La poesía de bolsillo de Gustavo Pereira
Leer y estudiar la poesía de Gustavo Pereira (Isla de Margarita, Venezuela, 1940) durante más de veinticinco años, apoyado en el respeto, la admiración y la amistad, representa un proceso de aprendizajes, de encuentros, de descubrimientos y develaciones que me permiten una mirada a fondo en su poética. Su trabajo creador ha sido intenso. Poesía y ensayo, investigación y análisis de la realidad sociopolítica venezolana y latinoamericana han ocupado su tiempo vital, su pensamiento crítico-reflexivo y sus búsquedas formales.
Pereira ha sido catedrático de literatura hispanoamericana y nacional en la Universidad de Oriente hasta su jubilación en 1993. Conoce bien el proceso de formación y desarrollo de las letras del país antes y durante todo el siglo veinte y desde finales de la década del cincuenta incorpora su propia obra de manera evidente. Sus estudios de leyes1 durante los sesenta en la Universidad Central de Venezuela en Caracas le unen a intelectuales jóvenes y mayores (poetas, narradores, pintores y escultores principalmente) quienes han acudido a la capital bien por estudio o trabajo, bien para ganar mayores espacios para el arte, toda vez que Venezuela inicia apenas en 1958 el proceso democrático vigente luego de diez años de dictadura continua, y las provincias ofrecen pocas oportunidades para el desarrollo personal.
La nación tampoco tiene en esa época las grandes ventajas que produce la renta petrolera en las décadas setenta y ochenta. Por el contrario, se establecen luchas políticas e ideológicas extremas entre la derecha gobernante, contra la que se señalan cuestionamientos y protestas en diversos medios impresos, representativos, culturales, de opinión y de acción, y los grupos de oposición izquierdistas, generándose enfrentamientos, encarcelamientos, desapariciones forzadas y rupturas de toda índole. Los partidos políticos no tienen suficiente garantía institucional para salvaguardar el juego democrático naciente. Las guerrillas urbanas y rurales, las protestas formales a través del arte y el pensamiento crítico a la par del espíritu de renovación que recorre el mundo conjugan un escenario de inquietudes y no poca zozobra.
Pereira logra plasmar en sus primeros poemarios una visión estremecedora de esa década. Su curso existencial oscila entre los veinte y treinta años de edad, y no sólo lo testimonia sino que se convierte en protagonista de ese proceso histórico desde el ámbito literario. La crítica de entonces advierte rápidamente el impulso creador del joven poeta, quien además gana los más relevantes concursos de poesía del país de esos años ante jurados de comprobada solvencia moral y profesional. En lo sucesivo, entre 1970 y 2010, Pereira consagra cuarenta años de creación a nutrir, enriquecer y sostener su poética personal, individual, así como su irrenunciable convicción política de izquierda. Esto último tiene dos circunstancias determinantes. La primera es de orden estético: logra crear un neologismo que sustentará su poética de manera coherente, novedosa, original, en permanente renovación. Se trata del somari o poema breve, de tipo reflexivo, sentencioso, agudo, de fina armadura en lo formal, en lo estético.2 La segunda es de orden político: tiene protagonismo como legislador durante la Asamblea Nacional Constituyente de 1999, logrando redactar el Preámbulo de la misma.3
La profunda crisis social y económica venezolana posterior a 1983, terminada la bonanza petrolera que se había iniciado en 1974, acentúa las desigualdades colectivas, la crisis fiscal, el endeudamiento externo y la pobreza extrema, básicamente por los cuestionamientos existentes contra la dirigencia política que de manera bipartidista se turna el poder pese a graves y comunes acusaciones de corrupción e ineficiencia administrativa. La cultura en general también se resiente. Valores como la probidad, la honestidad y la humildad resultan esenciales en los intelectuales. Sin embargo, muchos se doblegan a una suerte de derrota moral y se ajustan a instituciones y cargos de conveniencia. El sentido de patriotismo se hace imperioso y el país espera de sus poetas y artistas un aliento razonable de esperanza ante la vida y la historia. Pereira entiende muy bien estos cambios y mantiene con gran sensibilidad la observancia de este contexto. Su lucidez, su irreverencia y su inteligencia producen dos obras de gran interés para el público venezolano: Vivir contra morir, en 1988 y Escrito de salvaje, en 1993. El somari gana de manera definitiva su propio espacio en la literatura nacional. En lo sucesivo tres obras más refuerzan esta huella particular: Oficio de partir (1999), Sentimentario (2004) y Equinoccial (2007).
