literatura venezolana

de hoy y de siempre

Identidad y literatura venezolana

Sep 12, 2022

Lilia Boscán de Lombardi

Sobre este tema de la identidad se ha hablado y discutidomucho a lo largo del tiempo y es indudable, que sigue teniendo gran importancia e indiscutible actualidad. Habría que intentar definir el término identidad, que aunque comprendido en su significación global, es difícil precisar un concepto si se toma en cuenta la complejidad cultural de nuestro país y de los otros países latinoamericanos. El término identidad es esencialmente teórico y tiene múltiples significaciones, de allí la necesidad de definirlo y delimitarlo. Claude Levy Strauss ha dicho que la identidad es una especie de recurso necesario para explicar un montón de cosas pero que en si mismo carece de existencia real.

Lo real son las colectividades y agrupamientos concretos: sus problemas, su historicidad, sus expectativas, sus manifestaciones artísticas y culturales. El concepto de identidad es un recurso teórico que ha hecho posible reducir colectividades históricas diversas, identificadas por algunos rasgos comunes, de allí su utilidad pero igualmente sus límites. En un sentido general, se puede decir, que todo individuo y toda sociedad tienen necesidad de auto- conocerse y de saberse pertenecientes a un territorio en el que se comparten, una lengua, una cultura y unas tradiciones.

El término identidad se confunde con lo real histórico, es decir, está íntimamente ligado al proceso histórico total de una colectividad determinada. Nuestra identidad no es otra cosa que nuestra historia y del conocimiento profundo de ella deriva el conocimiento de lo que somos y el esclarecimiento de nuestra identidad, entendiendo por historia, no sólo los hechos políticos, económicos y sociales, sino el proceso cultural en su totalidad. Los primeros que van a preocuparse por definirnos son los conquistadores y cronistas que han dejado una pintura idealizada y mitificada del indio y de nuestra realidad americana, ya fuera porque en verdad se entusiasmaron con la exuberancia de nuestra naturaleza o porque les interesara valorizar ante Europa su descubrimiento.

Luego fueron los viajeros y naturalistas los que nos redescubrieron y una vez lograda la Independencia, la necesidad de definirnos en nuestra especificidad, se convirtió, en necesidad histórica y prioridad nacional y americana, surgiendo interpretaciones tan diversas como la de Domingo F. Sarmiento, José Martí, Eugenio María de Hostos, Juan Montalvo, Juan Bautista Albertdi, Manuel González Prada, José Enrique Rodó, A. Arguedas, G. Freire, Ezequiel Martínez Estrada, Héctor A. Guillermo Sucre y Octavio Paz, a las que hay que agregar los aportes del pensamiento marxista y las teorías de la Dependencia y la Dualidad que han permitido avanzar de manera decisiva en ese largo proceso de auto- comprensión y auto-conciencia de nuestra identidad que no es unitaria sino plural y producto de relaciones interculturales diversas.

Ahora bien, si la identidad hay que buscarla en nuestra historia, es evidente que las manifestaciones culturales son los mejores exponentes de nuestra individualidad y de nuestra personalidad como pueblo, manifestaciones culturales que son expresión de creencias populares, de tradiciones, que se conservan en el tiempo como lo más genuino del alma de los pueblos y es fundamento indiscutible de nuestra cultura. Son tradiciones que se vinculan a la religión y que se materializan en festividades populares en todos los conglomerados sociales y alimentan el contenido de obras literarias y artísticas en general (…).

Si nos referimos al estado Zulia, es justo afirmar que ha existido un movimiento cultural intenso en el que destacan escritores y artistas que han sabido expresar lo más genuino de la cultura zuliana.  Este Estado, por su situación geográfica tan especial, estuvo en épocas pasadas un tanto separado del resto del país y más vinculado a las Antillas Holandesas, de donde venían, en sus bosques legendarios, cargamentos de libros que contribuyeron a estimular un movimiento literario y cultural en el siglo XIX que no tiene parangón con el resto del país y que ha sido determinante en la formación de una conciencia popular y una creencia de diferenciación y singularidad que ha desarrollado un marcado regionalismo y la conformación de un ser muy particular, con un habla inconfundible, una psicología y una actitud vital que lo diferencia del andino, del llanero, del oriental o del caraqueño, cada uno también, con sus características propias, pero el maracucho, por el aislamiento geográfico en el pasado, ha desarrollado una personalidad muy especial y un intenso amor y orgullo regional que se refleja en sus manifestaciones artísticas y literarias.

