Pedro Téllez
Santiago Key Ayala (1874- 1959) fue un bibliógrafo “raro”, pues no sólo se ocupó de los libros raros y curiosos, sino también de los inexistentes. Propuso una clasificación que incluía libros míticos, quiméricos, neonatos, malogrados y ajusticiados; Key justifica esta ampliación de sus investigaciones:
El bibliógrafo está obligado a ocuparse, y lo que es mejor, a preocuparse de esos engendros, de los cuales unos jamás existieron; otros, fueron concebidos y no llegaron a nacer; otros no nacieron viables; otros tuvieron muerte accidental y prematura; otros en fin, fueron ajusticiados, sin que esto quiera decir que su destrucción fuere justa, ni siquiera disculpable (Key, 1977).
Así Key se preocupara por las “Memorias” de Guzmán Blanco; las obras colosales de Félix Bigote; los manuscritos de Sanz, y las traducciones de Lucrecio; Así mismo se pregunta por la obra perdida de Romero García –alguien recordaba un baúl lleno de originales- una Historia de Venezuela escrita en la Rotunda por el autor de Peonía; o los recuerdos de Heraclio Martín y las series biográficas de Larrazabal. Todos ellos, entre comillas libros (quiméricos, míticos, nonatos, malogrados o ajusticiados) que merecieron su atención.
Es importante recordar, sobre todo aquí en Valencia, que fue Key quien dio por finalizada la polémica en torno al “raro y misterioso” libro de Joseph Luis de Cisneros Descripción exacta de la provincia de Benezuela. Key demostró que fue editado en Valencia de España y no aquí en 1764, como algunos postulaban.
El título de esta conferencia es Key, monosílabo trilítero y bibliógrafo, pero bien pudimos agregar “hemero-bibliógrafo”, pues se interesó igualmente por revistas y periódicos. Realizó breves biografías de revistas “fenecidas”, como el seminario de Caracas, donde colaboraron el revolucionario Miguel José Sanz y el reaccionario José Domingo Diez; también sigue el rastro a una publicación hebdomadaria como se decía entonces, o semanal: El Canastillo de Costura que como su nombre sugiere era destinado a las mujeres; El Orbe, un periódico que media 66 x 45 mm en papel satinado, incluía editorial, crónica, poesías, proverbios y “se dejaba leer” literalmente de un tirón –“micrografía” titula Key ese ensayo-; el Parlamento, de una hoja, y el Centenario de Páez, de cuatro, eran diarios políticos; El Zulia Ilustrado, mensual, que circulaba desde 1888: “Con el principal objeto de dar a conocer en el resto del país y en el extranjero al Zulia con todas sus producciones y bellezas”, dice; además de la América Ilustrada y Pintoresca, y de la Revista Universal. Todas ellas publicaciones del siglo XIX venezolano, del cual Key era un experto.
Las revistas reseñadas por Key eran tan anacrónicas como al lector de hoy podrían parecerles las publicaciones periódicas donde el mismo Key escribía, y en cuyas colecciones reposa la mayor parte de su obra. Recuérdese que “a los 60 años solo había publicado folletos, traducciones, muchos artículos de critica los mas con el seudónimo de José Montenegro” (Guerrero, 1976). Publicaba en El País, El Pregonero, El Tiempo, El Progresista, hoy prácticamente desconocidos. Anota Carreño que “además, ha sido colaborador de Ciencias y Letras, Cosmópolis, El Cojo Ilustrado, Atenas, Sagitario, Elite, Bitácora, Revista Nacional de Cultura, y otras” (Carreño, 1952). Hasta su muerte –volvemos a Key, vivió 85 años- colaboró en El Universal y en El Heraldo, firmando como Montenegro o como S. K. A, para protegerse de un público que creía potencialmente agresivo, punto este que desarrollaremos más adelante.