Las nociones de reflexividad, identidad y desidentidad en Pereira devienen de su posición personal ante el curso histórico de los acontecimientos políticos, sociales y culturales del país, los cuales estudia sensiblemente y de algún modo revela en su obra ensayística, entrevistas, artículos y notas. Su compromiso es ante todo moral y ético, y su arte es la vía que expresa ese compromiso. Ni la opresión, el mancillamiento, el miedo, los vejámenes ni la ignominia le son indiferentes, y contrapone a toda fuerza explotadora el sentido de la solidaridad y la justicia. Su yo objetivado es revelador en esas visiones. Su identificación con las luchas sociales le hace protagónico y ejemplar. Su obra es un legado estético para recorrer y reconocer cuánto ha podido expresar en más de cincuenta años de hacer poesía y vivir la historia.
Esto permite comprender la recepción crítica de su obra en los años sesenta, con prevalencia del texto poético de compromiso o comprometido, en sintonía con otros poetas comprometidos como José Lira Sosa, Víctor Valera Mora y posteriormente William Osuna. Del setenta a 1999 la recepción crítica en torno a Pereira se centró en el somari y su novedad. Se le celebra y se le trata de explicar. Se lee, se compila y difunde. Pereira se dedica a fortalecer la poética del somari y a ahondar en sus estudios de la poesía japonesa, china, árabe e indígena americana. Culmina su doctorado en letras en La Sorbona de París en 1982 de la mano de Saúl Yurkiévich con un amplio estudio dedicado al Caribe precolombino, titulado Historias del paraíso. Éste revela que el fracaso de los conquistadores en su afán por el oro y el saqueo que se hace en el llamado Nuevo Mundo para satisfacer las apetencias imperiales, no sólo oculta los valores culturales de la América india y cimarrona sino que extermina al ser natal, local, originario, o lo esclaviza y domina mediante el expolio y toda forma imaginable de injusticia y vejámenes. La historia falseada o negada es revelada a partir de documentos y acuciosas lecturas a las que Pereira dedica al menos veinte años. Sin embargo, la publicación orgánica de ese texto también se tarda un par de décadas aunque el poeta fue persistente el revelar su contenido en cátedras de literatura, congresos, conferencias y folletos para darlo a conocer de manera parcial.4
El somari se nutre conceptualmente de ese voluminoso estudio histórico y político, y de toda la formación ganada por Pereira a través de sus lecturas de tankas y haikú, traducción y escritura de cantos y poemas indígenas pemones, kariñas y waraos, entre otras. Por otro lado, su conocimiento de los clásicos occidentales, la poesía escrita en lengua castellana en toda época, los movimientos de vanguardia europea e hispanoamericana del siglo veinte así como su relación inicial con autores predilectos como Huidobro, Vallejo y Neruda, entre otros, sedimentan el proceso formativo que deviene en somari: suma de búsquedas, recurso propio para revelar el poema.