En esos lejanos años del siglo XIX, la vida intelectual se manifiesta en la existencia de centros literarios, semanarios literarios y otras publicaciones de este género, tertulias, actividades culturales diversas y en la labor de un nutrido grupo de intelectuales que se dedican a la poesía, al ensayo, al cuento, a la crítica literaria, al periodismo, poseedores de densa cultura cimentada en las más diversas disciplinas, configurando un verdadero movimiento de ilustrados ávidos de conocimiento y erudición. Se leía y se traducía a los románticos ingleses, a los parnasianos franceses, a los clásicos españoles. Se cantaba a la mujer, a la noche y al Lago bajo la influencia de los modelos europeos y de Darío y el modernismo. Entre estos ilustrados hay que citar aManuel Dagnino, quien además de médico, fue literato filósofo, historiador, biógrafo, crítico y ensayista. Se escribía profusamente poesía y ensayo mientras que la narrativa no despertó mucho interés, con excepción de Yepes, quien con Anaida e Iguaraya, consigue dos esbozos bien logrados de novela romántica y Marcial Hernández, Elías Sánchez Rubio y posteriormente, Jesús Enrique Lossada, quienes escribieron cuentos.

En poesía cabe señalar el predominio de un canto nativista de exaltación de la naturaleza, del paisaje lacustre, sobre todo en Yepes y otros poetas de su generación, así como también, se escribió mucho sobre temas religiosos y patrióticos donde se exaltaban y cantaban las glorias de nuestros héroes de Independencia. Imbuidos del espíritu de la Ilustración que floreció en Francia en el siglo XVIII, los escritores zulianos son románticos cuando expresan en imágenes, emociones profundas y sentimientos diversos, cuando cantan a lo propio o se inspiran en una realidad que los afecta individualmente, convirtiendo el poema, en un impetuoso desbordamiento emocional. Son clásicos cuando predomina el orden y el equilibrio, la contención y el apego a los modelos formales que se trataban de imitar. Mientras Baralt, mejor historiador que poeta, escribe en el más depurado estilo clásico, José RamónYepes, es un representativo exponente del romanticismo venezolano que canta a la naturaleza y la expresa con imágenes marinas, visiones de luna y sombra, cantos nocturnos sugerentes de íntimo misterio. No sólo es el poeta del paisaje lacustre, sino también, el hombre angustiado frente a los problemas del Ser.

Al lado de Yepes hay una larga lista de nombres que pertenecen a esta primera generación de poetas que participaron activamente en la vida cultural del momento y dieron impulso a las ciencias y a las artes. Se publicaron numerosos periódicos. Uno fue El Eco de la Juventud y Yépez fundó el Rayo de Luz en 1862 y hubo otros como El Occidental y El Iris para citar algunos, que recogen en sus columnas los aportes literarios y las inquietudes de aquellos intelectuales. En 1886 fue fundada la Sociedad de Letras, Las Brisas del Lago y en 1878 circularon El Libro, El Crepúsculo, La Atmósfera y La Industria en la Villa de Altagracia del Distrito Miranda y en Maracaibo, el famoso periódico-revista El Mentor al que siguieron dos periódicos muy importantes y de larga duración, El Fonógrafo y Ecos del Zulia; Octavio Hernández redacta La Revista Literaria del Zulia y aparecen diversas publicaciones netamente literarias como El Álbum y Sonrisas y Flores.

