Carmen Virginia Carrillo
La posmodernidad como respuesta cultural e ideológica nace a finales de los años cincuenta. Época icónica por excelencia, en ella surgen la revolución psicodélica, la cultura hippie, la liberación de los tabúes sexuales, los movimientos pacifistas, ecologistas, espiritualistas y la insubordinación de las minorías. De las periferias brota la contracultura con su marcado estilo anti que confronta todo lo establecido.
El rock, el hedonismo, el body art, el pop art, la body culture, la improvisación, el culto a la locura, junto a la exploración de las inmundicias, de lo abyecto, lo obsceno y lo orgiástico, la violencia y la crueldad, se convierten en las nuevas formas de expresión estética. La sociedad postmoderna va a consolidar la antimoral.
Latinoamérica no escapa de la influencia del desencanto posmoderno. La influencia de la Generación Beat, representante del rechazo a los valores conservadores de la sociedad norteamericana, cuya búsqueda primordial era la trasgresión como forma de vida, se deja sentir entre los intelectuales más jóvenes. La revolución cubana, será la segunda gran influencia para aquellos que asumen una postura anti-imperialista.
Los grupos y movimientos literarios neovanguardistas, cuyos manifiestos y propuestas editoriales, especialmente las revistas, permitían articular planteamientos estético-ideológicos disidentes y subversivos, buscaban romper con la cultura dominante a través de un lenguaje más cercano a lo conversacional y lo coloquial. Una actitud generalizada en la literatura continental aspira a superar lo tradicional, no sólo en sus aspectos formales y estilísticos, sino también en su visión del mundo.
En 1955 la revista Mito rompe con la búsqueda de lo autóctono, lo nacional y lo propio que predominaba en la literatura colombiana de los años 40 y crea las condiciones necesarias para el surgimiento del Nadaísmo en 1958, en medio de una sociedad atormentada por la represión de las instituciones políticas y religiosas, por la explotación y las injusticias. Su fundador, Gonzalo Arango, llamado el profeta de la nueva oscuridad, junto a Amilcar Osorio, Darío Lemos, Eduardo Escobar, Humberto Navarro, Jaime Espinel, Alberto Escobar (de Medellín), Jotamario Arbeláez, Elmo Valencia, Alfredo Sánchez, Jaime Jaramillo Escobar (X-504), Diego León Giraldo, Fanny Buitrago y Jan Arb (de Cali), José Javier y Jorge y Alberto Sierra (de Barranquilla), Armando Romero, Eduardo Zalamea y los pintores Pedro Alcántara Herrán, Norma Mejía, Alvaro Barrios se dedican a escandalizar con sus textos y sus acciones públicas irreverentes. Buscaban desacralizar la cultura colombiana, visión crítica del mundo que utiliza el exhibicionismo como medio de persuasión.
Nadaístas
La poesía de Arango, al igual que la de Jotamario y la de Eduardo Escobar, está escrita en un lenguaje despojado de artificios retóricos. En los textos se observa una relación directa y primaria con el objeto nombrado. El gusto por lo cotidiano hace violentar los códigos poéticos tradicionales y establece relaciones entre los referentes poéticos y los no poéticos; de esta manera le proporciona cualidad poética al lenguaje comunicacional y una marcada tendencia a la escritura realista y narrativa:
Para contar que estoy en un octavo piso
No tendría necesidad de escribir este magnífico poema.
Me bastaría con saltar por la ventana.
Pero soy todavía un poeta de papeles.
Pero vendrán otros días oh mundo
Oh mundo mío que me oyes desde el octavo piso
como una maldición.