El Caribe o la caribeñidad constituyen una constante en la poesía de Pereira. En “Señas de identidad” revela esa pertenencia física, carnal, vital, nostálgica y estética: “Yo nací en una isla a la que el océano dio ternura”.5 Océano éste capaz de transmitir ternura y ser compañero de vigilia y derroteros, como en el poema “Océano”: “Tus asuntos me envuelven desde el amanecer cuando / abro las ventanas”,6 o causar desajustes con su impetuosidad como en “Furia de océano”: “Mientras afuera bate el mar con furia las tablas del corredor / crujen y todo alrededor / parece hecho a la diabla”.7 Este mar y este océano son cuerpo común, son piel y sol propios, génesis y creación, por tanto vida y esperanza. Es “Océano humano”: “Nos creaste de musgo sideral recogido / en tu carne cuando todo / desamparo resplandecía y en tus / orillas agonizaban / los últimos glaciales”.8 Por eso no le es ajeno y la relación mar-hombre, mar-poesía resulta consuetudinaria, como suele ser esta relación en todo el Caribe americano: “Cuanto el mar desprecia lo arroja en mi ventana / Lo deposita / en mi puerta”.9 También la magia de la noche y los placeres están manifiestos en esta íntima relación: “Recostado en la barra frente al mar / mientras apuro una cerveza / veo los antiguos barcos que retornan”,10 a menudo con gran colorido y sugestivas metáforas: “La hermosa noche del puerto con olas como / calles blancas sobre las que andan descalzas monjas”.11 Por eso el mar, el trópico y el Caribe son pasado y presente en la poética de Pereira.
El mar de la infancia y los puertos invisibles de la memoria y la utopía encuentran en el somari un medio de expresión. Por ello se trasvierte en una especie de diario poético largamente moldeado, reescrito, proyectado hacia el sentir social y la inteligencia sensible del ser, del hombre contemporáneo, tan sometido a los vaivenes de la modernidad, del desarrollismo, las tecnologías y toda alienación y formas directas e indirectas de dominación. Desde los erizos cercanos en la niñez y los zaguanes de los juegos infinitos de la infancia hasta la voz del indio que en la selva ignota clama se le reconozca su identidad, o la basuratura de la TV que diezma las verdaderas libertades en aras del consumismo y la homogeneización, el poeta Pereira recoge y cincela artesanalmente cada somari dentro de una temática amplia, abierta, universal y actual que lo hace no sólo eficaz sino efectivo. Diversas páginas de la Web dan cuenta de ello, así como las antologías existentes en torno al somari.
La base moral, ética y de compromiso con la justicia, el bien común, la paz y la solidaridad entre los pueblos resulta esencial en la comprensión de la poética del somari. Más allá del poema de circunstancia durante la juventud, se revela una nueva forma responsable de hacer poesía. De ahí la riqueza expresiva y temática que le caracteriza. El sedimento sociohistórico, las variantes y particularidades del somari, revelan su aporte a la modernidad literaria venezolana contemporánea.
Un nuevo aporte acompaña al somari durante los ochenta y noventa: el elemento indígena expreso. Pereira utiliza símbolos y metáforas de la poesía indígena como un medio de rescate de sus voces y como reafirmación interior de esa otra identidad presente en el proceso de mestizaje americano. Se evidencia un interesante sincretismo mediante una visión cósmica y universal del hombre, también de la poesía como forma superior de expresión.12
El panorama general de la poética de Gustavo Pereira, tanto en su primera etapa del sesenta como la posterior a 1970, revela un extenso canto nutrido de referentes diversos de la cultura universal desde América hasta Europa, de Asia hasta África. A un poema en lengua pemón o warao (“Sobre salvajes”, “Jokoyakore Naruae Anayakore Yarote” y “Canción del Dokotu-guará-tu”) atañe un homenaje a Omar Jayyâm, un epigrama a Catulo, refiere los horrores de la guerra a Zeus y Herodoto o escribe un canto a las colinas de Andalucía o las calles de París, Londres y Rusia. A los Bakuba, Mayongue y Bakongo de Zimbabwe o los Makonde de Bostwana o los Bapende de Ruanda; a los Batelele de Tanzania y los Ibo de Nigeria o los Balubas cameruneses,13 corresponden en igual exaltación el imaginario encuentro con Li Po en un festival de la luna en el mes de octubre, un haikú a las cigarras, o un “retrato” de Tu Fu, una variante de Basho o parodias a los sermones de Ti Pei Ku.