Otra figura consagrada en las letras zulianas es el poeta Udón Pérez con el que podría hablarse de una segunda generación de poetas, a la que pertenecen Guillermo Quintero Luzardo, Armando Troconis Montiel, Marcial Hernández, Jesús Carruyo y muchos más, aunque esta generación no conoció el brillo de la anterior. Más adelante fueron Elías Sánchez Rubio, Ismael Urdaneta, Alejandro Fuenmayor, Rafael Yepes Trujillo, Jorge Schmidke, Jesús Enrique Losada, Jesús Semprún, Aniceto Ramírez Astier, Emiliano Hernández, Héctor Cuenca, Graciela Rincón Calcaño, Tarcila Reyes, Rosa Virginia Martínez, María Calcaño, etc.

Estos poetas sin abandonar el canto romántico acusan la presencia de nuevas voces, de otras lecturas, conocen los parnasianos y simbolistas franceses y la influencia de Rubén Darío se manifiesta en algunos poetas asomados al modernismo; Elías Sánchez Rubio es uno de los mejores poetas de su generación, calidad cimentada, no sólo en sus coloreados cuadros de tierra zuliana, sino en aquella poesía de tormentos interiores, de búsquedas ansiosas, de desazón interior que transmite con el dominio de un arte poético flexible, musical, rico en sugerencias y en un lenguaje ajeno al retoricismo académico y al estilo ampuloso y declamatorio que empobreció a mucho poetas de este periodo literario. Elías Sánchez Rubio fue fundador de La Sociedad Vásquez, espacio de encuentro de escritores y poetas y luego fueron creados los centros literarios Principios, Ariel, Seremos, donde se analizaban las nuevas tendencias literarias y se compartían inquietudes y nuevos modos de escribir poesía y de aproximarse al hecho literario.

El afán de conocer, de aprender, convierte a estos grupos en la vanguardia del momento y fueron ellos quienes le dieron nueva vida y renovado vigor a la literatura zuliana. Se fundaron El Círculo Artístico del Zulia y El Ateneo deMaracaibo. En 1888, López Ribas fundó El Zulia Ilustrado, prestigiosa revista a la que se agrega Alondra de Ana Yepes Serrano, hija de José Ramón Yepes, y otras publicaciones como Ariel, Luz y Sombra de José Agustín López, Proshelios de Butrón Olivares, Prosa y Verso, Revista del Centro Literario del Zulia en 1908. La Guitarra de Udón Pérez y Víctor Raúl Sandoval, que tiene la particularidad de estar toda redactada en verso, hasta los anuncios comerciales. Alma Latina, también de Udón Pérez y Yepes Trujillo, la revista literaria Psiquis de Jesús Enrique Lossada, La Hora Literaria de Héctor Cuenca y muchos más diarios, revistas, semanarios, testimonios de la fecundidad literaria de aquel movimiento cultural zuliano.

Después de la aparición del petróleo en 1914, se producen cambios fundamentales en el estado Zulia, que van a reflejarse en el hecho cultural. Aparecen los grupos literarios Seremos, Tierra, Cauce y en 1935, María Calcaño, publica su primer libro de poesía Alas Fatales al que siguió Canciones que oyeron mis muñecas (1956) y posteriormente Entre la Luna y los hombres (1961). La lectura de la poesía de María Calcaño es asombro y gozo creciente. Se va penetrando en un círculo de intimidad que nos descubre a una mujer que amó y vivió intensamente. Fue una vida corta, apenas cincuenta años, ya que nació en Maracaibo el 12 de diciembre de 1906 y murió en la misma ciudad el 23 de diciembre de 1956.

Hay muchos méritos en la vida y en la poesía de María Calcaño, pero la mayor grandeza radica en la clara conciencia de mujer libre, con derecho a vivir, a amar, a ser feliz y a decir sin cobardía lo que siente, lo que piensa, lo que espera. Su poesía es campo de cielo abierto con brisa de amanecer. Se descorren los velos y brota fresco como un manantial, el chorro de luz de su interior. Son versos de amor y de pasión de la amante que siente la fuerza de la vida, son versos de ternura iluminada por el brillo de ser madre, son versos de tormentosa lucidez por el paso del tiempo y la conciencia de la finitud, son versos de la angustia del vivir. Pero son, ante todo, versos de rebeldía, que reivindican a la mujer siempre callada, víctima sumisa en una sociedad machista, que protestaría escandalizada el atrevimiento de ser libre.