(ROMERO, 1988: 178)
Las figuras reiterativas, la enumeración caótica de elementos y los juegos de palabras son algunos de los recursos utilizados por los nadaístas en la elaboración de sus textos. La velocidad, la máquina y los artículos de consumo pasan a formar parte del universo poético, tal como se puede observar en estos poemas de Arango:
Ser un semáforo bajo la lluvia
ser un rayo sobre un pararrayo
ser un papagayo
ser un aviso luminoso a las 6 de la tarde
ser un revólver y una bala
…
ser la velocidad de un automóvil
ser el comandante de la revolución aleste
…
la motocicleta estacionada en mitad de la calle
ser la basura que corre
los vidrios resfriados
el calor dominado
(101-102)
La poesía de Jairo Jaramillo Escobar, X-504, va del proselitismo de los primeros años, pasando por la ironía y la violencia de la palabra, a la poesía anecdótica y onírica:
Viejo, no te burles,
que Dios hizo lo que pudo.
Además, el sapo no es la medida de Dios, evidentemente,
pues el elefante es un monstruo más grande con su larga nariz,
y el hombre un monstruo todavía más grande, portador
a dos manos de su alto falo,
de cuya punta beben las jirafas del crimen,
(121)
En los poemas El profeta en su casa, Reflejos de familia y Par jotas de Jota Mario Arbeláez, el yo lírico expresa los conflictos generacionales desde la visión del rebelde que rompe con la herencia familiar y degrada la tradición de sus ancestros:
Esta mesa donde mi padre ha parido tantos pantalones de paño
Ha sentido sobre su lomo también correr mis palabra absurdas,
Desde cuando él se iluminaba con una lámpara Coleman
Hasta ahora que yo la profano con mis babas intelectuales.
(147)
En su poesía se percibe una tendencia a los temas autobiográficos y eróticos:
Me escondía bajo tu piel. Mi cabecilla de avestruz buscaba tu
Pliegue. Sobre la pampa de tu cuerpo permanecía tendido pero al
Galope. El zumo del placer arricaba nuestros panales. No había
Otro cielo para mí después de tu abismo. Gracias a tus caderas no
perdí esta vez mi viaje a la vida.
(163)
Balleneros
En la Venezuela de los años sesenta los grupos Sardio y El Techo de la Ballena representan la manifestación más auténtica de nuestra vanguardia. Tanto en el ámbito de la literatura, como en el de la plástica, logran una serie de cambios que responden a una nueva concepción estético ideológica. Las transformaciones artísticas se articulan en función de las transformaciones sociales y el arte y la literatura se convierten en el eje a partir del cual se estructura la relación ordenr-esistencia.
El año 1958 puede señalarse como la fecha oficial del inicio de Sardio. Aunque sus miembros ya conformaban un grupo coherente desde 1955. Se consideraban afiliados a un humanismo político de izquierda y sentían la necesidad de comprometerse activamente con la cultura del país.
Podría decirse que Sardio se caracterizaba por sus proposiciones renovadoras, su espíritu libertario y su carácter ecuménico. Políticamente sus miembros se agrupaban en torno a la concepción social demócrata, aunque algunos de sus miembros eran de izquierda. En el grupo participaron Adriano González León, Guillermo Sucre, Ramón Palomares, Elisa Lerner, Rómulo Aranguibel, Rodolfo Izaguirre, Gonzalo Castellanos, Luis García Morales, Salvador Garmendia, Francisco Pérez Perdomo, Edmundo Aray, Carlos Contramaestre y los pintores Manuel Quintana Castillo y Marcos Miliani.
Sardio abre una galería que se convierte en punto de encuentro de artistas, escritores y políticos, crea una revista y edita, distribuye y vende las obras de sus integrantes. Tras la publicación del octavo número de la revista Sardio, de mayo-junio 1961, el grupo se disuelve. Una nueva semilla de insurgencia radical había comenzado a desarrollarse, gran parte de los integrantes de Sardio, aquellos que se identifican con la revolución cubana y con las ideologías de izquierda, pasan a formar parte de El Techo de la Ballena.
En el proceso de conformación de la sociedad y la cultura venezolanas, la influencia predominante de lo externo, incluyendo los movimientos revolucionarios del continente, ha sido fundamental, no en balde el impacto de la revolución cubana es el detonante que produce la ruptura entre los miembros de Sardio y el nacimiento de El Techo de la Ballena, cuya premisa fundamental era la creación de un arte combativo.
