La escritura que sigue —la más de ella— ha sido menos escrita que hablada… Hállanse en estas páginas, entonces, la confesión sentimental que despierta entre nosotros la lectura del libro y la música de nuestros invencioneros, en una palabra “las voces del silencio”, que así llamara André Malraux al arte, entendido como delicia del ojo y el oído. La crónica, en desmedro de la crítica, ha sido privilegiada en esta escritura. Trátase de ofrendas y a ratos de meditaciones: quiere ser eso, sentimiento de fervor por la asaz variada riqueza estética que aviva el espíritu de nuestros escritores y artistas. Trátase, además, de ruta verbal por el vasto libro verde y rumoroso del país al que leyéndolo nos lee y al que recreándolo nos imagina (Luis Alberto Crespo, nota preliminar).
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