En los difíciles años 60, cuando en Caracas aparecían grupos como Sardio y El Techo de la Ballena, en Maracaibo surge el grupo Apocalipsis con propuestas de poesía surrealista y de vanguardia, del que formaban parte Hésnor Rivera, César David Rincón, Miyó Vestrini, Atilio Storey Richardson, Laurencio Sánchez Palomares, Ignacio de la Cruz, Néstor Leal, Francisco Hung, Régulo Villegas, Homero Montes, Alfredo Áñez Medina. Es poesía renovadora y atrevida que irrumpe para estremecer los cimientos de la literatura tradicional con el planteamiento de libertad de asociaciones insólitas y la valoración del inconsciente que propugnaba el surrealismo.

Hésnor Rivera uno de sus más apasionados abanderados, es autor de numerosos libros de poesía, producto de una profunda vocación poética, tales como Puerto de Escala, Superficie del Enigma. No siempre el tiempo es siempre, Las ciudades nativas, etc. Llama la atención el hecho de la profunda identificación de Hésnor con su ciudad natal y su entorno geográfico a pesar de ser tan cosmopolita y admirador del arte y la vida parisina. Los años de bohemia y de ausencia temporal intensifican la nostalgia y el sentimiento amoroso del poeta por esta ciudad del Lago a la que dedica los hermosos poemas de Las ciudades nativas, que en la edición del año 2006, tiene una segunda parte titulada Contradanzas, con poemas vinculados a la presencia del petróleo en el Zulia y a algunas de las poblaciones como Cabimas, Tía Juana, Lagunillas, etc., espacios desarrollados por efecto de la explotación petrolera. También aparece el poema El Lago de las diez mil torres, dedicado al poeta Ismael Urdaneta quien había denunciado en los versos de sus Poemas de la musa libre, el inicio y la expansión creciente de la contaminación del lago de Maracaibo. En ese poema, El Lago de las diez mil torres, Hésnor expresa el sentimiento unánime de impotencia y dolor por el deterioro y abandono de que es víctima nuestro lago. Así queda expreso cuando dice:

“De los jardines sembrados

Por los pescadores en las ruinas

De las piraguas ya habían

Caído los pétalos finales

De las cayenas y las siemprevivas

Último alimento de los peces

Que se marcharon

Porque el Lago

Alrededor se moría”

Posteriormente, aparecieron otros grupos como el grupo Guillo, con fuerte compromiso ideológico y político que lo marca profundamente, integrado por artistas que buscaban expresar, unos en la poesía, otros en la crítica, en la narración y en la pintura, la realidad más próxima, la de Maracaibo, la de los barrios, la de otros pueblos zulianos, la del Lago y los maleconeros. Son artistas comprometidos que expresan con autenticidad, la entraña más íntima y lo más genuino y válido del alma popular. Guillo dio paso a El Taller de Telémaco y en él continuaron las mismas inquietudes y los mismos sueños poéticos. Escritores como José Quintero Weir, Alexis Fernández, César Chirinos, formaron parte de esos grupos literarios y promovieron un grupo que se llamó Los poderes creadores del pueblo Aquiles Nazoa; La Sociedad Gramática de Maracaibo liderizada por Enrique León, tuvo especial significación en la vida cultural zuliana.

Luego, en 1973, aparece una propuesta literaria diferente, la del Maracuchismo Leninismo cuyos promotores son los poetas Blas Perozo, Alberto Áñez Medina, Douglas Gutiérrez Ludovic y Enrique León que se rebelaron, por impulsos político-ideológicos, contra la escritura poética tradicional y se expresaron con absoluta libertad, reivindicando el habla del marabino, la oralidad y espacios poco convencionales como bares y calles. Abordaron temas de la cotidianidad y con un lenguaje prosaico, provocaron reacciones diversas, mereciendo censuras y alabanzas y el calificativo de creadores de la anti-literatura. Lo importante es que sacudieron el ambiente literario regional aunque no tuvieron ni discípulos ni seguidores; la característica fundamental es la escritura directa en la que los temas corresponden a vivencias personales, biográficas y el lenguaje es el propio del habla del ciudadano común; es en la irreverencia, en la provocación y en la ironía donde radica la singularidad de una poesía que, en definitiva, es diferente.