La actitud de compromiso frente a los procesos sociales se asume desde una militancia artística. La necesidad de confrontación con la cultura oficial los hace rechazar los cánones estéticos tradicionales por considerarlos una inflexión reguladora.
El Informalismo aparece en nuestro país a mediados de 1959 en las propuestas plásticas de Juan Calzadilla y Daniel González. La primera muestra de esta corriente plástica, que propugna la creación artística al margen de los condicionamientos formales pre-establecidos, se lleva a cabo en el Salón Espacios Vivientes, en la ciudad de Maracaibo en enero de 1960. En el año 1961 Carlos Contramaestre regresa de España después de una importante vivencia con los informalistas de ese país. El uso de materiales diversos y extra pictóricos para realizar los cuadros les permite romper con el criterio equilibrado de las líneas verticales y horizontales y ofrece un aspecto más denso, expresivo y sensual.
Movidos por el deseo de subvertir el orden, los integrantes de El Techo de la Ballena asumen una actitud iconoclasta. La postulación de lo subversivo es asumida estéticamente y orientada a partir de la elaboración de un discurso que busca sus fuentes en los procedimientos textuales de la modernidad, particularmente en la ironía, la abyección, lo grotesco y la construcción de realidades alternas. Crítica radical que rechaza los movimientos literarios dominantes; el realismo y el costumbrismo resultaban reiterativos y desgastados. En el ámbito de la plástica niegan el abstraccionismo geométrico, el excesivo academicismo y el museo como institución.
A partir de la liberación de las formas buscan la trasmutación de valores establecidos. La expansión del deseo, la provocación, el erotismo abyecto y el caos se proyectan hacia los diversos sectores de la vida cultural.
Arte y literatura se convierten en una forma de resistencia al poder. Lo escatológico, lo efímero y lo cotidiano se oponen a los cánones de belleza, trascendencia y legitimación artística. La experimentación, la exploración del horror, la trasmutación y dispersión de los valores desdibuja el principio de determinación estética.
Los integrantes de El Techo de la Ballena convierten la agresión y la tortura en una bandera de combate. A través de sus creaciones se hacen solidarios con los grupos que se oponen al régimen.
La incorporación de elementos extraliterarios con la intención de hacer coincidir lo poético con lo vital, produce un efecto de disonancia. Desacralizar el poema para integrarlo a la vida y sacralizar lo cotidiano para que trascienda en el poema pareciera ser uno de los lemas balleneros.
La actitud lúdica frente al hecho artístico, e incluso frente a la vida misma,
el manejo del humor, son algunos de los procedimientos que los emparentan con
el surrealismo. Este continuo juego con la realidad funciona como un antídoto ante
la angustia de lo efímero, ante el fracaso de lo perecedero.
En el proceso de legitimación del arte la noción de autor es fundamental. Entre los juegos irónicos creados por los balleneros, los denominados falsarios constituyen una forma de subversión que pone en cuestión la noción de autor. Rodolfo Izaguirre comenta al respecto: fueron muchas las pequeñas trampas que pusimos, inventamos escritores, libros como el supuesto Libro Cuarto de la Hechicería. Había un juego también en esto, era una burla a todo, a nosotros mismos.
La búsqueda del goce estético como consecuencia del hecho artístico se desvanece y el punto de focalización del artista se desplaza hacia las zonas obscuras. Lo obsceno, las basuras y lo marginal se estetizan, convirtiéndose en objetos de arte. No obstante, la trivialidad de las imágenes no conduce hacia la pérdida del valor simbólico de lo artístico.
Expresión plástica, literatura y pensamiento político forman parte de una visión del mundo que podría sintetizarse en la frase de Rimbaud y lema de los balleneros: cambiar la vida, transformar la sociedad. Las tan sonadas exposiciones “Para restituir el Magma” (marzo de 1961), “Homenaje a la Cursilería” (junio de 1961) y “Homenaje a la Necrofilia” (noviembre de 1962), representan una forma de rebelión al estilo Dada. La agresividad de las piezas, acompañadas de catálogos con textos virulentos, hizo estremecer a la opinión pública.
