literatura venezolana

de hoy y de siempre

Nunca lo sabrán

Feb 26, 2022

Amable Fernández

Carla, perdóname. Te ruego que… Escúchame: Tu silencio me confunde. Sé que ayer puse la torta y me porté mal contigo, pero como tú me enseñaste a no cometer errores y a dar la cara, hoy quiero admitir que… Discúlpame: Ayer te dije que a veces no sé lo que hago, y hoy… ¿Por qué no me miras? ¿O no quieres ver mis gestos ni mis muecas de arrepentido? También quiero contarle a mamá, pero ella no ha venido a pesar de que sacudí la reja. Te pido entonces que abras los ojos, que estés despierta. Quiero que sepas que tienes razón, que mamá no guarda secretos, y si le dice a tío que me propasé contigo, pues… ¿Olvidas que fue ella quien dijo que tú y yo nos habíamos escondido en una película de Chaplin? ¿Olvidas que cuando tío me pegó me dijo que educara mis instintos?

Así que, por favor Carla, despierta para pedirte perdón. Aunque no es la primera vez que…

¿Recuerdas que en la última consulta, el psicólogo habló de berrinches, zaperocos, bravatas; y cuando me recetó el jarabe para la histeria dijo que jugara bastante para que durmiera en paz? También me mandó pastillas para evitar las pesadillas, pero, lo que él ni mamá saben es que anoche no dormí pensando en lo que te hice… ¿O no te conté que para quitarme el miedo cerré los ojos y traté de recordar películas cursis? Lo malo es que de tanto reírme amanecí tembloroso (me trasnoché esperando que algo inesperado y brusco surgiera de la oscuridad). De hecho, lo que sucedió después es tan incomprensible que solo tú puedes darme una explicación; ¿o no te dije que cuando quise despertar no pude porque tú y yo estábamos soñando la misma película? Bueno, lo que sí recuerdo es que era una guerra, una pelea demasiado violenta; por eso me extrañó que tú y yo estuviéramos entre los personajes de esa horrenda pesadilla. ¿O no te acuerdas que, en pleno tiroteo, durante el sangriento combate, antes de despertarme, cuando vi la escena de la matanza aullé horrorizado? Desde ese momento se me quitó el sueño y pasé la noche recordando todo lo que te hice mientras filmábamos la última secuencia…

Perdóname por eso, Carlita… Porque, además, cuando esta madrugada desperté asustado subí a buscarte, pero como no estabas arriba salí al jardín y te encontré en el patio. Fue ahí, en el recodo del jardín… No sé qué me pasó. Recuerdo que te pedí una breve explicación, que trataras de analizar los hechos y entenderme. ¡No me reproches! (te supliqué), porque nadie iba a enterarse de lo sucedido pero… ¿Olvidas que en esta casa sólo tú y abuelo se interesan por mí?

O a lo mejor no recuerdas ese episodio porque, ayer temprano, aquí adentro, cuando conversamos de nuestro sueño mutuo, alcé la voz y empecé a rugir (para que nadie nos escuchara le subiste el volumen al televisor). Creo que estábamos viendo un largometraje, o Viaje a las estrellas o… No, no. ¿Olvidas que todo pasó antes, como a las 3 pm, y a esa hora veíamos Perdidos en el espacio? Lo que no se me olvida es que, después, con gestos, muecas y la expresión de mi rostro, te rogué que quitaras La momia y el zombi (de todas maneras pusiste el dvd). Estoy seguro de eso porque yo quería ver El nombre de la rosa que habían anunciado  a las 6 pm y me molestó que el reloj del pasillo sonara once veces. No niño (me aclaraste), has confundido las campanadas de la abadía con el tictac del reloj…