Estos grupos han sido dinamizados, en su mayoría, por la Escuela de Letras de la Universidad del Zulia, abierta a todas las tendencias y modas de la época, escuela en la que hicimos vida activa como docentes, escritores y promotores culturales, numerosos intelectuales y poetas como Agustín Millares Carlo, José Pascual Buxó, José Antonio Castro, Esther María Osses, César David Rincón, Douglas Gutiérrez Ludovic, Hésnor Rivera, Juan Gregorio Rodríguez Sánchez, Lida Franco, Víctor Fuenmayor, Emérita Fuenmayor, Enrique Arenas, mi persona, y otros más que participamos en la vida intelectual y escribimos y publicamos muchos de nuestros trabajos en la Revista de Literatura Hispanoamericana del Instituto de Investigaciones Literarias.

En los difíciles años 70, años de renovación y de protestas estudiantiles, que evocan las turbulencias del Mayo francés, la influencia desestabilizadora de la revolución cubana y la derrota de la guerrilla de la Izquierda Venezolana, grupos literarios y escritores conforman un movimiento literario vigoroso, de gran intensidad, al mismo tiempo que hay la presencia de numerosos artistas plásticos renovadores y de gran creatividad, que constituyen, lo que se ha llamado “La Escuela Zuliana”, de la que forman parte artistas como Edison Parra, Carmelo Niño, Ángel Peña, Edgar Queipo, Henry Bermúdez, Irma Parra, Ender Cepeda, Juan Mendoza en cuyas obras se exalta el color local, lo popular, y todo un mundo de imágenes de sueño y poesía que brotan de la más profunda identificación con el entorno y el espacio geográfico de nuestra región. La literatura y el arte abordan los mismos temas que reflejan, no sólo el paisaje zuliano, la explosión de luz y color de las casas y las calles, los mitos y leyendas indígenas, sino que expresan al ser zuliano y a su cultura única y diversa, en una manifestación de afirmación de identidad regional que se muestra con la satisfacción y el orgullo de ser zulianos.

La obra de José Quintero es la expresión de su compromiso con el pueblo. Es autor de varias obras: Maleconeros, Los Andantes, El Viejo Conde y El Barco Anclado, Axuduara, y Arostomba. En el libro Maleconeros es significativa la dedicatoria: “A los cargadores de sacos, carretilleros, ropavejeros, pescadores, boburiteños todos, maleconeros de nacimiento”. José Quintero es el escritor solidario con los más humildes, con los marginadas sociales, de allí su dedicación al estudio de la cultura de nuestro pueblo indígena. Preocupado por la problemática social, vive y escribe fiel a su ideología y a su compromiso. La conciencia de pertenencia y de sus orígenes zulianos inciden en la manera de percibir al mundo y propician una identificación profunda con la cultura zuliana, de ahí el empeño en destacar lo propio, las tradiciones, lo popular, en un afán de valorización y reivindicación de lo auténticamente zuliano, con una intención consciente de afirmación de nuestro propio yo, de nuestra individualidad, de nuestra identidad.

César Chirinos es un escritor que se destaca en el ámbito de la literatura regional y nacional por la novedad de su propuesta estética y por la diversidad temática que aborda en sus numerosas obras. En efecto, es autor de obras de teatro y novelas como Buchiplumas, Diccionario de los hijos de papá, El quiriminduña del ñereñeres, Si muero en la carretera no me pongan flores, Mezclaje y Sombrasnadamas, en las que se expresa con lenguaje popular y humorístico aunque haciendo planteamientos de alcance universal. Buchiplumas ha sido una de las novelas más elogiadas, libro en el que, a través de impresiones reiterativas, obsesivas, anárquicas, nerviosas, descubre una realidad caótica, bulliciosa que busca una definición socio-histórica, una identidad, que existe y no existe, pero que vive y está presente en la calle , en el barrio. En Buchiplumas, apretadamente, pasa de una evocación a otra, en una serie acumulativa de pequeñas oraciones atropelladas como en un largo y desarticulado monólogo interior donde se revela el humor y la ironía.

