literatura venezolana

de hoy y de siempre

Poemas de Carmen Rosa Orozco

Jul 20, 2022

Las 79 lunas de Júpiter marchitaron la conciencia de Alicia en el retrovisor.

Alicia me cuenta que habló con la  profesora Mónica Grady

de su aseveración sobre la existencia

de alguna forma de vida en Europa,

una de las 79 lunas conocidas de Júpiter

y como mis pulpos sobreviven en las heladas aguas bajo las capas de esa luna;

ser vegetariana ha causado estragos en mi flora intestinal

y en las barajitas coleccionables de microorganismos

que desestiman la luz solar en Marte,

todo ello apuntado en el cuaderno de notas de la científica

de manera estricta por mi caligrafía Palmer

ya que duda de los datos virtuales almacenados en la Nube

y en la memoria de elefantes transgenéricos;

mi ayuno voluntario me ha hecho partícula divisible

de la luz que viaja a 600 millones de kilómetros de la Tierra

siendo materia fecunda y celeste

para el alimento de seres inexistentes e interplanetarios.

Sospeché de mis otras vidas:

una adelantada en los siglos

como física cuántica

diseccionando lo indigerible y atroz,

de otra que enrevesó mis dedos

como dibujante de perfiles y pieles vibrantes

en una época desenfundada por revólveres de grafito,

o de una cantante  retro que escribe letras agonizantes de melancolía

perteneciente al género pop barroco

y que destila los segundos en las historias del Instagram,

o siendo un delfín rosado que gerencia

un hotel en Marbella

saltando así de la oficina

hacia un mar esplendoroso y sin métodos eficaces.

Pude ver en el Cronovisor oculto en el Vaticano

los planos circulares de un televisor del tiempo

construido por un monje benedictino, un Nóbel de Física y un ex nazi llevado a la Nasa,

eran las voces de Marcello Pellegrino Ernetti, Enrico Fermi y Wernher von Braun,

sus reuniones secretas fueron expuestas en la década de 1960

pero de nada sirvieron las precauciones,

con asombro y junto a Pío XII

pudimos escuchar

el acalorado discurso de Cicerón ante el senado romano en el año 63 a. C.

y ver pasajes de la angustiosa Crucifixión de Cristo,

a solas me conmoví por las lágrimas derramadas por Messi

al salir del Barcelona Fútbol Club,

así como,

lamenté la suerte de la desdichada  isla de Camila Guiribitey

una influencer que no podrá guardar en sus carteras Gucci

la Patria y Vida que faltó,

corría el año 2021 para esos acontecimientos.

Ellos consideraron inconclusa mi debilidad ante los eventos

como esa noche de 2019

cuando escuchaba a Lana Del Rey en Youtube,

recuerdo que llevaba una bata color salmón con encajes

solo se veían mis manos en el ordenador escribiendo:

I’ve been tearing around in my fucking nightgown

24/7 Sylvia Plath

Writing in blood on the walls

‘Cause the ink in my pen don’t work in my notepad

Don’t ask if I’m happy, you know that I’m not

But at best, I can say I’m not sad

‘Cause hope is a dangerous thing for a woman like me to have

Hope is a dangerous thing for a woman like me to have.

Tener otras miradas fue suficiente

en el reloj del tiempo de un país arrasado,

como gota de agua insalvable de un universo de luz

salvaje

cayendo en un pozo de deseos fragmentados,

sin discernir los días que pasan

sobre el trayecto invisible de los años,

agotando la escritura

y siendo la criatura más feliz que hayas conocido.

Alicia se balancea en las líneas hexagonales del no tiempo.

 

 

Si hablaras con Emily.

Si Emily Dickinson viviera

estaría dichosa por tener redes sociales

porque no tendría que salir de su casa,

su habitación sería el ombligo

de un mundo sin luces ni perfección,

subiría historias a su Instagram

de sus vestidos almidonados,

de sus plantas con sus nombres escritos en latín

en una cartulina color rosa pálido,

haría posts con frases de amor e indirectas a sus enamorados,

trataría de cambiar de peinado

y soltar su larga cabellera,

le gustaría interactuar un poco más,

asistir a recitales de poesía

y tertulias imaginarias con los elementos.