Key escribió sobre las revistas y desde las revistas, pues no fue precisamente un hacedor de libros, su obra está descentrada, y sus libros propiamente dichos serán las selecciones de un octogenario. Cuando se publica en 1952 el libro clave Motivos de conversación. Monosílabos trilíteros de la lengua castellana, su bibliografía para la fecha incluía 18 “entradas”: dos libros nonatos, una traducción de Martín-Maillefer, cuatro discursos y una decena de folletos que integrarían sus obras selectas; para 1952 se mencionan con sus títulos quiméricos nueve libros inéditos y seis míticos libros –en preparación- incluyendo una Historia de las exploraciones del alma de Bolívar. Con estos rasgos editoriales Key será paradigmático de toda una generación, citemos a Oscar Rodríguez Ortiz, justificamos lo extenso de la cita:
La dilatación productiva de Santiago Key y Ayala (sobrevivió temporalmente a todos sus contemporáneos) y la contracción literaria de Cesar Zumeta actúan como signos del ensayo venezolano y de la vida intelectual de ese tiempo y otros: los libros tardíos o póstumos, la duda del libro y el rechazo a la superstición del libro, como la ha llamado Luis Beltrán Guerrero. Su coyuntura de silencio fortalece el papel de la crónica y el articulo en el ciclo positivista y modernista y da bulto a la ensayística. A ella confluye la actualidad de muchos ordenes: desde la política a la información y la critica. Sus extremos son la paradoja de la literatura venezolana y de la historia de sus signos escritos: una cultura de la necesidad fragmentaria del momento. Inconscientemente hay el reclamo de lo mayor, la angustia de lo que no se fija en libros para permanecer, la exigencia de una obligación social de concluir en lo palpable, la impertinencia de lo que no cuajo organizado y se disgrego. Pero para el hecho hay una racionalización verosímil: todo el país conspira contra lo orgánico. También los tiempos fueron y serán malos como excusa. Sin embargo, la concreción literaria tropieza con la gravedad frecuente: el tamaño inflacionario de las letras del país, el dilema de lo que perdurara. Hay todavía una penúltima pena: toda esa literatura que, por dispersa en revistas y periódicos, no ha pasado a la historia o lo hace lentamente, dejando siempre incompleta la verdadera fisonomía de los géneros, la del ensayo entre otras (Rodríguez, l999).
El boxeo de sombra. En la penúltima pena señalada por Rodríguez Ortiz, también es Key paradigmático: su rostro de ensayista está desdibujado en el disperso conjunto de sus trabajos; se puede decir que su existencia editorial y “bibliográficamente hablando” se debe a las Obras Selectas de Ediciones Edime preparadas por Key en 1955, y donde se reeditan completos los Motivos de conversación. Monosílabos triliteros de la lengua castellana; de estas Obras Selectas hay otra edición de 1977. Se trata de una serie de “clásicos y modernos hispanoamericanos” que incluía a Uslar, Picón Salas, e Iragorry. En una reseña de la época, escribe Grases:
De los cuatro tomos publicados, cada uno tiene su significación y valía. El del Dr. Key Ayala, nos parece el más trascendente por las enseñanzas que brinda a los lectores actuales (Grases, 1967). Grases le compara con tres de los mejores ensayistas venezolanos (si no los mejores) y considera a Key y su libro “El más trascendente”, pero su valoración se refiere a la labor investigativa de Key, y que contrapone al “rol” de ensayista:
Otros gustos y otras preferencias atraen a los nuevos escritores, impulsados probablemente por la brillantez de difusión y consagración, más rápidamente lograda con la literatura de creación, o con el ensayo y la glosa critica. El camino de la investigación apenas se ve transitado y, desde luego, se advierte un claro menosprecio por los trabajos bibliográficos que en el común sentir equivalen casi, a malograr tiempo y posibilidades de talento (Grases, 1967).
Grases enfrenta al ensayo con las investigaciones bibliográficas, una reedición del pugilato entre la crítica literaria y el género ensayístico; lo interesante es que esa misma contradicción está resuelta favorablemente en el seno de la escritura de Key, pues sus “investigaciones” no son sino ensayos donde el contenido merece su continente y, la ironía que les recorre convoca más al goce del lector que a su sabiduría. Creemos leerle a la luz que el mismo Key irradia a sus “Conversaciones”. Pero ya Grases advierte:
Sé que se me objetara que es más decisiva siempre la obra de creación y que con la investigación y la crítica se va a remolque de lo que entrega a la historia el novelista, el poeta, el cuentista, el ensayista o el dramaturgo. Reconozco que tiene razón quien así replique, pero no toda la razón, porque la parte que en toda cultura corresponde al trabajo de critica erudita y bibliográfica es, también indispensable, no tan sólo para que el conjunto cultural tenga fisonomía armónica y no adolezca de la carencia de elementos del propio haber civilizados es, en cada país, lo que da buena porción de alma y espíritu a la creación estética (Grases, 1967).
¿Cómo no estar de acuerdo?