Hay otros narradores zulianos de significativa importancia como Laura Antillano, autora de la novela Solitaria solidaria (1990) y de libros de cuentos como La bella época (1960), Un carro largo se llama tren (1975), La luna no es pan de horno y otras historias (1983), Cuentos de película (1985), Tuna de mar (1991), etc. En sus libros predomina la nostalgia y la evocación de tiempos pasados. Enrique Romero, escritor culto y sensible, apoyo fundamental del teatro y de la cultura en el Zulia, es el autor de un importante libro de cuentos, Mujeres de Maracaibo (1990). Fátima Celis se destaca como escritora de cuentos y ha publicado varios libros como Tierra azul sembrada de cenizas, Último potro de mimbre, Todas las formas del descenso, Por el pequeño cielo de la puerta, Los niños del Frío etc. Milagros Socorro, Destacada periodista Zuliana, Publicó en 1991 un libro de cuentos, Una atmósfera de viaje.

Entre los narradores más recientes se destaca Norberto Olivar, historiador y narrador, que ha investigado sobre épocas y personajes zulianos que se convierten en temas de sus libros. Ha publicado El misterioso caso de Agustín Baralt (2000) libro de relatos que se publicó en 1999 con el título Los Guerreros. Luego publicó El hombre de la Atlántida (2003), novela en la que escribe una polémica versión de la vida de Jesús Enrique Lossada. Otros libros publicados son: La ciudad y los herejes, La conserva negra, Morirse es una fiesta y la novela más reciente, El fantasma de la Caballero, historia real del asesinato de Josefa Caballero a manos de un juez.

Milton Quero es otro de los más recientes escritores, muy vinculado al teatro, de hecho es actor, no solo de teatro sino de cine, actuando como actor principal en la película Borrador que dirigió Jacobo Penzo. Es poeta y narrador y ha publicado, en poesía, Actos lingüísticos (2004) y Geografía Urbana (2005); en este mismo año fue publicada la novela Corrector de estilo que mereció el Premio Adriano González León y luego, la Editorial Monte Ávila, publica, en el año 2006, el libro de cuentos Hechos de habla. En las obras de Milton Quero, Maracaibo es el personaje central, se siente a la ciudad en toda su dimensión de ciudad especial y única, no solo por el calor extremo sino por la singularidad de sus tradiciones, por la particularidad geográfica de haber nacido y crecido a orillas de un lago y por la idiosincrasia de sus habitantes.

Maracaibo es la fiesta popular permanente, es el bullicio de las calles y el color estridente de las casas del viejo Saladillo, que aún se conserva en el barrio típico de Santa Lucía; Maracaibo es la memoria de los numerosos cines que forman parte de la vida y de la nostalgia de muchos marabinos. Maracaibo es la Chinita, es la gaita, es la fiesta de San Benito, es la ciudad puerto, abierta a todas las influencias y a todas las novedades. Muchos la han considerado una ciudad surrealista por las cosas insólitas que hay en ella, por los contraste y el singular imaginario de una ciudad que puede ser una y múltiple. Maracaibo y el Zulia están presentes en todos estos escritores que se definen a sí mismos a través de una ciudad y de paisajes que hablan de infancia y de sueños, memoria de los orígenes, señas de identidad.

El Zulia es tierra de poetas. Son muchas las generaciones de escritores que se han sucedido en el tiempo y actualmente son muchos los poetas que continuamos escribiendo y publicando obras diversas.

Un escritor muy importante es José Francisco Ortiz (1944), autor de libros como El amanuense (1979) en el que se destaca la escritura cuidada, la prosa densa, clara y sobria; El resplandor (1996); un libro de ensayo, El hacedor y la fragua (1976); Diálogos (1996); La realidad Tangencial de la comunicación (1995). Ha publicado varios libros de poesía: Bajo esta soledad (1979), Légamos (1985), Cantares (1986), Poemas del mediodía (1990), Musgos de nuestras aldeas (2002) y el más reciente, Vo- cales de Ceniza (2005). José Francisco Ortiz escucha los llamados incesantes de la memoria y transmite sentimientos, angustias y nostalgias con la eficiencia del lenguaje poético.