Esta visión universal, pensada y singular del somari, es lo que permite a Pereira ser uno de los grandes poetas venezolanos contemporáneos, al lado de Ana Enriqueta Terán (1919), Ramón Palomares (1935), Juan Calzadilla (1930), Eugenio Montejo (1938-2008) y Luis Alberto Crespo (1941) o José Lira Sosa (1930-1995) y Víctor Valera Mora (1935-1984).14 Su obra lírica ofrece un corpus amplio. Tenemos así siete poemarios durante los años sesenta, doce poemarios más entre 1970 y 2010 con la presencia del somari, nueve antologías en español y una en inglés15 además del volumen Poesía selecta (2011) de la prestigiosa Biblioteca Ayacucho, con estudio preliminar de José Balza y bibliografía y cronología de José Pérez.16 De igual modo desarrolla Pereira una amplia obra ensayística compuesta por catorce títulos, en la que aparecen sus estudios sobre el Caribe y la cultura prehispánica, reflexiones, artículos de prensa, notas diversas, compilaciones de documentos sobre el Libertador Simón Bolívar, conferencias y discursos.
Pereira representa en el panorama de la literatura moderna venezolana contemporánea un autor particular. La actualidad, vigencia y novedad de su somari como instrumento poético original, no sólo renueva la poesía nacional sino que demuestra una fuerza de voluntad creadora basada en sus profundas convicciones éticas y políticas mediante el basamento reflexivo crítico y el sincretismo cultural de valor universal.
Notas
- Pereira ejerce de abogado y de juez provisional en la década del sesenta, antes de matricularse como docente universitario.
- Pereira logra introducir el somari a partir de dos obras fundacionales: Libro de los somaris (1974) y Segundo libro de los somaris (1979). De manera inmediata aparece Sumario de somaris (1980), una muestra antológica de los mismos.
- El Estado distribuye gratuitamente diez mil ejemplares de la Constitución y en televisión, radio, prensa y foros de toda índole se le reconoce a Pereira la autoría del Preámbulo. Esto despierta el interés por el poeta y numerosas entrevistas surgen en torno a su obra y su pensamiento político.
- Después de varios intentos fallidos y hasta pérdida de algunas versiones del texto original en imprentas públicas, Historias del paraíso se publica por primera vez en 1997, en tres tomos. En 2007 el Estado venezolano lanza una reedición de cincuenta mil ejemplares de los mismos a través de la Biblioteca Popular para los Consejos Comunales. De esas publicaciones parciales surgen El diario de a bordo de Colón o la primera proclama del colonialismo en el Caribe (1987), El pensamiento anticolonialista de los libertadores (1992) y Los blancos hijos del cielo (1998). De igual modo tienen soporte ideológico en Pereira sus estudios dedicados a Simón Bolívar (documentos, cartas, pensamiento principalmente) a partir de sus siguientes publicaciones: El juramento del Monte Sacro (2005), Simón Bolívar, escritos anticolonialistas (2007) y El joven Bolívar (2007).
- En Sentimentario, pág. 28.
- En Vivir contra morir, pág. 95.
- En Oficio de partir, pág. 157.
- En Diario de mar, pág.10. También señala: “El mar me da una parroquia dulce para habitarla”. Ibíd., pág. 22. “Suelto mi corazón como vela y navego por entre las islas”. Ibíd., pág. 28.
- En Tiempos oscuros, tiempos de sol, pág. 75.
- “Somari con galeones”, en Escrito de salvaje, pág. 18.
- En En plena estación, pág. 27.
- Esto lo sustenta además con sus libros de notas y reflexiones Costado indio (2001) y El legado indígena (2004), en los que traduce poesía indígena y escribe textos en esas lenguas, además de escudriñar en sus ancestros guaiqueríes (nativos de la isla de Margarita) las raíces de su propio mestizaje.
- Su poema “Cenizas del camino” del libro Oficio de partir (1997) es sentido homenaje a todos estos pueblos.
- Estos dos últimos poetas de marcada tendencia izquierdista, ya fallecidos.
- The arrival of the Orchestra (Antology), London, Smokestack Books, 2010, traducción de John Green, Michal Boncza y Eduardo Embry.
- Esta responsabilidad en armar la bibliografía y la cronología de Gustavo Pereira me fue muy útil para la redacción final de esta tesis de doctorado, por cuanto pude trabajar varias horas en casa del poeta actualizando datos.
