Sé para mi constancia
música de río sin término.
Sé en mi soledad, fantasma,
sé penumbra!
No hagas nunca la noche en mi cielo
sin luna y sin estrellas.
Vete sin irte
como la brisa.
Llégame siempre
como una música ausente.
Perenniza tus crepúsculos.
Siempre estaré despidiendo:
Yo en la playa y tú en el barco
florecido tu pañuelo
y siempre levando el ancla.
No te vayas del todo
alma-fuego de mi hoguera.
Aun cuando no te vea
Sigue marchitando noches
con tu estío y mi desvelo.
Amárrate bien al alma
con tus raíces más nuevas
que son más míos tus sueños!
Respuesta
Pecho mío erigido
en gozo de hermosura;
yo sé de una música incierta
que nunca en tus cuerdas se enreda;
por eso humanizas la torre
sin sonido y sin eco;
y son más felices las palmas
que saben la armonía del cielo.
Cabello mío, pasivo,
como el cobre en la mina!
Fronda inerte!
sus manos son albas que nunca
rizarán en tus hojas
una inquietud de brisa!
y te miro desbordar,
lacio y taciturno,
como un río de pena.
Ojos míos que buscáis
el valle y la senda de sus ojos;
romeros del mundo invisible,
sus ojos están siempre en éxtasis,
izando el espacio,
cual las cumbres,
que apuntan estrellas!
Nocturno
Traman con la noche amiga
en hilos de agua de plata
misterios, las flores blancas.
Pasan tardos los recuerdos.
Se deciden en penumbras
las tristezas olvidadas.
Horadan la sombra hermana
gotas de luz tamizada
en la criba de las ramas.
Las rosas que fueron blancas,
y amarillas con la tarde,
están azules, extáticas.
Débil la brisa, las roza
a tientas entre la sombra,
con actitud de sonámbula.
Plegada el alma descansa,
el corazón se distrae
entre rondas de fragancias.
Luna erguida, paz fantástica!
mi corazón y los astros
abarcando soledades.
Intemperie
Marchamos al compás
de los árboles y las piedras:
vamos bajo la tutela del cielo.
Nos llevan de la mano
la noche y el alba;
esta nos iza en las cimas,
y aquella nos cubre en los valles!
El canto del pájaro y la brisa
vagan en los aires;
y las aguas inmensas de mares y nieves
padecen la estrechez de la mirada.
Nuestras almas son desnudas
más que los cuerpos
a quienes los ojos no dan;
y son nuestras cabezas
moldes para el aire, la brisa y el sol.
Cada cosa vista
fallece al instante en los ojos abiertos;
y el éxtasis del fruto maduro
ante nuestra avidez,
son también intemperie
y el oro expuesto al sol.
Intemperie la pena en las lágrimas
y el pensamiento en la palabra.
Promesas
He de aprender a hilar mi tela
como la araña, sin telar;
demarcaré en medio de la vida
la armonía de ser!
Cavaré la tierra con mi raíz,
como la planta,
y después
subirá mi fuerza al cielo
y se dará en flor;
génesis de la vida!
la flor es la canción del árbol!
Con mis ojos diáfanos
soliviantaré la calma de la tierra
en las noches largas!
Hablaré conmigo;
y cuando hable con los otros
mi silencio será el lastre
de las palabras suspendidas
en el alma!
Al poeta
I
La voz del poeta tiene hoy
un oleoso bordón de agua que cae.
Los árboles acercan su escritura
en la nube lejana
La audiencia es una justa de regreso
a las islas de San Juan de la Cruz.
El agua enclaustra en los canales
las íes de unos grillos invisibles.
Ausente de sí mismo,
los lacios cabellos detenidos en la frente,
trazan una señal de avenencia, una geometría autónoma.
El traje indiferente al esfuerzo reiterado del día
es como un signo
de conformidad y aceptación.
Sin saber de qué
nos arrepentimos gota a gota
frente a sus silencios.
¿Qué otra concesión le haces poeta
a ese surgente inoportuno
que aspira al misterio de tu atmósfera?
El poeta parece abandonarse
sobre su corazón.
Parece una nostalgia inmóvil
frente al lejano rostro del cielo.
II
Un aire intermedio de alas y neblinas
gira en la bombilla,
y el aire blanco de la palabra en paz
y la lectura de Dios entre las hojas.
La audiencia recoleta se remonta a países de santos y leyendas.
Llueve y el agua viene a perdonar los ecos.
Apresura un poniente en polvo gris
a plazos disolventes.
El poeta va a guardar en una gruta su voz.
Se ovilla su recuerdo
en el hilo que deja la palabra y parecemos oír:
Es necesario provocar el nexo
como es preciso callar ante el crepúsculo.
No hay nada que intime a voluntades contrarias.
Son tan serias las disposiciones ostensibles.
El poeta de lacios cabellos
de manos como arcilla transparente
permanece después entre nosotros
de perfil y de frente.
Desnudez
Raudo junco de aquella fe exaltada
hoy te mezo en mis aires de elegía;
hoy te prendo en la clámide sombría,
de mi tarde más hoja y más expiada.
Mi luna de tu rayo enamorada
te esperó por las fuentes de mi día;
mas allá de mi arena y de mí umbría
en su intacto cristal mi agua salvada.
Y hoy no olvida sus velas en el viento
mi cáliz extrañado del momento.
Ya no inquieta lebrel la corza mía.
Si no piso la tierra de mi aliento,
si no empino la sangre en el lamento,
hoy te alumbro en mis aires de alegría.
Ángelus
Parece que estos cactos se estrenaran
pensativos y sobrios,
y que los chaguaramos elevaran sus lumbres,
como rectos velones, en sus cenizos troncos.
Entre las hojas ya se pierde el rastro
de la luz en camino.
Pero, antes de marcharse, al jazminero blanco
Va a dejarlo encendido.
Miro mi casa
Miro mi casa: mi mejor parentesco,
en un minúsculo pueblo donde morí hace tiempo
extraña a las ciudades;
coloquio penumbroso
donde ofrecí
aquel vino saliendo de un suelo sagrado
desde tumbas remotas.
Recuerdo de otra ciudad
Hay lágrimas secas en las ropas viejas
que ves pasar sobre columnas de hueso,
en las rosas viejas
que guardan las cabezas solitarias.
El sol hunde su erizo en la ventana
a la hora del ropavejero.
Toda nuestra forma
Y el ser:
¿qué hace con la muerte?
Toda la estructura viva
deja su estatua de regreso:
marga, arena, espuma.
Y el ser:
¿se funde al centro de las sombras?