El libro llave de la primera mitad del XX venezolano. Más allá del boxeo de sombra entre el ensayo y la crítica, en las obras de Key –es decir, en las “selectas”- encontramos una convergencia desde la periferia de sus escritos, hacia los “Motivos de conversación”: desde el culto al héroe presente en su Vida ejemplar de Simón Bolívar, y la recopilación de su descendencia lexicografica, hasta los cateos de bibliografía y su aluvión hemerográfico; de las anécdotas en Long- Primer a los textos que reflejan “momentos de vida y literatura”, se preparan tanto el escritor como el lector para los Motivos de conversación. Monosílabos trilíteros de la lengua castellana. En verdad sólo por esos ensayos breves Key se ubicaría en una posición comparable a la de Uslar, Picón o Iragorry, y con un nivel de escritura ensayística quizás más trascendente.
¿Qué o cuáles son los monosílabos trilíteros? Citemos a Key:
Están constituidos por una vocal entre dos consonantes. Pueden considerarse los átomos del idioma. La vocal hace de protón. Las consonantes, de electrones. Además, la consonante inicial y la final poseen cargas eléctricas diferentes, una especie de sexualidad que les impone funciones bien distintas. El núcleo del vocablo es con toda evidencia, la vocal. Ocupa el centro y determina la sonoridad del vocablo. Hija de la idiosincrasia de las lenguas, la sexualidad de las letras se aprecia por su conducta en los ayuntamientos de los cuales se forman las silabas (Key, 1952).
Los trilíteros sobre los cuales nos invita a dialogar son: bah!, boj, cal, can, cid, col, coz, chal, don, dos, faz, fin, gas, haz, hez, hoy, hoz, lar, ley, lid, luz, llar, mal, mar, mes, mil, non, paz, pan, par, pez, pie, pre, pro, pus, ras, red, rey, ron, ros, sal, sed, ser, sol, son, sor, sur, tez, ton, tos, tul, vez, vid, voz.
El libro se inicia con el monosílabo Pan, y culmina con el monosílabo Fin. La bella edición de la Línea Aeropostal Venezolana finaliza con el monosílabo Key, redactado en homenaje modernista por Luis Villalba- Villalba, quien le denomina: “Llave que abre el escriño de su amistad sin salvedades”. Buscamos en el diccionario la palabra “escriño” que creíamos un diminutivo de “escritura”, pero en realidad su significado es otro, y el diccionario reporta dos acepciones: cesta de mimbre que sirve para dar de comer a los bueyes, y una segunda acepción –seguramente preferida por Villalba- la de cofrecito para guardar joyas. Nosotros nos quedaremos con ambas definiciones, tanto joyero, como recipiente para que coman las bestias. Así, buena parte de nuestros críticos e historiadores de la literatura le han leído como bueyes, han pasado de largo frente a los valores artísticos de estos ensayos breves. Pocos son, los que dentro del público han leído en él un joyero. Entre ellos Carreño, Luis Beltrán Guerrero, Vicente Gerbasi, Paz Castillo o Carlos Yusti. Todos ellos artistas también.
Alguien del público opina sobre Key. Eduardo Carreño, poeta, pero hoy más (des)conocido tanto por la confusión con el autor de un manual de urbanidad, como por su Vida anecdótica de venezolanos, que dicho sea de paso, ambos –el de “Eduardo” y el otro- son fundamentales para comprender la vida cotidiana en nuestro siglo XIX. El gusto por las anécdotas de Eduardo Carreño está presente en otros escritores como en el Key que prologó el volumen, y sirvió de fuente para algunos textos. Pues bien, también Carreño prologo la primera edición de Motivos de conversación. Monosílabos triliteros de la lengua castellana; allí escribe:
Caso curioso, Key-Ayala, que lleva en su propio nombre el trilitero Key, manifiesta su mayor simpatía hacia los monosílabos sustantivos que asumen relieve y acortan las frases en que figuran. Y entre ellos los que juntan en una silaba tres letras. Dentro de la estrechez de esos límites, su ingenio se asutila y saca a relucir tal cúmulo de conocimientos, que asombra y maravilla. Encierra en cortas paginas un mundo de ideas (Carreño, 1952).
Buscando una tradición para estos textos, Carreño declara que “su prosa de pura estirpe castellana, viene en línea directa del siglo llamado con toda propiedad de oro” (Carreño, 1952).
Otro lector (y escritor) en la misma línea de Carreño nos precisa que Key: “Tiene la estirpe de Gracián y de Azorín, aun cuando no alcanza la gracia en el vocablo de uno, ni la emotividad en el paisaje del otro” (Paz, 1964).