Entonces sucedió el berrinche: me alteré tanto que no pude frenar aquel chorro de… Fui insolente y… ¿Olvidas que, enseguida, por castigo, me dio el ataque, y cuando mamá llamó al psicólogo él le dijo que era una neurosis bipolar? Me arrepiento de… Lo asqueroso de ese trance fueron las convulsiones, el vómito, y que de tanto temblar me oriné en los pantalones. Claro, no te diste cuenta porque saliste a traerme caramelos; ¿o todo ocurrió cuando bajabas la escalera? Te lo pregunto porque… ¿Todavía piensas que mezclo la realidad con la fantasía? ¿Por qué no me aclaras las cosas? Necesito saber si tu caída fue antes o después de la escena del patio, ¿o todavía crees que solo recuerdo ficciones porque ese episodio ocurrió al final de la película que vimos en el dvd?

Como ves, estoy en un enredo, y si te pido disculpas es para rogarte una explicación comprensiva… Entiendo que estés molesta porque… no me miras ni me hablas ni siquiera te mueves, ¿o prefieres quedarte quieta, endurecida como una piedra? Claro, quizá no me perdonas por haberle dicho al psiquiatra cosas tuyas –cuando estábamos en el consultorio me acostó en el diván y… Le conté de ti, de abuelo, de tío, de mamá, de mí… Y como tú me enseñaste a decir la verdad y en esta casa tú eres la única que analizas lo que siento, pues… Te digo que nadie sabrá lo de ayer porque a los otros no les intereso (ninguno se conduele de mí y cuando me ven se apartan o me ignoran como si yo no existiera). Abuelo me dice que los otros no me ven porque vivo escondido en las películas, pero ¿acaso les conmueve el enorme esfuerzo que hago para que la flacura de mi cuerpo no se retuerza cuando pronuncio cada palabra? ¿Por qué no comprenden mis limitaciones, mi dificultad física? Mamá dice que debo esforzarme más, que ya estoy grande, que debo sincronizar bien los gestos para que la gente me entienda. En cambio tío, retrechero como siempre, opina que no mejoro porque todos me consienten y me malcrían; ¿por qué no entiende que mi anhelo más grande es poder hablar como todo el mundo, sin la grotesca anormalidad de convertirme en una especie de nudo parlante o resorte humano?

Bueno, también es cierto que a pesar de tanta maldad y menosprecio, tú y abuelo me estiman (por lo menos descifran mis gestos y tratan de interpretar y traducir mi abecedario de muecas). A veces me cuesta comunicarme con las manos y me ayudo con los mimos de mi cara; pero entonces hablo con los ojos y mamá ni tío traducen bien las carantoñas ni las horribles contorsiones de mi cuerpo. ¿O estoy equivocado, Carla? Dímelo. ¿Será que por mis limitaciones físicas también me cuesta admitir que nada valgo y a nadie le intereso? Y si para ellos nada significo, pues, bueno, he pensado que de ahora en adelante, como lo que es igual no es trampa y lo mutuo es recíproco, me haré el indiferente y nunca se enterarán de… ¿O no te acuerdas Carla que durante mi onomástico les dije que ellos no se fijan en mí porque tampoco ellos me interesan? Y no lo dije por alarde ni para reclamar atención (como dijo el psiquiatra), sino para que de una vez por todas sepan que yo también existo…

Te juro sin embargo que esta vez no sabrán qué pasó en nuestra película… Tampoco les diré que lo que más me molesta es que no crean lo que veo, ni oigan lo que escucho, ni imaginen lo que sueño. ¿O no sabes que cuando mamá prometió ponerme en la escuela, el tío soltó una carcajada y se atoró diciendo que en geografía parezco un desierto y en aritmética soy un cero a la izquierda?

¿Tan poco valgo, Carla? ¿Tan poca cosa soy? ¿De dónde sacó tío esas comparaciones? Ah, y lo que más me dolió fue cuando dijo que yo era un caprichoso resabiado.