Otro destacado escritor es Camilo Balza Donatti, autor de numerosas obras de distintos géneros: narrativa, poesía y ensayo. En uno de sus libros de poesía, Trópicos, el poeta descubre el mundo y lo recrea; penetra en las profundidades del ser entabla un diálogo consigo mismo y con la naturaleza que lo rodea. Alexis Fernández (1951) es narrador y poeta de fecunda imaginación y voz caudalosa y apasionada que se ha propuesto rastrear los orígenes, llegar al punto más lejano para encontrar el rostro desdibujado del pasado; se ha propuesto reunir fragmentos de leyendas y mitos para construir un universo de imaginación y poesía y explicar el misterio de la creación. Como un cronista, quiere recuperar las raíces de los pueblos del origen, para reconocerse y afirmar la propia identidad. Alexis es el cantor del imaginario popular y de la naturaleza paradisíaca del sur del Lago de Maracaibo, con sus aguas maternales y la vegetación lujuriosa, ilimitada, ancestral. Ha publicado libros de relatos como Estrafalarios (1975), Días de gracia (1985), la novela Turbio fontanero (1992), y los libros de poesía Linaje del sur (1997), Costa lejana (2000), Árbol de sombra (2003) y Caligrafías de agua (2005) que contiene los tres libros de poesía ya mencionados. Alexis Fernández es el artífice de un universo poético de naturaleza vibrante, poderosa, envolvente, espacio mágico, donde los hombres crecen con la luz de amaneceres, pueblan la tierra y construyen casas de madera, casas de eternidad, para vencer el tiempo y el olvido.

Hay otros escritores zulianos que participamos activamente en el quehacer literario actual, como Jacqueline Goldberg, Carlos Pérez, Cósimo Mandrillo, Camilo Balza Donatti, Solange Rincón, Jorge Luis Mena, Alberto Quero, Carlos de la Cruz y mi persona, entre otros. La vida intelectual zuliana continúa siendo intensa y productiva. Desde las universidades se promueven eventos, foros, seminarios, que son espacio para el encuentro y el diálogo y para el intercambio fecundo de experiencias y conocimientos. No se podría hablar de una tendencia o de algún estilo dominante. Cada escritor expresa de manera única y personal su mundo interior y los temas que le obsesionan, así como su particular visión del mundo desde su espacio geográfico, desde su enclave socio-político y desde su ideología y sensibilidad muy particular.

El escritor es un ser social inmerso en los problemas de su época y aunque formamos parte de una humanidad asustada por el deterioro ambiental, por la amenaza de una guerra nuclear, por los desastres naturales, la cultura sigue siendo la única alternativa para la vida y la civilización. Lo que verdaderamente identifica a los pueblos es su cultura. Abiertos al mundo y a todas las vanguardias, no se puede, sin embargo, dejar de oír el llamado de la memoria, no se puede prescindir de los aportes culturales de una larga tradición histórica que nos identifica como pueblo, o de una nación; es una manera de Ser, de pensar, y de actuar y se expresa a diversos niveles antropológicos, psicológicos y culturales. En términos históricos es la dinámica de la evolución de un pueblo, que va “siendo”; un pueblo se hace “haciéndose” y al final lo que queda es la cultura, que aunque es particular y expresa la realidad y las características de una región, sin embargo, también es universal. La necesidad de expresarse, el impulso creativo, el arte y la poesía, existirán siempre como expresión segura y cierto de que los seres humanos somos fundamentalmente cultura.

*Fragmento del ensayo publicado en Revista de Artes y Humanidades UNICA Año 9 Nº 21 / Enero-Abril 2008, pp. 141 – 157. Fuente de la imagen: http://fotourbana.org/fondovisual/alciro-ferrebus

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