***
Del cuerpo insomne en la poesía de Víctor Valera Mora
I
Dos premios literarios de altísimo rigor han distinguido a las letras venezolanas llevando el alto nombre de Víctor Valera Mora en la cúspide del honor y el reconocimiento. Se trata del Premio Internacional de Poesía homónimo concedido en 2006 a Ramón Palomares por su indiscutible aporte a la literatura iberoamericana, y el otro otorgado en 2011 al poeta de mares y somaris, Gustavo Pereira. Ambos, señores de la palabra y la razón sensible, la inteligencia y el decir supremo. Uno andino y culto, el otro insular margariteño, sabio y noble. Dos soles. Dos relojes. Dos miradas del país desde la voz de la poesía que canta y enuncia, que retrata y denuncia, que se hace identidad colectiva y expresión de pueblos. Para ambos el mismo compromiso asumido de enarbolar la bandera del amigo ausente, a Víctor Valera Mora.
II
Un rasgo de impiedad sobrecoge la voz alzada de este poeta para domeñar al tirano, al villano, al cruel, al déspota, al asesino de niños, al desaparecedor de padres, al hambreador, al castrador de pueblos. Sin ventilar odio ni rencor, su rabiosa ternura sale colada en palabra ventajosa, esto es, en poesía humana y existencial canto a la esperanza. Bien por la dignidad de su oficio, bien por el tiempo de sus huellas o por esas comarcas dulces multiplicadas en el mundo de los pobres y los dolidos. De ahí ese sesgo de humor y pureza antepuesto a su propio nombre: el poeta Víctor Valera Mora, también apellidado hacia una raza lejana y combatiente, “el Chino”.
III
De locuras y avatares se nutrió su vida. De alcoholes y libros, de amigos y sueños. Nacido en un pueblo andino, tranquilo y apacible llamado Valera, en el estado Trujillo de Venezuela, el 20 de septiembre de 1935, habría de existir 49 años, en su mayoría vividos en este país de dictaduras y guerrillas, de rupturas y derrotas, de fracasos y traiciones a la verdadera democracia; pero también cuna de valientes y cultos poetas. Su temprana conciencia política y artística le permitió conjugar un recetario que sigue siendo único en la poesía contestataria, de izquierda, revolucionaria, desenfadada o como prefiera llamársele, de Venezuela, a partir de la segunda mitad de siglo XX. A ello debe también su inmortalidad.
Víctor Valera Mora fallece en San Juan de los Morros, un pueblo de los llanos venezolanos, ubicado en el estado Guárico, de gentes amables y solidarias, cercanas al campo, al pastoreo y a la poesía que brinda la naturaleza. Esto ocurre el 30 de abril de 1984. Habían quedado atrás cuatro libros publicados, uno inédito y su exilio voluntario a Italia durante unos pocos años. Canción del soldado justo (1961), Amanecí de bala (1971), Con un pie en el estribo (1972) y 70 poemas stalinistas (1979), aparecidos en imprentas populares, casi clandestinas, del interior del país, le permitieron dejar constancia del sello de su palabra, vista por la crítica especializada desde diversas posiciones, e intacta en su hondura reflexiva, en el desparpajo de sus verdades, en el signo de su tiempo, en la identidad de su creador, en el estilo y la contundencia de su propia forma de decir en poesía:
Cerco
Desempleado, sin un centavo en el bolsillo,
sin combates, sin nada qué hacer,
digo, no tengo acceso a la alegría,
no tengo derecho al más pequeño de los saludos
y menos aún al amor.Sólo la blasfemia me es dada, sólo la blasfemia
y las hambres más hondas me son dadas.Pero sabedlo,
esto no va a durar toda la vida.Vosotros devoradores de la canción,
que durante sombras seculares me habéis tenido
acorralado en este cerco de tristezas:
¡escuchadme bien!
Es cierto que estoy hecho para grandes decepciones
y cierto también, preparado,
para inexorables alegrías que vendrán.Tengo necesidad del mañana.