Por eso te hablé de cobrármelas… Y tú me regañaste porque el día de mi onomástico les armé un berrinche. Después te reíste cuando te confesé que todo había sido una comedia, pues, en ese momento, para burlarme de ellos, imité a Chaplin (sé que los impresionó mucho verme romper en pedazos el espejo ovalado de mamá y, enseguida, con tres palabras, cuatro gestos y mucho enredo corporal, les reclamé los regalos). Era jueves y… De pronto, con disgusto y despecho, retorcido como un nudo, los amenacé diciéndoles: Desde mañana dejaré de verlos porque me convertiré en duende; así que cuando quieran saber dónde estoy, tendrán que buscarme en las películas de Charlot.

¿Recuerdas el griterío? ¡Aquella bullaranga de ellos fue un burdo espectáculo! Me aplaudieron tan ruidosamente, que me enojó su algarabía y sus carcajadas me dolieron mucho… Sobre todo me desagradó la risotada del tío: me enfurecí tanto que sentí ganas de matarlo, sobre todo cuando dijo que lo tumbé en la escalera y todos saben que se cayó borracho. Ese día por cierto, para apaciguarme, mamá me trajo unos caramelos y me pidió disculpas por… (abuelo fue quien me dijo después que la caída de tío y la muerte de los pájaros había ocurrido después de la fiesta).

Por eso te pido perdón, Carla; porque yo confundí las cosas; pero… ¿Por qué no me hablas? ¡Háblame, por favor! ¡Dime algo, mueve los labios y afloja la lengua! Deja salir una sílaba, una palabra. Quiero oírte, necesito escuchar tu voz. Me angustia verte muda, yerta, echada como una sombra en las tinieblas; ¿o no comprendes que anoche, cuando te vi al pie de la escalera, comenzó la mayor tragedia de mi vida? ¿Imaginas mi enorme esfuerzo, la angustiosa tarea de traerte hasta aquí? No, no sabes ni imaginas siquiera lo que me costó arrastrarte (extenuado, lleno de pánico, me asustó mucho tu blanca palidez, tu quietud inerte, tus ojos sin mirada). ¿Recuerdas que el jueves, en plena película, me diste una píldora para la furia y luego tuve pesadillas con Drácula y Frankestein?

Entonces, haz un esfuerzo y… Háblame. Cuéntame si fuiste tú o mamá la que le llevó el chisme al psiquiatra, ¿o ambas fueron a rogarle que me recetara inyecciones soporíferas? ¿Por qué callas ahora, Carla? ¿Quieres atormentarme con tu silencio? Te miro de pies a cabeza y es como si aún estuviera viendo a Tutankamen el faraón. Recuerdo esa película y me escarbo la memoria para encontrarle una explicación a tu pesado silencio (sabes cuánto me entristece mirarte ahí, desnuda y postrada en el suelo como una escultura derribada). ¿O ese es tu papel? ¿Será que ambos seguimos escondidos todavía en la película de Chaplin? ¿No te dije que mamá me escucha pero tampoco me entiende, y que para ella y los otros mis preguntas no tienen respuesta? ¿O es que el idioma enredado de mi cuerpo les perturba y enmudece? ¿Por qué no entienden mis señas y cuando hablas conmigo te llaman bilingüe?

Aclárame eso, Carla, por favor. Y dime algo. Más que sea una frase, un reproche (no me gusta tu semblante), ¿o callas para recriminarme lo de anoche? Sí… quizá sea eso: a lo mejor sigues molesta porque te dije que mamá y los otros no nos ven porque (en este lado de la casa) tú y yo vivimos como duendes en la penumbra… Ojalá sea por eso que estás callada y, bueno, si es así, pues, acepto tu actitud (además, como bien sabes, en nuestra familia unos son cegatos y otros olvidadizos).

Lo que no se justifica sin embargo es que anden diciendo que tú y yo nos escondemos en películas fantasmagóricas, ¿cómo pudo habérseles olvidado que fueron ellos los que fingieron cuando les conté La muerte de Drácula?