Se suscribiría a diversos canales de Youtube

para aprender manualidades

y decoración de interiores.

Apostaría por mil lunas en Marte

para no eclipsar su pensamiento,

iría en bicicleta a contemplar las montañas

y sería vegetariana,

eludiría a las editoriales famosas

y concentraría su escritura en los milagros cotidianos

que la asistieron en los días vividos en Amherst,

no dudaría en consumar las ansias por sus dos amores.

Pero he decidido no salir más,

las paredes de mi habitación me confortan

a escribir de forma desmesurada y sin afeites

pareciendo descuidada por no querer corregir,

de alguna manera intuí mi ceguera y el mal de Bright,

no es cómodo estar postrada en esta silla

recordando a quienes no se atrevieron a amarme

y tardaron años en no llegar

para no llegar;

la muerte de mi amado sobrino

ha terminado de sentenciar mis horas sobre esta tierra.

Escucho a los pájaros a través de mis manos y los recuerdos,

mi jardín muere de angustia,

los vecinos me ven como una entumecida sombra blanca

que camina por los pastos de mi casa.

He estado encerrada para no mirarme,

se empeñan en negar esa oscura enfermedad de mi mente

que hace rehuirlos a todos,

preferí el silencio

a brillar encima del escenario de las palabras,

cada quien es feliz a su manera

lo he sido entre los libros, la botánica, la escritura y mi familia;

es difícil precisar el día en que decidí no volver a mí.

Viví de forma escindida

sin un propósito para quienes me observaban

pero logré capturar el tiempo

y un estilo en decir lo que miraba

que no se repetiría por siglos

sino hasta después de mis días.

Las palabras fueron hechas para ser nombradas

por mí en ese entonces,

he sido una de las pocas

que comprendí la relación entre las voces y la luz.

Reposo bajo esta fosa de un blanco calcáreo y sin adornos,

dejé como secreto cuarenta cuadernos

que mi querida hermana Lavinia encontró

vigiló por su consistencia

tratando de desarmar mi desazón por ser leída y juzgada después de muerta,

guardó con decoro la memoria de mi virtud

y vida íntima

que no deben ser expuestas en un tablón para las dudas,

fui mujer y supe amar en silencio

por encima de las contrariedades.

Hoy soy  mencionada en una red

que arroja millones de búsquedas

las cuales podrían poblar un gran país,

soy considerada una de las mayores escritoras

de la literatura estadounidense

lo cual no logré descifrar

porque la reclusión y el anonimato

me sedujeron desde el parto de mi madre.

Ya no convalezco

ni deseo seguir rompiendo las reglas de mi idioma,

solo respiro de forma silenciosa mientras muero y agonizo,

logré descansar en paz después de todo,

pero Vinnie recordó esas palabras que dije

fueron premonitorias para todos:

No salgo de las tierras de mi padre;

no voy ya a ninguna otra casa,

ni me muevo del pueblo.

Moriré en mi habitación sin mirar el sol y sus puestas,

mis plantas serán inclasificables al igual que mis poemas,

la posteridad jugará con mi nombre

y entraré en ese lugar donde los muertos

serán siempre nombrados

a la orilla de la eternidad

y la violencia de las épocas.

Me llamo Emily Dickinson

y aún me atrevo a desafiar mi nombre.

 

Camila flanquea su idioma

Intentando abrir puertas con una espada,

enhebrando agujas por la punta,

plantando árboles de sombra boca abajo.

Marianne Moore.

 

Los traficantes de armas

disecaron mi rostro

lo cortaron del tórax con un bisturí transparente

que se desaparecía en sus manos.

Cosieron la sangre titilante

con sal, hilos de azafrán y rosas,

resistentes a la humedad y las miradas de las gentes,

lo guardaron en una botellita celeste,

lo maceraron por cuarenta y un mil días.

En perfecta simetría colocaron mis ojos y mis labios

perpendiculares al sol

y de espaldas a la luna.

Me lo entregaron para colocarlo en la cómoda

y recordara los días felices

que me otorgaron las hadas y cigüeñas.

En las tardes de calor saco mi antiguo rostro y lo maquillo.

Camila fue confundida con una extinta especie animal.

Sobre la autora