Paz Castillo destacará el volumen que motiva esta charla:
… entre los libros de Key Ayala es de particular interés, por su variedad e ingenio, ese tratado gracianesco titulado Monosílabos trilíteros de la lengua castellana, en el cual se muestra, desde el mismo epígrafe del volumen, el virtuosismo del autor en el idioma. Obra de experiencia y de saber. En ella Don Santiago derrama en cada trilítero escogido para la prueba, como en un pequeño vaso hábilmente labrado, todas sus observaciones acerca de las palabras, del arte y de la vida. Los párrafos de cada uno de los artículos que integran el texto, son una urdimbre de conocimientos múltiples, unidos principalmente por el ingenio del autor y por el espíritu de la obra (Paz, 1964).
Luis Beltrán Guerrero nota en el estilo de Key:
Metálicos resaltes; sus metáforas, sus alusiones, constantemente invaden el dominio de la física, ciencia que estudio con predilección, al lado de Alberto Smith. Pudo tener un más extenso nombre en el ámbito de las letras castellanas (…) Nunca publicó en revistas ni periódicos mas allá de las fronteras. El interés de sus escritos, máximo interés, es para venezolanos. Mientras el país sea más respetable, no solo por sus recursos económicos, sino por la moral de sus costumbres y el resplandor de sus ciencias y letras, mas se le apreciara (Guerrero, 1976).
Key opina sobre el público. Definía en otros el libro de jornal como aquel: “Que no ve la luz de un golpe, sino por anillos, imprimiéndose en el periódico a medida que se escribe” (Key, 1977). Y así debió ser el origen de estas “conversaciones” que en 1947 eran 29 motivos para llegar en 1951 – un año antes de su publicación en forma de libro- a la cifra de 53. También al publico confiesa que: “Han venido a mi cerebro y a mi pluma como emanación directa de mi yo mas intimo”. Y ahora pensamos en su metáfora del “libro jornal”: ¿Qué más del árbol que el dibujo de sus anillos? Intimidad profanada por el hacha, montejiana hacha de seda, del lector. ¿Es que el yo intimo se hace poco a poco, pero se muestra al otro de golpe, talado? En las primeras páginas de las “obras selectas” aclara sus precauciones desde que comenzara a escribir en su adolescencia:
Desde esa remota época, para resguardarme, intente una separación lo más radical posible entre mi persona y el escritor, entre mi yo efectivo y el otro, entre el que me pertenece por entero y el que pertenece al público, señor levantisco y arbitrario. (Key, 1977).
La arbitrariedad de los lectores podría llevar a prostituir al escritor, parece temer Key cuando gracianescamente protesta: “El público pretende disponer del albedrío de quien escribe para servirse de él a su talante, cual ocurre a las infelices mozas del partido”. (Key, 1977).
Los que le conocieron refieren su carácter difícil, “las peleas con sus contemporáneos”, esa actitud del cascarrabias está presente cuando envidia a los autores que han logrado crear un seudónimo celebre y prestigioso, seudónimo que “les sirve de antemural contra el público, mientras, ellos ignorados, y, por lo tanto libres, señores de sus personas, se escurren por entre los demás, cifra de muchedumbres, oscura y autónoma. La personalidad literaria de estos varones prudentes y afortunados emerge de las aguas en que se esconden como un periscopio. El dueño del periscopio se desliza tranquilo mientras el seudónimo carga con la curiosidad indiscreta y agresiva de las gentes”. ¿Se trata otra vez de la cerradura del cofre, o del disfraz de cesta para bueyes? Cerradura o llave, hoy parecen José Montenegro el nombre, y Santiago Key el seudónimo de alguien que evitó la vida literaria. La condición de monosílabo trilítero del tímido autor, autoriza a este público, todavía levantisco y arbitrario, a leer (o conversar sobre) estos ensayos a través de una clave autobiográfica.
BIBLIOGRAFÍA
Carreño, E. (1952): “Santiago Key-Ayala y su obra”. En: Motivos de conversación. Monosílabos triliteros de la lengua castellana. Ediciones Línea Aeropostal Venezolana, Caracas.
Gerbasi, V. (1949): “El dialogo y la cultura. Santiago Key Ayala”. En: Revista Nacional de la Cultura (Caracas) No. 75, Págs.: 191-193.
Guerrero, L. (1976): Candideces. Novena serie. Editorial Arte, Caracas.
Grases, P. (1967): Gremio de discretos. Ediciones Ariel S.A., Barcelona.
Key, S. (1977): Obras selectas. Ediciones Edime, Madrid.
Key, S. (1952): Motivos de conversación. Monosílabos triliteros de la lengua castellana. Ediciones Línea Aeropostal de Venezuela, Caracas.
Paz, F. (1964): Reflexiones de atardecer. Ediciones del Ministerio de Educación, Caracas.
Rodríguez, O. (1999): Paisaje del ensayo venezolano. Universidad Cecilio Acosta, Maracaibo.