Tampoco descifro tu llanto, Carla… Supongo que lloraste al ver el enorme esfuerzo que hice para hablarles en mi cumpleaños. ¿O te impresionaron mis contorsiones corporales cuando les aseguré que soñé con El fantasma de la ópera antes de que la estrenaran en la cinemateca? Acuérdate que el sábado me llevaste a ver si yo te había dicho la verdad, y quizá por eso en la sala 2 tuve un arranque de ira momentánea y te insulté.

Lo otro pasó el martes. Pero anoche, además, cuando te hablé de mamá y del tío, te incomodó saber que ella es como una espía misteriosa (a veces viene disfrazada de Koyak, Inspector Ardilla o Agente 007); se pone el sombrero y el abrigo del tío, observa, mira, curiosea, y como no me ve se va diciendo En qué largometraje se habrá metido mi galán.

De eso quería hablarte anoche, Carlita… Porque me prometí a mí mismo que cuando vengan a verme me transformaré en el genio de humo que vimos en el vídeo de Aladino y aprovecharé la penumbra para gritarles todo lo que de ellos he callado hace tiempo. ¿O no te dije que ayer temprano, antes de tu caída, salí a esperarte en la escalera? Quería verte bajar a conversar contigo (me gusta cuando desciendes erguida, silenciosa, leve como una ninfa).

¿O no te conté anoche que ayer en la mañana estuve buscándote y como no estabas en tu retrato pensé que te habías escondido en el espejo ovalado del pasillo?

…Por eso me preocupa ver que todavía no has abierto la boca para comentar nada de los tres pájaros muertos (me consuela sin embargo haber sacudido la reja para avisarle a mamá, porque del susto me quedé mudo y cuando me altero las palabras no me salen). Lo peor es que mamá no vino ni vio los tres pajaritos tiesos, pero dijo que el canario salió de la jaula y mató los azulejos; ¿cómo pudo pensar esa estupidez si ella no estuvo aquí? En cambio tú, pusiste en el DVD Los pájaros de Hitchcock, y me explicaste que los azulejos y el canario murieron de frío…

De eso le hablé al psiquiatra. Le dije que mamá vive en la luna, que ella viene poco porque vive lejos, en una telenovela, ¿o no te habló ella de mí (de mis cosas) para justificar sus quejas, lloros y lamentos? El día de mi onomástico, por ejemplo, cuando le dije que había soñado con una película porno, corrió a la cocina, hirvió ramas y me bañó desnudo en el jardín. Luego, mientras me vestía, me dijo: Feliz onomástico niño lindo; quiero verte crecer sano, robusto, bello como el galán de la película que soñaste anoche. ¿Cuál galán, le pregunté, si anoche soñé con Drácula y Frankestein?

Y no te estoy diciendo Carla que ella no me ame. Me quiere tanto que siempre me llama galán lindo, niño hermoso, chiquillo bello, bebé precioso… Lo que me choca de mamá es que me adora pero me tiene aquí, como un pájaro enjaulado. Hace días, por cierto, le comenté que tú danzabas como una golondrina y… Por eso adoras a Carla, me susurró en el oído, pues Carla vive en tu película. En ese momento meneé el cuerpo y logré decirle que abrí la jaula y volé a la ciudad… ¿Cómo, me preguntó, acaso eres un pajarito viajero? ¡Ningún viajero!, le contesté furioso, ¿no ves que cuando salí de paseo me perdí en la ciudad, y cuando desperté no estaba en el centro comercial sino aquí, acostado en el patio?

Lo peor, Carla, es que mamá no entiende ese misterio… En cambio tú me explicas todo –ahora sé por ejemplo que tú y yo viajamos dormidos, y cuando soñamos con películas en blanco y negro, despertamos en tecnicolor… ¿O no te dije que mamá exagera sus tonterías para impresionarme? Si me retuerzo mucho al hablar me estruja en sus brazos y me ofrece juguetes que nunca me da –si ella supiera lo que me ocurre, se asustaría pues… Cuando viene me llena de reproches. Entonces convulsiono y me retuerzo para que entienda que me disgustan sus necedades; ¿o no te dije que hace días le apreté el pescuezo para que no me gritara estupideces y tío me golpeó durísimo pensando que yo quería estrangularla?

