad humana no tiene límites…”

“tú sabes lo que me contó hilda   júrame que no se lo vas a contar a nadie si te lo digo…

Creación genérica en contacto con la realidad

La elección lexical, las fórmulas de tratamiento, las marcas interaccionales, las frases de inicio y de finalización podemos tomarlas como elementos de diferenciación discursiva. En Chismarangá, Orejada y Barrio El Mireteo, la familiaridad se expresa con las fórmulas de tratamiento: mana, manita, chamo, chico, chica, mi amor, compa, comae, mija…, fórmulas propias del habla venezolana. “Es justamente lo que tiene lugar en el proceso de creación lingüística con la realidad concreta, solo el contacto de la lengua con la realidad, que se da en el enunciado, es lo que genera la chispa de lo expresivo”. (Bajtín, p. 277).

“…cónchale mana, yo convengo que uno trate de mantenerse fiel a sí misma en diversas circunstancias pero de ahí a que te pongas a idolatrar tus propios defectos y hagas con ellos una coraza y los defiendas a capa y espada, hay mucho trecho”. (Relato 10, Chismarangá).

También como parte del reflejo del lenguaje y la vida, se destaca la inclinación de las palabras derivadas y de uso popular: pantallera, bicharanga, hediondito, esguañangao, menjurjes, cuerpazo, pepazo, patuke, teketekes. Palabras que brillan por su plasticidad, gozan de gran expresividad: uso despectivo, aumentativo, con matices (esguañangao, bicharanga). En la variedad hay aumento de la cualidad (cuerpazo) o hay afectación, por ejemplo, el uso de diminutivos (hediondito).

En la vida cotidiana, la comunicación no es un esquema. Quien quiera dar una clase sobre comunicación puede hacerlo con Chismarangá, Orejada o Barrio El Mireteo. No basta hablar de un emisor y un receptor, sino de la intencionalidad de quien habla y de quien escucha, la emocionalidad, la complicidad hecha verbo, la multiperspectiva de los hechos, el contexto que algunos lo confunden solo con decir el espacio. “…Aquel oyente, que, con su pasiva comprensión, se representa como pareja del hablante en los esquemas de los cursos de lingüística general, no corresponde al participante real de la comunicación discursiva. Lo que representa el esquema es tan solo un momento abstracto de un acto real y total de la comprensión activa que genera una respuesta con la que cuenta el hablante”. (Bajtin, p.258). Por esta razón, la conversación la dominamos antes que la gramática de una lengua, nos viene dado, tiene un origen materno. El autor ruso es más radical cuando afirma que la familiarización de los estilos abre camino, hacia la literatura, a los estratos de la lengua que se encontraban bajo prohibición. En otras palabras, al acercar los géneros discursivos de la realidad, en forma de enunciados, Arnaldo se convierte en un etnógrafo de lo cotidiano y acorta la distancia para la escucha, para lo humano.

Ya aclara la situación, ahora nos toca invitar al lector(a) para que comience su paseo por las calles, plazas, parques y veredas de este Barrio El Mireteo, que nos es tan cercano como un rumor.

Sobre la autora

Prólogo de: Barrio El Mireteo, Arnaldo Jiménez. El Taller Blanco Ediciones (2024)

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