literatura venezolana

de hoy y de siempre

Tres poemas de Moisés Cárdenas

Jul 29, 2022

Escrito en La Habana

Bajo el cielo tropical del Caribe, volaban sus ojos

al ritmo de trova, son, salsa y chachachá.

Ella cargaba sus piernas de mástil en el vuelo de las gaviotas.

Ella increíblemente bella disparó arena blanca.

Ella bañada por un cálido mar turquesa

movía su silueta en el velero de Eros.

Violenta tormenta me llevó anclar a lo que yo simplemente soñé,

liberar sus pecas rosas como si fuera el verso en primavera.

Un pedazo de mí arrodillado en los caracoles

en la plenitud de su ombligo guardó silencio.

Quizá Guillen haría un soneto de miel.

Quizá Martí diría en especie de profecía:

«Montar a caballo, ir a la guerra, es ir en cara al amor».

Quizá Heredia cantaría el verso en las alturas goteando golondrinas.

Quizá yo mismo no sería capaz de fusilar poemas en la alcoba de sus besos.

Pero como buen marinero

colgué la brújula de su memoria,

pulí mi traje con estrellas marinas

para abrazarla a los cuatros vientos

en el salvaje sabor de su lengua

ciudadela que ilumina las paredes.

Ella enciende crucigramas en un barco enloquecido

que no encuentra olas de vuelta a casa.

Quisiera silbar su boca

y lubricar su cuerpo

en una noche entera en alas blancas.

Ahora que soy un moribundo marinero

imagino desgranándose el poema como la misma lluvia.

Y aquí a cientos de kilómetros acostado en el mueble

viendo tejer hojas, llueve su ausencia.

La nostalgia puede ser un poema

ardiendo como piedra de horno dentro de uno mismo.

Miro mis manos, veo su rostro celeste

lo real maravilloso queda suspendido en el calor de sus besos.

La distancia es una llama que aviva el deseo

las palomas llevan en su vuelo una carta

espero que guste.

Quisiera beber mañana

su piel de leche.

 

 

Zarpazos en el mar

El tigre salió del mar,

una inmensa ola lo llevó hasta la orilla,

en la arena se echó y respiró.

 

De pronto, salió del mar un león,

las olas lo arrastraron hasta la orilla,

y cuando vio al tigre,

rugió.

 

Los felinos abrieron sus fauces,

el tigre iluminó sus ojos,

el león entendió el mensaje,

siguió su camino.

 

El tigre

quedó echado en la arena.

 

 

Sueño viajero

Cuando el maestro

desplegó sobre la arena

el pergamino de los marineros,

salió la sonrisa de un querubín,

el ocaso quijotesco,

el resplandor de una estrella.

 

El maestro reveló un sueño

donde las constelaciones hablan,

los versos viajan en una red

que guarda el poema.

Sobre el autor

*Foto: Geczaín Tovar

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