La actividad editorial es una de las expresiones más importantes de este grupo. El equipo conformado por Edmundo Aray y Daniel González, con la colaboración eventual de Dámaso Ogaz, Adriano González León y Juan Calzadilla, se encargaba de publicar plaquettes, ediciones tubulares, postales con reproducciones de los artistas plásticos, poemarios y textos narrativos que usualmente iban acompañados de ilustraciones informalistas.
¿Duerme Usted, Señor Presidente? (1962) de Caupolicán Ovalles, Dictado por la Jauría (1962) de Juan Calzadilla, Asfalto-Infierno (1963) de Adriano González León, Los Venenos Fieles (1963) de Francisco Pérez Perdomo y Sube para Bajar (1963) de Edmundo Aray, podrían considerarse los textos más significativos del momento.
En un estilo antipoético y cargado de agresividad, Ovalles cuestiona la gestión presidencial de Rómulo Betancourt, haciendo del poema una herramienta de combate contra la opresión:
El Presidente vive gozando en su palacio,
come más que todos los nacionales juntos
y engorda menos
por ser elegante y traidor.
Sus muelas están en perfectas condiciones;
no obstante, una úlcera
le come la parte bondadosa del
corazón
y por eso sonríe cuando duerme.
Como es elegido por voluntad de todos
los mayoritarios dueños de inmensas riquezas
es un perro que manda,
es un perro que obedece a amos,
es un perro que menea la cola,
es un beso que besa botas
y ruñe los huesos que tira cualquiera
de caché.
Su barriga y su pensamiento
es lo que llaman water de urgencia.
Por su boca
corren las aguas malas
de todas las ciudades.
Con sus manos destripa virgos
y
como una vieja puta
es débil
y orgulloso de sus coqueterías.
……….
¿Duerme usted, señor Presidente?
Le pregunto por ser joven apuesto
Y no como usted, señor de la siesta
Ojo de Barro y Water de Urgencia.
(RAMA, 1987: 61)
En Sube para Bajar, de Edmundo Aray se plantea la relación del hombre con el entorno de la urbe. Los personajes de estos relatos parecieran estar sumidos en un mundo escindido en el cual el hombre no es más que una individualidad desarraigada y desconcertada que lucha contra el equívoco de la existencia vaciada de trascendencia:
La ciudad. Es ésta la ciudad, la ciudad, la noche, las luces de los autos, los avisos. Savo… Savonarola. El mejor chocolate. Tome usted cerveza… lo tiene todo, la cerveza de Venezuela. Todo brilla, pero algo ronda, algo, y yo puedo correr, yo puedo saltar y correr, pero es tarde. Debí esconderme. Si se fueran las luces. Ahora ya es tarde. Irritante el pito, irritante el fiscal, y esa chaqueta, esa chaqueta roja. (1963:15)
Los textos de Calzadilla, ofrecen una visión de la ciudad como el espacio de la enajenación. La urbe se convierte en la generadora de la descomposición y del mal, el lugar de la adversidad y la violencia:
Subsisto dentro y fuera de mí mismo
Y en los túneles de una ciudad sin memoria
Subsisto
Más me veo sin extremidades aferrado
A las lianas, al fondo de un acuario
Subsisto tirado en la calle
Subsisto tirado en la calle
Subsisto en las hileras de fetos de jardín
Subsisto en la pérdida de tiempo
Subsisto aún sin querer subsistir
Esperando la orden de salvación
Y la orden de disparar
Y subsisto en el gesto indiscreto del que apunta
Con una daga al interior de mi ojo
Subsisto en los criaderos de larvas
Subsisto en las palabras
Subsisto en la cólera.
(1965, sp.)
