literatura venezolana

de hoy y de siempre

Dibujos de ciego

Oct 28, 2025

Héctor Vera

DIBUJO IV ERETGE

Es paseado por la calle principal, para ser reconocido, en carro de palo y mecate, tirado por bestias.

La fiera pronuncia una y otra vez su discurso, el recursivo alegato de su defensa, en lengua de oc. Nadie puede entenderlo. Le señalan, aun los incrédulos, podrían pasar por sospechosos: se arman con piedras y profieren la amenaza de rigor.

El mudo, personaje al que cortaron la lengua por sus saberes de otros dialectos, garabatea en arena el significado de las palabras del condenado: qué la verdad, más que aquello que no se retiene.

Se confirma la herejía. Preparan la leña, el pasto seco, las antorchas. El clero, con gesto bondadoso, destapa la capucha y pronuncia un verso del último libro de Juan.

Él recuerda a Bruno, a Galileo, a Juana. Supone un recurso para salvar la vida. Decide interpretar el papel antes que la rueda de los tiempos marque la alta hora del cenit.

Retuerce las facciones, se encorva, mira fijamente los ojos anónimos del verdugo, en reto. Le advierte improperios en su ininteligible jerga. Rompe en ataque de epilepsias, la espuma le ahoga, mutila sus extremos, baña en sangre ejes y ruedas.

La multitud encendida de excesos avista un presagio. Interpreta un despojamiento, la huida inminente de algún demonio y resuelven apaciguar la pira.

***

DIBUJO V DIE RIEHE

Antes de las duchas con Ziklon, la mecánica consistía en hacer una fila.

–In der riehe –era la orden.

Recuerdo la línea de formación: Daniel Sachsenhausen, David Buchenwald, Rachel Flossenbuerg, Samuel Mauthausen, Sara Ravensbrueck, Sofía Chelmno, David Belzec, Jakob Sobibor y Ruth Treblinka y Ariel Ohrdruf y una tal Teresa Auschwitz.

La hilera de las necrópolis se enhebró a la de sus nombres, como el tatuado numérico a sus pellejos.

A la voz de mando, nos alineábamos para recibir el bocado de plomo y el pase a la zanja.

De vez en vez el golpe de un albur o quizás un milagro:

Dormíamos acicalados con polvo de cal. La salpicadura rojiza exhaló el sarpullido del tufo. Los pútridos cuerpos iniciaron la subducción sofocante. Aún escucho el silbido evadiendo misteriosamente la trayectoria. Un soplo esquivo de humo negro cegador hizo que cayera. Me percato al tiempo de que estoy vivo, tapiado por cadáveres. Según puedo, levanto extremidades, torsos, cabezas en gesto grotesco, hasta llegar al galvanizado celeste de la existencia.

Levanto mi humanidad desnuda, maquillada en sangres, llagada.

Camino por entre ramas secas y restos mal olientes, alucinado de los infiernos, resurrecto.

Tres campesinos polacos, observaron con incredulidad mi afantasmada presencia, cuando se disponían a hacer la requisa de bienes al camposanto: trapos, cinturones, anillos, zapatos de muertos; todo se aprovechaba o revendía. Y al momento, uno de aquellos, en tono imperativo acusó:

–eh judío, regresa a la tumba, donde perteneces.

Sobreseído, por una voluntad divina, decidí ignorar al desconcertado.

***

DIBUJO VIII LA SOMBRA

El rudo forcejeo de los elementos sobre el casco, ya sin mástil, ladeado. El charco de agua y aceite. La neblina sulfurosa. La carcoma del acero. El espectro, como un horizonte sin nombre, del astillero. Yo observaba esas ruinas dejadas, como impresiones, por un suceso inexpresable. Eran sus huellas. La fantasmal alegoría de su presencia.

– La guerra es la franja donde late el hombre – escuché decir, en mi interior.

Estamos enfermos de ciudad. Inválidos cruzamos la vorágine. Parpadear. Chocarnos. Desde el arrebato de la intolerancia, profanar. Perseguir, sin escrúpulos, el círculo que traza el minutero hasta diluirnos como reflejo.

–Para ver, lo que no queremos ver, el ojo del sol adentro– insistió aquel rumor interior.

En el aleteo de las dudas, contra el vientre de los sueños, reconocernos desde la mancha que nos repite. Por momentos, extraviar el recuerdo, y consentir que nos hipnotice el bastón de Chaplin, para no morir.