No me juzguéis cruel por mis actos.1Canción del soldado justo
A los montes me voy, me voy completo
y espero regresar de igual manera.Si me cortan las piernas y las manos
asiré el caminar con los anhelos.Si me arrancan los ojos y la lengua
nueva guitarra agitará banderas.Si me quitan la tierra donde piso,
yo vengo desde un río de asperezas
que antes me llevó y ahora me lleva.Si me tapan los oídos con que oigo
a mis hermanos pálidos y hambrientos,
hablaré seriamente con el aire
para que se abra paso hasta los sesos.Y si una bala loca se enamora
de mis sienes violentas,
yo seguiré pensando con los huesos.Me voy a despeñar sobre los crueles
que han hecho de la patria un agujero
y si no asiste el pecho a la camisa
y me matan de muerte sin lucero,
esperadme, os lo pido caminando,
que yo regresaré como los pueblos
cantando y más cantando y más cantando.2
IV
Desde una primera cercanía a su corpus temático, se percibe en su poética la identidad idiomática, la contemporaneidad existencial, la prevalencia del yo individual como sujeto demandante del ser social, el reclamo a la justicia colectiva, los derechos de los desposeídos, la desacralización de ciertas “verdades”, el humor cáustico, la irreverencia, la increpación a la realidad histórico-política de la Venezuela del setenta y del mundo; su objetivísima visión de la injusticia. Precisamente uno de sus estudiosos y amigo entrañable nos acerca así a algunos rasgos de esta poética:
La mayor parte de los textos del Chino Valera están elaborados en base al habla, y no sólo eso: en base a una tradición histórica que toma en cuenta al habla para las distintas transformaciones sociales; el estado más elevado de éstas serían las revoluciones, o para conjugar: en la revolución. La revolución que deja de ser sólo marxista o fidelista para convertirse en un ideal, en este caso improbable para su país en el tiempo en que el poeta vive. Esta imposibilidad ya está más que teorizada en la famosa “impotencia intelectual”: las ideas por sí solas no generan cambios, o, como se sostiene en la jerga política, es la praxis la única que puede empezar a revelar las claves de cambio. Pero esta práctica está ligada esencialmente a una ideología, y en segundo término a una ética particular. Éstas van indefectiblemente hacia un giro estructural de la conciencia social, que lleva implícitos complejos cambios en las costumbres y las cosmovisiones. (…) Valera Mora solía pasar de un asunto a otro con facilidad, dejando cabos sueltos donde la circunstancia así lo requería: de la enunciación a la descripción y de ésta a la reseña histórica y de nuevo al ámbito lírico con asombrosa flexibilidad.3
De ahí que el público (receptor) sea un objetivo importante para el poeta: utiliza el lenguaje popular, los chistes, los juegos, los giros, las referencias culturales, utilizándolos como herramientas, como medios, para que la poesía —su poesía— “sea de todos”. Por esta misma vía, son recurrentes en sus signos las armas, los panfletos, las consignas, los manifiestos políticos, los giros escatológicos, el ataque al imperialismo en cualquiera de sus formas, su definitivo rechazo a la opresión.