Para Adriano González León la ciudad es un espacio hostil, deshumanizado, alienado y alienante. Caos de sonidos y de construcciones cuyos habitantes viven en una perenne frivolidad e incomunicación. Es el aquí y el ahora que se padece irremediablemente:
Por arriba, por su cabeza, el culo de los automovilistas sobre su cabeza,
mi cabeza cortada por guardafangos, ahíta de humo de escape, tres
neumáticos contra ella, gomas, ruedas, gomas, inflexión respiratoria,
todos los mecanismos hidráulicos, las cabezas de las gentes implorantes y
abobadas por los anuncios, usted y yo, cualquiera así con los brazos en
cruz, ofendido, saltando como animal por entre las líneas blancas que
acogen al peatón… (RAMA, 1987: 127)
El universo verbal que Francisco Pérez Perdomo construye en sus Venenos Fieles gira en torno a un mundo absurdo en el que la muerte se apoderan de la vida del hombre. Las atmósferas oníricas despliegan el absurdo. Las visiones fantasmáticas, como formas de la alteridad, se apoderan de la realidad poniendo en escena las contradicciones entre lo irracional y lo racional:
La muerte aplazada no es un misterio ni tampoco una imagen literaria.
cuando el moribundo se sintió halado, miró a la pared y observó
por segundos el reloj detenido y retrasado. Así pudo sobrevivir lo
necesario. Más tarde, incorporado el tiempo a sus tareas, el proceso
siguió su curso natural.
Pensadores cultos y profundos me explicaron que se trataba de ciertos juegos
reversibles y pueriles de la nada.
(PEREZ, 1963: sp)
Los textos de Calzadilla, Aray, González León y Pérez Perdomo ofrecen una visión de la ciudad como el espacio de la enajenación, un mundo hostil en el que el absurdo y la muerte se apoderan de la vida del hombre.
La exploración de las posibilidades de lo divergente y lo discontinuo, el manejo de la ironía y el humor, el tratamiento de la muerte como elemento desestabilizador, la fragmentación y disolución del yo, la presencia de una alteridad amenazante, son algunas de las marcas que caracterizan estos textos.
El rechazo funciona como defensa. El desarraigo que produce la urbe da paso a la pérdida de la identidad social. La desestabilización y el resquebrajamiento del yo conducen a la búsqueda de una nueva identidad en un orden simbólico; este orden supone formas complejas, duales, alternas, formas de la diferencia que ofrecen la posibilidad de acceder a un poder que se construye desde la otredad.
En la literatura, particularmente, se articula un imaginario a partir de lo urbano. La ciudad se convierte en el generador de la descomposición y del mal, el espacio de la adversidad, la violencia y la alienación.
Para los balleneros el incesante juego de irreverencia frente a la sociedad se pone en escena en el texto a través de lo onírico y la ficción, elementos que funcionan como antídoto ante el desconcierto que produce la vida moderna.
El Techo de la Ballena comienza a desintegrarse el año de 1967, aunque el voluntarismo de Edmundo Aray logra prolongar su existencia hasta el año 1969. La necesidad que sienten algunos de sus miembros de emprender un camino propio, de independizarse, hace inevitable la ruptura. Sin embargo, las búsquedas respecto al lenguaje que emprendieron en su momento los jóvenes escritores se han mantenido vivas a través de sus obras. La coherencia con las propuestas del Techo se mantiene, pero el elemento subversivo ha desaparecido.
Manifiestos
Los nadaístas, al igual que los balleneros, elaboraron una serie de manifiestos en los que exponían su visión del mundo, su postura frente al arte y a la sociedad. Estos textos, característicos de los movimientos de vanguardias de las primeras décadas del siglo, reaparecen en Latinoamérica en un momento en que las circunstancias sociopolíticas y económicas exigen del intelectual una toma de posición más contundente. El carácter contestatario de los manifiestos de los años sesenta responde a los cambios ideológicos que se producen a lo largo del continente.
Su carácter controversial les permite demostrar la oposición a las estructuras de dominio y a las prohibiciones de tipo moral, religioso y político y alcanzar ciertos desplazamientos del público lector hacia zonas marginales. Desde ese espacio de la exclusión se apropian de un poder simbólico con el que confrontan la autoridad.