Decidí persistir. Avancé desde aquel antro a otro estadio. Lo divisé entonces. Él quería ser atrapado. Aparecía en rastros, datos certeros de su paso. La tartamuda mácula, en delta, se escribió contra el aire. Dio vuelta al vaso del cuerpo. Suspendió la piedra del milagro. Obsequió a la corte su gracia. Latiendo en caídas, los vértices desbordaron trapecios y versos, tramados a la hoja simple del rodal; hasta que emergió. Se dejó ver, con nitidez, en el arco pedregoso; una silueta pulida a la Nada, tras el resplandor. ¿Qué misterio ofrecía?

Superada la frontera de aquel túnel, avancé sobre el final de la calle. Y cuando creí darle alcance, en la pared última, comprendí que su sombra ocultaba mi sombra.

***

DIBUJO XI MIGRACIÓN

El viento solar sobre la ventanilla un roce sonoro.
El hueco que crece a nuestra cabeza, ozónico.
Los residuos de un choque de satélites.
El caos de petardos, el cotidiano modo de amarnos.
Y la aurora, el indecible verde magnético del poema.

Todo atrás.

Observo la lente de Spitzer, me apunta.
Veo cuanto me hostiga, aquello que jamás tocaré.
Digo adiós, sin embargo, prosigo el curso del astrolabio, tal vez un arañazo.

Cruzo una frontera hacia nada [una nada más].

Persigo ignorante, no hay otro modo de perseguir.
Veo la grieta.
Pido a la Sonda Galileo haga una luna.
Siembro la flor en sus áridos mares: la duda, de que soy humano.
Muerdo a mi especie en el beso.
Renuncio al aire antes que termine.
Respiro polvo de elementos: nada, nada.

El viento solar sobre la ventanilla.

***

DIBUJO XXIII CANTARES DEL UNIVERSO

Balada que expande ondas.
El singular modo de hablarse.

Estrellas como pecados
Pecados como gotas de agua
Gotas de agua como deseos

Deseos
Deseos que pediré al mago
Virtudes como ofrendas

Preguntas
Preguntas que arrojaré a su rostro
Tantas como partículas de polvo

Respuestas
Respuestas
¿cuál con nuestra pregunta?

Dudas como insectos.
Como ponzoñas al alma.
Trazas y rastros.

Nacimientos como hojas secas
Como rocas remordimientos
Sueños como nubes
Nubes como paredes
Paredes que se hacen puertas.

Párpados.
Entradas, caminos, sombras, auroras.
El nicho sagrado de la muerte.
El tibio rayo de la vida.

Miserias.
Como enjambres redenciones.
Errores, el esquivo modo de una verdad.
El fardo de la ignorancia.
La arrogancia de la fe.
La terquedad de la razón.
La bondad de un milagro.

Profecías como granos de arena
y misterios como garras.

Somos la ventana para este vendaval que canta.

***

DIBUJO XXVII EN EL UNIVERSO

El salto de fe
El paso requerido para existir
La mirada al sino que creamos
La forma que damos al abismo
El latido que nos guía
Aquello que nos lleva a través
La mano abierta de la espera
El anhelo que arroba y rinde
La roca que golpeamos tercamente
Cada sueño albergado
Y la cicatriz
El sonido del viento en el ala
La traslucida estructura de la lágrima
Los giros inaplazables del azar
Eso inabarcable que nos empuja a la arena
Eso que nos ciega
El hábito de contar
La veta y su color
La extraña lengua del misterio
La carcajada del vacío
El humano gesto de la rueda y el fuego
La leve rasgadura de la razón
La boca anhelante, el sudor
El seco grifo
El ansia de beber un rocío de ideas
El beso que escapa de la hora
arrasado enigma del cuerpo
La espera por trascender a nada.
La matriz de equilibrios y caos
El instante aparente de la consciencia
La burbuja de la vida
El anhelo de los inventos de Dios
La insatisfacción que nos da forma.
Esta diversa unidad.

***

DIBUJO XXIX EL UNIVERSO DE LA PANDEMIA

Y a pesar de todo tuvo que hacerse en el silencio una casa donde acampar
recoger en la quietud del pozo de los miedos la roca de la soberbia
perdonar los trazos dispersos
las irreverentes erratas
de la especie que habla a la nada

Y entonces pudo ver como todo florecía quedamente a la sombra de su ausencia
el rocío persistente de la verdad susurraba el equívoco de ser
la imagen de alguna inexistente divinidad que lo modeló
en su forma torpe de respirar
en su insólita demencia que llama saber

Aleteó el azar en leyes cifras mandamientos dolores
el tiempo de esperar el designio inapelable de la tralla del destino
y a pesar de todo
después de una vez más
el vientre materno del vacío dio cabida al sueño apremiante
de volver a empezar.

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