Eso me recuerda una escena del Destripador… Por eso anoche, después de la Momia y Frankestein, quería contarte que ya no soporto el rosario de fracasos de mamá –cuando viene dice que su existencia es un martirio, que primero sufrió con su padre y ahora conmigo, que está arrepentida de haberme parido, que por mí lo ha sacrificado todo. Y cuando me exige que me exprese como los demás, mi hermano se burla diciendo que hablo bailando…

…Claro, al que menos le intereso es al tío (me llama gafo, tarado, tartamudo imbécil). Y como mi hermano me acusa de esconderle el triciclo, no me asomo a la reja (prefiero estar solo). Y digo solo porque cuando no estás me divierto con el triciclo –mamá vino el miércoles y como no me vio en el traspatio dijo que tú y el abuelo me enseñaron a ser invisible; ¿por qué no entiende que –como la voz no me sale– aprendí a hablar en silencio y por eso me escondo en las películas de Chaplin?

Sin embargo, el viernes llegó gritando que el tío se había caído en la escalera (yo moví la reja y le hice mil gestos y manoteos, pero no entendió nada). Estaba muy angustiada. O dolida, porque se fue gritando que ojalá la muerte se acordara de ella y la sacara de este martirio…

Quedé mudo, solo, impactado (me confundió verla llorar más por el tío que por el abuelo). Por eso salí a buscarte Carla, para contarte todo. De hecho me escapé el sábado para hablar con abuelo –subí al pasillo, me acerqué a su retrato y, cuando le clavé los ojos, él me dijo: Contrólate niño, no molestes a tu mamá; en vez de darle golpes a la reja ponte a ver Los pájaros de Hitchcock, así entenderás que el canario y los azulejos no pelean porque se acostumbraron a vivir en la misma jaula.

…Ese día por cierto, vino el psiquiatra: Le dije que tú eres mi hermana mayor. Sonrió al saber que eres cariñosa y me das ternura y te encanta caminar en la punta de los pies (a veces bajas flotando como una ninfa, o me traes caramelos y luego subes a esconderte en la fotografía sepia que papá colgó en el pasillo –esa foto la tomó abuelo el día que nació mi hermano y yo quedé sonriendo porque mamá me puso el sombrero del tío).

…Lo bueno es que conversé bien, sin retorcerme tanto. Incluso, aunque no lo creas, el psiquiatra me felicitó porque me sé fugar de esta jaula (le dije que ahora voy a la ciudad cuando me da la gana). También le conté que toda la familia vistió de luto para ver El entierro del vampiro (en esa película parecíamos cuervos o golondrinas y, en el ataúd, el bobo del tío parecía Drácula disfrazado de Frankestein). ¿No te dije que al psiquiatra le agradó saber que tú y abuelo me enseñaron a ocultarme en las películas de Chaplin? Es un gran escondite, sonrió; pero se puso serio cuando supo que odio los cortometrajes… ¿O no sabías Carla que mamá ya le había contado al psiquiatra que fuimos a la cinemateca? De hecho el psiquiatra criticó mi intolerancia, porque después de El entierro de Drácula nos vinimos a casa, y aquí conversaron alegres, felices, joviales (incluso me gustó verlos cantar y bailar mientras el tío los grababa con su cámara super 8). Pero, como mamá es la única que me dice galán precioso y ellos me llamaron niño lindo y chiquilín hermoso, no les perdoné que se rieran de mí cuando me retorcí demasiado tratando de apagar las treinta velitas de mi cumpleaños”.

Sobre el autor

*Fuente de la imagen: https://twitter.com/MichaelRapaport

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