En el Primer Manifiesto Nadaísta, elaborado por Gonzalo Arango, encontramos un intento de definición del movimiento:
El Nadaísmo es un concepto muy limitado, es una revolución en la forma y en el contenido del orden espiritual imperante en Colombia… es un estado del espíritu revolucionario, y excede toda clase de previsiones y posibilidades. (ARANGO, 1992: 15)
Para luego desacralizar la función del artista despojándolo de la aureola de genialidad que desde el romanticismo se le había adjudicado. Se convierte este texto en una reflexión de carácter filosófico, político y estético. Se discute el papel del intelectual en América, se critica a la literatura que se pone al servicio del poder hegemónico. El estancamiento cultural de Colombia es visto como una consecuencia de la conquista española. Denuncia el atraso en el debate de la modernidad. Critica la educación como medio de control del estado. Para concluir, y con mucho humor, el hablante se declara parte de una generación posmoderna, producto de la cultura light:
Estoy de acuerdo con los Cocacolos en esta verdad que yo descubro en su adorable conducta instintiva. No hay que aceptar el mundo como es, sino como uno quiere que sea… El Cocacolo es eso. Pertenece a una generación innominada que irrumpe como una claridad al fin de la larga noche de la burguesía nacional. (Id: 48-51)
El nadaísmo ofrece a los cocacolos la posibilidad de convertirse en una amenaza para el orden establecido. La destrucción anárquica se convertirá en uno de los lemas que guiará al movimiento, como diría Jotamario Arbeláez en una entrevista: Descubrimos que el mundo estaba mal hecho y nuestra misión era acabárnoslo de tirar (1999).
Por su parte los integrantes de El Techo de la Ballena en Para la restitución del Magma, El Segundo Manifiesto, El gran Magma y ¿Por qué la Ballena?, insisten en el lema de cambiar la vida y transformar la sociedad (SANTAELLA, 1992: 80). La trasgresión como arma para hacer estallar la vida se encuentra condensada en la imagen del magma:
es necesario restituir el magma la materia en ebullición
la lujuria de la lava
………….
…… porque es necesario restituir
el magma la materia en ebullición la prótesis de adán.
(Id: 71)
La necesidad de ruptura con lo instituido encuentra un aliado en la expresión abyecta de un erotismo exacerbado. La agresividad de estos textos muestra una violencia que va más allá de lo simbólico, de allí que las basuras, lo corrosivo y lo grotesco se conviertan en parte fundamental de ese universo discursivo: A dos años de existencia, El Techo de la Ballena, reo de putrefacción, se declara incontaminable, o mejor, su propia putrefacción es el antídoto que se requiere para repeler el asalto de tantos gérmenes que lesionan el derecho a gritar… (75)
En los manifiestos de El Nadaísmo y El Techo de la Ballena se puede observar cierta actitud mesiánica. A través de éstos textos intentaban desatar la polémica en el ámbito cultural, violentar al lector, escandalizarlo, desplazarlo hacia los espacios de la diferencia y la exclusión. Estos dos grupos estuvieron influenciadas por las mismas lecturas, entre las más importantes se pueden mencionar las producciones del surrealismo, la generación Beat, Alfred Jarry y su Patafísica, Sartre, Nietzsche, Lautremont y Rimbaud.
El Nadaísmo y El Techo de la Ballena tienen en común la articulación de un discurso irónico y contestatario; el gusto por lo erótico, lo obsceno y lo abyecto, la tendencia a la anarquía. La actitud existencialista de sus miembros a momentos se confunde con un vitalismo exacerbado. Sin embargo, en Colombia el peso de los problemas sociales va a constituirse en el factor fundamental de la confrontación nadaísta, mientras que en Venezuela es la política la que impulsa a la búsqueda de un cambio a través del arte.
Podríamos establecer un tránsito hacia actitudes cada vez más radicales de un manifiesto ballenero al siguiente. Comienzan con la noción de ruptura con la tradición artística y cultural y se desplazan luego a la idea de la trasgresión de las normas sociales y la violencia política para finalmente ofrecer, a partir del proceso creador, una sociedad nueva. En este aspecto los balleneros se diferencian de los nadaístas para quienes la meta era la destrucción sin llegar a plantearse la reconstrucción.
La militancia de poetas y artistas plásticos en ambos movimientos permite establecer una singular alianza entre al arte y la literatura.