Masseratti 3 litros
(Fragmento)
otro es mi problema para qué la poesía
todos los yanquis son unos hijos de puta
hay que matarlos donde estén
no puedo vivir sin conflicto
esta mañana amanecí locamente enamorado de Corea del Norte
yo quiero un estallido atómico
demasiado hemos trabajado para los dioses
en el resplandor del hongo haremos que trabajen ellos
más veloz tiro la casa por la ventana
el sabio penalista dice que el verbo hacer es ilimitado
podemos cantar bailar escribir leer
y también robar estafar violar ofender
en eso estamos hijos míos(…)
la muerte venezolana era ya sin nosotros
la muerte boba
la muerte sin papeles sin paga sin reclamo
la muerte arboladura de los poderosos
vieja costumbre mal acostumbrada
descomunal zamuro devorando vivos a los pobres
el orgullo lo que nadie puede negarnos
es la irresistible trascendencia de nuestras caídas
y la violenta muerte del enemigo(…)
un hombre camina dando y recibiendo golpes
atrás deja la semántica y los deberes ciudadanos
agua y pez al mismo tiempo
destruye lo posible para no ser aniquilado
nos obliga a llevar un vaho de pistolas en la nuca
que nadie duerma tranquilamente
¡oh! Ese amor suyo por la guerra de los pueblos
ofendidos considerarán que esto no es un poema
y tienen razón tal vez sea una canción de cuna
ahora sé que estoy loco por completo
pero se acabó la cantinela se acabó la coba
a partir de mí la palabra es un escalofrío
ahí queda esto
subo y arranco mi potente masseratti 3 litros
rafagueante doy con mis sesos contra un muro
después el otro infierno.Mérida, 68.4
Dentro de esa atmósfera política implícita en los sesenta, en la cual la sola coyuntura de la Guerra de Vietnam determinó el acento de los extremismos ideológicos, bien dogmáticos, teóricos, combatientes o en debates de todo orden, los intelectuales no permitían oportunismos ni ambigüedades morales, por eso “el Chino” Valera Mora expresa su rabiosa identidad individual dentro del contexto de la lucha anti-stablisment del país y del mundo. El verbo es teleológicamente un sistema de lucha. Una potente herramienta para desnudarse en las ideas. Este ideal central suyo no desapareció nunca, a pesar de abandonar el Partido Comunista de Venezuela (PCV) así como su filiación con el PRV (Partido de la Revolución) y las FALN (Fuerzas Armadas de Liberación Nacional). Su palabra y sus gestos no perdieron la acidez del combate, la absoluta convicción ideológica y, como en Juan Gelman, Roque Dalton o Fayad Jamis, se hicieron voz de los pueblos. En Venezuela, durante los setenta, autores nacionales como Julio Valderrey, William Osuna y Gabriel Jiménez Emán, entre otros, así como parte de los integrantes de los grupos Tráfico y Guaire, durante los ochenta, sin exceptuar a poetas de la provincia seguidores de Valera Mora, sintieron la onda expansiva de su voz y la directa influencia en sus trabajos creadores.
También cultivó un segundo corpus temático, reconocido por la crítica, que integra esa, su existencial comunión del credo ideológico dentro del tono poético, con su altivo canto a la amada, a la que hace de carne y hueso, revelándola y poseyéndola, viviendo su asombro descarnado. Como el humor y lo político, el tema amoroso se subvierte en literal aclamación al sexo opuesto, a menudo como un remedo de lo cotidiano, sin sordina, mediante el irreverente tuteo que se gesta en el desamparo:
Con un pie en el estribo
(Fragmento)
Yo sé que es una gran falta de respeto sobre todo
si uno tiene a su mujer en estrictos paños menores en la cocina
y más allá a mi favor cuando uno le dice al oído
“en la nevera hay una caja de música”
“la sacaremos la llevaremos al sótano”
“cenaremos música a la plancha”(…)
Querida
hace bastante tiempo desde que se inventaron los bolígrafos
no le sacaba punta a un lápiz
Lo hago esta noche con una hojilla de un solo filo
Si supieras como se le parece a la volada orilla
de la delgada cama donde lees donde nos precipitamos.5
Para Rafael Arráiz Lucca, esa combinación de lo narrativo con lo coloquial —que son aspectos innegables presentes en la poética de Valera Mora— en el tono amoroso, le imprime un acento muy singular a su poesía:
Cada día más me parece que la poesía amorosa de Valera Mora es lo mejor de su producción. Allí, en la arbitrariedad del amor, al margen de la moral revolucionaria, vienen los más luminosos poemas del poeta. Sin que esta opinión vaya en desmedro de la fuerza con que el autor comprendía su sitio en la historia, su posición política, festejando la ira que era capaz de desatar en el poema o la conmovedora arbitrariedad de muchos de sus versos, no deja de ser cierto que de sus libros los poemas de amor serán los que rompan la barrera de los seiscientos kilómetros.6
De ese desenfado, de ese su humor cáustico, de ese, su culto irreverente a la cotidianidad, surge uno de sus textos más conocidos y difundidos, que podemos valorar como arte poética dentro del tema amoroso, perteneciente además a su libro más conocido, Amanecí de bala (1971):
Oficio puro
Cómo camina una mujer que recién ha hecho el amor
En qué piensa una mujer que recién he hecho el amor
Cómo ve el rostro de los demás y los demás cómo ven el rostro de ella
De qué color es la piel de una mujer que recién ha hecho el amor
De qué modo se sienta una mujer que recién ha hecho el amor
Saludará a sus amistades
Pensará que en otros países está nevando
Encenderá y consumirá un cigarrillo
Desnuda en el baño dará vuelta
a la llave del agua fría o del agua caliente
Dará vuelta a las dos a la vez
Cómo se arrodilla una mujer que recién ha hecho el amor
Soñará que la felicidad es un viaje por barco
Regresará a la niñez o más allá de la niñez
Cruzará ríos montañas llanuras noches domésticasDormirá con el sol sobre los ojos
Amanecerá triste alegre vertiginosa
Bello cuerpo de mujer
Que no fue dócil ni amable ni sabio7
Si bien esa, su peculiar y tan particular intimidad amorosa y erótica, se manifiesta como arbitraria e irreverente suerte de aventura celebratoria y descarnada del hechizo de la amada, de la mujer en su totalidad (carne, hueso, espíritu, alma, sueños), Valera Mora fusiona la “intimidad y la experiencia” poética en “la estilización de la vida o la cotidianización de la poesía”, como lo apunta Gonzalo Ramírez.8 Con esa técnica preserva su propia identidad creadora y logra el espacio ideal para dar cauce al complemento de su mundo lírico: la alocada alucinación por el amor de las amadas, lo que a su vez le crea conflictos terribles ante ese deber suyo de “pegarle duro a la vida”; por lo que en Valera Mora esa lucha de los contrarios que se establece entre el oficio de poeta y el vivir siendo poeta, se manifiesta en perfecto equilibrio:
Despedida con metales
Reconocerme marcado por las pasiones
y por mi culpa confundido tu corazón
borro al agónico de alas frenéticas
sin cielo ni ubicación zoológica
coronado sobre una silla de ruedas
ya que tú lo has querido
Pero no más te pongas así de triste
y menos esos ojos para llorar
Porque reconozco mis manos sin gobierno
mis canciones por mis estridencias
mis sales por mis agujas de oro
No más por eso te lo digo y estas ganas
locas de pegarle bien duro a la vida
cuando me sobra vida para regalar
y mucha más vida para matarme al pie
de las ventanas
desde donde dices querer abrirte al sueño
y ver pasar abrigos y bufandas en busca
de los vagabundos equivocados de planeta
o planetas ellos mismos o qué se yo
No más por eso te reconozco y parto
como una armadura vestida de caballero.9
Es que no sólo toma la poesía como su armadura —y además su arma— sino que se vale de ella para romperle al mundo en la cara la propia “disciplina burguesa de la vida”.10 Por eso este autor resulta capital en el panorama de la modernidad literaria venezolana contemporánea, pues es innegable que sus juegos expresivos contienen alientos verbales de absoluta universalidad, vertidos en una pasión existencial que hoy permite reconocer un antes y un después en la poesía nacional. El antes y el después de Víctor Valera Mora, “el chino” de todos los suyos.
Notas
- Este poema pertenece al poemario Canción del soldado justo. En lo sucesivo citaremos por la Antología de Víctor Valera Mora, elaborada por Gabriel Jiménez Emán, Caracas, Fundarte, 1987, p. 32.
- En Antología, p. 45.
- Gabriel Jiménez Emán, “Las distancias imantadas de Víctor Valera Mora”, prólogo, en Antología, pp. 8 y 10.
- Víctor Valera Mora, Antología, pp. 49-54.
- En Antología, pp. 86-87.
- Rafael Arráiz Lucca, “1987: La poesía en Venezuela”, Imagen, Caracas, Nº 100-25, diciembre 1986, p. 14.
- En Antología, p. 57.
- Gonzalo Ramírez, “Víctor Valera Mora (1938-1984)”, Imagen, Caracas, Nº 100-3, enero 1985, p. 8.
- En Antología, p. 96.
- Gonzalo Ramírez, art. cit., p. 8.
